DIEZ CLASES
Solo fueron necesarias diez clases para enamorarme de ti, quizás fueron tus quejas continuas, quizás tu rostro sabio de adolescente o tu vivaz vida amical que impulso a que este corazón de hombre te dedicara palabras de amor.
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Los salones de la Academia cerraron en las narices de varios chicos que acababan de llegar tarde. Molestos por las circunstancias se limitaron a gruñir y maldecir todo a su paso, sobre todo a la encargada de cerrar las puertas. Bufidos y gritos se dejaban escuchar entre la maraña de gente molesta. Entre esos muchachos malhumorados, apareció un joven de largos cabellos blancos.
—¡Profesor! Que sorpresa.
—Buenos días chicos, chicas —respondió el susodicho abriéndose paso entre los alumnos.
—Profesor —lo detuvo un grupo de alumnos—. Nosotros somos del Anual 02, ¡Nos toca con usted! Por favor, dígale a la señora Kaede que nos deje pasar, ¡no estamos tarde!
—¡Es que el tráfico, profesor!
—Hoy estuve en el hospital, ¡tenía cita!
El profesor solo atinó a negar con la cabeza rápidamente y excusarse con el alumnado para evitar más problemas innecesarios. Él llegó, apurado, a la oficina de la dirección; saludó formalmente y disparó hacia su salón sin dejar de ver su reloj.
Estaba más que tarde, ya empezaba el nuevo ciclo y justamente tenía que enseñar en un Anual. Normalmente, era costumbre ya, que enseñara a un nivel superior, por así decirlo. Es decir, enseñaba a un semestral o un repaso, como mínimo. No es como que su curso fuera especialmente importante… o al menos es lo que siempre decían sus colegas, quienes enseñaban cosas más "importantes" como lo eran trigonometría, algebra y hasta psicología.
—Genial, para la próxima voy a poner tres alarmas…
Él era tan solo un profesor graduado de la universidad a los veinticuatro años que rápidamente consiguió un trabajo ejerciendo su profesión. Literatura.
—Buenos días.
El alumnado al ver al profesor ingresar al aula se sentaron en sus respectivos asientos, todos en silencio.
—Mucho gusto con todos —el profesor tomó una tiza y empezó a escribir con parsimonia en la pizarra—. Mi nombre es Inuyasha Taisho y voy a impartirles el curso de Literatura durante este ciclo.
El profesor Inuyasha volteó su cuerpo para ver con una sonrisa tranquila a todos sus alumnos. Entre ellos era claramente identificable a una muchacha de cabello pelirrojo que no dejaba de pintarse las uñas. También estaba un muchacho que se pasaba papelitos como un adolescente con una chica que probablemente era su enamorada.
E incluso había una señorita de cabello negro que lo miraba atentamente.
Eso lo sorprendió un poco. Tenía fama de hablar un poco bajo y por ende las personas lo ignoraban con facilidad, no es que a las personas les interesara literatura, era común que fuera el último curso por estudiar, eso él lo sabía muy bien, en su momento lo había vivido, lo único diferente era que tenía un afán por los libros y narraciones extensas que sorprendía a muchas personas. Tanto que terminaron por convencerlo de estudiar literatura.
Crimen y castigo fue uno de sus primeros libros. Cien años de soledad el segundo y Los tres mosqueteros su tercer libro. Todos completos. Probablemente sus libros favoritos hasta que muera.
—Por favor saquen sus libros —los que estuvieron atentos, obedecieron, el resto empezó a platicar ignorando que había un profesor en el salón.
Inuyasha soló suspiro. Sus colegas le habían metido la idea de que literatura era solo para perdedores, que ni siquiera tenían idea de porque ese era tema de preguntas en un ordinario. Que Inuyasha era lo suficientemente idiota como para enseñar algo que en la secundaria ya estaba inculcado en los demás.
Era una idea que ya estaba en su mente, y por alguna razón creía de verdad, que ellos estaban en lo correcto. Sin embargo, eso quitaba el hecho de que adorara la asignatura que impartía.
Inuyasha escribió alrededor de media hora en la pizarra hasta llenarla, era una costumbre que tenia, hasta quizás una manía el hecho de no dejar espacios en blanco; era algo curioso… por no decir muy curioso.
—Muy bien, vamos a empezar la clase, les pediré que pongan sus celulares en vibrador para no interrumpir y si necesitan permiso para los servicios solo alcen la mano.
Un muchacho levantó la mano.
—¿Puedo ir a los servicios?
—Sí, claro – suspiró Inuyasha. Cuando el chico salió retomó su clase.
—Eh, en esta oportunidad vamos a empezar con clasicismo griego. Me imaginó que la mayoría ha debido de escuchar el nombre de Homero que anda en polémica.
Todos asintieron.
—¿Alguno ha leído La Ilíada o La Odisea?
Todos levantaron la mano.
—Me refiero a que, si la han leído, la obra entera.
Esta vez solo una chica mantuvo su mano alzada. La pelinegra que había estado atenta desde el principio. De alguna manera siguió sorprendiéndolo.
—¿Cuál es tu nombre?
—Kagome.
—¿Has leído ambas o solo La Ilíada?
—Ambas.
Inuyasha asintió con aprobación.
—¿Has leído alguna otra?
—Solo La Orestiada, Edipo Rey, La Eneida y La Teogonía.
Al fondo se oyó un silbido y un grito "¿Nada mas?" con tono sarcástico. La joven pelinegra solo sonrió divertida mientras el resto de personas reían suavemente.
—Ciertamente has leído varias obras conocidas del clasicismo. Muy bien.
—Gracias —sonrió tímidamente Kagome.
—Sigamos con la clase.
Por el resto de hora y media que faltaba Inuyasha no pudo despegar su atención de aquella muchacha de ojos chocolates, ella tendría alrededor de veinte años quizás, era muy linda, de figura esbelta pero sobre todo, tenia apariencia de ser inteligente. De su mochila había sacado un libro muy grueso de literatura con todas las obras, resúmenes y datos relevantes para la clase.
Ella hacía preguntas muy interesantes y siempre anotaba cualquier dato suelto que él daba. Tenía una agilidad increíble.
Cuando la clase acabó se dio cuenta de que había hecho la clase pensando en aquella chica. Tuvo que reprenderse a sí mismo inevitablemente.
—Disculpe.
Inuyasha pasó la cinta de su maleta por sobre su hombro y volteó. Era ella.
—Eh, tenemos una consulta.
—Claro díganme —recién entonces se percato de que junto a ella estaba la chica pelirroja que se pintó las uñas y jugó con su celular durante toda la clase.
—Es sobre la polémica de Homero. En el caso de que pregunten en el examen de admisión sobre su procedencia…
—Oh, realmente no vendrá eso —sonrió él—. Las preguntas sobre su existencia son bastante conocidas, ya saben, hay muchas teorías sobre eso. Así que las universidades no pueden preguntar algo que está en discusión. Seria irrelevante.
—Muchas gracias. Teníamos esa duda.
—Está bien, no se preocupen por eso, no va a venir.
Inuyasha sonrió sinceramente y se retiró del salón sin mas preámbulos, Kagome y la mujer pelirroja, que ahora mascaba chicle, regresaron a sus asientos a esperar al próximo profesor.
—Kagome ¿eh? —suspiró Inuyasha.
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Review?
Editado: 14/04/2019
