¡Hooola! Después de muchísimo tiempo de estar desaparecida por problemas personales, he vuelto al mundo de los fanfics, con uno nuevo, obviamente, SasuSaku. A aquellos que leían "Aún Siguen Ahí" me apena comentarles que no lo continuaré, al menos por ahora. Lo cierto es que no lo hacía del todo sola, y ese fic me trae recuerdos que… En fin, no lo seguiré. No estoy diciendo que voy a abandonarlo, pero no lo renovaré durante un tiempo. Sepan disculparme.

Respecto a este, es una idea que había tenido hace un tiempo, al escuchar una canción de una banda llamada "Tan Biónica". Pensaba hacerlo con una pareja de Ouran High School Host Club (más precisamente, Mori x Honey) pero, irremediablemente, a Sasu y a Saku les queda mejor xD.

Lamió con su lengua cada centímetro de piel. Rozó con sus labios cada parte de su cuello. Acarició con sus manos cada parte de su cuerpo. Y guardó en el alma, todos aquellos momentos. Si, porque mañana, cuando el corazón doliera insoportablemente, servirían de ayuda. Cuando mañana, se sintiera desfallecer, el recuerdo de lo que ahora estaba sucediendo la ayudarían al menos a no tirarse por un séptimo piso. ¿Cuándo había comenzado aquello? ¿Cuándo había comenzado ese lento, y tortuoso suicidio? No lo recordaba. Seguramente en una de las muchas fiestas que se celebraron luego de su llegada. Sintió un cálido líquido en su interior y volvió a tocar el cielo con las manos. ¿Por qué? ¿Por qué ahora se sentía tan dichosa? ¿Por qué sonreía sin poder evitarlo mientras él la besaba? ¿Por qué tenía que ser tan jodidamente hermoso que él le hiciera el amor?No lo sabía. Aquel hombre de cabellos negros y mirada fría salió de adentro suyo y se acurrucó a su lado. Subió las mojadas sábanas y los tapó a ambos. Sintió sus ásperas manos en la cintura, y su varonil aliento en el cuello. ¡Maldita sea, por qué tenía que ser tan perfecto!

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Sakura Haruno, 23 años, salió de su casa con el bolso en el hombro y las llaves en la mano. Abrió la puerta de su Astrarojo y se preparó para ir a trabajar.

-Ok, Sakura, a empezar la maldita semana. –le dijo a la nada

No es que le molestara su trabajo, al contrario, sentía que ser médica pediatra había sido uno de los mejores regalos que le había dado la vida. Pero lo cierto es que costaba volver a ese edificio de luces blancas malas para la vista, recepcionistas dotadas de una peculiar mala onda y a penas media hora de descanso que sólo alcanzaban para picar algo y leer. Y no es como si leyera alguna interesante novela de Julio Verne, o al menos hojeara un poco el diario. Leía miles y miles de papeles, con datos precisos de miles y miles de pacientes, que iban desde simples resfríos invernales hasta complicados cánceres. Y lo peor de todo, es que era en niños. Detestaba enormemente ver un niño enfermo. ¡Pero qué se le iba hacer! Ese era su trabajo, y siempre lo daba todo para curarlos con el mayor cariño.

-¡Sakura! Al fin llegaste, te estaba buscando. ¿No sonó tu despertador, eh, frente de marquesina?

Uf, Ino. La chillona, autosuficiente y excéntrica Ino. Su mejor amiga. Estaba estudiando medicina, y, durante los últimos meses, había caminado por los pasillos de ese hospital atada a la tarea de seguir los pasos de un médico maestro. Dentro de todo era un respiro poder escuchar sus locas anécdotas y reírse de sus ocurrencias, pero hoy Sakura no se encontraba de humor para escuchar a nadie. Se había levantado con el pie izquierdo.

-¿Qué quieres, cerda?

-Nada, necesitaba contarte lo de ayer. ¡No sabés el bombón que me encontré en el bar! Era un morochito de ojos claros que bailaba como Chayanne, me invitó unos tragos y después fuimos a su casa. ¡Estaba buenísima! Tenía unas luces algo raras y…

Basta, pensó Sakura.

-Todo está muy interesante pero me espera un paciente. –mintió

Le dio un beso en la mejilla y se alejó casi corriendo. Llegó a su consultorio, donde se dedicó a ordenar un par de cosas y a prender el ventilador. Era pleno verano, y aunque llevara una musculosa, ese maldito delantal era más abrigado que una campera. ¿De qué mierda estaba hecho? Tocaron la puerta y vio como por debajo, asomaba un papel con un nombre. "Ayame Fujitaka" decía.

-El primer paciente-suspiró Sakura.

Se colocó algunas cosas en el bolsillo y gritó, entreabriendo la puerta:

-¡Fujitaka Ayame!

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El día había sido largo. En realidad, todos los lunes lo eran. Sin embargo, era ahora donde deseaba que siguiera siendo largo. Estaba terminando de guardar sus cosas en la mochila roja llena de pins, completamente sola. Y era ahora donde empezaba el sufrimiento. Durante el día, la visita constante de niños que revisar y recetar no la dejaban pensar mucho. Tampoco lo hacía mientras comía sanguches con coca-cola. Pero ahora, que se hallaba sola preparándose para irse, sin nadie que le hablara, y sin temas en la cabeza, era donde comenzaba el dolor. Ahora comenzaba a pensar en él. Porque lo hacía durante el día, ¡vaya si lo hacía! Pero no lo suficiente para que lastimara. Pero ahora era distinto, ahora, como todos los lunes, las lágrimas amenazaban con salir. Porque ahora, recordaba su figura escultural, su piel suave, su juguetona lengua y su mirada lujuriosa. Sentía sus manos en su cuerpo, atormentándola. Creía volver a sentir esas molestas mariposas en el estómago, pero ahora la quemaban intensamente. Y se apretaba el pecho con fuerza, como si eso pudiera calmarla.

-¡Frentesota!

Salió de sus pensamientos bruscamente. En la puerta, Ino, con la campera puesta y con una llamativa cartera colgada, la miraba con exasperación.

-Estoy hace más de veinte minutos aquí y no me has notado. ¿Nos vamos?

Sakura asintió levemente y se dirigió hacia su amiga. Saludaron a todos y caminaron en silencio hacia el estacionamiento, donde ambas subieron al auto de la pelirosa. El viaje transcurrió también en silencio. La rubia miró a su amiga con lástima. Sakura miraba la calle con cansancio y desesperación. De vez en cuando temblaba, pero seguía en musculosa. Cierto, estaban en verano, pero las noches en Konoha eran sumamente frías. Y no habían puesto la calefacción en el auto. Sin embargo, Ino no le decía nada. No conocía los problemas que atormentaban a Sakura hacia meses, pero tampoco quería saberlos. Ella le había dejado muy en claro que no pensaba hablar de ello y la ojiazul había aprendido a entenderla y ayudarla cuando podía. Guardar silencio ahora, era una forma.

Sakura dejó a Ino en su casa, la despidió con un beso y arrancó de vuelta. Estiró la mano hasta el asiento de atrás donde estaba su mochila, y sacó el mp4. Mientras se alejaba, pudo divisar la rubia cabellera de su mejor amiga y una mano moviéndose en un adiós. Sonrió como respuesta y la perdió de vista en la esquina. Se puso los auriculares, y buscó entre las muuuuchas canciones que tenía almacenadas hasta llegar a una en especial. No se sentía en humor de escuchar otra cosa.

Te miraba, me veía…

La voz masculina cantaba en sus oídos, oía la batería que tanto le gustaba. Veía pasar las casas, y las luces fluorescentes de los negocios. Lentamente, una lágrima recorrió su mejilla.

Y a veces, pienso, cuando me quedo solo.

La secó rápidamente, casi con vergüenza. Recordó su hermoso rostro de ojos y cabellos negros, sus facciones duras, sus músculos bien marcados. Su elegancia al vestir, su ronca voz. Sintió esa misma voz en su oído, susurrándole las obscenidades que tanto la excitaban. Se dio vuelta, no había nadie. Estaba volviéndose loca.

Te extraño, te lloro…

Esa parte que tan mal le hacía. Esas frases que parecían amoldarse a su vida misma. No lo pudo contener más. Una lágrima más, dos, tres, cuatro, ¡cinco! Las sentía recorrer su piel y enfriarle el cuello, dejando un gusto salado en sus labios. Cerraba los ojos con fuerza, intentando pararlas. Pero cuando lo hacía, veía en la oscuridad su maldita cara, y tenía que volver a verlos para no gritar del dolor.

Cuando llegó a casa, no había nadie en la calle. Como siempre, guardó el auto en la cochera, mirando hacia atrás con paranoia. Era bastante miedosa, pero lo que temía no era que aparecieran ladrones dispuestos a matarla para quitarle su Chevrolet. Es más, quizás morir sería bueno si el recuerdo de él y de sus traicioneras caricias dejaba de torturarla. Lo que temía es que él apareciera, recortándose en la oscuridad, dispuesto a hacerla suya allí mismo y volver a destrozar su alma una vez más. ¿Temía a los violadores? No. Él no era un violador. Porque ella le permitía todo, porque jamás había hecho nada que ella no hubiera deseado. Porque cuando tenían sexo, lo tenían los dos. El problema es que para él era sexo, sexo y nada más. Y ella, como una completa idiota, se había enamorado. Si, tenía que ser eso. ¿Cómo explicaba sino, que su ausencia e indiferencia le dolieran tanto? Era amor lo que sentía por ese bello playboy.

Metió las llaves en la puerta celeste, y la enorme cabezota de Misa de Death Note se movió en su llavero. Abrió, e, inmediatamente, una amarillenta luz penetró sus ojos abatidos.

-Hola amor-oyó.

Sintió un par de brazos musculosos, y unos labios húmedos estrellarse en su frente. Sonrió por la calidez que recibía luego de tanto frío pasado.

-¿Tuviste un buen día?

Miró sus ojos, esos ojos azules y dulces que no profesaban nada más que amor. ¡Qué nada que ver tenían con la locura que su mente sentía! Y que no merecían para nada lo que ella les estaba haciendo.

-Más o menos. No tuve enfermos graves, y volvió a visitarme Ayame. –hizo una pausa-Pero me he sentido demasiado mal y me ha dolido bastante la cabeza. No veía la hora de estar en casa.

Vio un brazo estirarse detrás suyo y oyó la puerta cerrarse con brutalidad. La persona que tenía enfrente y que aún la mantenía abrazada la miró con pena y le sonrió amablemente.

-Entonces comienza a alegrarte, porque he preparado mis célebres pizzas-comentó sonriente.

Sakura tragó saliva, y obligó a su corazón a revivir un rato y dejar de preocupar a aquel muchacho que tanto quería, al menos durante la cena.

-De acuerdo, Deidara-sonrió juguetona-Pero espero que me gusten.

Sintió como una mano revolvía sus cabellos y los musculosos brazos dejaban de aprisionarla. La figura del muchacho de largas y rubias cabelleras desapareció por la puerta de la cocina, y ella caminó hasta su cuarto. Allí dejó la mochila tirada, y se recostó sobre la cama. Apretó la almohada con fuerza, tanto que, si esta respirara, ya la habría matado. Ahora lloró con fuerza, dejó de contenerse como lo hacía en el hospital, en el auto, con Ino y con Deidara. Mordió sus labios hasta que sangraron, ahogó los gritos tratando de no ahogarse ella. Sentía como su cuerpo se estremecía y como dolía la madera que pateaba de la bronca.

-¡SAKURAAA!

Los gritos de Deidara interrumpieron su llanto. Corrió hacia el baño para lavarse la cara e intentar vanamente borrarse las ojeras con agua. Cuando creyó que su rostro había quedado más o menos normal, se dirigió al comedor.

-Umm, huele bien-habló gustosa.

Se sentó al lado del muchacho rubio, quien le sirvió un pedazo de pizza. Si, estaba realmente rica. Bien derretida la muzzarella, bien picante la salsa, fría la aceituna y finita y crocante la masa. Como a ella le gustaba.

-Admito que son una delicia.

Deidara sonrió y ella le devolvió el gesto. Si, el joven se había esmerado. Se esmeró ella también en comer más de lo que su estómago cerrado le permitía, se esmeró en dibujar un rostro sonriente y se esmeró en seguir el hilo de las conversaciones y comentarle cosas del hospital y de su día. Se esmeró para fingir que se hallaba bien, que su interior no estaba pudriéndose y que él no se preocupara demasiado. Porque él no tenía la culpa de las idioteces que ella cometía, y él no merecía las idioteces que ella le estaba haciendo, sin que él lo supiera.

Cuando terminaron de comer, Sakura recogió los platos, los lavó, secó y guardó, ya que hoy había cocinado él. Se fueron a dormir, se acostaron juntos. Se miraron con amor (el de Sakura fingido) y apagaron las luces. Sintió sus manos suaves rodear su cintura, tan diferentes a las manos ásperas que ella anhelaba sentir. Que ayer mismo había sentido. Respiró sonoramente, intentando no llorar. ¡Por qué, por qué no era con él con quien se acostaba todas las noches! O, ¡por qué no amaba a Deidara tanto como lo amaba a él, tanto como Deidara merecía ser amado! Por que todo era tan injusto…

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La semana pasó lenta. En ningún momento dejó de pensar en él. Nunca, jamás. Su alma se iba consumiendo de a poco, pero se alegraba más contando los días que faltaban para el viernes. El viernes se fue más temprano del trabajo. El sábado salió a bailar con Ino y las chicas. El domingo al mediodía fue a una reunión en el hospital. Cuando Deidara se fue para no regresar durante 24 horas, ella salió de casa. Se vistió lo más linda que pudo, se maquilló de manera suave pero notable. Peinó su sedoso y excéntrico cabello, se perfumó con el perfume que él le había regalado. Aquel Ciel de botella rosada, con aroma a flores de cerezo. ¡Cómo la conocía, como sabía que ella adoraba ese aroma!

A las diez en punto, un BMW negro de vidrios polarizados se estacionó frente a su casa. Ella salió, temblando por los nervios, a recibirlo. Y ahí estaba él. Estaba apoyado en el capot, y la puerta del acompañante se hallaba abierta. Traía unos jeans oscuros, unas zapatillas blancas. Una remera también blanca que marcaba sus músculos, con un escote en V que dejaba ver el principio de su torso perfecto. Sakura se sonrojó como una niña pequeña mientras caminaba lentamente hacia él. Cuando la notó, la observó de arriba abajo sin tener vergüenza, haciendo que la pelirosa se sonrojara más. Luego de estudiar sus piernas, sus caderas, sus cinturas y sus pechos clavó su negra mirada en sus ojos jade. Ella bajó la vista avergonzada. ¡Qué estúpida se sentía! Sintió unos pasos, y unos brazos que la aprisionaban por la cintura. Que distintos eran a los de Deidara… Sintió que una mano levantaba su rostro para que volviera a encontrar su mirada, cargada de lujuria. Que distinta era a la de Deidara… Su cara se acercó a la de ella, cerró instintivamente los ojos. Sintió los labios de él sobre los suyos moverse con deseo. Que distintos eran a los de Deidara… Sintió la lengua que entraba lentamente, y comenzaba a bailar con la suya. Que distinta era a la de Deidara… De pronto sintió unas ganas inmensas de tirarse encima suyo y suplicarle que la hiciera suya, aunque eso significara dolor para el día siguiente. Sintió las manos ásperas acariciar su espalda debajo del vestido, las sintió también presionar su trasero y acariciar sus piernas. Sintió el miembro de él poniéndose rígido a medida que sus besos se volvían más feroces…

-No creo que sea buena idea hacerlo aquí-le gimió Sakura en el oído- Vámonos a tu departamento.

De pronto él se detuvo. La agarró de la mano como si de una chiquilla se tratase y la metió dentro del auto. Sakura se puso el cinturón de seguridad y arrancaron a toda velocidad.

-Oh, por cierto, no me has saludado-bromeó la ojijade- Hola, Sasuke-kun.

-Hmp-le respondió él.

Llegaron a un edificio, donde Sasuke estacionó el auto. Bajaron casi corriendo y casi corriendo subieron las escaleras, sin ganas de esperar el maldito ascensor. No era como si el departamento de Sasuke estuviera muy alto. Cuando entraron, Sasuke cerró la puerta y revoleó las llaves hacia algún lugar. Rápidamente, tomó a Sakura nuevamente por la cintura. Volvió a besar sus labios, con desesperación. Bajó hasta su cuello, lamiendo y mordiendo. Sakura soltaba pequeños gemidos. La guió hasta la cama de dos plazas, y allí la acostó. Se posicionó sobre ella sin aplastarla, y volvió a besar su cuello, dejándole marcas rojas. Bajó más todavía dejando un camino de saliva, llegando hasta el comienzo de los senos. Con una mano los acarició sobre la tela del vestido mientras con la otra presionaba su perfecto trasero. Los gemidos de la pelirosa eran cada vez más audibles. La erección de Sasuke era cada vez más notable. Con una juguetona mano Sasuke desprendió el vestido de Sakura en cinco segundos. Pasó sus dedos sobre la tela de las braguitas blancas, mordió uno de los pezones sobre la tela del sujetador blanco. Acarició el otro con la mano libre. Mientras el sudor aumentaba en su cuerpo, mientras su respiración se aceleraba, mientras las caricias y los besos la torturaban, Sakura gemía y gemía el nombre de Sasuke. Sabía que al día siguiente extrañaría todo eso, sabía que aquellas placenteras caricias la estaban arruinando. Y recordó la canción que el lunes cantó llorando, y que cantaba todos los malditos días esperándolo a él. Y a su mente vino una y otra vez, como siempre, la misma frase.

¡Qué lindo arruinarse con vos!

¿Y? ¿Qué tal? Díganme si les ha gustado. Hay algunas cosas que quiero aclarar por si no se entendieron, las que marqué en negrita.

Astra: Es un auto de Chevrolet, mi auto favorito. El de Sakura vendría a ser este [.com/img/chevrolet/2005-Astra_GSi_2.0_16V/chevrolet_2005-Astra_GSi_2.0_16V-010_]

Musculosa: Así es como se llama a las remeras sin mangas en mi país, no se si será igual en otros lados.

Pins: Ey, saben lo que es esto, ¿no? Las cositas con imágenes que uno cuelga en la mochila xD

Sanguches: O sándwiches, como quieran llamarle ¬¬

Cochera: Allí se guardan los autos

Bronca: Enojo, frustración.

Capot: Es la parte de adelante del auto, aquello que uno tiene que levantar cuando se avería el motor xD

Bueno, ojalá les haya gustado este primer capi ! Besos y feliz mundial para todos! ^_^