¿TE GUSTA LO QUE VES?
Este fic es una especie de compensación a mi falta de inspiración para completar Tu Mejor Amiga, que me está costando más de lo que pueden imaginar. Se lo dedico a mi novio, quien cree que soy pervertida, pero no le crean, yo soy tierna, inocente y pura xD.
Advertencia: Para mayores de 18. Lemmon explícito.
Disclaimer: Los personajes y lugares de J. K. Rowling no son míos, solo le pongo la perversión de mi mente loca y sale esta clase de cosas.
Espero que lo disfruten.
Capítulo 1: La espía
Ese día, cuando Ginny Weasley despertó, auguró que algo le iba a pasar. No sabía como definir esa sensación, pero a penas puso los pies en el suelo duro de su habitación sintió como un escalofrío le invadía y un espasmo le hacía sacudir el cuerpo.
Sin embargo, ella se lo adjudicó a la mala suerte de ya estar llegando tarde a Pociones. Se vistió lo más pronto que pudo, rezando porque Snape estuviera de buen humor y no le quitara muchos puntos a Gryffindor, como solía hacer cuando alguien llegaba tarde. Tomó sus libros y aún con el sueño acuestas, corrió bajando las escaleras y tomando un atajo, para no tener que cruzarse con el vestíbulo donde todos los muchachos de séptimo se juntaban para ir a sus clases o quedarse charlando.
Ginny apresuró el paso y se dispuso a tomar el pequeño atajo hacia las mazmorras que los gemelos le habían enseñado.
Cruzó un pasillo, atravesó otro y encontró unas escaleras algo viejas pero aún usadas. Las bajó hasta el final y se dispuso a llegar hasta las aulas ocupadas cuando de pronto escuchó un lamento procedente de una de las aulas provenientes del pasillo anterior. Se quedó inmovilizada creyendo que quizás había alguien lastimado, pero como el sonido no pareció repetirse, negó con la cabeza pensando que eran imaginaciones suyas. Sin embargo, ni bien dio dos pasos más, volvió a escuchar una especie de gemido lastimero y ahogado muy prolongado. Asustada e intrigada, invadida por la propia curiosidad y el miedo, caminó por el pasillo lentamente, sin hacer el menor ruido y volvió a escuchar un gemido que la paralizó completamente por unos segundos. Luego, caminó un poco más hasta toparse con el aula de entrenamientos, donde guardaba Madam Hooch las escobas con las que le enseñaba a los de primero. Sabía que esos extraños gemidos provenían de ahí, así que, con mucho cuidado de no producir ningún ruido corrió la cortina lo suficiente para ver que pasaba allí, y lo que vio le paralizó el corazón: descubrió dos siluetas tiradas en unas colchonetas y rápidamente logró reconocer a uno de ellos por su cabellera y su palidez profunda: Draco Malfoy.
La muchacha que lo acompañaba lucía una pollera que ya estaba levantada y un sostén negro de encaje. Malfoy acariciaba con ahínco a su acompañante, apretando sus senos con fuerza y enredando sus manos en el cabello rubio de la muchacha. Ella, mientras era besada por él, tenía los brazos estirados sobre su cabeza y las muñecas sostenidas por la mano libre que a él le quedaba.
Ginny sintió como un ardor inundaba su cara y supuso que sus mejillas se volvían coloradas. Se sentía totalmente azorada por la imagen tan inusitada. Era algo muy difícil de imaginar cuando se lo ponía a pensar. Supuso que Malfoy tenía sexo con casi todas las mujeres que seguramente rondaban por el castillo, pero de pensarlo a verlo directamente había un gran trecho.
Mientras tanto, Draco ya había apresurado el paso y muy pronto se había sacado la camisa y se había bajado los pantalones lo suficiente para que Ginny pudiera observar los boxers negros que utilizaba. Se corrió de la cortina y miró las piedras duras que formaban las paredes de las mazmorras. Todo estaba en silencio, salvo por los diminutos gemidos que la muchacha producía. Suspiró aún sorprendida, dispuesta a marcharse, pero la curiosidad la detuvo lo suficiente para luego darse cuenta que ya estaba volviéndose a asomar. Justo en ese momento, la muchacha estaba bajándole el boxer a su acompañante, a lo cual Ginny se llevó una mano a la boca para no gritar de sorpresa. Ni lento ni perezoso, Draco tomó a la rubia y apretando de su cabeza la penetró con violencia, mientras ella lanzaba un gemido cargado de placer.
Ginny intentó resistirse una vez más, sabiendo que eso no debía importarle y que además debía generarle la repulsión que Draco Malfoy siempre le generó. Pero estaba sucediendo todo lo contrario. La respiración comenzó a agitársele y su entrepierna comenzó a levantar temperatura. Se maldijo por dentro ante tal inclinación a sus instintos más bajos, mientras miraba como Draco y la muchacha tenían sexo. Sin cuidado alguno, él tomó a su acompañante y saliendo con rapidez la obligó a ponerse de cuatro patas y volvió a penetrarla, haciendo que sus embestidas aumentaran el ritmo y la presión.
La muchacha gemía ya casi descontrolada, motivándolo a Draco e incitando a Ginny a que viera un poco más. Volvió a maldecirse mientras sentía como una humedad invadía sus músculos y una de sus manos hacía su propio recorrido hacia su entrepierna sin poder detenerla.
Los gemidos se amontonaban hacia una atmósfera cargada de placer que parecía hacer que todo eso sea algo fuera de la imaginación de la pelirroja, quien suspiraba excitada mientras se tocaba haciendo un movimiento circular que le producía un extremo e inusual placer.
Tan solo unos segundos antes de terminar, Draco lanzó un gemido ronco y atolondrado y Ginny se escondió aún más detrás de las cortinas, casi segura de que él la había visto espiando. Su corazón latía, preso de la excitación que albergaba su cuerpo y el miedo de haber sido descubierta. Dejó pasar unos segundos y volvió a asomarse por precaución, solo para ver como él gemía largamente y terminaba. Dos minutos después estaba vistiéndose, pero no paraba de dirigir miradas algo perdidas hacia donde Ginny estaba. Ésta, viendo que Draco se preparaba para irse, apuró el paso y corrió hasta esconderse en un aula contigua, donde Draco revisó pero no logró encontrarla porque ella se había metido en uno de los armarios.
Aquel día, en opinión de Ginny, empeoró drásticamente. En cada momento, en cada imagen o señal podía verlo a Malfoy mirándola con esa sonrisa lasciva cargada de lujuria y arrogancia. Y ella no podía evitar ponerse colorada y descubrir que sin siquiera haberla tocado, le había hecho descubrir sensaciones que no había sido capaz de imaginar con tan solo una visión. Quizás fuera que pensar en algo tan prohibido como un encuentro sexual entre ellos dos fuese tan imposible como para excitarla contra su propia voluntad.
-Señorita Weasley… ¿Podría prestar atención y dejar de hacer estupideces?-el profesor Snape la estaba mirando con una sonrisa maligna en la cara.
Había decidido entrar a la clase doble alegando problemas femeninos (cosa que ningún hombre suele dudar por el poco entendimiento que poseen sobre eso) y supuso que Snape no era la excepción.
Luego miró su caldero, cuya mezcla se había vuelto de un rojo peligroso, cuando en el pizarrón decía que debía volverse transparente.
-Si, lo siento profesor Snape.-dijo torpemente sin darse cuenta que seguía agregando el líquido del frasco que contenían sus manos.
-¿Qué rayos está haciendo Weasley? ¿No se da cuenta que utilizó mucho ajenjo de murciélago? Voy a limpiar este desastre y en cuanto a usted, tendrá que hacer hoy a la tarde de nuevo la poción. Está castigada-dijo apuntando su varita al caldero. Pero antes que pudiera hacerla desaparecer, Ginny sintió una pequeña explosión y tirándose bajo la mesa, logró salvarse de que la poción explotara en su cara, lo cual ocurrió con su profesor de Pociones. Cuando se levantó viendo que no había peligro, todos los alumnos se reían y miraban como Snape, cubierto de pies a cabeza por un líquido colorado que le había dejado manchas rojas, murmuraba enojado que la clase había terminado y que ella pasaría hasta el último día del año castigada.
- o.O.O.O.o -
Esa noche, Draco se tiró en su cama repasando las imágenes de su día, como siempre solía hacer en su propia soledad. Sin embargo, no tardó en quedarse dormido porque su encuentro matinal lo había dejado exhausto, y sus pensamientos habían comenzado a torturarlo, como había sucedido horas antes. Tenía la certeza de que Ginny Weasley había estado espiándolo, era imposible no reconocer sus piernas perfectas y su cabello colorado. Ese día, inconscientemente, se dedicó a buscarla y a mirarla con una impertinencia no muy propia de él. Debía admitir que tenía un cuerpo perfecto, tal como Zabini se lo había recordado muchas veces, pero nunca había murmurado nada, pensando que sería una niñita que esperaba tener su primera vez la noche de bodas. Sin embargo, él sabía que era ella, que ella se había quedado espiando, y hasta donde sabía, esa clase de cosas no las hacen las santurronas.
Pero su cuerpo no reaccionó como él hubiera querido, y casi siempre, cuando sus ojos se cerraban por el sueño, la clara imagen de sus mejillas coloradas, su boca gimiendo de excitación se le posesionaban deseándola en sus más profundos instintos. Pero, a diferencia de Ginny, eso no le inmutó porque sabía que era totalmente imposible que llegaran a hacerlo, si ni siquiera tenían posibilidades para encontrarse normalmente.
Por eso cuando Draco despertó ante el grito molesto de su amigo, interrumpiendo uno de sus mejores sueños sexuales con ella, le tiró una almohada y de mal humor se dirigió al baño a darse una buena ducha fría.
Ese día, luego de tener una clase totalmente aburrida con el profesor Flitwick, se descubrió pensando en ella peligrosamente. Había creído que era tan solo un cuerpo bonito, que una noche, una fantasía podría curar. Pero se dio cuenta que casi imperceptiblemente, desde la mañana ya había comenzado a buscarla, a mirarla con impertinencia y lujuria solo para que ella se sonrojara avergonzada. Lo que Draco todavía no sabía, era que Ginny pasaba por un proceso similar, pero peor.
Desde su primer año, a pesar de estar marcada por incidentes poco comunes, su mundo había sido creado por Harry Potter. Todo se contenía en él y todos sus pensamientos terminaban en él, y como tal, había sonreído a sus amigos y adoptado a sus enemigos como propios. El principal de todos era Malfoy. Sus prejuicios se iban formando tras los años, hasta llegar a aborrecerlo con mentiras inventadas por su amor platónico. Así, luego de seguir el consejo de Hermione y alejarse un poco de Harry, Draco quedó olvidado en su mente y extraviado en un lugar oscuro de sus recuerdos. Hasta ese día. Cada vez que Ginny cerraba sus ojos, lo veía a él tomando posesión de su cuerpo, en la misma posición que lo había hecho el día anterior con otra, enredando sus manos pálidas en su cabello pelirrojo, embistiendo con agilidad y fuerza, haciéndole gemir descontroladamente.
Dirigiendo sus pasos hacia las mazmorras caminó al aula de Pociones dispuesta a pasar otro día limpiando objetos que no servían y siendo torturada por la mirada áspera de Snape.
Sin embargo, cuando abrió la puerta, encontró a Snape hablando con alguien a quien no esperaba ver sin duda.
-Ella es a quien tienes que cuidar. Weasley, Draco se ocupará de supervisar que limpies el aula de las escobas.
Ginny intentó abrir la boca sin disimulo para replicar, pero Snape ya se marchaba con Draco y la empujaba hacia donde menos quería ir y precisamente con la persona a quien menos quería ver. Aunque no estuviera completamente segura de ello.
Draco y ella entraron al aula y sin siquiera mirarla se sentó en una silla que parecía algo vieja.
-Por lo que entendí deberás ordenar esta aula. Así que apresúrate porque mi tiempo es valioso como para estar desperdiciándolo contigo.
Esas palabras perturbaron sus pensamientos y se puso colorada sin que él lo notara. Pasaban los minutos en silencio mientras Ginny intentaba acomodar todos los materiales, las colchonetas esparcidas por el piso, las escobas apiladas, y los restos de algunos muebles que parecían un recuerdo apolillado de otra época.
-Quizás si me das mi varita haga más rápido y puedas irte. Yo tampoco estoy feliz de respirar tu misma atmósfera-mintió.
-Es algo que estoy considerando, pero no sé si disfruto más estando en otra parte o viéndote rebajada a una humilde esclava que tiene que limpiar-repitió sonriendo y mirándola con superioridad.
-Es algo que no puedes dejar de hacer con todas las mujeres, ¿verdad Malfoy?-preguntó irónicamente, intrincándole un doble sentido que él fue lo suficientemente ágil para entender.
-¿Y tú como sabes eso?-preguntó dando en el blanco, pero Ginny no se iba a dejar vencer así.
-Es evidente que por tu cara de amargado, no has encontrado una persona lo suficientemente buena como para mostrarte que hay mejores posiciones-murmuró lentamente, con una voz sutil y sensual.
Draco se levantó de su silla y se acercó a ella peligrosamente.
-¿Y tu crees que sí Weasley? ¿Crees que una virgencilla como tú podrá curar mi cara de amargado?
-¿Virgencilla? ¿Qué te hace pensar eso Malfoy? Y sobre todo, ¿Quién te hace pensar que yo quiero acostarme contigo, o que me harás sentir algo?-preguntó con cara de arrogancia, tirando el trapo que tenía en una de sus manos.
Draco, incitado por aquella confesión, caminó rápidamente hacia ella y la empujó con fuerza, sujetando de sus manos y aplastándolas contra la pared, acorralándola.
-¿Qué acaso no te gustó lo que viste comadreja?
Sus mejillas aún adoptaban un tono sonrosado de vergüenza que le hizo sonreír a Malfoy.
-Eres demasiado inocente para mí Weasley, yo necesito una guerrera, no un angelit…
Pero las palabras dejaron de salir cuando sintió como una lengua atrevida, caliente y húmeda comenzaba a hurgar en su boca con ahínco, perdiéndose en la sorpresa. No conocía una sola mujer que hubiera tenido el atrevimiento de hacer eso y meter su lengua, pero no detuvo el beso, pues tampoco conocía a nadie que hubiera besado tan violentamente y fuese tan excitante como ella. Colocó una de sus manos en la cadera mientras seguía aprisionando sus muñecas contra la pared.
-Ten cuidado porque no sabes con quien te estás metiendo-advirtió ella mordiendo su labio inferior y sacándole sangre, mientras él gemía en una mezcla irreconocible entre el placer y el dolor.
Dejó caer sus manos para enredar la suya en sus hebras finas pelirrojas, que resultaron ser suaves y hacer que pudiera tirar de ellas para permitirle un acceso más amplio a su boca, para enredar sus lenguas en una batalla campal que solo Draco paró para murmurar en su oído:
-Vaya pelirroja, no sabía que fueras tan zorra.
Y ella, como única respuesta, se acercó a su oído y dijo sutilmente:
-Quizás, pero no tu zorra.
Se alejó lentamente hacia la puerta dejando a un Draco totalmente confundido y medianamente excitado, jurando que la próxima vez que la encontrara sola, sencillamente la violaría por desgraciada.
Fin del primer Cap. Mañana o pasado, cuando tenga un poco más de tiempo escribiré los últimos capítulos, pues no tendrá muchos más. Eso sí, si no dejan reviews, no la continuaré. Es una cuestión de saber si va bien o mal el rumbo de la historia, si tengo faltas o correcciones que debería hacer.
Espero sus reviews!
