Disclaimer: nada me pertenece, todo es de George Lucas (o Disney, ya que ha vendido los derechos), y yo no gano nada escribiendo.

¡Nervios! Es mi primer fic de Star Wars. Sed buenos.

La canción que inspiró este fic es Humanity del grupo Scorpions. Los seis versos que aparecen al inicio son de esa canción. Os la recomiendo.

{Humanity
Auf wiedersehen
It's time to say goodbye
The party's over
As the laughter dies
An angel cries}

Apagó la Luz. Se disipó como si solo fuese una lamparilla y alguien pulsase el interruptor. Quedaban los restos, partículas de un sol que amenazaba con apagarse, el fulgor de algo más grande que lucharía perpetuamente contra el manto oscuro.

El odio se quedó. La ira se quedó, también el miedo. Se quedaron la duda, la culpa y el dolor. Rencor, desprecio, celos. El miedo. La imperecedera sensación de miedo.

Se removió inquieto, quejumbroso, e intentó concentrarse en que las piernas que ya no tenía no le dolían en absoluto; pero alguien jugaba la carta de la ironía cruel y el daño persistía. Se encontró comparándose con el general Grievous, más máquina que hombre, y la idea lo empapó de un sentimiento gris.

—Todo ha sido por su culpa —masculló. La voz le sonó metálica e impersonal. Le pesaba hablar, como si antes tuviese que masticar las palabras—. Obi-Wan.

No conseguía arrancar la imagen de su maestro Jedi mirándole con algo similar a la lástima y a la decepción, hacia abajo, hacia él, mientras trataba de arrastrarse lejos de la lava de Mustafar. Al respirar aún sentía el fuego abrasarle los pulmones, la mano ardiente rasgar su piel y convertirla en poco más que un andrajo.

Era culpa suya.

Que no tuviese ni una sola extremidad de carne y hueso era decidida e indudablemente culpa suya.

Que no pudiese avanzar en su entrenamiento Jedi, culpa suya.

Que no confiasen en él para nada importante, posiblemente culpa suya.

Que el Consejo le ningunease, bueno, tal vez no fuese exactamente culpa suya. Windu jamás le había tendido la mano.

Que Padmé hubiese muerto…

—Es… —Las palabras se detuvieron en sus labios y no llegaron a pronunciarse.

Se puso en pie, todavía sin demasiada costumbre, y arrastró sus relucientes piernas nuevas. Solo podía presentir lo patético que resultaba. Alguna vez lo había tenido todo y no lo sabía. Aún lo ignoraba.

La había estrangulado. El sentimiento de culpa lo golpeó con una fuerza salvaje y dejó que el puño continuase haciendo presión. Algo así debió sentir Padmé cuando él alzó la mano y la privó de aire.

«No solo a ella» se recordó.

Había oído a esos oficiales, cuando pensaban que no eran escuchados, hablar del funeral de la senadora de Naboo. Había oído que miles de personas habían salido a la calle guardando luto y diciéndole adiós a la que había sido su reina. Adiós a ella y al bebé no nacido, muerto en el vientre. Y tras oírlos la ira lo había movido otra vez.

Había sido culpa suya, de Vader.

Se preguntó que habría opinado Padmé de su nueva apariencia, del contenedor metálico que lo mantenía con vida, y no tardó en obtener la respuesta.