El espejo
Disclaimer: Los Pitufos pertenecen a Peyo.
Capítulo 1: Un regalo para Papá Pitufo
Papá Pitufo rascó su barba en un gesto pensativo. Su mirada se posó sobre las piezas del tablero mientras que mentalmente trazaba los diferentes escenarios que darían como resultado al mover las piezas que tenía en el tablero. Estando en jaque debía ser el doble de cuidadoso, cualquier error por más pequeño que fuera podría terminar en el fin de la partida. Finalmente se decidió por mover una torre. Aunque logró salir del jaque no logró que su rival estuviera en su misma situación. Papá Pitufo había colocado una trampa, si Ómnibus no la veía podría lograr el jaque mate en pocos movimientos.
—Bien jugado —le felicitó Ómnibus mientras posaba sus manos sobre las piezas negras sin llegar a tocar ninguna, analizando lo que sería su próximo movimiento —, pero no creas que vencerme será sencillo, todavía me quedan algunas jugadas.
—Debo admitir que me colocaste en una situación muy difícil —agregó Papá Pitufo —, pero dudo que me hayas llamado solo para jugar al ajedrez, no me lo tomes a mal pero te noté preocupado cuando llegué.
—Esperaba decírtelo después del juego pero debo admitir que me has atrapado. He sido llamado a una reunión de emergencia pero tengo un amuleto que cuidar, podría llevarlo conmigo pero sería arriesgado, si alguien llegara a conocer el poder que encierra intentaría robarlo, solo puedo confiar en ti para que lo cuides.
—Puedes contar con eso —le dijo Papá Pitufo antes de mover una de las torres y apoderarse de uno de los peones de Ómnibus.
Ambos continuaron con su juego, varias piezas fueron movidas y sacrificadas antes de que este llegara a su final. Mientras que Ómnibus se dedicaba a preparar algo de té para los dos, Papá Pitufo aprovechó para tomar el amuleto del que su amigo le había hablado. A simple vista este no tenía nada de especial, solo era una gema en forma de lágrima colgando de una cadena de plata pero en su interior guardaba un gran poder y la capacidad para hacer que cualquier deseo se volviera realidad.
—Compré ese espejo hace poco en una tienda, me dijeron que era mágico, todavía no sé lo que hace aunque admito que no lo he examinado detenidamente, no he tenido el tiempo para hacerlo —le dijo Ómnibus mientras servía el té —. Te lo regalo, quizás tú tengas mejor suerte con ello.
—Si tengo algún progreso no dudaré en contarte de ello.
Papá Pitufo regresó a la aldea poco después de terminar el té. Filósofo le había dicho que podría confiar en que él se encargaría de mantener todo bajo control pero prefería no arriesgarse, con todos sus años como líder sabía que de pasar mucho tiempo sin supervisión podían meterse en muchos problemas.
Cuando llegó a la aldea todo se encontraba en calma. Pintor estaba terminando un retrato de Pitufina, Goloso y Chef preparaban una sopa para la cena. Le alegró ver que los pitufos, no solo no habían causado ningún problema durante su ausencia sino que también cumplían con sus responsabilidades.
Se dirigió a su laboratorio y guardó el amuleto que le habían encargado cuidar. Lo guardó en su armario y colocó algunos sellos de protección. Sabía que era poco probable que alguien lo buscara en la aldea pero prefería prevenir. Volteó al escuchar la puerta ser golpeada, del otro lado estaba Vanidoso, lo primero en lo que pensó fue que había visto el espejo que llevaba, supo que estaba equivocado cuando lo escuchó hablar.
—Papá Pitufo —lo llamó Vanidoso —. ¿Te queda algo de pegamento?
—Creo que sí, déjame revisar.
—¿Cómo estuvo el viaje? —Vanidoso sacó un espejo de su bolsillo, le faltaba una parte pero al pitufo no parecía importarle pues la parte en la que se reflejaba estaba intacta.
—Normal —Papá Pitufo encontró algo de pegamento y se lo extendió a Vanidoso —. Jugamos una partida de ajedrez.
Vanidoso tomó el pegamento y lo usó para reparar su espejo. No continuó observándose en el mismo pues encontró algo que llamó su atención. El espejo que Ómnibus le había regalado permanecía oculto pero el pitufo con la flor en el sombrero pudo adivinar lo que se encontraba en su interior. No era grande pero sí de mayor tamaño que el que tenía Vanidoso.
—No te recomiendo que lo veas —le dijo Papá Pitufo —. Todavía no sé qué es lo que hace.
—Si es un espejo dudo que cause problemas.
—No estés tan seguro de eso, los espejos han sido utilizados como portales a otros mundos desde hace mucho tiempo, incluso desde antes del origen de la hechicería.
—¿Cómo algo tan hermoso puede ser peligroso? —preguntó Vanidoso mientras se veía en su pequeño espejo.
—Los espejos guardan muchos secretos.
—Cuando descubras que es seguro ¿puedo ser el primero en usarlo? Debo verme bellísimo en un espejo tan grande,
Papá Pitufo asintió antes de continuar con su trabajo. La conversación terminó en ese momento pero la curiosidad que sentía Vanidoso no desapareció ni llegó a disminuir. Ambos salieron de la casa y se dirigieron al comedor para la cena. La mayoría de los pitufos ya estaban reunidos allí, muchos de ellos le hicieron a Papá Pitufo las mismas preguntas que Vanidoso le había hecho, incluyendo la del espejo solo que ellos no reconocieron lo que se ocultaba bajo la manta.
Las respuestas de Papá Pitufo fueron las mismas. No era que desconfiara de los pitufos sino que estaba demasiado cansado como para hablar. El viaje fue largo y había tenido una mañana atareada por lo que fue el primero en retirarse.
Al día siguiente Filósofo encontró el amuleto. No pudo abrirlo debido a las protecciones que había puesto sobre él. No le extraño que el amuleto llamara su atención, después de todo él siempre solía hacer lo mismo cuando regresaba de visitar a su viejo amigo Ómnibus, incluso varias veces le había pedido permiso para acompañarlo, él le había insistido que quería aprender de él.
—Es un amuleto que cumple deseos —le dijo Papá Pitufo de manera despreocupada mientras revisaba su biblioteca, encontró varios libros en mal estado pero los dejó de lado al ver la forma en que miraba el amuleto —, pero es peligroso, tiene mucho poder.
—¿Qué hay de malo con el poder? Se puede usar para muchas cosas, entre más se tenga es más lo que se puede hacer. Un líder debe tenerlo para poder guiar a todos y proteger.
—No lo niego, pero el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente.
—Tienes razón, Papá Pitufo —agregó Filósofo un poco menos emocionado pero sin dejar de ver el amuleto.
—¿Podrías hacerme un favor? —preguntó Papá Pitufo provocando que el tono decaído en su aprendiz fuera reemplazado por emoción, tuvo que contener la risa para no ofenderlo, a veces su actitud le recordaba a un pitufin.
—Lo que tú digas, Papá Pitufo, haré lo que tú digas, Papá Pitufo —agregó Filósofo emocionado, la forma en que hablaba era apresurada y denotaba gran felicidad —. Tú sabes que no hay nada demasiado fácil o difícil que pitufo Filósofo no pueda hacer.
—Eso espero porque es una tarea importante —comentó Papá Pitufo mientras ojeaba los libros que estaban en peores condiciones, tomó uno al azar y se lo mostró a su joven aprendiz —. ¿Ves este libro? Está en mal estado, es una pena que la valiosa información que contenga sea desperdiciada.
—Tienes razón, Papá Pitufo, podríamos usar una poción para restaurar sus páginas.
—No estaba pensando en ello sino en algo un poco diferente. Quiero que tú transcribas lo que está escrito en ellos, sin agregar o quitar algo.
—Puedes confiar en que lo haré, en poco tiempo tendré varias copias.
—Debes asegurarte de copiarlo todo como está, incluyendo los errores de ortografía.
—Así lo haré, Papá Pitufo, pero no crees que sería más apropiado si hago algunas correcciones.
—Es necesario que tenga una copia del libro tal y como fue escrito pero puedes usar la información que contiene para hacer tus propios libros, me gustaría leerlo en cuanto lo termines.
Aquellas palabras bastaron para que el rostro de Filósofo nuevamente se emocionara. Papá Pitufo sabía que de no concederle ese pequeño capricho su aprendiz modificaría el libro y no mentía cuando le dijo que la información contenida en los mismos era importante. Muchos eran antiguos por lo que era necesario hacer algo para conservar la información que almacenaban.
Cuando aquella conversación terminó, Papá Pitufo decidió revisar el espejo. Filósofo había tomado todos los libros que comenzaban a deteriorarse por el paso del tiempo y las condiciones del ambiente. Movió la manta lo suficiente para dejar el marco al descubierto pero no para que se mostrara el vidrio.
El marco era sencillo, tallado en piedra y sin muchos adornos. Si Ómnibus no le hubiera dicho que era mágico y no hubiera sentido una energía diferente en el mismo no habría prestado atención al mismo. Pasó su dedo por el mismo, la textura era áspera pero no parecía haber sido tallado con descuido. No era la clase de espejo que se vería en un castillo sin embargo había en él algo especial que estaba dispuesto a descubrir.
Continuó leyendo, revisando las ilustraciones de sus libros, tenía la esperanza de encontrar uno con el mismo marco del que tenía frente a él. Encontró muchos de los usos de los espejos, la mayoría los conocía pero no el marco que buscaba. En ninguna parte se hablaba de un marco especial, en todos ellos resaltaban la importancia de la parte reflejante.
Pensó en descubrirlo y probar en él uno de los rituales que parecían en el mismo. Podría comunicarse con alguien de otra dimensión y tener una charla amena. Fue interrumpido por el llamado de uno de los pitufos, Indeciso necesitaba de su ayuda, no sabría decir si se trataba de un problema serio, se veía angustiado pero él solía angustiarse con facilidad.
—Tontín me ha invitado a jugar con él pero no sé si jugar al pitfibalón o a las pitufiatrapadas.
—¿Cuál juego te gusta más?
—Las pitufiatrapadas son muy divertidas, por otro lado el pitfuibalón es más tradicional y podría ser más apropiado por la cantidad de pitufos que jugaran aunque si jugamos a las pitufiatrapadas no tendríamos que preocuparnos por organizar los equipos.
—No tienes que pensarlo demasiado, pueden jugar a las pitufiatrapadas y turnarse el puesto de buscador.
—Gracias, Papá Pitufo —le dijo Indeciso feliz antes de salir corriendo.
La investigación del espejo fue interrumpida por la hora del almuerzo. Goloso tuvo que ir a buscarlo porque de lo contrario podría haberse saltado la comida. No sería la primera vez que lo hacía, solía ocurrirle especialmente cuando trabajaba en un nuevo proyecto, no le gustaba dejar ninguno de sus trabajos a medias.
La mayoría de los pitufos ya se encontraban en el comedor cuando él llegó. La comida estaba servida por lo que solo debieron esperar a que llegaran los pitufos faltantes. No se demoraron demasiado, en cuanto escucharon a Armonía tocar su trompeta acudieron al lugar, a Papá Pitufo no le extrañaría que no quisieran darle motivos para seguir tocando.
