ESCARLATA—

Por Zury Himura


Gracias a Ed, Sele y May por su ayuda. Con varios cambios viene un fic diferente. Espero que sea de su agrado, que disfruten

Disclaimer: los personajes no me pertenecen.


SCARLET

SUNRISE AND THE NIGHT SKY

"Kaoru era una joven que a su corta edad había aprendido bastantes cosas sobre la vida, pero también, gracias a estas había conocido el más grande tesoro que pudo llegar a apreciar. Sin embargo, las personas cambian con el tiempo, ya sea para bien o para mal"

Capítulo 1

Era una de las varias veces que podía recordar tocar esa piel, suave y tersa bajo su tacto. Tan cálida que insistía con volverla su nido cada vez que quería recostarse y posar su mejilla solo para sentirla. La blancura de ésta, su fragancia delicada, tenue y discreta, volvía sus respiraciones suspiros y, sus descansos sobre ella, acciones consientes para llenarse de ese recuerdo cada vez que tenía la oportunidad.

Podía descansar en ella con una sonrisa dichosa sintiendo cada palpitación que retumbaba contra su oído, como una orquesta melodiosa dedicada sólo a su persona. Ahí, era su refugio, donde cerraba los ojos como gesto necesario o un requisito para sentirse en casa volando en esa nube suave semejante a la seda a través del tiempo. Aunque no se comparaba lo material con lo más vívido que acariciaba, los roces de su mano experimentaban la perfección y su silueta, descubriendo tal suavidad que no podía creer que fuera un cuerpo humano el que tocaba.

Ahora, que si hablaba de los demás rasgos que la enloquecían, tendría que decir que eran los menos prominentes, pero los que solo ella conocía. Al principio, cualquier persona lo notaría por su largo y hermoso cabello, que era lo que más llamaba la atención. Un distintivo único y bello, algo como: ¡hey, mírame que aquí estoy y este es mi cabello! Sin embargo, si lo ocultábamos bajo una gorra o lo sacábamos de la ecuación, lo que le seguía contemplar era ese color miel de sus ojos. Uno claro que al exponerse en un día soleado parecía como si se trataran de dos gemas hermosas que habían sido sacadas de sus estuches.

No obstante, si le poníamos unos lentes de sol, entonces podías enamorarte de su rostro. Uno con facciones delicadas y perfectas que te orillaban a envidiar cualquier tipo de alimentación o tratamiento que el chico seguía. Luego, se tenía que hablar de su cuerpo, que, aunque era delgado podías distinguir las bendiciones, a través de la ropa, de tener una figura bien proporcionada y disimuladamente marcada por las horas de trabajo en las que él laboraba.

Sin embargo, y a pesar de todas estas cualidades, se sentía dichosa de decir que conocía más allá de lo que otras podían degustar a simple ojeada. Como, por ejemplo, tenía el privilegio de enlistar las cosas que le volvían la cabeza un caos, o las que deseaba tocar cada vez que entraban en su rango de visión. Desde los detalles más emocionales hasta los más carnales.

Entre estos, estaba un lunar en el costado de su dedo índice, u otro que se encontraba por el collar de su pecho. Ese puntito diminuto que de tan solo imaginarlo quería besar y acariciarlo. Luego, estaba el canal de su espalda trabajada. Aquel que surcaba a lo largo y que dejaba bien en claro la firmeza de sus músculos al estar bien definido. Bueno, y ya que si hablaba de su espalda… ¿por qué no hablar de su espalda baja? Esas dos hendiduras localizadas en esa parte inferior, que podía ver cuando se quitaba la camisa, le provocaban fantasías por el simple hecho de existir en esa locación.

También, ¡¿qué podía decir de su cadera?! Amaba sus huesos pélvicos cuando se marcaban en sus pantalones mientras que sutilmente los rastros de sus músculos apenas nacientes aparecían por aquí y por allá en su parte superior. Ah, ¡¿qué más podía agregar que no fueran detalles tan minuciosos?! Era una mujer enamorada, desde los pequeños cabellos pelirrojos en la base de su nuca, hasta la elegancia en la curvatura de su pie. Sí, aunque pareciera un fetiche no lo era. Simplemente había aprendido a valorarlo grabando cada detalle en su mente.

Y, aunque era optimista y creía que su relación duraría por mucho tiempo pensaba que era bueno guardar detalles que le recordaran a él. A su piel y esencia, para así conmemorarlo durante el día, cuando estuvieran separados.

Por otro lado, su actitud y buena voluntad era lo que le había atraído también. Desde su nobleza e ingenuidad en cada uno de sus actos desinteresados, hasta la inteligencia y sabiduría que a su edad demostraba. Entre aquellas virtudes se encontraba su sentido del humor. Pues, a pesar de ser el sueño del novio ideal de cualquier joven, a su edad, su estética y lo codiciado que era, su forma de ser no concordaba con todo lo vano que poseía. Decía cosas graciosas, bobas e interesantes que le hacían querer pasar más tiempo a su lado. Por su humildad y diferencia, entre todos los demás, hubo muchas que quisieron que anhelaban en estar en sus zapatos.

Sin embargo, si se trataba de él, no todo era perfecto. Si necesitaba decir algo por lo que la gente adulta, como alguien que ella conocía, lo rechazaba, era por su estatus sencillo. Sus bolsillos no siempre estaban llenos, su simpleza al vestir o al arreglarse a veces dejaba que desear. Y, su esfuerzo para poder seguir con la escuela mientras trabajaba era otro 'pero' que en el mundo de los adultos se criticó, dejando de lado que se referían a un joven, cuyos padres se habían ido. Lo menospreciaban porque sabían que nunca tendría los medios para hacer algo grande, que se quedaría estancado en el camino cuando sus fuerzas y motivación se acabaran. No tendría nada que ofrecer en un futuro y sería alguien al que todos podían olvidar. Alguien que el tiempo alejaría.

Aunque, no para ella. Él simplemente era perfecto ante sus ojos. No necesitaba recordarlo por sus logros materiales sino por lo que era. Por todo lo que le conformaba; un ser humano que se esforzaba cada día y que amaba la vida venciendo las adversidades. Por eso, y solo por lo que significaba se había atrevido a desafiar a todos. Incluso a sus propios sueños.

Primero, lo había visto en la escuela y posteriormente había hablado con él. Aunque fue hasta el día en que el coche de su amiga necesitó de una mano para volver a la calle, cuando fueron al taller donde él solía trabajar como asistente, como trabajo de medio tiempo. Desde ese día, después de conocer su gentileza, lo visito frecuentemente y también fue visitada por él.

Sus mundos habían colisionado, o así era como lo llamaba su madre la cual se creía de la alta sociedad cuando su padre solo ganaba el suelo de una familia promedio. ¿Se reía? Claro que se reía de la ironía de la vida. Porque las apariencias solo eran importantes hasta que después ambos adultos empezaron a ejercer y sus presunciones se volvieron realidad.

Pero para ese entonces, era demasiado tarde. Ese chico tímido que quedaba con la melena alborotada luego de despertar o cuando salía del trabajo, tenía sueños que la incluían. No solo se visualizaba con ella en un futuro, sino que su meta era una de las más nobles; era salvar vidas. Medicina tal vez o algo relacionado con asistir a los demás.

Sus logros futuros no hicieron más que embelesarle el alma con ilusiones de estar a su lado. Permanecer ahí hasta verlo triunfar, con esa sonrisa tonta mientras caminaba con ese paso elegante suyo para recibir cualquier premio por su esfuerzo. Deseaba estar ahí de verdad. Anhelaba ese camino junto a él al saber su dedicación y perseverancia. Porque estaba segura que lograría grandes cosas y sería el mejor que conocía.

Por la certeza en ese futuro y sus promesas, se entregó a él sin dudarlo. Una que otra vez cuando se podía escapar de su madre para jugar a ser una adulta a sus diecisiete años de edad. En mutuo acuerdo, ambos se dieron el alma y juraron amarse en espíritu hasta que la muerte los separara, entre sus murmuras después de hacer el amor.

¿Podía llamarse un matrimonio espiritual?

No lo sabía, pero era así como habían logrado tener esa relación estable y de ensueño que siempre deseó. Pero, fue hasta unos meses después que todo cambió.

Su calendario seguía tachado en varios días en los que no había recibido ninguna clase de respuesta de su cuerpo para saber si estaba embarazada o no. La ansiedad de los exámenes de la universidad y las respuestas de las becas de su novio la estresaban y, sobretodo, aumentaban esa preocupación. Para resolver sus dudas, compró pruebas caseras obteniendo varios positivos.

Su madre fue la primera en enterarse y de la que temió mucho más. Sin embargo, tenía razón en una cosa que le había dicho: ¿acaso era capaz de destrozarle la vida y oportunidades de un posible futuro a ese joven? ¿Podía, de verdad, amarrarle la vida con otra vida que los haría feliz…o solo a ella?

Considerando todas sus dudas y, con planes de ocultarlo, habló con él haciendo pasar su plática como una casual e inofensiva.

—¿Cuantos hijos te gustaría tener en un futuro, Kenshin?

—Ninguno. No quiero pensar en eso por el momento —contestó sonriente muy en el fondo creyendo que serían comprendidos sus motivos—. Porque primero quiero hacerme un hombre digno de una familia —la que sé que me darás cuando estemos listos. Un hombre digno de ti, que tenga que ofrecerles a ti y a mis hijos, quiso decir. Pero por lo mismo, por su actitud tímida calló pensando que con lo que había dicho era suficiente en una pregunta como esa.

—Ah, ya veo —sonrió ella acariciándole su hombro—. Entonces… deseas estudiar y terminar tu carrera. Esa es tu prioridad…

—Pues no es mi prioridad —eres tú, se repitió mentalmente acariciando la mejilla de su novia—. Pero es la única forma en la que puedo estar a tu… —guardó silencio al ver en escena a la madre de la pelinegra, tomándola del brazo mientras le decía que debían volver a casa y que ya había escuchado suficiente.

¿Suficiente? Pensó, peguntándose sobre lo que hablaban. Pero con el guiño de la pelinegra, le restó importancia al asunto y solo agitó la mano desprendiéndose de ella. Era una de las muchas rabietas de su madre al encontrarlos nuevamente juntos. Así que ese día, para él, no fue nada nuevo.

Aunque el secreto había sido guardado por su madre, ella y su mejor amiga. No fue tan tarde cuando su novio, o lo que fuera que eran, empezó a evadirla. El shock en su cara tardó en borrarse tal vez por días. Pero cuando lo encontró, cuando por fin lo había encontrado planeaba lo que jamás había pensado.

Con tristeza en el rostro se puso de pie, envolviéndose en las sabanas mientras buscaba su ropa interior. No quería que viera las pocas libras que había ganado. Ni tampoco la inseguridad que tenía antes de dejarlo ir.

Esa era la última vez que lo vería. Su madre no solo quiso que su traslado de escuela fuera antes de visitar otra clínica en el extranjero, sino que esperó hasta las vacaciones y exámenes de ingreso para acabar con esa relación. Antes de que de la verdad se proyectara en el peso de un embarazo realizado.

Titubeante, dejó una carta sellada a un lado junto a un par de fotos tomadas por la mano de su madre. Era ella abrazada a un modelo, pagado para una sesión de fotos. No era nada de drama, solo una prueba que necesitaría para acabar con eso más rápido. Con esas fotos no sería buscada nunca más y, así, ambos vivirían felices.

Y es que su madre había tenido razón en varios aspectos. Mientras se equivocaba en la parte donde decía que él solo la buscaba por conveniencia, acertaba en otras cuestiones. Como por ejemplo: no tenía el dinero suficiente para hacerse cargo de una familia. Y si lo hacía, lo cual estaba segura que haría, entonces tendría que renunciar a su sueño por siempre. Y no solo eso, si era objetiva, ambos terminarían estancados por la fiebre de un amor inmaduro. Pero… que siempre fue verdadero.

Por una parte, a ella no le importaba tenerse que quedar de ama de casa en lo que el bebé crecía. No obstante, no podía hacer tampoco eso. No jugar con el futuro de alguien que había sufrido desde siempre y que también ella veía un tanto incierto.

Separados, tal vez, podrían hacer grandes cosas de su vida. Él llegaría a ser un gran doctor si se mantenía solo, y ella... Bueno, ella, con la ayuda de sus padres llegaría muy lejos en la carrera que eligiera. Entonces...si era su destino volvería a verlo y ambos se saludarían y felicitarían por todo el esfuerzo y sacrificios.

Sí, así seria.

Volteó a verlo una última vez, dejando su pluma favorita a un lado mientras hacia un nudo en la camisa que había perdido un botón durante su encuentro. Rápidamente y antes de que despertara posó un beso sobre su frente, saliendo de puntillas antes de ser descubierta.

—Hasta luego, Kenshin —suspiró con lágrimas en las mejillas—. Sé que lograras tus sueños, serás grande y algún día te veré en la cima del mundo —gimió antes de cerrar la puerta, esperando que al despertar lo primero que leyera el chico fuera esa carta cínica en donde le «confesaba» su «infidelidad».

Ojala y eso fuera todo lo que tuviera que hacer para ser olvidada. Porque su cuerpo su alma y mente siempre recordarían que fue suya.

II

Había pasado más de un mes en el extranjero. Su físico no había cambiado mucho, más que un par de kilos por las hamburguesas que había comido constantemente. De ahí, sólo seguía en espera de los dichosos síntomas de embarazo, que se habían hecho ausentes desde que… bueno, nunca los había tenido. Lo cual le hacía preguntarse si Kenshin los sentía, ya que era un mito, pero posiblemente verdad de que los hombres a veces compartían el sufrimiento de la mujer.

Y, en ese caso, seguramente todos los malestares estaban siendo lidiados por el pelirrojo.

Impaciente, movió los pies chocándolos contra el banquito del consultorio. Era la segunda visita a su doctor, el cual había insistido en hacer más exámenes al encontrar algo extraño en su embarazo la última vez. Aunque había entrado en la universidad de la elección de su madre y ese día era su segunda semana de asistencia, había encontrado tiempo para atender esos asuntos que no la habían dejado dormir por bastante tiempo.

—Ah, señorita Kamiya —el doctor entró hojeando varios papeles en sus manos como si tratara de constatar lo que leía.

Su respiración se detuvo y apretó los dedos en las sábanas blancas que cubrían sus piernas. Quería saber los resultados del ultrasonido y las muestras de sangre. Aunque le habían informado un poco, era su madre la que había tenido la discusión con los doctores al ser ella una menor de edad. Aunque fuera por los últimos días.

—¿Sí, doctor?

—Lo siento, pero parece que hemos encontrado una anormalidad en tu sistema. Esto ha causado los anteriores síntomas de lo que pareció ser un embarazo, por eso necesitamos operar ahora mismo. Por eso llamamos a tu… —El hombre torció la boca dejando los papeles a un lado para correr hacia ella para sostenerla en el aire.

Al mismo tiempo, su corazón lentamente se iba rompiendo en mil pedazos y caían en el suelo tal como ella. En la fría soledad, en la desilusión… por todo lo que había soñado y por lo que dejó. Por todo lo que esa esperanza en sus manos había significado.

III

Su mirada siguió enfocada en el techo de su hogar. No sabía cómo había llegado hasta ahí o cuánto tiempo había transcurrido. Lo único que recordaba era la horrible noticia que había recibido antes de quedar como un muerto en vida.

Sus manos se sentían débiles y al levantarlas pudo observar cómo los huesos se le marcaban. Su boca se sentía reseca al igual que su garganta. Lo que experimentaba era por lo que naturalmente atravesaba cuando se acababa de levantar cada mañana, a diferencia de que algo en su abdomen se sentía diferente. Curiosa, removió algunas de sus cobijas y abrió su bata de dormir, dándose cuenta de lo delgada y pálida que lucía. Pero sobretodo, de ese vendaje a un lado que seguramente cubría algo más aterrador.

Una cicatriz que siempre estaría ahí para recordarle sobre sus ilusiones y lo que pensó sería un inicio nuevo para lo que más amo. Un sueño, que con los días le creyó posible fue su centro y su único motor para realizarse una mejor persona en todos los aspectos.

Recostó su cabeza nuevamente sintiendo los picos de su cabello rasparle su cuello. Molesta, lo acarició, tornando ese toque en uno rudo y violento al confirmar su nuevo tamaño. Estaba con el alma quebrada y aunque todos le dirían que el tiempo curaría los residuos de sus falsas ilusiones, sabía que aquel sentimiento jamás la abandonaría. Nunca sería la misma, no cuando la vida solo se había vuelto para escupirle en la cara. Bajó la vista y sollozo tallándose el rostro para borrar su tristeza. Y, después de algos minutos dentro de su momento privado de dolor, tragó con fuerza, dispuesta a mirar hacia en frente en todos los aspectos.

Y es que tantas cosas le pasaban por la cabeza. Desde el momento de hacer el amor con Kenshin hasta cuando se lavó los dientes la última mañana que recordaba. Parecía un sueño tan fugaz que rápidamente iba perdiendo pistas y rasgos de lo que la hacían recordarlo. Se iba perdiendo ella misma, su tranquilidad y optimismo por ver un futuro junto alguien que idealizó.

Lloró en silencio, porque no quería despertar a su madre que descansaba en la mecedora de alado. Seguramente se había quedado cuidando a que despertara y entonces, cuando lo hiciera le sugerirá celebrar como se debía. No solo por su obvia operación y recuperación, sino por las falsas noticias de un embarazo. Uno que en el fondo deseo.

Ella… ella había sido la que le había sugerido estar embarazada. La que le había llenado la cabeza con síntomas pero que al leer en los libros nunca pasaron. Ella le había dado un sueño y le había alejado de otro…

No.

No podía culpar a nadie en ese momento. Todo era parte de una fuerza que ella no conocía. Las casualidades no eran siempre lo que parecían, pues eran muchas como para ser solo incidentes del tiempo. Para salvarse, ella debía creer que estaba embarazada pues sin ello, probablemente no estuviera viva en ese día o sufriría de efectos irreversibles. Así que vería todo aquello como una señal dolorosa de la vida y un cobro alto por seguir viviendo.

Viviendo…

Una vida que ya no veía de la misma manera.

Tal vez…

Probablemente,

Si encontraba aquello que la hacía feliz

Podría vencer sus pesares con mejor actitud.

Rápido y con cuidado, abrió su computador portátil por primera vez desde que había dejado Japón. Sus manos teclearon su contraseña y después la siguiente para abrir su bandeja de correos. La cual había desactivado por un tiempo, haciendo imposible recibir cualquier tipo de correspondencia, incluyendo la de Kenshin.

Buscó la 'M' y luego la 'i', hasta dar con el nombre de su mejor amiga. Asintió y movió los pies al verla conectaste y entonces se dedicó a redactar.

Misao, soy Kaoru. Disculpa que me contacte hasta ahora pero… quiero saber sobre Kenshin.

Hola, amiga. ¡Cuánto tiempo! Sí, te diré lo que sé, pero antes quiero saber qué es lo que ha pasado contigo. ¿Cómo vas con el niño ese bonito de las fotos? ¿Cómo te trató su familia?

La chica dejo de escribir. Algo andaba mal, ¿por qué su amiga de repente preguntaba por cosas de poca importancia cuando lo primero que debió decir fue: y cómo está el bebé?

Misao, no estoy embarazada.

Lo sé, Kao. Tu madre dijo que solo se trataba de algo pasajero y que por eso iban al extranjero para tratarte mejor. Que sospechaba era un problema de salud hereditario.

¡¿Cómo que algo hereditario?!

Quiso gritarle al computador. Como si de esa forma la otra chica pudiera entender lo furiosa y confundida que estaba.

Sí… ósea, tu mamá dijo que tenía algunos estudios tuyos de cuando eras más pequeña y que tu condición sería mejor tratada en el mejor hospital que conocía. Pero en realidad el susto te había servido para darte cuenta que Kenshin no era para ti. Además de que estabas 'jugando doble'. Aunque eso nunca lo creí.

¿Cuándo te dijo eso?

Bueno, fueron algunos días, tal vez tres, después de que te fuiste. Todos preguntaban así que me imagino que se encargó de hacérselos saber. Sobre todo a Tara, la chismosa de tu familia. Eso no me pareció, amigui. Porque…

Kenshin…

Sí, eso. Kenshin. A pesar de que tu mamá haya dicho eso siempre se me hizo raro. Pero igual quise preguntar para confirmar mis sospechas. Pero dado a que todas tus respuestas tienen interrogativas me imagino que no hiciste nada de eso.

Las lágrimas en los ojos de Kaoru comenzaron a rodar. Su madre, ¿qué había hecho? ¿Por qué le había ocultado su condición de salud y la había ilusionado? Había acabado con su vida.

No, no lo hice.

Amiga, hay fotos en la red. Tuyas con este chico por el que pregunte.

Las tome, para que Kenshin pudiera dejarme ir.

Mmm, entiendo. Pero, no sé qué le habrá dicho tu mamá a él. Lo sé porque los vi un día en el parque, perecía que discutían. Era la mañana en la que tú habías tomado el vuelo. Quise preguntar pero me pareció inoportuno.

Quiero saber… quiero hablar con él.

Estaba desesperada. En su lista de contactos el nombre Kenshin Himura estaba anotado en rojo. Lo cual significaba que la cuenta había sido desactivada.

Lo siento amiga. Pero yo ya no vivo en Japón. Mi padre por fin ganó el juicio donde le otorgaban mi custodia y bueno… yo…

¡Ay no…!

Lo último que supe de él es que pasó el examen de admisión en la mejor escuela de medicina. Así que creo que no tienes de que preocuparte, Kao.

Pero… Kenshin.

Yo diría que lo dejes vivir. Por algo pasan las cosas. No hay coincidencias. Tú estás en otro país y él en el suyo. Saca lo mejor de cada situación. Tal vez en un futuro, cuando lo encuentres, puedas hacerlo con el rostro en alto y no como te has ido y lo has dejado.

Sus manos cerraron lentamente la computadora, abrazándola con fuerza como si el alma se le desgarrara. Sus susurros lentamente se fueron apagando cuando su cuerpo se rindió a lo profundo de su sueño.

Era verdad… solo tenía que descansar. Y rogarle a la vida volver a ver a ese hombre del que se enamoró una vez más.

Solo quería una segunda oportunidad…

Continuará...


Notas de autor: Cambié el título de este fic y otro (Escarlata y Ori). En mi opinión, mientras lo platicaba con mi amigo, tuvo más concordancia y me ayudó con el argumento de ambas de estas nuevas historias y el desarrollo de su trama. So, esta es la razón para el cambio. Espero que les haya gustado.