Disclaimer: Ninguno de los personajes vistos aquí o mencionados aquí me pertenecen, son todos propiedad de J.K Rowling.
Este fic participa en el minireto de noviembre para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
El dios del fastidio.
Draco Malfoy se consideraba a sí mismo el mejor en diversas cosas, tantas que enumerarlas seria cansino, pero entre todas esas cosas había una que Draco en particular adoraba realizar, más que adorar, aquel era su estilo de vida.
Algo que adoraba hacer día y noche era fastidiar a Potter, amaba insultar a Potter, ya fuese por la falta de padres del Gryffindor o por la falta de señorío que poseía. Había descubierto que molestando al moreno podía divertirse bastante, más que molestando a cualquier sangre sucia o cualquier Weasley, Potter era especial.
No sabía con certeza si aquello había iniciado cuando el chico rechazo su amistad o cuando todos empezaron a prestarle más atención al" niño que vivió" que a él, un Malfoy, y no cualquier Malfoy, un espécimen como él, perfecto en todo lo redondo de la palabra.
En su sexto año su actitud había cambiado por completo, ya no tenía tiempo para molestar a Potter, debía mantener su mente centrada en la misión que se le había concedido y no debía tener distracciones o llamar la atención, pero para cuando se había dado cuenta se veía pensando en el Gryffindor día y noche.
Al regreso de su séptimo año ya no tenía cara para ver a nadie después de la guerra y mucho menos volver a su estilo de vida. Potter había salvado de Azkaban a él, a su madre y de alguna manera indirecta había conseguido que su padre saliera libre donando una generosa suma de la riqueza familiar, sin dudar no se esperó nunca lo que paso aquel día cuando estaba en una esquina oculta de la biblioteca realizando sus deberes.
–Malfoy – se escuchó aquella voz que el rubio bien conocía, era Potter que estaba cara a cara con él , literalmente, y para cuando ya se había dado cuenta de lo que pasaba era tarde, Potter le había plantado tremendo beso en los labios que lo había dejado mudo.
Cualquier persona hubiese deseado tener una cámara para poder fotografiar al señor perfecto perdiendo la compostura, con la cara totalmente roja y los ojos abiertos como platos.
–Potter –había siseado el rubio cuando se había visto librado del beso–. ¡TE JURO POR SALAZAR QUE ME LAS PAGARÁS! ¡IMBÉCIL! ¡CARA RAJADA!
« Y les puedo asegurar que el imbécil aún me las sigue pagando. »
