Prologo
Era una larga habitación en la cual los dos se encontraban, separados por una larga distancia. Se miraban en el silencio. Cada uno tratando de entender lo que querían hacer. Lo que deberían de hacer. Ciel dio un paso hacia ella, quien aún sin saber qué hacer quedó inmóvil apegada al ojo azul.
-Regrésalo.- murmuro Elizabeth en la habitación. Su voz haciendo un leve eco, haciendo que Ciel se detuviera.
-¿Cómo?-
Los ojos verdes de Elizabeth despertaron en ira. Por primera vez en su vida mostrándole a Ciel el dolor que ya se había acumulado con los años. Ella había estado apegada a las mentiras que vivía día a día. Aguantando el silencio por un largo tiempo. Por qué hasta ahora se atrevió a mencionar el nombre de aquella persona.
-Regrésame a quien es el verdadero Ciel. Regrésame a tu hermano. Regresame mi felicidad.- Demandó en voz fría. No viviría más con aquellas mentirás.-Undertaker me lo dijo...Lo que hicisteis esa noche.-
El silencio de aquel lugar cumuló toda la ira y frialdad de ambos. Sus manos de Elizabeth sujetaban dos espadas, apuntando directamente a Ciel.
-¿Y tú quién demonios te crees para demandar algo en retorno?-
Elizabeth miro. Miro la verdadera persona que era aquel impostor, la mirada helada de aquel ojo azul consumida en odio. El chico dio más pasos adelante, Elizabeth se preparó para atacar. Más, Ciel pauso a medio camino. Quedando en el centro de aquella sala vacía.
-¡Confiesa! Tú fuiste quien le quitó la vida.-
Movió sus espadas enojada. Como se atrevía el a decir que no debía nada a Elizabeth. Fue su culpa de él que su verdadero prometido hubiese muerto, lo pudo haber salvado. Sin embargo, no lo hizo. No lo hizo, cuando tenía la oportunidad de hacerlo. Solo lo sacrifico como un animal sin valor alguno.
-¡Cierra la boca!- Quien demonios se creía ella. Ella quien no estuvo en aquel lugar. -Abre tu boca cuando de verdad sepas lo que dices.-
Elizabeth le miró. Por qué tuvo que nacer con la misma cara, no era justo. Nada de lo que había echo este Ciel frente a ella era justo. Y ella no planeaba dejarlo ir sin pagar por los pecados cometidos a su corazón de ella. Al corazón de aquel quien había perdido.
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es solo la introducción a la historia, gracias por leer.
