Y finalmente, mi memoria se aclaró. El oscuro espacio en el que me había perdido se iluminó y mis recuerdos volvieron a mí. Completamente claros, reales y ciertos. Vinieron sin avisarme, sin permitirme un solo segundo para recuperar el aliento. Dejándome inmerso en una conmoción similar a la que sentí cuando abrí los ojos en una solitaria habitación de hospital y no pude reconocer mi reflejo.

Sé que mi reacción es incoherente, que me comporto como un jovencito estúpido y caprichoso. Sé que he rogado por este momento durante horas, días, meses; pero ahora qué sé quién soy, ahora que todo está de nuevo en su lugar, me doy cuenta de que debí ser más cauteloso con mis deseos, porque después de todo, ahora que la vida me concedió lo que le había pedido con cada fibra de mi corazón…, justo ahora, lo que más deseo es seguir teniéndome a mí mismo en el anonimato.

Quisiera volver a esos momentos en los que no tenía nada que ofrecer. En los que era simplemente un hombre sin dinero que debía buscar día a día una forma para ganar algunas monedas, sobrevivir y sentirse útil. ¡Dios, quisiera no saber quién soy! Quiero volver a esos días en los que estaba perdido y encontré en ella el refugio y la fuerza que necesitaba para ignorar mi falta de pasado y salir adelante. ¡No quiero las responsabilidades a las que debo enfrentarme! ¡No quiero decirle adiós!

Quisiera poder decirle a la vida y al destino que anulo mis deseos anteriores. ¡Me oyeron! ¡Quiero la bendición de la ignorancia! ¡No me interesa saber quién soy! No ahora que he hecho la paz con mi presente.

En este preciso momento lo único que realmente quiero es poder tenerla entre mis brazos y susurrarle que todo lo que necesito está en ella. Que pongo mi vida en sus manos. Que por una sola de sus miradas renunciaría a mi alma, porque solamente a través de sus ojos he podido descubrir quién soy de verdad. No el triste huérfano rico, no el banquero oculto por su familia, no el…, no él… ¡No! Solo con ella he podido ser yo.

Porque la amo y porque gracias a ella he logrado ser un hombre mejor. El hombre que siempre quise pero nunca pude ser. Porque es ella la razón de mi vida y porque estaría completamente perdido sin su presencia.

Pero el destino me concedió un deseo y la vida dice que es tiempo de regresar al lugar que me corresponde, aún cuando mi corazón grita que ese lugar está a su lado, sin lujos, ni caretas. Sin falsas promesas.

El hombre al que había olvidado ahora me obliga a dejarla para poder protegerla y cuidarla desde lejos, como siempre lo he hecho; y me duele saber que como pago a los cuidados y cariño que me dio (aun cuando ni yo mismo sabía quién era), le dejaré solamente preocupación y tristeza. Pero he de volver a reclamar mi vida, y tal vez, solo tal vez en algún momento pueda volver a escuchar sus sonrisas sin tener que ocultarme en el personaje que hoy mismo la abandona.

Ahora sé que debo ser cuidadoso con lo que pido, así que solo desearé una cosa: ¡quiero que ella sea feliz!

Y yo…, bueno, yo volveré a ocultarme y me conformarme con saber que al menos por un efímero momento tuve la oportunidad de disfrutar la dulce caricia de la ignorancia, y la tierna compañía de una mujer que por un instante quise poder amar.

Adiós, pequeña mía. Adiós.