Serie de Drabbles: Fic para el Mini-reto estacional del foro ¡Siéntate
Los personajes aquí utilizados no son míos, son de la maravillosa Rumiko Takahashi.
Los drabbles no tendrán orden cronológico.
Me tocó: Primavera y Asombro
Advertencia: En este capítulo no se toma en cuenta el contenido en la película de Inuyasha que relata el pasado de los padres de Inuyasha.
Los ángeles siempre pueden ser más bellos.
Para una joven princesa la vida puede ser dura, siempre hay obligaciones que cumplir y debes actuar de acuerdo a un código. Pero a Izayoi la vida siempre le había sonreído, en gran parte gracias a que ella siempre estaba sonriendo. Era amada por su pueblo y su padre veía con gran orgullo como su hija se preocupaba por cualquier ser viviente que respirara o incluso, aunque no lo hiciera. Ella era mejor incluso que los hijos varones de varios terratenientes en otras aldeas, era hermosa y tenía un corazón lleno de pureza.
El padre de Izayoi nunca quiso comprometerla. Siempre deseó que su hija encontrara el amor por si sola y estaba seguro de que debía ser un hombre fuera de lo normal para que su bella hija se fijara en él. Sólo esperaba el día en que su hija le anunciara con una radiante sonrisa que había conocido al hombre con quien quería vivir hasta el fin de sus días.
Izayoi era feliz, pero dentro de su corazón sabía que deseaba algo más. El ver felices a los aldeanos y ayudar tanto como podía le provocaban una inmensa alegría, pero algo faltaba, algo que le dejaba un pequeño hueco y que nunca lograba llenar del todo. Aun así siempre miraba con dulzura.
Esa fue la sonrisa que atrapó al que sería su señor. Toda esa ternura, siempre tan expresiva, nunca se callaba lo que pensaba aunque siempre hablara con un tacto tan suave como la caricia de una mariposa.
La historia de amor de Izayoi no fue como un cuento de hadas y ella lo sabía. Tardó poco más de dos años en compartir con InuTaisho todo lo que guardaba en su alma y cuerpo. Sufrió una rabia y dolor enormes al enterarse de la propia boca de su amado de que ella no era la primera mujer en su vida, pero lo perdonó porque en sus ojos dorados encontraba solo amor para ella. Vio con tristeza como su padre y su pueblo parecían darle la espalda al enterarse de que el hombre que amaba era un demonio, a pesar de eso su padre la estrujó con ternura y dio su bendición al ver la infinita felicidad de su hija, poco después su padre enfermó y murió sin haberse arrepentido de nada. Su pueblo decía odiarla, pero ella siempre supo que era sólo preocupación. Lo importante era que ahora su corazón estaba lleno.
Y fue un día de primavera cuando sintió que su corazón iba a estallar de gozo. Los pétalos de los árboles de cerezo adornaban con una alfombra el suelo por el que pisaba, su kimono arrastraba y ella caminaba lenta pero decididamente hacia InuTaisho, quien la esperaba pacientemente bajo un árbol de imponente tronco.
—Mi Señor— Izayoi tomó las manos de su esposo y lo miró con ternura. En su rostro había un notable sonrojo y sus ojos brillaban más que de costumbre.
—¿Qué pasa Izayoi?— El albino ya se esperaba la respuesta de su mujer, por eso es que había permanecido tranquilo, hasta que la vio. Se asombró de ver lo hermosa que estaba, sus mejillas sonrosadas, sus ojos brillantes, la piel tersa y el natural tono carmín que ahora decoraba sus labios. Estaba estupefacto de lo que lograba hacer el embarazo en las mujeres, o quizá, era él quien veía espectacularmente hermosa a Izayoi. Sonrió y abrazó con fuerza a la delicada mujer en cuanto ella le dio la noticia, y pudo observar como varios pétalos de cerezo caían presurosos sobre el largo cabello negro de su amada. No. No era sólo su amor queriéndolo engañar. Era verdad, y, aunque le sorprendiera al mundo, esa mujer podía lucir incluso más bella y angelical.
