Tan solo.
No se comparaba con el aluvión de besos que él recibía, ni siquiera podía imaginarse cómo se sentía James al tenerla tan cerca, increíblemente cerca, tanto que resultaba imposible distinguir dónde acababa un cuerpo y dónde comenzaba el otro.
Él debía conformarse simplemente con una extraña mirada amigable, alejada de una simpatía del presente, siendo únicamente vestigio de aquellos casi olvidados días felices de la infancia. También las sonrisas, y los gestos amigables, se volvían cada vez más escasos, pero seguían existiendo, apareciendo tan solo en muy buen día de Lily, o cuando sus sentimientos por Severus imploraban ser recordados, al menos una vez más.
No podía recibir sus besos, ni sus abrazos, ni sus caricias, pero a veces lograba cerrar los ojos notoriamente reconfortado, a pesar de que ella le entregaba todo a uno de sus peores enemigos.
Porque una pequeña esperanza, aunque diminuta, seguía expectante dentro de su corazón.
Porque una sonrisa de Lily, aunque imperceptible, equivalía a cualquier otro tesoro que pudiera dignarse a imaginar.
Porque entre toda la distancia que cernió sobre ellos de repente, recibir una pequeña sonrisa u oírla pronunciar su nombre, eran pruebas, nimias pero existentes, de que ella aún lo recordaba. Y aquello, por más insignificante que pareciera, era motivo suficiente para que él pudiera dormir tranquilo. Al menos por esa noche.
