QUERIDA CANGURO
Prólogo.
-Pero es que con tus padres en casa me da un poco de cosa- comentaba Taro un tanto cortado.
-No te preocupes- respondió Makoto con seguridad-. Mis padres son liberales en estos temas.
La muchacha cogía de la mano a su novio y ambos caminaban con paso rápido por la calle en dirección a casa de la primera, ambos vestidos con el uniforme escolar y con la cartera en la mano.
-Bien, pues aquí es- dijo Makoto al llegar junto a la entrada del jardín de una de las casas que rodeaban la avenida. Se dispusieron a entrar, pero una voz les distrajo:
-Hola, hija.
Un hombre joven y con gafas, de rostro agradable y simpático, vestido con traje de chaqueta y corbata, y llevando un maletín en una mano, llegó junto a ellos.
-Ah, hola, papá- saludó Makoto con una sonrisa-. Mira, este es Taro.
-Buenas tardes, señor- dijo el joven tímidamente, mientras hacía una reverencia.
-Encantado, soy el padre de Makoto.
El trío llegó a la puerta de la casa y entraron.
-Mamá, ya estamos aquí- exclamó Makoto hacia el interior, mientras los tres, en el recibidor, se quitaban el calzado.
-Calla, no grites, que Minami está durmiendo- dijo apareciendo por el pasillo una mujer joven y atractiva, de expresión sonriente y llevando un delantal, secándose las manos con un trapo-. Vaya, hola, Hiroshi, hoy vienes pronto del trabajo.
-Sí, Yuu, ya ves, esta vez me han soltado antes- respondió el padre de Makoto con una sonrisa, mientras le daba su maletín a la recién aparecida.
La pareja se dio un suave beso, ante la mirada de los dos adolescentes.
-Mira, mamá, te presento a Taro- dijo Makoto señalando con una mano a su compañero-. Taro, ésta es mi madre.
-Mucho gusto, Taro- dijo la madre de Makoto sonriendo-. He oído hablar mucho de ti.
-Espero que bien- comentó el joven con una sonrisa tímida.
-Bueno, pues ha venido para que estudiemos juntos- dijo Makoto-. Nos vamos a mi habitación. Hasta luego.
Y la muchacha empujó al joven hacia las escaleras que daban al piso de arriba.
-Caray con la niña- dijo el padre de Makoto una vez él y su mujer estuvieron solos, mirando hacia las escaleras-. No se puede negar que ha salido a ti.
-Sí, me puedo sentir orgullosa.
-¿Estabas lavando los platos? Espera que me cambie y vengo a ayudarte.
-Vale, gracias- dijo la madre de Makoto sonriendo.
Mientras tanto, ya en la habitación de ella, Makoto y Taro dejaban sus carteras sobre el escritorio.
-Vaya, veo que tienes unos padres que se llevan muy bien- dijo el joven.
-Sí, será porque se conocen desde siempre- contestó Makoto mientras empezaba a desabrocharse la chaqueta de su uniforme.
-Y también veo que son jóvenes. Aunque deben ser de esas personas que no aparentan la edad que tienen, ¿verdad?
-No creas- respondió su compañera quitándose la corbata-. Mi madre tiene treinta y dos años.
-¿Treinta y dos?- Taro se sorprendió un poco- Vaya, entonces te debió tener de adolescente. ¿Y tu padre?
-Mi padre tiene veintisiete- respondió Makoto. Su falda se posó sobre sus pies.
-Veintisiete…- de repente, Taro puso cara de desconcierto y sorpresa- Ey, un momento, ¿cómo que veintisiete? Si tú tienes dieciséis años. ¿Me tomas el pelo?
-No, es una historia muy larga- dijo Makoto seductoramente. Enfrente de él, le rodeó el cuello con los brazos-. Si quieres luego te la cuento.
Sin decir nada más, la pareja se unió en un cálido y profundo beso.
