Está es la primera historia que subo en Wattpad y en Fanficiton (No uso mucho la primera), y lo hecho con el fin que todos puedan disfrutarla; ya que será el primer long-fic que hago de este hermoso fandom en el que me he metido... Este fic esta hecho de imaginación Vallartense, Jalisciense y Mexicano... que lo disfruten.
Yuri! On Ice no me pertenece, su autoría es de Kubo y Sayo
¿Por qué de un nerd?
Otabek Altin está enamorado.
¿Lo has escuchado? El chico que parece matarte con la mirada cuando te cruzas por su camino o bufa de enojo por algo que le desagrada.
Ese mismo joven que tiene una motocicleta, no parece juntarse con alguien más que no sea el problemático rubio con mechas pelirrojas.
El muchacho que trae unos cigarros para fumar después de clases y escucha música; si lo molestas corres el riesgo de estar en su lista negra.
Sí, el matón de la preparatoria puede sentir; tiene el derecho de enamorarse y querer que las cosas funciones con esa persona…
Pero si lo deseas ¿Quieres qué empiece un poco más atrás? Mucho antes que cayera en cuenta de sus sentimientos y de conocer a esa persona que ahora ama… no, no es chico que mencione con anterioridad; él también tiene su propia historia de amor, solo hay que ir por partes.
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La flojera es uno de los síntomas que todo adolescente llega a sentir cuando tiene que ir al puto infierno llamada preparatoria, pero es un asco de sitio con gente falsa por montón y él es también falso. Sigue la corriente para no ahogarse en la poca agua sobrante del vaso, solo un teatro a los ojos de sus compañeros; a las personas que conocían de él: como Yura o Seung, casi era un chico normal.
Es un chico normal, pero con decisiones que lo orillaron a tener la reputación que tiene hoy en día.
Cada día la pregunta de ¿Cuánto tiempo debía aguantar levantarse temprano? ¿Por qué no se daba un disparo y ya no volvía a sufrir por las tareas?
― ¡Beka!
Esa era una razón, aunque no se nota, Otabek considera mucho más importante lo que piensa sus personas más cercanas; las cuales son la familia y sus amigos, y entre ellos está su pequeña hermana que lo levanta cada mañana.
―Buen día
―El desayuno está listo…―se dio media vuelta―Si mamá no quiere que se entere, yo que tu no podría esa cajetilla a la vista de todos—Otabek miro su mesa de noche.
— ¿Qué quieres a cambio?
La pequeña se lo pensó por un momento y sonrió; él ya sabía de sus intenciones…
—Me llevas a la escuela durante una semana y me compras un helado.
—Eso es más de los estándares permitidos.
—Solo me vas a llevar, saliendo quiero ayudar en la panadería…
El puchero de la niña le hizo soltar una risa soñolienta, le desordeno el cabello en forma de aceptar el trato. Ella se fue y por lo tanto el moreno se alistó para irse junto con su hermana; al bajar las escaleras, pudo ver y oler el desayuno servido para dos personas en la mesa, se sentó a un lado de ella y se dispusieron a disfrutarlo con la compañía mutua.
Miró las paredes de la cocina y sala esperando a su hermana (había olvidado bajar la mochila de la habitación), en ellas todas eran fotos de familiares o conocidos; en una se veía a un niño de 8 sonriendo a un lado de una cuna ¿Cuánto había pasado desde que se mudaron? Ellos son migrantes con documentos, aunque no es nada relevante; en el vecindario donde viven hay mucha gente de otro lugar y terminaron parados en Estados Unidos.
No podía quejarse, su mamá tenía un trabajo estable y Aiman, su dulce niña, es feliz en la escuela a pesar de no tener una figura paterna ¡Oh, sí! Volvemos a la dura realidad, sinceramente quería a ese idiota lejos de las dos mujeres que ama; serle infiel desde que él tenía uso de la consciencia era algo imperdonable, para fortuna de él no era su padre biológico, ese buen hombre había muerto por culpa de un conductor alcoholizado, pero ese imbécil si era algo de su pequeña Aiman. Por suerte, su madre tuvo el detalle de echarlo por la borda y llegar a este lugar; llegó con un brinco del penúltimo escalón, cerró la chapa de la casa y le acomodo el casco a su tripulante.
— ¿Preparada?
—Sí.
Arrancó el motor y siguieron curso a la escuela de la chiquilla; por lo general su trato era que la recogiera después de la escuela cerca de un parque. Pero a pedido de ella sería llevarla hasta la entrada; la mayoría la observa mientras se baja de la motocicleta y se despide de él.
Por lo menos ella le valía un comino su reputación.
Que llegara tarde a clases no era algo nuevo, sus calificaciones son las suficientes para tener un promedio aceptable. Las personas a su alrededor murmuran de forma "discreta" ante él; abre su casillero con varias cosas dentro, las cuales una de ellas son los patines que usa para jugar hockey. Hoy es la odiosa clase de Geografía con esa parlanchina profesora que cuestiona mucho su ropa con olor a humo y desayuno por la mañana:
—Otabek—le llaman.
—Hola, Yura—responde.
El chico rubio de mechas rojas es uno de sus mejores amigos; agresivo y ruidoso como ninguno, algo muy opuesto a él que prefería un perfil de pocas palabras ¿Quién era él para juzgarlo? Se conocieron de la manera más curiosa y seguían siendo amigos. Viven juntos en el mismo barrio y para el moreno es casi como un hermano.
— ¿Ya consiguieron un tutor capaz de dominar al tigre?
—Ya me lo asignaron y la verdad no me apetece ir.
— ¿Cómo es está vez?
—No lo sé, sus clases empiezan hoy; pero me dijeron algo nuevo…
— ¿Qué? —exclamo curioso.
—"Comparten cosas en común" —se burló enroscando los dedos.
En eso ellos eran diferentes; Yuri Plisetsky es un genio con mal carácter, parecía un gato planeando la dominación del mundo, cosa que no sorprendía, a pesar de ello, tiene un talón de Aquiles.
Historia.
Lo odia con toda su vida ¿A quién le interesa el pasado? ¡Hay que ver así al futuro! Pero los profesores tenían ciertas expectativas con él, así que la asignaron tutores de a montón y cuando escasearon en la preparatoria; siguieron los particulares.
Para Altin la situación de su amigo es divertida.
― ¿Cuánto?
―Yo creo que se ira esta misma tarde si me presento.
―Dale por lo menos unos días―habló con una pequeña sonrisa.
―Tal vez tenga piedad si es una chica linda.
―Bien, pero deja hacer su trabajo de impartirte tutorías.
El timbre sonó y con eso la llegada a diferentes clases; un dolor de cabeza hasta que tocaran las 3.
Ir por su hermana a la panadería donde el gerente es el abuelo de Yura; hacer la comida, ayudar a Aiman en sus tareas (en vez de terminar las suyas, ella era el futuro para la familia), cenar y cuando ella este dormida tener esas escapadas nocturnas todos los fines de semana para ser el dj de alguna fiesta callejera. Ya saben, una de esas donde el alcohol y las drogas abundan a pesar que todos sean menores de edad. Si es entre semana es solo para entrenar en el hielo y fumar algo…
Es una rutina organizada, aunque no se diera cuenta de ella. Bueno, todos los humanos se llegan acostumbrar a ciertos horarios y entre ellos estaba evitar charlar con su madre. No es que la odiara, la comunicación se había muerto desde que piso el hielo para su primer torneo hockey en la liga infantil. Él sabía que su trabajo mantenía la educación de ambos y fue donde Otabek recibió una enseñanza de independencia.
Después que el imbécil se fuera automáticamente se volvió una ama de casa, claro que hubo veces donde fracaso, una de ellas fue incendiar la lavadora y se inundara la secadora. Pero un error de novato, las cosas mejoraron cuando Aiman entro al kínder. Cuando su madre parecía muy ausente, pero ¿Quién era él para cuestionar su trabajo de editora en jefe? Siempre la veía en las comidas y en las cenas; con intenciones de hacerles plática a sus hijos, de saber lo que se pierde en esos momentos.
Sentía pena y eso lo orillaba a fumar. Se relamió los labios y no desvió la vista de la ventana hasta que la mujer encargada de impartir las clases hizo un estruendo al estampar los libros contra el escritorio. El resumen de su vida o por la menos lo más relevante se esfumó al recordar que la acciones de la maestra solo las hacia cuando llega un nuevo estudiante.
—Buen día, les quiero presentar a un nuevo compañero.
Los ojos del moreno son espectadores, danzan por los movimientos del nuevo estudiante que se presenta; el pensar de una forma desinteresa porque es otro del montón cambia.
¿Cuál es la razón?
No, aún no está enamorado. El amor a primera vista no va con él y mucho menos es un instinto de lujuria; no es un pervertido de mierda con fetiches ocultos, no hace gran uso de su libido cuando esta al cuidado de la casa y se enfrasca en sus hobbies.
Lo conoce… o lo conoció.
Lo sabe por esos ojos azul marino que en algún tiempo acaparaban toda su atención antes que ese pequeño partiera a su país natal.
Pero en vez de ese brillo por la curiosidad, los tiene triste; ocultos en unas gafas gruesas con un atuendo soso comparado con su actitud ególatra.
—Mi nombre es Jean-Jacques Leroy, es un gusto.
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