Nota de autor: ¡Hola a todos! ¡Les presento mi nueva historia! Toma lugar días después del final y se centra en Azula y en los problemas que existen en el mundo. Me enfocaré más en la mente de Azula pero también jugarán un papel importante el resto de los personajes.
Por mientras los dejo con el prólogo de esta historia. Es algo corto pero creo que es suficiente. ¡Permanezcan atentos al capítulo 1!
Y porfavor dejen algún comentario créanme que lo apreciaré mucho =)
Disclaimer: Avatar: The Last Airbender lamentablemente no es mío... pero si soy dueña de esta historia ¡disfrútenla!
Azure Flames
Prólogo: Sola en la oscuridad
Encerrada en ese lugar le era imposible establecer el flujo del tiempo.
Horas, días, semanas… no podía estar segura de cuánto había transcurrido desde que la encerraron en esa prisión disfrazada de blanco.
Dos grupos de oxidados barrotes verticales y horizontales dividían al pequeño cuarto por la mitad, siendo la sección más profunda la residencia de la nueva paciente de esa institución. A la derecha de las barras la pequeña puerta de metal, único escape de la jaula, había sido soldada desde el interior. La misma cautiva había tratado de finalizar con una bocanada fuego la vida del único doctor que había osado entrar en su dominio, sellando así la puerta de su jaula y la única posibilidad de volver al exterior.
Las paredes estaban pintadas de un nauseabundo tono blanco y lo lucían con tal altanería e intensidad que la chica se veía obligada a mantener su mirada en el frío suelo de piedra. El único retazo de realidad y exterior consistía en una pequeña ventana con barrotes situada en la muralla central de la celda, por donde se filtraban escasos rayos de sol. Pero de todas formas no importaba mucho: el par de ataduras que salían de dos agujeros del piso juntaban las muñecas y tobillos de la paciente manteniéndola en el suelo y sin esperanzas de poder levantarse erguidamente, mucho menos asomarse por la ventana.
Precauciones como estas no se fundaban en la crueldad hacia el monstruo contenido en la jaula, sino en la necesidad de evitar que las pobres almas que visitaban la habitación sufrieran quemaduras, mordidas y arañazos por cumplir con sus trabajos. Incluso encadenada y débil, la chica lanzaba fuego por la boca y oponía resistencia como si fuese un animal herido y acorralado.
La locura, después de todo, la había convertido en una bestia salvaje.
Los primeros días en su nueva morada se había limitado a tratar de escapar y a atacar a todo ser que se atreviese a entrar a su territorio, por insignificante que fuese a lo que este se había reducido. Cada vez que un guardia entraba para alimentarla la paciente no dudaba en tratar de aniquilar al pobre idiota impidiendo que se le diese bocado alguno.
Siempre que se mostraba violenta, los guardias utilizaban un mecanismo fuera del cuarto que provocaba que los dos agujeros del suelo, separados entre sí por un metro de distancia, succionaran las cadenas dejando a la chica inmóvil en el piso. Durante su estancia en esa jaula había gritado y llorado tanto que su garganta le dolía terriblemente y su voz se había vuelto áspera.
Pero ahora la antes princesa de la Nación del Fuego se encontraba serena.
Azula estaba sentada con la espalda apoyada en la muralla más profunda de su celda, sus manos inertes en el suelo a los lados de cada pierna. Días atrás había tratado de romper las ataduras de sus muñecas y tobillos invocando en sus dedos una pequeña cuchilla de fuego, pero solo había conseguido que el metal comenzara a fundirse con su piel y la quemara horriblemente. Desde ese instante apenas movía sus extremidades y no trataba de crear fuego, exceptuando el que dejaba salir de su boca.
En un lento movimiento, la chica ladeó su cabeza para mirar hacia la puerta de la celda. ¿Cuánto tiempo había pasado? Azula podía sentir como su cuerpo se debilitaba a cada momento por el cansancio, la falta de comida y horas de sueño, pero todo eso no era su culpa.
Los ojos de la cautiva cayeron en la pequeña bandeja con comida que hace unas horas había sido lanzada bruscamente cerca de los barrotes por uno de los guardias en un desesperado intento de huir de allí lo más pronto posible. No le costaría mucho a Azula acercarse a los barrotes y coger el pan de la bandeja, pero sabía que no podía darse ese lujo, no podía darse por vencida y dejarles ganar tan fácilmente. Ella era inteligente y astuta, no iba a caer en un truco tan predecible.
Definitivamente no iba a ser tan estúpida como para ingerir comida envenenada.
Era por eso que tampoco podía dormir. Sabía que en cualquier momento guardias y doctores podían entrar a su morada para asesinarla mientras dormía. Azula sabía que no podía bajar su guardia ni un segundo, ya que eso significaría muerte instantánea.
La situación estaba en su contra… en ese lugar todos conspiraban para asesinarla. Pero Azula no los complacería sin antes dar una pelea. No, no iba a dejar que nadie la tocase.
"Deberías comer, Azula… tu cuerpo necesita nutrientes para seguir vivo"
Curioso, cuando habló de vida solo se refirió a su cuerpo. Las ojos de la paciente se alargaron un poco en sorpresa.
Esa voz… la voz del ser que más odiaba en el mundo. Azula giró su cabeza a la izquierda y no se sorprendió al ver a una mujer vestida con atuendos color carmesí y adornos dorados sentada cerca de la muralla izquierda de su celda. La mujer enfocó sus ojos dorados en Azula con la misma expresión que siempre tenía cuando veía a su hija: un semblante lleno de tristeza y reproche.
¡Cuánto odiaba que la mirase así! Desde que Azula era pequeña la recriminación en sus ojos siempre había estado presente, siempre observando a su hija con una mezcla de angustia y temor. Todo era distinto con Zuko con quien siempre estaba riendo, hablando de tonterías y, cada vez que él fallaba en algo, murmurando palabras de afecto.
Tal vez Azula deseó en algún momento que su madre le sonriera a ella también, pero si el precio por ello era ser débil y patética como su hermano prefería permanecer sin los ridículos gestos de afecto de la mujer. ¿Por qué los desearía de todas formas? Su madre y Zuko eran débiles y blandos tal como se lo había dicho su padre, no valía la pena establecer relaciones con ellos, ya que no podría sacar nada provechoso a cambio.
Aún así, pese a que nunca lo reconocería, una pequeña parte de ella deseaba que su madre le estuviese sonriendo en ese momento en el cuarto de la institución.
"¿Qué estás haciendo aquí?" – gruñó maldiciendo mentalmente el dolor de su garganta
"¿Acaso no puedo hacerle una visita a mi propia hija?" - la madre esbozó una frágil sonrisa
¿Hija? ¿No querrás decir monstruo?
"¡Ja! ¿es todo? No actúes como si fueras una buena madre ¡solo vienes a burlarte de mí!"
"No, claro que no, Azula" – Ursa colocó su mano derecha cerca de su pecho – "vine a ayudarte"
Estúpido y sentimental gesto. ¿Cree que realmente voy a creerle?
"¿Ayudarme? ¿crees que necesito tu ayuda? ¿no te das cuenta? ¡estoy bien! ¡perfectamente bien! ¡soy feliz aquí!" – al decir las últimas palabras Azula profirió una descontrolada y maniática risa
Ursa negó con la cabeza y comenzó a observar el cuarto mientras su hija parecía deleitarse con su situación. Finalmente, la mujer suspiró y volvió a mirar a Azula.
"¿Realmente vale la pena?"
La cautiva, que aún estaba riendo descontroladamente, comenzó a calmarse mientras observaba a su madre algo desconcertada.
"¿Qué?" – exclamó aún teniendo problemas para controlarse
"¿Vale la pena estar aquí?"
La risa de Azula llegó a un abrupto fin ante esas palabras. Sin saber que responder, se limitó a entrecerrar sus ojos y observar a su madre amenazadoramente.
"¿Realmente tu lealtad hacia tu padre vale todo el dolor que te estás causando? ¿Vale la pena perder la cordura solo por buscar su aprobación? ¿Vale la pena perder a tus únicas amigas solo para obtener poder?"
¿Amigas? ¡ellas nunca fueron mis amigas! ¡solo dos víboras que me traicionaron cuando menos lo esperaba!
Azula bajó su cabeza y estuvo un momento en silencio tratando de digerir todo lo que su madre estaba diciendo. Finalmente, respirando entrecortadamente, observó a su madre con una mirada que, si no estuviese encadenada, significaría muerte instantánea.
"¿Cómo… te… atreves?" – susurró pausando entre cada palabra para poder respirar
Ursa solo la miró tristemente.
"Perdiste a las únicas personas que sentían algo de afecto por quien eras realmente solo por tu deseo de poder y perfección"
"Sal… de… aquí…"
"Dime, Azula ¿vale la pena ser temible y aterradora si te quedas sola? ¿vale la pena cambiar todo el amor en tu vida por miedo y control?"
"¡SAL DE AQUÍ!" – gritó Azula lanzando una bocanada de fuego hacia su madre
Mientras atacaba, la princesa cayó al suelo sin mucho decoro mientras lágrimas comenzaban a caer de su rostro. Cuando pudo levantar su cabeza notó que su madre ahora estaba al otro lado de la habitación, sin ningún rasguño.
"¡DÉJAME SOLA!"
Ursa negó con la cabeza y dirigió una última triste mirada a su hija antes de desaparecer.
"Es una lástima que esto deba acabar así, Azula… que ahora debas quedarte sola"
Azula trató de levantarse lo más rápido posible para atacar a su madre antes de que se desvaneciese completamente, pero las cadenas comenzaron a ser tiradas por los agujeros del suelo, provocando que la chica cayera estrepitosamente al suelo.
"¿Qué sucede?" – gritó uno de los guardias de la entrada
"Lo usual… está teniendo otro ataque…" - exclamó otro centinela mientras veía por la mirilla a la descontrolada paciente – "cielos… realmente está loca"
Azula comenzó a forcejear contra sus ataduras solo consiguiendo herir más sus muñecas. Desesperada, comenzó a lanzar fuego por su boca.
"¡DÉJAME SOLA! ¡DÉJAME SOLA!" – repitió una y otra vez perdiendo totalmente el control de sí misma
Finalmente, dejó caer su rostro en el suelo mientras lloraba desconsoladamente. Antes de sucumbir ante la oscuridad de su celda un último pensamiento pasó por su mente. Supo que su madre estaba equivocada al menos en una cosa.
Desde ya mucho tiempo que Azula se encontraba sola.
