Disclaimer: los personajes no son míos. La historia sí.

Regalo de cumpleaños para Mercurio17! Perdón la tardanza, feliz cumpleaños, espero que te guste.

El tesoro

Hace mucho, mucho tiempo, un solitario y amargado chico vivía su miserable vida, sin esperanzas de un futuro mejor. Todo a su alrededor era oscuridad, maldad y odio en estado puro, casi palpable, como si fuese mercurio fundido corriendo por sus venas. Su nombre era Erik.

Un día, salió a caminar, sin esperar nada inusual. Él solo quería ser grande y fuerte, muy fuerte, para poder vencer al hombre que le había arrebatado su más grande tesoro; pero sin proponérselo, encontró otro tesoro. Esta vez nadie se lo regaló, sino que él lo encontró, pero no sabía cómo ni dónde podía esconderlo para que nadie más lo pudiese tener. Este chico luchó contra todos sus miedos, como si fuese lo único importante en su vida. En ese momento él no lo sabía, pero ese pequeño y pálido tesoro, sí era lo único importante, lo único capaz de darle esa tranquilidad que tanto anhelaba y no sabía que quería. Pero el tesoro no se quedaba quieto, el tesoro tenía vida propia, y si el chico no aprendía a cuidarlo y protegerlo de todo y de todos, el tesoro se iría lejos, muy lejos, a un lugar donde no lo pudiesen encontrar; y si lo encontraban, el tesoro usaría su magia para dejar a quien quisiera poseerlo, atrapado en su propia mente. El tesoro se llamaba Charles.

Charles podía hablar, podía cantar, correr y jugar con el chico, pero era autónomo y podía decir lo que quisiera, cantar lo que quisiera y correr hacia donde quisiera. Erik no podía confiar ciegamente, ya le habían mentido muchas veces en su vida. Lo que ignoraba, era que, a pesar de poder decir cualquier cosa, su tesoro nunca le mentía.

El tesoro sabía que el chico lo quería solo para sí, pero él no creía que eso fuese lo mejor, quiso enseñarle al chico sobre compartir, sobre la confianza y el amor. Fue un intento vano. Erik no le creyó, no quiso creer todo lo que su tesoro le quería mostrar. Pensó que Charles estaba loco, que estaba defectuoso y se marchó dejándolo tirado sobre la arena.

Ambos sabían que eso no sería eterno, que nada es eterno, pero ambos quisieron creer. Un día, el chico pensó, pensó mucho en su hermoso tesoro, en cómo era. Tenía dos zafiros, que nada podría igualar. Siempre tenía la palabra precisa. Le había hecho olvidar completamente esa oscuridad que siempre le acompañó. Pero no lo supo apreciar y perdió el mayor tesoro que tendría en su vida.

Mucho tiempo después, lo vio. Vio a su bello tesoro y no pudo aguantar las ganas de buscarlo. En el fondo de su alma, sabía que volvería a verlo, porque su tesoro era suyo, y él de su tesoro, de nadie más. Sabía que se volverían a reunir, porque cuando las cosas están destinadas a ser, serán siempre. Y el chico solo quería sostenerlo entre sus brazos una vez más y no dejarlo jamás.

Erik quería estar junto a su Charles para toda la vida, porque era lo más bello que tenía y no podía permitirse perderlo otra vez, una había vez sido suficiente. Le preguntó a los zafiros su opinión, y estos brillaron más que de costumbre. Ambos se necesitaban en la vida del otro, no importaba qué.

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Gotta get you into my life – the Beatles.

Bless!