Cap. I – Patrick Jane

El despertador sonó a las 6 de la mañana como todos los días. Patrick Jane se levantaba a esa hora para ir a nadar una hora, antes de ir a trabajar. Aunque ese día del año lo tenía reservado para otra cosa, desde hacía seis años. De hecho, llevaba varias horas despierto, pensando en ese momento. Seis años. Podían haber sido seiscientos. La verdad es que no sabía cómo decírselo. Seis años, y aún no había podido hacerles justicia. Él, Patrick Jane, que había enchironado a docenas, puede que cientos, de asesinos desde que trabajaba para la policía, y no había sido capaz de atrapar al asesino que arruinó su vida y se llevó por delante a su familia, a Ellas. Se sentía como un fracasado, como si no les estuviera dejando descansar en paz, hasta que vengara su cruenta muerte. Volvió a pensar sobre lo que haría ese día. Se había tomado el día libre y tenía que conducir varias horas hasta aquel cementerio de Malibú donde estaban Ellas. No se sentía capaz de enfrentarse a Ellas, de decirles, queridas, este año tampoco traigo buenas noticias.

Sonó el recordatorio de alarma que Patrick apagó de un golpe, un golpe de frustración. Se incorporó a duras penas. De repente se dio cuenta de que algo no iba bien. Sus piernas. Parecían pesar toneladas. Era incapaz de moverlas. Estuvo varios minutos intentando salir de la cama pero sus piernas seguían ahí, empeñadas en quedarse en su posición. Maldita sea. Cogió el teléfono móvil, que afortunadamente tenía en la mesita de noche. Pensó en llamar a su jefa, Teresa Lisbon, ella siempre sabe lo que hay que hacer. Dudó un momento. El otro día ella le había echado en cara que era como un crío y que tenía que andar detrás de él siempre, sacándole las castañas del fuego. Pensándolo mejor llamó a su mejor amigo, su compañero de brigada Kimball Cho.

Las siguientes horas fueron un calvario. Cho le había dicho que llamara a una ambulancia, ya que él estaba bastante lejos y tardaría en llegar y que además estaba en medio de un caso que no podía abandonar. Patrick Jane, siendo el detector de mentiras humano que era, sabía que en realidad estaba tumbado en la cama junto a su novia. Lógico.

En el hospital le hicieron un montón de pruebas preliminares para determinar el diagnóstico, sin éxito. Tubos, escáneres, inyecciones, medicamentos, y nada. Señor Jane, no tenemos ni pajolera idea de lo que le pasa. Patrick Jane odiaba los hospitales, y sentía especial fobia hacia los médicos. "¿Qué demonios saben los médicos?" era una de sus frases favoritas, y desde luego esa mañana estaba más convencido que nunca de que la mayoría de ellos eran unos charlatanes.

Y para colmo tenía que ponerse esa bata ridícula.