Esta historia esta basada en el anime Inuyasha en conjunto con una canción que lleva el nombre del título de la historia.

El ambiente esta ambientado en París, la ciudad del amor. Kagome es una estudiante de 19 años, especialista en historia del arte; una cerebrito xD Inuyasha es un actor que hace sus propias peliculas y que tiene 29 hermosas primaveras.
Ambos se conocen en una tarde que Inuyasha busca a una nueva protagonista para su pelicula para sustituir a su pesada ex-novia Kikyo. Encontrará a Kagome de pura casualidad y desde ese momento hará lo imposible para que la joven participe en sus peliculas.

Ojala les guste la historia. Dejen comentarios.


Let's Make a Movie


Capitulo 1: Destino


Le dolía muchísimo la cabeza, no sabía si por culpa de no haber pegado ojo en toda la noche por culpa de su vecina pesada o por las dos horas seguidas de clase de matemáticas que había tenido que aguantar.
De todos modos lo único que quería ahora era llegar a su piso, arrojar el uniforme y la mochila al suelo, meterse en la bañera y relajarse. Lo necesitaba. Además se había comprado un nuevo gel de baño de oferta y quería probarlo.

-Kagome, ¿Me escuchas?-Su amiga le zarandeo el hombro-Tierra llamando a Kagome.

Y ella volvió a la tierra.

-¿Ah? ¿Qué me decías?

-No, nada. Déjalo-Su amiga la miro con los ojos entrecerrados pero la dejo ir. Kagome últimamente no estaba mucho en "tierra firme" y ella estaba cansada de interpretar un monologo que parecía no tener fin-¿Nos vemos mañana? Tengo que ir a comprar la comida.

-Claro, nos vemos en clase-Se despidieron con un pequeño saludo y Kagome la vio desaparecer calle abajo.
Sus tripas rugieron y se dirigió a la panadería italiana que estaba junto a su pequeño pisito.

Se miro en un pequeño escaparate que estaba a su derecha y comprobó rápidamente que su falda no estuviera descolocada. Era una manía que había tenido desde pequeña.
Observo su cabello oscuro, bien peinado que caía en largas ondulaciones hasta la región baja de sus caderas. Bien, no se le había enredado ni nada. No era que le importara demasiado como tenía el cabello, simplemente le gustaba ver como danzaba en el aire. Le gustaba mucho su pelo.

Su uniforme verde, estilo marinerita, también estaba en su lugar y sin ninguna arruga que tachara su reputación de cerebrito sabelotodo .
Recordó, sonriente, como su madre la regañaba por llevar la falda demasiado corta y como buena hija que era, le había hecho caso a pesar de que actualmente la falda le llegase tres dedos por encima de la rodilla.

Después del exhaustivo repaso de su ropa y su pelo se encamino hacia la panadería. Tardó 15 minutos en llegar.

-Buenos días Señorita Kagome-La saludo el encargado de la panadería, el Señor Totosai, un señor mayor de unos 65 años, que conocía desde el primer día que llego a Paris, hace ya 3 años-¿Dos panecillos rellenos y un pedazo de tarta de fresas como siempre?

Kagome sonrió. Qué bien la conocía ese hombre. Le observo coger su pedido y meterlo en una pequeña caja de cartón muy bien decorada y ella espero pacientemente observando el interior de la panadería. Había estado allí multitud de veces y conocía todos los tipos de panes que el señor Totosai vendía y cada uno de los papeles de anuncios por horas que estaban pegados en un gran corcho cerca de la entrada.
Ella los había revisado más de una vez buscando algún trabajo por horas para mejorar la precaria situación en la que tenía su pequeño piso pero solo había encontrado algún trabajo cuidando ancianos o pequeños trabajos de camarera en verano. No había elegido ninguno.

-Aquí tienes-Sacó la cartera de su mochila negra y le extendió dos billetes algo arrugados y minutos después salía de la panadería dando un pequeño mordisco a un diminuto panecillo relleno de crema de chocolate. Estuvo tentada de dar un gemido de placer cuando el dulce alimento toco sus papilas gustativas pero se contuvo y trago lentamente, disfrutando del sabor, de la calidez de la crema y del extremecimiento que le nació en la espalda y subió hacia la nuca. Dio un respingo y se lleno la boca de crema de chocolate.


Inuyasha bebió de un trago su martini de melocotón y miro hacia la carretera que se extendía infinita frente al pequeño bar donde se encontraba sentado. Se subió las gafas de sol oscuras, apoyándolas sobre su flequillo y enfocó sus ojos dorados en la jovencita que, ignorante de su escrutinio, comía encantada un bollo. Se encontraba en la acera, a unos metros de donde se encontraba él.

En sus labios se formo una sonrisa lobuna.

La jovencita no debía de superar los 20 años, dedujo observándola detenidamente. Su largo cabello negro brillaba contra la luz del sol, cayendo en bonitas ondulaciones hasta el final de su falda verde y su flequillo se movía a causa del viento sin perder en ningún momento su forma.
Era pequeñita, no debía medir más de 1,65 y eso le pareció increíblemente dulce, si se pusiera a su lado estaba seguro de que le llegaría a los hombros como mucho.
Pero su cuerpo no era el de ninguna niña, sus ojos volaron por su pequeño uniforme; desde los voluminosos pero no saltones pechos, la pequeña cintura, las sensuales caderas y las interminables piernas cubiertas por pequeños calcetines blancos y zapatos reglamentarios marrones.
Seguramente tenía un culito pequeño y respingón, como a él le gustaban.

Sacó de su chaqueta un móvil de ultima generación y enfocando con el zoon saco una foto de la jovencita, infraganti y luego enfocó el bonito rostro de la chica y también saco una foto. Luego vio como ella desaparecía por aquella calle larga y sinuosa.

Comprobó las fotos y sonrió al ver el rostro de la joven con pequeñas manchitas de chocolate por las mejillas y parte de aquellos labios rosas y su dedo recorrió la pantalla como queriendo limpiarle los restos del chocolate. Inmediatamente se reprocho de sus actos. ¿Que demonios estaba haciendo? Él no era de los que se prendaban y menos de una niñita.

Dio otro largo trago de su martini y cuando el camarero paso por su lado rápidamente le pidió otro martini. Cuando lo vio desaparecer al interior del bar marco un par de números en su teléfono y espero a que la voz hablara.

-¿Que coño quieres Inuyasha?-La voz ronca en el otro lado de la linea era pastosa, medio adormilada y todo ello enfureció a Inuyasha quien se echo su largo cabello negro hacia atrás y se aclaro la voz.

-No tengo tiempo de tus tonterias, Miroku-Respondió rápidamente-Te voy a enviar unas fotos y quiero que me consigas toda la información que puedas encontrar.

-¿Otra vez un problema con los publicistas?-Inuyasha era bien conocido por sus problemas con la publicidad. El carácter arisco, poco amable y los gritos del muchacho no eran las mejores compañías cuando eres alguien que se dedica a hacer películas. Y los reporteros lo sabían.

-No, no tiene nada que ver con ellos. Es...sobre una chica.

La linea se mantuvo en silencio unos instantes.

-¿Una chica? ¿En serio?-Inuyasha alejo el teléfono de su oreja cuando Miroku se puso a reír estrepitosamente-Es tan extraño que no he podido resistirme-Se disculpo cuando volvió a retomar la conversación-¿Como es? ¿Donde la conociste?

-No la conozco, la acabo de ver por la calle-Recordó ese momento-Y no deberías preguntar esa clase de cosas. ¿Y si Sango te escucha? No quiero que vuelva a destrozar el set con tu cabeza.

-No te preocupes, sabes que Sango es la única para mí-Dijo sincero-Esta bien, mándame las fotos y veré lo que puedo hacer.

Inuyasha corto la comunicación y le mando las fotos a su compañero. Conocía a Miroku desde su mas tierna infancia de salidas y noches en bares, era el típico amigo mujeriego que siempre se lleva alguna que otra bofetada "cariñosa" por parte de las damas de la barra.
Inuyasha suspiraba cuando sucedía eso y se limitaba a beber sus cubatas y martinis esperando que todo acabara y pudiera enterrar la cara en una almohada. Hacia años de aquellas correrías nocturnas.

Gracias al todopoderoso que Sango apareció en su vida y enderezo al joven Miroku, a pesar de que aquella relación no parecía que fuera a mejor. Sango era amable pero tenía muy poca paciencia y a pesar de que era obvio que queria al joven, no podía soportar los arranques de perversidad de Miroku.
Miroku siempre le decía que debía desmelenarse más ya que a pesar de que Inuyasha no necesitaba hacer nada para que las chicas lo rodearan, nunca había durado más de dos semanas con ninguna chica. Exceptuando Kikyo.

Inuyasha se terminó el martini y pago sus copas al camarero, comprando una cajetilla de tabaco minutos después y se encamino hacia su estudio. Mientras caminaba hacia allí sentía las miradas de las mujeres que pasaban a su lado pero él las ignoraba todo lo que podía, pero cada vez que pasaba alguna muchacha con cabello negro le venían a la mente imágenes de la jovencita que había visto minutos antes.

Al llegar al estudio tiro la chaqueta contra el sillón de cuero de su despacho y saco la camisa blanca por fuera de los pantalones negros y desabotono los tres primeros botones.

Su móvil vibro recibiendo un mensaje. Seguramente era de Miroku. Lo abrió mientras se remangaba las mangas de la camisa hasta los antebrazos.

Si, era un mensaje de Miroku.

"El nombre de la hermosa florecilla de primavera es Kagome Higurashi. 19 años. Estudiante de 3º año de historia del arte."

No siguió leyendo más. Tenía información suficiente. Se acaricio el mentón pensativo y sonrió.

-Kagome...

Quizá fuera el destino.