DISCLAIMER-

Ninguno de estos personajes es mío. Todo está basado en los libros de la maravillosa Stephenie Meyer. ¡Así que no me denunciéis!

Era más sencillo ser sus personajes torturados que vivir su vida. A la que sólo le unía un hilo de desinterés. Los acontecimientos y las fechas importantes parecían hacer mayor surco en su memoria, pero aún así continuaba sin ser consciente de nada.

Todo lo que quería estaba en el color de las páginas del Word de su ordenador. Cuanto más blancas, más sincero era su interés y mayor la capacidad de su inventiva. Describía en ellos personajes torturados, y tocados por una perfección de color beige. Eran tan de cristal como lo que quedaba de ella. Débiles, se dejaban arrastrar por cuanto destino pudiera ella imaginar.

Su personaje favorito estaba basado en un ser real, del que nunca había podido olvidarse, y en el que se obligó desde el primer momento a no pensar. Y sin embargo rodeaba todo lo que ella hacía, como un aire perfectamente inspirador, con la tristeza pintada en los trazos que movían los actos de la chica, como los hilos de un marionetista. No tenía nombre, porque sólo podría haber llevado uno, y ella no podía pensar en él s quería seguir respirando con normalidad.

El paso del tiempo había cicatrizado el agujero de su pecho. No cerrado, si no rematado sus bordes devastadores y dolorosos. Edward se había marchado mucho tiempo atrás, dejando claro su desinterés por cuanto rodeara a Bella o su futuro. Y ella había hecho exactamente lo mismo, olvidándose a sí misma y todos los tiempos posibles en los que ella podía desarrollar acciones. El pasado era demasiado doloroso como para recordarlo más allá de imágenes rescatadas, que acababan deformadas y protagonizadas por su personaje de cuento. El futuro no se lo planteaba en verdad, y sólo tenía un escaso contacto con el presente. Porque Jacob la hacía reír.

Su relación con él había ido estrechándose hasta tener un conocimiento completo del otro. Dependía de él más que si hubiera estado enganchada a una droga. Gracias a él podía avanzar, aunque fuera casi a rastras, por el calendario, y por sus días sin sol.

Cuando Billy murió, se cambiaron las tornas, y fue Bella la que empezó a sostener al muchacho. Después los apoyos fueron cambiando de poseedor de modo alternativo.

Aquel año habían decidido irse a vivir juntos. Nunca habían dejado clara su relación. Hacía tiempo que ella se sentía vacía e incapaz de amar. Jacob no parecía pensar lo mismo, y parecía pletórico con el afecto demostrado por la muchacha, por muy escaso y deficiente que ella consideraba que fuera.

Poco a poco, y sin pensarlo, sus labios fueron encontrándose más a menudo, hasta ir besándose en sitios distintos. De modo natural y progresivo. Tras todos aquellos años sin Edward, Bella parecía poder empezar a tomar las riendas de sus sentimientos, o por lo menos quería ser capaz de devolverle a Jacob el tiempo empleado en ella. Por eso accedió a que fueran a vivir juntos. Hacía ya unos años que ambos habían terminado la carrera y se habían unido de modo indefinido entre ellos y a Phoenix.

Aquello sin duda la condujo al tiempo antes del comienzo de su tragedia particular, por lo que consiguió algo de fuerza de voluntad para seguir viviendo, aunque fuera a través de su mejor amigo, y novio durante ya cinco años. Sobre los que no recordaba más que la figura morena y fuerte intentando hacerla sobreponerse de los besos de una anterior, blanquecina y difusa.

-Vuelve- le susurró una voz. Aún tenía pegado algo de sueño en ella. Bella alzó la vista de su café. Y la dirigió hacia su interlocutor. Unos ojos grandes la sonrieron desde el otro lado de la mesa, y hasta hacía un momento desde el otro lado del mundo.

-¿Eh?-alcanzó ella a pronunciar con sus cuerdas vocales aún algo soñolientas, de modo que profirió un bostezo que aumentó aún más su aspecto adormilado.

Él señaló con su cabeza a la mano derecha de la chica, donde por alguna razón había una cuchara. Se preguntó en qué momento de la distracción típica de su vida la había llenado de azúcar. Se dio cuenta de que quizá llevara sosteniéndola un tiempo superior al normal, por lo que se apresuró a volcarla contra su café clarucho. Su blancura blanquecina fue haciéndose transparente al mojarse. Hundiéndose hasta el fondo, cuando hubo adquirido un tono ya demasiado marrón como para aguantar en la superficie. Repitió el proceso, concentrándose en no desaparecer de nuevo. Apretó sus piernas contra la silla para seguir sentada en ella, y no comenzar a imaginar una nueva historia de la que su guapísimo protagonista quería formar parte.

Después tomó una de las tostadas del plato central de la mesa. Por norma, los domingos como aquel desayunaban juntos. Los turnos de su preparación volaban de uno a otro de una semana para otra. Jacob intentaba siempre mejorar el desayuno que la chica hubiera hecho la semana anterior. Aquel domingo se habían levantado tarde, así que él había optado por la sencilla solución que la tostadora le ofrecía, dejando su orgullo y su afán de superación pendientes para dos semanas después.

La hundió en su café, después de regalarle algo de color, con una mermelada de fresa que le encantaba, aún así no tenía ninguna gana de comérsela, por lo que tuvo que obligarse a tragarla para no volver a caer en uno de sus vertiginosas caídas de peso. Estas siempre iban acompañadas de una inspiración especialmente fuerte, provocada por un susurro tan delicioso, que sólo podía ser la voz de Edward.

-¿Estás bien?

-Si. Claro. Estoy bien.-dijo forzando una sonrisa, mientras luchaba por no llevarse la mano al pecho para impedir la aparición de grietas alrededor de su vacío. No quería que Jacob volviera a verla en aquel estado, que se suponía debería haber superado hacía ya mucho tiempo, pero que volvía de modo periódico con una intensidad superior a la de la vez anterior.

Él siguió observándola mordisquear la tostada y comenzar a esparcir mermelada sobre otra, antes de haber acabado la primera. Conocía perfectamente las etapas de Bella. Aproximadamente una vez cada dos meses entraba en una fase en que parecía deprimirse durante unos días. También conocía le por qué, ya que su relación con aquel vampiro desgraciado, la había dejado tocada. Aquello había sido un tema constante en su relación, algo que los dos conocían y que siempre estaría allí. Normalmente él trataba de confortarla, como había hecho durante tanto tiempo. Ahora que vivía con ella era mucho más consciente de que Bella no era lo feliz que ella merecía. Y todo por él. Se sentía incapaz de borrarle de su mente y de sacarle de el espacio existente entre ambos. Sobretodo en los momentos en que la distancia aumentaba durante unos días, o en los peores casos, unas semanas. Entonces ella se evadía y nadaba entre recuerdos, y no podía dejar de pensar en Edward. Cuando volvía lo hacía desgastada y mucho más delgada, pero Jacob estaba siempre sosteniendo su mano cuando ella podía regresar.

A veces se enfadaba con ella por no quererle como había querido al ser blancuzco que había tenido su corazón, y había decidido dejarlo atrás. Pero nunca le querría como a ese completo idiota, y aún así, era más de lo que pudiera haberse esperado de nadie. Bella además de una buena amiga, resultaba ser una novia y compañera estupenda, aunque aún entonces las líneas se desdibujaran, de tal modo que durante las crisis de la muchacha se le olvidaba que tenía que besarle en los labios y no en las mejillas. Todo era perdonable en ella, y más cuando Jacob ya conocía en un principio lo que podía esperar de aquel corazón roto en el que no había más que buenos sentimientos y un agujero negro que ella trataba por todos los medios de hacer desaparecer. Colocándose la mano en el pecho cuando pensaba que su novio no miraba.

El resto del tiempo él era completamente feliz de estar a su lado, y se sentía muy afortunado y agradecido con lo que fuera que tuviera que estarlo. Ya fuera la suerte, el destino o los dioses de sus padres.

Respiró hondo y entornó los ojos, intentando que no se mostrara en ellos la preocupación que sentía en realidad. Ahí venía otra mala época, así que partió la tostada que aún descansaba en el plato de Bella para hacerle más fácil la tarea de tragar con la cabeza en otra parte. Podía llamarla cuanto quisiera, pero sólo regresaría por unos instantes, para volver a irse y por un tiempo mucho mayor. Por eso intentaba no interrumpir sus pensamientos hasta que notara que ya la dolía demasiado. Si no probablemente, pasara horas doblada de dolor. Y puesto que era inevitable que lo sintiera, o al menos él ya no sabía con qué más probar para que no fuera así, decidió que lo mejor era hacer que se lo suministrara en las dosis adecuadas.

Ella apretó su mano después de beberse el café muy despacio, diciéndole adiós por un tiempo.

Él fue quien recogió la mesa y fregó los platos. Lamentaba que hubiera llegado tan pronto. No hacía ni dos semanas que se había marchado la ausencia anterior. Últimamente parecía inquietarse con más frecuencia y aquello preocupaba a Jacob.

Ella se levantó de la mesa y fue hacia la habitación del ordenador. Abrió con rapidez un documento en Word, y comenzó a describir la silueta del ángel blanco y plateado que tenía en la cabeza. Se entretuvo en sus labios, sus venas azules y vacías de líquido rojizo, en su pelo con reflejos de aquel color. Lloraba tanto que no acertaba a teclear correctamente, Cuando terminó volvió a ella algo de su antigua paz. Miró por la ventana y vio que la noche ya había entrado en la ciudad, habiendo dejado sus ojos ya de por sí hinchados, a merced de la luz de la pantalla del ordenador. Completamente ella misma se levantó de la silla y caminó de puntillas hasta la habitación contigua, donde Jake descansaba sobre unas sábanas ya arrugadas, por lo que supuso que no le había sido sencillo dormirse. Aquel día no había luna, y aún así una luz sucia se filtraba desde la calle, procedente de una farola cercana. Aquel hombre parecía llenar la habitación de reflejos de color cobre. Ella se cambio sin hacer ruido y se tumbó junto a él, susurrándole "lo sientos" y sintiéndose miserable y luego helada. Se aproximó a él, sabiendo que no lo merecía, y dejó que su calor la acariciara. Él dormía, pero la rodeó con sus brazos de forma instintiva al notar su aproximación entre sueños.