Traigo un drabble modesto para desempolvar mi cuenta. Por supuesto, Digimon no me pertenece y las siguientes líneas se escribieron con fines meramente recreativos, sin ánimos de lucro alguno.
Un sueño.
Los autos, los murmullos, las alarmas y las sirenas bombeaban sangre al corazón invisible de aquella ciudad insaciable. Ruki jamás había perdido la costumbre de aplacar el ruido con enormes auriculares, sumiéndose totalmente en sus acordes preferidos. Era una mentira, porque cuando se los quitaba, los miles de sonidos seguían ahí.
En el interior de la cafetería, las bocas se abrían y cerraban sin emitir sonido alguno. Risotadas estridentes, sonrisas estúpidas, millones de sorbos de café consumidos en el intento desesperado de aplacar el cansancio inevitable del día a día en Shinjuku.
Takato, sentado frente a ella, parecía no notar nada de aquello mientras se abstraía en su dibujo. Un paisaje desolado en blanco y negro, un desierto quizá, pensaría una de las personas allí presentes. Pero Jenrya y ella podían reconocer el Digimundo en esas polvorientas colinas.
Contempló a su otro amigo, sentado junto Takato. Observaba la obra atentamente, o ello parecía a simple vista, pero sabía que en realidad sus pensamientos estaban muy lejos de allí.
En otro mundo.
En el interior de aquel local, para el resto de las personas las palabras parecían no alcanzar. Para ellos, ya no eran necesarias.
Ruki estiró su mano derecha y la posó sobre la de Jenrya, sacándolo repentinamente de su profundo ensimismamiento. Le dedicó una sonrisa triste que él le devolvió.
—¿No te fastidia cómo habla la gente? —preguntó ella, dura con el mundo, dulce con él.
Él no respondió, pero se aferró aún más a la mano de Ruki. Sabía que tras aquellas palabras había párrafos enteros. En realidad decía: ¿No te molesta cómo pueden estar tan concentrados en nuestro mundo cuando hay otros? ¿No los envidias, tan felices e ignorantes, y nosotros con una pena eterna, con amigos perdidos en un universo diferente e inaccesible?
Cada año hablaban menos de ello. Ya casi no mencionaban a Guilmon, Terriermon y Renamon, pero eso no hacía menor la angustia. Aquella tristeza manifiesta se había convertido en una nostalgia permanente en sus miradas, que ellos ya no percibían cuando se miraban al espejo.
—¿Y si todo fue un sueño? —insistió Ruki.
Takato levantó la mirada, sobresaltado. Jenrya permaneció impasible.
—¡Ruki! —Takato parecía enojado— ¡Qué cosas dices! Los volveremos a ver.
Los volveremos a ver. Repetían aquella frase en algún momento cada año, desde hacía casi una década.
«En el Paraíso quizá. O en el Infierno. Aunque seguramente los digimons y las personas no vayan al mismo lugar al morir. Los digimons son datos, se eliminan, se borran, no dejan rastros…»
—Claro.
Takato sonrió. Con dieciocho años la ingenuidad aún se reflejaba en sus ojos café. Volvió a concentrarse en el dibujo.
Ruki y Jenrya intercambiaron miradas desprovistas de ilusión. Luego se volvieron al dibujo que su amigo ya estaba terminando. La manifestación gráfica de un recuerdo de la infancia. Entonces, Ruki miró por la ventana y se preguntó si con el paso del tiempo éste se convertiría en la mera expresión de un sueño borroso que los tres compartieron una vez.
