A veces me despierto en medio de la oscuridad. Mis ojos se abren lentamente y observan las sombras del techo, formadas por las figuras que la luz es incapaz de atravesar. Observo cómo el silencio se hace protagonista de la estancia, salvo por la lenta y acompasada respiración de mi compañero de cama.

Me giro sobre el colchón, haciéndome un pequeño ovillo. Mi rostro queda contra su rostro. Me acerco un poco más. Recibo con una pequeña sonrisa el calor que irradia su cuerpo. Sus ojos cerrados, sus labios ligeramente entreabiertos, su pelo revuelto… Un pequeño escalofrío recorre mi médula. Para mi sorpresa, él se acerca más a mí. No sé si sus actos son fruto de sus sueños, pero pasa un brazo sobre mi cintura.

- Quédate conmigo, Kate –murmura dulcemente.

- Siempre –respondo uniéndome a su abrazo.