Aclaración: la novela en la que está basada esta historia fue escrita por Caridad Bravo Adams y se llama Corazón Salvaje. El fic está basado en la tercera versión de la telenovela, filmada por TELEVISA en 1993, fue interpretada por:

Edith González como Mónica Altamira

Eduardo Palomo como Juan del Diablo

Ana Colchero como Aimeé

Ariel López Padilla como Andrés Alcázar y Valle (en el libro sería Renato D'Autremont...)

y un grupo de excelentes actores más que intervinieron a lo largo de los 80 capítulos.

Este fic se centra en una escena perdida de la telenovela. En los primeros capítulos Mónica quiere organizar mejor la escuela de Campo Real, la hacienda de Andrés y éste le indica a su nuevo administrador (Juan del Diablo) que tome las medidas del caso.

Es una historia en 3 partes, los guiones indican diálogo y las itálicas indican pensamientos... espero que les agrade.


La escuela de Mónica

No le gustaba estar en Campo Real. El lugar era un recuerdo constante de su desventura. Todos hablaban de la nueva señora y ahora además, del nuevo administrador.

Lo único que le permitía estar en paz era la pequeña escuela. Amaba la idea de ponerla en funcionamiento… le habría gustado mucho más que fuera desde la posición de nueva señora de Campo Real, pero ya era el momento de dejar esa antigua ilusión en la tierra del olvido.

El único lugar para que esa escuela funcionara estaba completamente en ruinas. El techo se caía y las paredes estaban completamente deshechas… salían alimañas por los agujeros y sabía que un leve temblor se podía traer el galerón al suelo. Así que había dirigido sus esfuerzos a convencer a Andrés de hacer algo por ese lugar y darle una oportunidad a la escuela.

Él no había dejado de alabar sus esfuerzos y estaba profundamente agradecido con la exnovicia. No dejaba de lamentar que su esposa no tuviera esa idea antes, y fuera a ella a la que le debiera todo Campo Real un cambio tan positivo. Claro que él sabía que Aimeé ahora estaba adaptándose a su nueva vida de casada y que todas las novedades de su condición y de su rol como esposa y señora la tenían abrumada… ¡de lo contrario ella habría sido la entusiasta de la escuela!

– Mónica, te agradezco el esfuerzo por ayudar a mi gente –dejo Andrés sintiéndose magnánimo y poderoso de ser la persona a la que ella acudía– verás que pronto la escuela estará funcionando. Daré las órdenes necesarias.

– Gracias Andrés –dijo ella sin poder ocultar su amor por el aristócrata­– verás que los niños aprenderán como nunca antes. Buscaré una buena maestra que venga a continuar mi labor con ellos –dijo más para asegurarse a sí misma que se iría.

.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.

Desde que Juan del Diablo se convirtió en el administrador de Campo Real, menos de una semana antes, Andrés decidió que dejaría en sus manos muchas cosas. Él estaba recién casado y quería tiempo para estar con su esposa, así que el nuevo administrador era quién debía darle ese tiempo.

– ¡Juan! –lo llamó al verlo pasar.

– Sí –respondió el marino sin detener su paso pero sin devolverse.

La posición de Juan en la hacienda era extraña. Él sabía que Andrés quería ayudarlo, pero le indignaba ver la manera en que el hacendado se sentía benevolente al tenerlo en su mesa o al darle un cuarto en su casa.

De no haber sido por su idea de salir de Campo Real con Aimeé de Altamira en su caballo, no le habría permitido comportarse de esa manera. Él no era el proyecto de caridad de nadie… y menos de su medio hermano.

Sabía que como administrador se esperaba que fuera la "mano derecha" de Andrés… pero en su naturaleza no estaba el ser el segundo de nadie. La voz de Andrés ordenando, señalando acciones o problemas le sonaba hueca y le daba la impresión de un eco molesto.

– Tengo que hablarte de los cultivos del sur –dijo sacando a Juan de sus pensamientos e indicándole que fueran a su despacho. Posteriormente, desaparecieron cerrando la puerta…

.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.

La mañana siguiente llegó después de un reconfortante sueño. Mónica hizo su visita diaria a la capilla y se alistó para lidiar un día más con su hermana, con Juan y con quien fuera necesario.

Entraba a la casa cuando vio a Andrés, caminaba junto a Juan del Diablo y se dirigían al comedor. Ellos no la habían visto aún; así que pudo mirar a Juan a sus anchas. Su madre decía que era la viva imagen de su tío Francisco… ella había observado el retrato de su tío y ciertamente, Juan se parecía mucho al viejo cuadro, pero era también muy diferente. Ese cabello brillante y su mirada penetrante e inteligente lo hacían esencialmente distinto a su tío. Juan era todo un hombre…

Llegar a esa conclusión la sorprendió mucho; pero nada comparable a darse cuenta que el pirata la miraba atentamente y se percataba de que era objeto de una evaluación de parte de la rubia condesa. El sonrojo de Mónica no se hizo esperar y su mirada bajó hasta encontrar su libro de rezos como el objeto más interesante que pudiera observar.

– Buenos días, señorita Mónica –dijo para asegurarle a la chica que había notado su curiosidad– ¿durmió usted bien?

– Perfectamente –respondió levantando la mirada y enfrentando la del rudo capitán.

Aunque aún tenía vestigios de su sonrojo en el rostro, sostuvo la mirada de Juan y apenas notó que Andrés le hablaba al administrador del proyecto de escuela de Mónica y le indicaba que trabajara en eso a partir de ese día. La palabra "escuela" pareció despertarla y su ensimismamiento desapareció.

Con alegría, Mónica comprendió que Andrés cumpliría su palabra y la escuela sería una realidad. Juntos los tres caminaron rumbo al comedor, lugar donde les esperaba Aimeé, dispuesta a hacer su papel de perfecta esposa e intentar recobrar a Juan.

Si la presentación fue incómoda para el marinero o la señora de la casa, ninguno de los dos dio muestras de ello. Para Mónica era increíble la capacidad de engaño de su hermana…

Juan se comportó muy amable y encantador con ella durante el desayuno, demasiado para su gusto; pero sabía que solo era así para darle celos a su hermana y no estaba segura de si eso le agradaba. En fin, el administrador se ofreció a ver la escuela esa misma mañana después del desayuno y ella prefirió olvidar la incomodidad de la situación en pos de su proyecto.

.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.

La escuela realmente estaba en ruinas, pero una discusión con Juan le impidió elaborar planes de arreglo durante esa mañana. Mónica no dejaba de insistir en que el marino debía irse de Campo Real y él le aclaró que lo haría cuando Aimeé lo acompañara…

Mónica estaba herida en su orgullo. Juan le había dejado muy claro que era obvio que ella no tenía ningún interés en defender la honra de su hermana… solo proteger a su antiguo prometido.

"¿Cuándo podré sacarte de mi corazón?" se preguntaba Mónica insistentemente. Le había dolido lo que Juan le dijo después del desayuno… "¿Por qué tengo que intentar protegerte? Tú me dejaste, me cambiaste por otra… me cambiaste por ella…" El dolor seguía allí…

"No debería pensar tanto en ti, sé que no es bueno para mí… tal vez no debía estar en Campo Real, lo mejor sería regresar a San Pedro pero… ¿y si Aimeé decide fugarse con él?" Ese pensamiento la hizo decidirse a aceptar nuevamente un sacrificio… seguir allí y evitar lo que parecía un proyecto muy plausible de Juan del Diablo.

"¿Será posible evitar esta nueva deshonra para mi familia?" No lograba ver una salida, hasta que una pequeña luz se hizo en su cabeza… "tal vez sí exista la forma…"

.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.

– Es mejor que tengas cuidado Quintina –decía la rubia dulcemente a la niña– puedes caerte –dijo sosteniéndola gentilmente.

Mónica intentaba iniciar un nuevo juego con los niños. Estaba un poco acalorada por el ejercicio y su cabello un poco desacomodado por la misma razón. Los niños era obvio que la amaban. Todos esperaban con ansias verla aparecer y comenzar la clase del día.

El pequeño Rosendo, primo de Quintina, había ido por tercera vez a la cita con la rubia dama. Aunque había dicho que no lo haría más, la dulzura de esa mujer lo tenía cautivado y lo hacía regresar solo para recibir la sonrisa de la improvisada maestra.

Esa mañana Rosendo había sido abordado por el nuevo administrador…

.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º Esa mañana… º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.-º-.

– ¡Niño! –lo habían llamado al pasar– ¿cómo te llamas?

– Rosendo –había contestado el chico al reconocer al temido Juan del Diablo.

– ¿Vas para la escuela?

– Sí patrón –respondió volviendo su mirada al lugar al que se dirigían sus amigos.

– ¿Has aprendido algo? –preguntó nuevamente Juan.

– Algo patrón –dijo el chico comenzando a impacientarse.

– ¿Es cierto que el galerón se está cayendo? –preguntó mirando en la misma dirección que Rosendo.

– Sí patrón, la señorita Mónica dice que don Andrés va a mandar a arreglar el lugar, pero no sabemos cuando. El techo está podrido y las paredes también…

– Bueno, vete –dijo y antes de que le chico echara a correr volvió a preguntar– ¿la señorita Mónica ya está allí?

– Seguro patroncito, siempre llega primero.


Esa fue la primera parte, espero que les haya gustado...