FRUTO DEL MOMENTO
No ha podido conciliar el sueño desde que todo ha terminado. En su cabeza únicamente dan vueltas imágenes de la pasada hora. Una tremenda discusión aún en el hospital, la cara de indiferencia de él, la ira que crece dentro de ella segundo tras segundo. Cree no poder recuperarse de aquel golpe, tiene que huir para no volver a renunciar, para no dejarlo en la estacada una vez más.
Tras eso sólo recuerda verlo tras su puerta, no le da tiempo ni a saludarle, se abalanza sobre ella y aprieta sus labios contra los suyos. Cameron no acierta a responder ante tal gesto en un principio, duda ante lo que está pasando, no quiere creer que sea la misma persona que veinte minutos antes la ha mirado con el mayor odio del mundo. Ella siente la agresividad y el deseo brotar de él, la agarra con fuerza, se ensaña con su cuello y con sus hombros mientras la despoja de la poca ropa que lleva puesta. Ella, sin hacer caso a su mente ni a su moral, se deja llevar por las circunstancias y lo desviste con furia, sin saber qué hace ni cómo.
Con los miembros entrelazados, besando el cuerpo del otro, mordiéndose, se encaminan sin mirar hasta el dormitorio de ella.
Y allí se encuentra, sobre sus propias sábanas, desnuda. Él duerme a su lado, sin inmutarse. Ella se echa las manos a la cara, no entiende por qué lo ha hecho; no ha habido promesas futuras, no ha habido caricias, ni siquiera ha habido besos, todo lo que recuerda es deseo y pasión, a House acercándosele como un animal en celo, poseyéndola con los ojos y ella respondiendo a sus ruegos. Él sigue durmiendo, quizá no le importe lo sucedido, quizá no haya querido que le importara. A ella sí le importa, demasiado, porque ella le quiere y ha permitido lo que se juró que nunca sucedería, no con él, no así.
Se incorpora sobre la cama, siente frío, su busto está desnudo. La sábana únicamente le cubre hasta la cintura. Le mira a su lado, él también yace desnudo, respirando profundamente. Siente el mundo venírsele encima, sin entender el por qué del comportamiento de los dos. Quiere sollozar pero no puede, sería ponerse en evidencia frente a él. Aparta la vista de House, no quiere verlo, no quiere recordar nada de lo sucedido.
Deja caer la cabeza sobre el pecho, intenta bajar la vista para ocultar la vergüenza y cierra los ojos. Siente una mano caliente tocar la piel de su vientre, recorrerlo y rodear su cintura. Nota una presencia junto a ella, aún con los ojos cerrados, sabe que es él, no puede ser nadie más. Abre los ojos con tiento, no quiere encarar lo que venga, demasiado miedo, demasiada incertidumbre. Una vez más quiere llorar, pero no es capaz. Mirando al frente, con la vista perdida, una mano le acaricia la mejilla y fuerza a que su cabeza gire para mirar de frente a un lado. Ve su rostro, sus ojos azules, su vista fija en ella, una sonrisa dulce en sus labios, la suavidad de sus yemas sobre su rostro. La presión en su nuca le devuelve a sus labios, calientes, tiernos, que la besan con suavidad y la exploran. No hay agresividad, sólo ternura, delicadeza y azúcar.
Ella le devuelve el beso en un intento de vivir lo que se había negado. Él se da a ella, ella le recibe. Se separan por unos instantes. Él no dice nada, únicamente hace descender su mano hasta su hombro, empujándolo para que ella vuelva a tumbarse sobre la cama, junto a él. Cameron siente el brazo de House rodear su pecho, su respiración caliente junto a ella, la fuerza con la que la atrea contra sí. Cierra los ojos y se sumerge en el sueño conciliador. Le quiere. La quiere.
