Advertencia: No os toméis este fanfic EN SERIO. Es una parodia de los shippings y de algunos fanfics en general. Así que siéntese y disfrute de esta obra que, junto con una amiga, escribimos entre carcajadas hasta el segundo episodio.


Capítulo 1: La nueva rubia entrenadora socia genial y tremenda Sue

El sol se alzaba tan majestuosamente bonito, como siempre había subido a los cielos. Era una bonita y majestuosa mañana, la típica donde los pidgeys cantaban sus "Aves Marías" y las canciones de Leo Rubio. En pueblo Comienzalaaventura una chica de diez años, que aunque menor de edad tenía un cuerpo estupendo, dormía plácidamente como Plácido Domingo. Pelo rubio dorado largo de Rapunzel, ojos azules lapislázuli marinos, tez blanca como la leche de la vaca... hoy cumplía diez años, y como regalo, un pokémon le iban a dar. Pero era demasiado pronto para que saliera de su "Land of friendship and shipping". El canto de un majestuoso fletchinder que se había posado en la repisa de la ventana la despertó de su plácido sueño. La joven se desperezó y se levantó a saludar al pokemon cual princesita disney. Minutos después bajó a la cocina, donde le esperaba su madre con un delicioso desayuno: tostadas con bayas, leche de miltank y bacon de tepig (obviamente todos comen pokemons). Tras haber desayunado fue rápidamente a cambiarse para el gran día. Se cepilló su suave y dorado cabello y se vistió con una camiseta con motivos de pokeballs y una falda que sería demasiado corta para una persona que va a pasar meses viajando de un lado a otro, atravesando montañas y bosques. Finalmente se puso la gorra distintiva que solo poseían los entrenadores pokémon, símbolo de profesionalidad aunque a la hora de la verdad solo las llevan los posers y los niños rata. Entonces entró su madre. Sin previo aviso, ni dando golpecitos en la puerta. Y luego dijo:

-Hija, para de arreglarte, que llegas tarde.

La chica, de nombre Inserta y de apellido Nombre, se puso finalmente sus deportivas y corrió hacia el laboratorio del profesor Sauce, aunque todos lo apodaban Llorón por el Sauce Llorón. Entonces el profesor la saludó. A su lado estaba su amigo de la infancia, llamado "Guaperas Helmintong". Inserta le dio una breve mirada. No podía ni verlo.

-¡Bueno, chicos! ¡Feliz cumpleaños, soy el profesor Sauce, como sabéis, y en esta mesa hay los tres pokémon iniciales: bulbasaur, charmander y squirtle"!- Se acercó a las orejas de ambos e hizo una confesión como si Arceus fueran: -Los he tenido que robar del profesor Oak. Últimamente me pagan una mierda. ¡Bien, elijan!

Inserta examinó los pokémon con atención. No estaba segura de cuál escoger, así que hizo el "pito pito gorgorito" y le tocó squirtle. Al ver su resultado, cogió deprisa al charmander porque es el más cool y tiene dos megaevoluciones pros. Su atractivo amigo eligió al bulbasaur porque sí. Una vez escogidos los iniciales, el profesor los echó del laboratorio. Cuando ambos niños estaban apunto de abandonar el lugar, Sauce los detuvo.

- ¡Casi se me olvida! Ahora que los dos tenéis vuestro primer pokémon, tenéis que responder a una serie de preguntas.

Los niños volvieron bastante molestos, ya que estaban deseando emprender su maravillosa y televisada aventura.

-¿Qué ocurre, Sauce?- Preguntó Inserta.

-... ¿Sois chicos o sois chicas?- Preguntó el profesor, que recién tuvo un lapsus cerebral. Guaperas se llevó la mano a la cabeza.

-¡SOMOS CHICO Y CHICA, IMBÉCIL!

-¡Guaperas, no seas rudo! El pobre no tiene memoria a corto plazo.- Le dijo Inserta. Todos se sorprendieron cómo sabía aquel dato tan privado. Entonces el profesor tuvo la corazonada de que era muy, muy especial. Jamás se le ocurriría que esto lo publicó en su Facebook hace una hora.

El profesor Sauce se dirigió a la chica.

-¿Cómo te llamas?

-Inserta Nombre- respondió ella.

-¿Que inserte un nombre? Mejor dime el tuyo.

-Me llamo así.

-Esto... un nombre muy especial, jovencita. ¿Y cómo se llama tu amigo de la infancia?

-¡¿Por qué le preguntas a ella si estoy aquí al lado?!- exclamó el chico.

-Se llama Guaperas Helmintong- respondió Inserta.

Una vez contestadas aquellas vitales preguntas, los niños ya estaban listos para enfrentarse solos al mundo sin compañía adulta. El profesor les hizo entrega de un par de pociones de los chinos y de las pokédex, que habían sido "tomado prestadas" previamente del laboratorio del preofesor Oak.

-Estas pokédex contienes información sobre los más de mil pokémon que habitan este amplio y basto mundo. Vuestra misión es capturarlos todos para completar la pokédex, aunque la mitad de ellos no se encuentren en esta región y solo se pueden obtener traficando.

-Si toda la información ya está programada en la pokédex, ¿para qué necesitamos capturarlos?- preguntó Inserta.

-¡Porque tenéis que conocerlos de primera mano! ¿Te parece suficiente?

Inserta se lo pensó un momento. No entendía. No tuvo más remedio que encogerse de hombros. Él no estaba conforme.

-Y una mierda. Yo quiero ser el mejor. El mejor que habrá jamás. Mi causa es ser entrenador tras mi gran prueba real. ¡Y viajaré a cualquier lugar, llegaré a cualquier rincón para al fin poder desentrañar el poder que hay en pokémon!

-Sí, eso es pokémon... pero también es recopilar datos que ya están introducidos y que solo se desbloquean cuando tienes un pokémon, así que ¡a completar la pokédex!

Guaperas, refunfuñando, se dirigió. No sin antes mirar a Inserta y decir:

-Eh, Inserta, si vienes al final de la ruta, te retaré. Y me ganarás.

-¿A caso te sientes inseguro de tí mismo?- Le preguntó.

-Es que es predecible. En todas las historias pasa eso. Los protagonistas siempre ganan.

Y dicho esto, Guaperas se fue.

-Ya le has oído, chica- dijo Sauce-. Ve y gánale. Después de eso deberás ir a ciudad Pimiento y desafiar al líder de gimnasio para ganar la medalla.

Inserta guardó en la mochila los objetos que el profesor le dio y se marchó del laboratorio. Fuera, un largo camino de hierba alta se expandía hasta el horizonte. Allí se hallaba una fila de entrenadores situados a lo largo de todo el camino, plantados sin moverse y mirando al frente. La chica quería capturar algunos pidgeys o ratamons para formar su equipo, así que avanzó hacia la hierba alta. Al poner un pie en la hierba, de repente un pokémon salvaje apareció. Se trataba de un lucario, que inexplicablemente había aparecido en la ruta 1. Inserta le lanzó una pokéball que había encontrado en el suelo y lo capturó a la primera sin haberlo debilitado si quiera. Eso era algo inesperado, pero muy, muy conveniente. Lucario era un pokémon fuerte. Era el pokémon más pro que había en el mundo pokémon, porque tenía una megaevolución. Además, este lucario ya tenía equipada una lucarita. ¿Cómo podía ser que un pokémon tuviera una megapiedra en estado salvaje? De todas formas, desde la captura ya se hicieron muy amigos. Pero había otro problema. Miles y miles de pokémon se lanzaban como proyectiles para cortarles el paso. Ella no paraba de escapar de ellos para luego ser molestada de nuevo. Pasaron las horas, y, cansada de tanto correr, llegó al final de la ruta. Guaperas Halminton ya estaba ahí, como dijo. Llevaba: pantalones: tejanos; boxers: grises; camiseta: roja; pelo: a cero; calcetines: amarillos; bambas: azules. Estaba preparado para el combate. Tenía hasta la pokéball de su bulbasaur lista para ser lanzada y junto con un rubor carmesí en sus mejillas.

-Te estaba esperando, Inserta.

El corazón de la chica comenzó a latir con intensidad en su pecho. Estaba apunto de luchar y derrotar a aquél que había sido su mayor rival durante las últimas horas, además de su amor de la infancia. Una suave brisa comenzó a soplar mientras ambos se miraban a los ojos. Este momento shippero se vio interrumpido cuando la música de batalla empezó a sonar. Sus pokémons salieron de las pokéballs automáticamente y se pusieron en posición de ataque. Inserta evolucionó a su lucario a su forma mega y le ordenó efectuar una esfera aural sobre el bulbasaur, que acabó debilitado en un golpe, ya que estaba en 30 niveles menos.

Guaperas quedó atónito. ¿¡Pero cómo podía haber perdido contra un lucario!? Ahora recordó. Su bulbasaur aún no aprendió ni drenadoras. Un fallo táctico enorme de su parte, además de que su rival tenía a un pokémon demasiado fuerte para estas alturas. Pero no podía enfadarse. No con ella. Así que tomó aquella derrota con dignidad.

-Je. Has luchado bien...

-Tú también.

-Si ni siquiera pude hacer un movimiento.

-Por eso. Tu bulbasaur se ha quedado quieto. Y eso está bien.

-¡Pero Inserta! ¿Hablas del entrenador o de su pokémon?

No contestó. En su lugar, acercó bruscamente su rostro con el de ella y le dio un largo beso en los labios. Luego se apartó. Guaperas se quedó atónito y rojo como un tomate.

-Te quiero, Guaperas.- Le dijo.