Watch out!: Enemigo en común
Capítulo I
El mundo que no queremos
6 de la mañana en Tokyo. Un día que hace muchos años era ideal para salir a la calle a disfrutar o simplemente trabajar con un buen clima. Pero una dictadura azotaba en todo rincón del planeta. Todo comenzó con el conflicto estudiantil de Chile. Una poderosa Camila había logrado derrocar al gobierno de ese entonces, para luego dar cabida a una enorme bola de nieve que se generó en el mundo entero. Japón no era la excepción. El dictador Takahiro Yoshimura había tomado el control de la nación, transformándolo en el Imperio Popular de Japón.
Esta dictadura generaba mucha censura dentro de quienes poseían el don de la palabra en el mundo. Parte de aquellos: the GazettE. Como todas las mañanas, Ruki se levantó, se dio una ducha y después de arreglarse para ir al estudio, tuvo que ejecutar esa maldita rutina que se inició una vez que Yoshimura había ascendido: asomarse al balcón y usar su hermosa voz para entonar un himno que tanto odiaba. Después de entonar el himno, desde los balcones de los edificios se escuchaba al unísono:
-¡Qué viva nuestro líder!-
Una vez que las voces se callaron, Ruki salió del balcón y dio paso a su rutina diaria. Cerró la puerta de su departamento y saludó a su vecina, Kumiko, una joven estudiante de ciencias políticas de la Universidad de Tokyo. Él creía a pies juntos que ella podría ser quien derrocara al dictador presente, pero estaba esperando pacientemente a que ella terminara sus estudios en la universidad. Kumiko sonrió y le dijo:
-Te apuesto a que volverán a censurar tu canción.-
Ruki suspiró con un tono de resignación y respondió:
-Es lo que hay. Sólo quiero que mi banda siga en pie a pesar de este período duro.-
Y como siempre, él llevaba a Kumiko a la universidad. En el trayecto, ambos compartían sus ideas sobre la actual situación política de la nación. Ruki trataba de conducir sin fijar su mirada solamente en Kumiko. Una vez que llegó a la universidad, Kumiko abrió la puerta y agradeció a Ruki por llevarla hasta la casa de estudios. Ruki sonrió y ella se juntó con sus amigos. Él cerró la puerta y partió al estudio.
Al ingresar al estudio, él se sentó y Aoi revisó una vez más la letra de la canción. Temía que llegasen los del Departamento de Correcciones del Ministerio de Cultura a corregir los detalles que al líder le desagradaban. Ruki estaba confiado en que la letra sería del gusto del caballero, pero el sonido del timbre indicaba otra cosa. Kai abrió la puerta. Quienes llegaron eran los mismos señores del Departamento de Correcciones. Uno de ellos sacó una carpeta con la letra original y la corregida y dijo:
-Señores de the GazettE. El líder quiere que esta sea la última vez que le falten el respeto. Esa canción era una abominación para su persona.-
Reita quiso golpear a los funcionarios de gobierno, pero Uruha, con un masaje en la espalda, lo relajó. Kai sonrió y solo atinó a decir:
-No se preocupen, señores. Yo mismo me encargaré de revisar la letra antes de enviarla al ministerio.-
Los funcionarios se retiraron del estudio y Ruki sólo quiso explicar todo. Kai lo hizo callar y con profunda resignación, comentó:
-Lamentablemente tenemos que hacer canciones que no nos gustan para complacer a ese viejo de mierda.-
Kai dejó su botella de jugo en la mesa y volvió a la batería. Tenían que rehacer la canción a gusto del líder. Después de horas, nada pudieron conseguir. Era toda una tarde desperdiciada en complacer a un dictador que ni siquiera escucharía esa canción más de una vez. Al final del día, Aoi se quedó dormido frente a la consola. Ruki lo despertó y Aoi gritó:
-¡Resistencia!-
Sus compañeros rieron a carcajadas y él sólo sacudió la cabeza para recuperarse. Aoi se levantó de la silla y los cinco se fueron cada uno a su casa. Ya faltaba sólo una hora para el toque de queda típico que se hacían todos los días.
Ruki llegó al edificio y mientras buscaba la llave de su departamento, Kumiko llegó al suyo. Saludó a Ruki y le preguntó:
-¿Y adiviné?-
Por lo que Ruki sólo asintió. Kumiko lo abrazó y le susurró al oído derecho:
-¡Fuerza! Ya verás que todo esto pasará pronto-
Ruki encontró la llave e invitó a Kumiko a tomar té. Ella quería aceptar la invitación, pero sólo quedaba media hora para el toque de queda y el ejército se metía a los edificios a vigilar los pasillos. Además, Kumiko debía estudiar para una prueba. Ruki se despidió de ella y entró a su departamento. Una vez que tomó su taza de té, sintió un ruido extraño. Se asomó por la cerradura y vio que uno de sus vecinos estaba siendo brutalmente golpeado por los soldados. Quiso correr a ayudarlo, pero sabía que en su intento podía ser fusilado en frente de los vecinos. Se fue a su habitación y decidió dormir.
A eso de las 4 de la madrugada, las sirenas de los vehículos policiales despertaron a Ruki en medio de un sueño que le costó conciliar. Con altavoces, la policía se dedicó a despertar a cada uno de los ciudadanos. Según parece, algo tenía que relatar el líder a su pueblo. Ruki llamó a Kumiko para despertarla y así no ser fusilada. Ella lo insultó al contestar el teléfono, pero al oír la melodía del himno, se levantó y colgó el teléfono. Todos encendieron sus televisores y escucharon el mensaje del líder. Él relató su más reciente sueño. Un sueño que, según creía el mismísimo Ruki, era más bien un escupitajo para la gente.
En los televisores se mostraba a un Yoshimura apasionado, quien relataba un sueño de un mundo en el cuál la clase alta se había exterminado para así dar cabida a un mundo lindo en el cuál el pueblo gobernaba la nación. En ese mundo imaginario, todos vestirían iguales para así no tener diferencias. Ruki no creía que eso fuera posible. Sabía perfectamente (a través de Kumiko, claro) que aquellos ideales terminaban por obsesionar a los dictadores con el poder y dejaban a la deriva a la gente. Una vez que terminó su discurso, Ruki apagó su televisor y se fue a dormir.
