Disclaimer: nada de Once Upon a Time me pertenece

Este fic participa en "Dos mundos, dos historias", el reto de "Bienvenidos a Storybrooke" el foro de Once Upon a Time en español.


Realidad

Su mano aferró el pergamino enrollado de entre los pedazos rotos de la esfera del báculo de Maléfica. Su amiga hablaba, implorando que no lo utilizase, pero la Reina sólo tenía ojos para el Hechizo Oscuro. Desenrrolló el pergamino y ahí estaba, tal como lo recordaba de la última vez que lo vio. Al instante, una cara se dibujó ante ella, una cara que le sonreía mientras una pícara risa se formaba en sus oídos.

Borró al instante esos recuerdos y se concentró nuevamente en Maléfica, quien ya nada podía aportarle. Pero obviamente no iba a matarla. Ella era su única amiga. Abandonó la Fortaleza Prohibida y volvió a su castillo.

Durante toda una noche estuvo estudiando y recordando el Hechizo Oscuro. Sería bastante fácil hacerse con todos los ingredientes necesarios. Sólo uno se le resistía, el corazón del ser al que más apreciaba en el mundo.

Toda magia conlleva un precio, querida.

Aquellas palabras se le quedarían grabadas a fuego para toda la vida. ¿El corazón de la persona a la que más amaba en el mundo? Claro que sabía quién era la persona más amada para ella, pero jamás, jamás en la vida se haría con su corazón sólo para conseguir lo que en estos momentos ansiaba con todo su ser, la desgracia de todos y cada uno de los habitantes del Bosque Encantado. No... Había otros seres a los que también apreciaba, otros que le habían servido bien. Él no tenía por qué ser el pago por sus anhelos. No lo sería.

—Mi Reina —su padre había llegado después de que le hubiese llamado.

—Prepara mi carruaje. Salimos enseguida —ordenó ella. Su padre se inclinó con una reverencia y se marchó. La Reina, por su parte, bajó un momento a los establos antes de marcharse.


El Hechizo, el cual parecía haber tomado forma y comenzar a expandirse, se disolvió rápidamente. El corazón del corcel que le había servido fielmente durante tantos años, del corcel que tanto apreciaba, no era suficiente para pagar el precio que el Hechizo Oscuro exigía.

Tras desaparecer la nube negra totalmente, la Reina sólo podía oír la risa de aquel duendecillo que le había cedido un cabello como ingrediente para el Hechizo. Aquel ínfimo ser se estaba riendo de ella y eso no podía ser. Tras convertirlo en piedra para toda la eternidad, la Reina miró a su padre, quien a su vez la vio a ella. Su mirada bastó para que él le dijese que no se diese por rendida, que pasase lo que pasase, tenía que buscar la forma de llevar a cabo aquel hechizo, a cualquier costo. Sin embargo, su padre no era capaz de leerle la mente y descubrir que él era la única persona en el mundo necesaria para llevar a cabo exitosamente aquel hechizo.

Pero la Reina se resistiría con todas sus fuerzas a hacer aquello. Prefería morir a hacer semejante atrocidad, por muy malvada que fuese. Sólo hasta que alguien en el mundo le dijese que no le quedaba otra alternativa, consideraría la opción. Y la Reina Malvada sólo sabía de alguien en el mundo capaz de abrirle los ojos.