The Way Things Are

Summary: "Harry despertó aquella mañana en la Madriguera con una leve opresión en su estómago...Ver morir a tus seres queridos agudiza los sentidos…y vuelve el sueño muy liviano." Parte después del 6° libro.Slash H/D

Disclaimer: Nada de esto es mío, soy un vil copycat. Todo es de JK Rowling, la señora aquella que odia a Draco. Arriesgo demanda? ...espero que no.

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Capítulo I:

Harry despertó aquella mañana en la Madriguera con una leve opresión en su estómago.

Había sentido unos murmullos y risitas en el pasillo. Ver morir a tus seres queridos agudiza los sentidos…y vuelve el sueño muy liviano.

Su mano izquierda, que colgaba de la cama, sostenía un pergamino muy arrugado con el emblema de Hogwarts.

Mirada fija al techo, sin pestañar. Ojos vidriosos y recuerdos desagradables recurrentes.

Ayer había sido su cumpleaños, y no demoró en trasladarse lo más rápido posible a la Madriguera, para asistir al matrimonio de Fleur y Bill. Había cumplido su promesa al pie de la letra: permaneció en casa de sus tíos hasta la mayoría de edad. Y la espera se hizo mucho más agradable junto con Ron y Hermione.

– Harry, cariño... – dijo la inconfundible voz de la señora Weasley tras la puerta, con una voz considerablemente más grave que cuando la conoció. Preocupada, temerosa. Y es que quién puede permanecer inalterable cuando se tiene una tropa de asesinos tras uno.

Últimamente el chico dorado no se sentía muy feliz. Se preguntó cuando dejó de serlo, aunque se sentía estúpido En realidad¿qué es la felicidad? En todo el mes a penas tuvo tiempo para pensar en Ginny. No es que le diera lo mismo, pero simplemente no la extrañaba como pensó que lo haría. Muy curioso.

Durante el mes donde los Dursley perfeccionó los hechizos no verbales y uno que otro maleficio. El ministerio tenía mejores cosas que hacer que castigar a menores de edad por el uso de magia fuera del colegio. Lo indebido pasó a ser cuestionable.

Se dio cuenta que no estaba pestañando y antes de que el ardor se transformara en lágrimas, cerró los ojos con fuerza y se levantó de la cama.

Hermione y Ron estaban sentados en la mesa tomando desayuno cuando Harry llegó. Sus amigos notaron que llevaba la misma ropa del día anterior. A él no le importó, y ellos no se molestaron en comentarlo.

Definitivamente lo que más molestaba a Harry era como había sido desplazado, por acuerdo mutuo, de las conversaciones y reuniones que antes eran de tres. Se sentía solo. Ahora su par de amigos preferían permanecer a "solas". Y aunque el hecho de verlos juntos lo animaba, no soportaba los susurros al oído y esas miradas de "Harry…que lindo día, podrías salir a dar un paseo¿no?"

Bueno, justo después del desayuno recibió una de esas…que pegan justo en el estómago y te revuelven las tripas.

– Voy a caminar por el patio unos minutos…creo que dormí demasiado y necesito estirar las piernas. – Dijo Harry. Hermione y Ron asintieron hipócritamente con la cabeza, como si fuera una lástima que se fuera.

Salió al jardín, resignado, y caminó por el espeso césped, con las manos en los bolsillos y empuñando su varita, que no soltaba desde que dejó el colegio el día del funeral de Dumbledore. A lo lejos podía ver como volaban Fred, George y Ginny en sus escobas, y su mirada se posó en la larga cabellera de la pelirroja por unos segundos. Más que nada extrañaba hablarle.

– Si tan solo pudiera… – murmuró antes de dar un suspiro, girando la vista hacía los árboles. Se sentó y apoyó su espalda en el más cercano.

Le gustaba doblar las piernas y encerrarlas con sus brazos, juntando las manos, atrapándolas. Estaba en eso cuando oyó un fuerte ruido, que lo hizo levantarse del suelo rápidamente, un poco más atrás suyo, como si un costal grande y pesado cayera en seco al suelo.

Caminó por entre los árboles, con la varita en alto. No podía negar los escalofríos, y últimamente la presión que ejercía sobre ésta le hacía sudar la mano.

Al parecer se estaba volviendo loco…pues no había nada, o al menos no veía nada.

Experimentó una sensación parecida a la que sentía cuando era pequeño…y Dudley lo perseguía por el parque. Conocía muy bien la ansiedad.

Tropezó. Al parecer con algo grande. Se dio un golpe tremendo en el mentón. Su mano derecha le impidió apoyarse bien por la varita.

– Mierda…– Gimió mientras se sobaba el codo y la cabeza. Se giró, miró que había sido, y vio una pálida mano saliendo de la nada. De algún modo, la sintió familiar. No había signos de vida en aquella mano, y quizás su cautela resultaba estúpida, pero se demoró lo que le pareció una eternidad en llegar hasta ella y descubrir la capa invisible, también bastante conocida, que ocultaba el resto del cuerpo perteneciente a esa mano. – Malfoy…– Dijo casi en un susurro.

La verdad, pensó, era lo menos parecido a Draco Malfoy que había visto en su vida. Llevaba la ropa del colegio, que se veía añeja y sucia. Su pelo no llevaba su gomina distintiva y caía plácidamente sobre sus ojos cerrados. Aún así, el sol resplandecía sobre él.

Tomó la capa. No lograba comprender que hacía Malfoy con ella.

Estaba obviamente inconsciente. Lo tomó entre sus brazos. Dios, pesaba el condenado. No creyó conveniente que lo vieran entrando con él en sus brazos. De hecho no creyó conveniente siquiera llevarlo en sus brazos. Sin embargo por algún motivo, esa palidez demacrada, los indicios de sufrimiento en las ropas y cara de Malfoy, no le permitieron dejarlo ahí.

Como pudo arrojó sobre él y el cuerpo de Malfoy la capa invisible.

"…bajó su varita antes que llegaran los otros mortífagos... sin duda alguna tenía miedo y..."

Mecánicamente entró a la casa…subió las escaleras, tratando de no hacer ruido.

Entró en el cuarto que compartía con Ron, y pudo sentir en la habitación contigua las risitas de él y Hermione.

Lo recostó sobre su cama y se quedó mirándolo. Se preguntó qué le habría pasado. Qué habría sido de él el último mes. Se preguntó tantas cosas.

Estaba contento en cierto sentido por haber recuperado su capa invisible. Nadie sabía que la había perdido. Al parecer ya no era necesario que alguien supiera. La tiró por ahí sin quitar la vista del chico platinado.

Luego de unos segundos, las risitas cada vez más fuertes de sus amigos lo sacaron de su ensimismamiento. Qué hacer.

Registró los bolsillos del muchacho. Varita… papeles… envoltorios… unas míseras monedas… una caja negra y pesada.

– No abre… – musitó el chico tras unos intentos – Mmm… – sacó su varita – ¡Cistem aperio! (1)

Nada.

Como a todo buen Gryffindor, la curiosidad lo consumía. Y no se le ocurría nada más que lo intentado.

La dejó sobre la cómoda donde había dejado el resto de las pertenencias del rubio.

Sin pensar mucho, o tratando de no hacerlo, se acercó a Draco y le quitó la túnica. Siguió con la corbata y la camisa…

Un escalofrío le recorrió al contacto de la suave piel del chico de ojos grises. No quiso darle importancia. Últimamente eran bastante abundantes. Pero aún así hubo algo que lo llevó a recorrer con sus manos temblorosas el frío y duro pecho al descubierto que tenía al frente.

Suave.

Miró sus brazos desnudos y no vio más marca que la que le había dejado Buckbeak en tercer año.

Suspiró. De un u otro modo era un alivio.

No se atrevió a trabajar con los pantalones, así que se limitó a sacarle los zapatos y acomodarlo lo mejor que pudo bajo las sábanas. Miró las cosas sobre la cómoda y considero que era mejor guardar la varita con él por si el rubio despertaba…sabía que si se había atrevido a ir ahí no era con la intención de matarlo, pero tampoco estaba seguro de la verdadera. Ya habría tiempo para eso.

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El día era hermoso, había amanecido de un ánimo increíble. La verdad es que siempre que veía el sol de ese modo, le daban ganas de saltar de la cama y salir a dar un paseo. A veces se olvidaba que estaba descalza hasta que pisaba la fría cerámica de la cocina.

Había pensado mucho lo que iba a hacer. Ya lo había consultado con su padre y este le había dado su aprobación. Ya hacían dos días que había recibido la carta de Hogwarts, en la que anunciaba que el colegio cerraría sus puertas este año por seguridad de los alumnos. La verdad no le importaba mucho. Después de todo lo que había pasado sabía lo que tenía que hacer.

Esa mañana se levantó pensando en ello. Después de la ducha se vistió, se puso sus aritos de rábano preferidos y la varita tras la oreja derecha.

Que divertido eran los pajaritos que se posaban sobre el árbol afuera de su ventana. Colibríes. Según su padre eran la comida preferida de los Snorkack de Asta Arrugada. Aunque le atraía la idea de ocuparlos como señuelos y así encontrar a un Snorkack, no se creía capaz de sacrificarlos de tal modo.

– Buenos días papá – Dijo entrando a la cocina.

– Buenos días hija. ¿Dormiste bien? – Respondió el hombre sin quitar la vista de un reloj de mesa redondo, con dos patitas muy simpáticas, el cual corría en círculos sobre la mesa. Éste, con la varita, le daba seguidos golpecitos que despedían unas chispas que lo único que hacían era que el reloj pegara un ligero salto.

– ¿Qué le pasó? – Respondió la rubia sin mirar, obviando la pregunta de su padre, mientras sacaba cereales de un mueble en la pared. Su mano a penas alcanzaba la manilla.

– ¡Oh! Nada, nada. Se descompuso otra vez, eso es todo…mmm…pero esta vez no quiere calmarse – agregó frunciendo el entrecejo.

Hubo un momento en que no se escuchó nada más que las patitas corredizas del reloj. Luna miró a su padre por primera vez desde que entró en la cocina, y se preguntó que haría si lo perdiera a él también.

Más silencio.

No sabía como hacerlo, la verdad nunca pensó que llegaría un momento así, pero estaba decidida.

El silencio fue roto por el reloj que giró mal y cayó al suelo, se rompió pero aún así seguía pataleando. El señor Lovegood alzó su varita, pero Luna dijo:

– Déjalo…- Sacó su varita de detrás de su oreja – ¡Reparo! – El reloj se armó y antes que saliera corriendo nuevamente dijo – ¡Fijación! – El pequeño artefacto se quedo quieto en el suelo.

– Gracias Luna.

– De nada.

Tras unos breves segundos, en los cuales le dio tiempo a Luna de servirse el desayuno, su padre la miró con el reloj en las manos.

– ¿Te vas hoy?

– Sí. Ginny pasará por mí después de almuerzo.

– Entonces es definitivo¿no?

– Así es. – Tras una breve pausa agregó: – Papá, yo…

– Eso significa que tendré que encontrar a los Snorkack por mi cuenta. – le interrumpió el hombre con una leve sonrisa en sus labios. – Te enviaré fotos.

– Gracias.

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Podría haber intentado despertarlo con magia…pero no quiso. No quería enfrentar esto solo, y menos tan pronto. Tenía que asimilar lo que había pasado.

Draco Malfoy en casi harapos, malherido, vulnerable, inofensivo a sus pies. A su disposición. Sin quererlo, recordó a Malfoy llorando en el baño…su estómago se encogió. Era la segunda vez en el día, y todavía no era ni la hora de almuerzo.

Apostaría a que no se cambiaba la ropa desde que lo vio por última vez corriendo, saliendo de los terrenos del colegio.

¿Qué significaba todo esto?

Salió de la habitación y fue a la del lado. Tocó, y escuchó como sus amigos murmuraban y Ron chocando con algo.

– Pase – Dijo Hermione rápidamente. – ¡Oh¡Harry! Eras tú…

– Por suerte¿no? – Respondió Harry burlonamente – Ron, puedes salir del armario.

– Lo siento, pensamos que era la Sra. Weasley o algún hermano de Ron – Agregó la chica arreglándose el pelo, mientras Ron salía dificultosamente del estrecho armario.

– Si tan solo pudiera aparecerme… ¡mierda! – comentó el pelirrojo mientras chocaba con la pata de la cama.

Harry y Hermione soltaron una risita que a Ron no le hizo mucha gracia.

– Tengo a Malfoy durmiendo en mi cama – dijo Harry. Tan rápido que creyó que no había sido más que un ruido molesto, proveniente de cualquier parte menos de su boca.

– ¿Qué? – Exclamaron sus amigos al unísono.

– Eso. Que tengo a Draco Malfoy en mi habitación…durmiendo…inconsciente mejor dicho, en mi cama. – ante la mirada estupefacta de sus amigos agregó: – Vengan.

Llegaron a su cuarto, entraron, y se encontraron con la única visión que Harry había tenido durante los últimos quince o veinte minutos. Les contó como había sido todo, y Hermione se acercó y levantó un poco las cobijas.

– No es un mortífago – comentó mirando los brazos del rubio. Ron frunció el entrecejo. – ¿Tú lo desvestiste? – le preguntó ahora mirando a Harry.

– Ehh…sí… – Respondió el ojiverde levemente ruborizado…aunque a él le pareció que su cara ardía.

Al parecer el único incomodo con la respuesta fue Ron, quien murmuró algo que pudo identificar como "repugnante…". Sin darle importancia a este hecho, Hermione se enderezó y sacó su varita. Harry tomó su brazo.

– ¿Qué vas a hacer?

– Despertarlo…o tratar.

– No.

– ¿Qué dices? Tenemos que saber a que vino Harry. No creo que sea una coincidencia que haya terminado justamente en el patio de los Weasley.

– Llevemos a la sabandija con Scrimgeour. Estoy seguro de que sabrá muy bien que hacer con él.

La voz de Ron era fría, tanto que ahora Hermione era la que tenía escalofríos.

– No. Déjenlo dormir. Quiero información, y sé como obtenerla.

– ¿Cómo? – preguntó Ron, burlesca e incrédulamente.

– Slughorn.

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Después de almorzar, Harry salió y envió a Hedwig con una nota. "Suerte", le murmuró al oído.

Le había pedido a sus amigos que no comentaran con nadie que Draco estaba en la casa, por lo menos hasta haber llevado a cabo su plan. Ellos no pudieron negarse.

Volvió al cuarto. Sus amigos se quedaron en el patio, sentados en unas sillas, conversando con George y Fred; Ginny había salido con la Sra. Weasley; El Sr. Weasley, Bill y Fleur trabajando en el Ministerio, como nunca antes.

Bill estaba mucho mejor. Ya se habían acostumbrado a su cara un poco demacrada por las cicatrices…Lo bueno del caso es que ahora tenía más fuerza y un extraño control sobre animales menores. Lo malo era su insaciable apetito por la carne. Harry creyó verlo más de una vez comiéndola cruda. Claro que nunca se lo comentó a nadie.

Se sentó en la cama que ocupaba Ron y se quedó mirando al rubio. No se había movido nada durante las horas que llevaba allí.

Pudo notar que los labios no perdían su tono carmesí. Finos, un poco secos, pero rojos intensos como siempre. Se sintió extraño, allí, junto a Malfoy, junto a la persona que intentó matar a Dumbledore…que había dejado entrar a los mortífagos al colegio…en cierta forma: el culpable de que Hogwarts hubiera cerrado sus puertas.

Pero no sentía odio. Eso no era odio. Tampoco lástima. Siempre se dijo que lo último que podría sentir por alguien sería eso…bueno, quizás Luna sea una excepción.

Más recuerdos desagradables. Al parecer no se irían nunca.

Siempre había admitido que Malfoy era un chico guapo. Quizás el más guapo del colegio. Pero nunca lo había visto así… tan indefenso.

El chico indefenso se mueve y se lleva una mano a la frente.

– ¡Mierda! – Susurra Harry levantándose. "Duérmete, duérmete maldita sea. Espera a que llegue Hedwig… por favor..." Pensó mientras se acercaba al rubio

Pero ya era inevitable. Draco estaba abriendo sus bellos ojos grises y el chico-que-vivió, por un momento, deseo no haberlo hecho.

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Fin

Bueno, este es mi primer fic y quiero darle las gracias a Kradcitta por su ayuda y comprensión Espero que les guste y dejen reviews por fa! para ver que tal está y que les gustaría, como para los siguentes capítulos.

Gracias! Hasta el próximo capítulo ;)

(1) Hace que vuele algo, o abrir algo por medio de la fuerza. Ryddle usa este hechizo para abrir el cofre en el que Aragog se encontraba escondido