Hola, ¿cómo están? espero que bien, seguro que sí. Yo aquí vengo a importunarles con una nueva historia que se me vino a la mente muy de repente, pero con mucha insistencia. Se trata de una historia, igual AU, y a demás de época. Se ubicará a partir de la década de los años 30 en América. En esta historia, Hermione y su mamá viajan a New York debido a que su vida en Inglaterra era precaria y agobiante. Aquí la madre de Hermione es una dama educada, y graduada de la universidad y es contratada por la familia Malfoy para realizar una Galería de arte. Esto le da una oportunidad a Hermione y a su madre de iniciar una nueva vida en un país nuevo, además de que conocerá su primer y gran amor de su vida.
Espero que sean tan amables de leer este primer capítulo y darme su opinión así como muchas de ustedes siguieron y comentaron Museo de la ternura.
No olviden dejarme sus impresiones, por favor.
Los personajes de Harry Potter no me perteneces, sin embargo, esta historia sí, por lo que sólo hago uso de los personajes para tejer una trama para fines de entretenimiento.
Capítulo Primero
Viaje a América
"La vida oscila, pues, como un péndulo entre el sufrimiento y la alegría cuando se ama"
―Miome…Herms
―mmm …
―Hermione, despierta, hija - Jane Granger, joven y bella mujer, intentaba despertar a su hija de dieciséis años mientras viajaba recostada en su regazo. La adolescente se había quedado dormida durante todo el viaje, había sufrido los mareos rutinarios de viajar en barco. La pobre criatura terminaba mareada y vomitando cada que probaba bocado alguno, por lo que Jane sintió un gran alivio cuando su hija pudo conciliar el sueño luego de cinco días de viaje. Pero ya era tiempo de despertarla, faltaba poco para llegar a puerto y debían preparar equipaje y ser puntuales pues las estarían esperando.
―Mamá – se desperezaba la joven -¿ya llegamos? – preguntó tallando sus ojos con sus pequeñas manitas
―Así es querida, ya llegamos - contestó su madre mirándole enternecida por la rebeldía de sus rizos. La chica abrió más los ojos y saltó fuera de la cama para ponerse los zapatos.
―¡Herms! ¿Adónde vas con tanta prisa? – preguntaba Jane viendo a su hija luchar hasta lograr meter los pies a unos zapatos negros con cordones ya un poco gastados
La castaña levantó su rostro colorado por el esfuerzo además de fruncir el ceño mientras atinaba a atarse los cordones. ―¡Mamá! ¡La estatua de la libertad! ¡Harry me dijo que era hermosa y quiero verla! – contestó Hermione alarmada por la indiferencia de su madre ante magnánima noticia. Su amigo Harry, quien ya había viajado más de una vez a América, le contó que la estatua de la libertad era imponente y majestuosa; una de las mejores construcciones que puedas admirar, Herms. A demás, su significado es muy importante, como su nombre lo dice, resguarda y protege la libertad de los hombres. Dicen que ahí todos sus sueños pueden hacerse realidad.
Hermione había quedado atrapada con la historia que Harry le contó antes de zarpar con su madre rumbo a América, si era cierto que en ese lugar se podían hacer realidad todos sus sueños, ella estaba más que feliz de llegar a esa nueva y extraña tierra. Sacudió la falda de su vestido azul y corrió por los pasillos hasta llegar a proa; se abrió paso entre la multitud que ya se aglutinaba para saludar a sus familiares quienes esperaban el arribo del McClaren. Como Hermione era un poco pequeña escaló el barandal hasta quedar a una altura considerable para poder apreciar el arribo al puerto.
Sosteniéndose fuertemente con sus manos, miró emocionada hacia el horizonte de donde empezaba a levantarse imponente una antorcha; a lo lejos miro erguida la magnánima escultura de la estatua de la libertad. Hermione abrió por completo aquellos ojos chocolate y sonrió ampliamente ante el tamaño de aquella figura resguardando la ciudad.
Sintió la mano de su madre posarse en su pequeño hombro y volteo a verla, ella le devolvió una tierna sonrisa al tiempo que miraba al horizonte y contemplaba, también, aquel arribo a su nueva ciudad. Aunque Jane miraba con melancolía y recelo, pues a incertidumbre aún reinaba en su corazón. Cerró los ojos y sintió el viento en su rostro, suspiró largamente deseando que este fuera un nuevo y verdadero comienzo para ella y su hija, lejos de los problemas y de las tristezas por las que han tenido que pasar.
Estaría eternamente agradecida con Lily y James Potter por haberla apoyado en esta gran decisión. Desde que murió su esposo la desgracia parecía perseguirla a todas partes. Ella era una dama preparada y muy bien educada; pertenecía a una familia acomodada aunque no muy pudiente. Su padre era médico, una profesión respetada pero sin estatus social apropiado, y su madre era institutriz; sus padres querían que Jane se casara con un buen prospecto ya que habían invertido mucho en su educación. Además de que Jane mantenía una amistad desde la infancia con Lily Evans, una noble jovencita que, por su estatus social, pudo contraer matrimonio con James Potter, una de las familias más respetadas y ricas de Londres. Por ello, los padres de Jane tenían altas expectativas de que su hija contrajera matrimonio con algún amigo de la familia Evans. Sin embargo, esto no pasó, pues mientras Jane terminaba su educación llegó a Londres un médico nuevo que iría a hacer sus prácticas con George Watson, el padre de Jane, su nombre era Edmund Granger.
Pronto surgió un romance inocente entre ambos jóvenes que fue creciendo conforme pasaba el tiempo. Y cuando Jane pudo concluir con su educación y fue presentada debidamente en sociedad, Edmund pidió su mano al señor Watson. Pero este y su esposa se negaron rotundamente al matrimonio de Edmund con su hija, pues consideraban que un simple médico no podía dar los lujos que la joven se merecía. Ella estaba destinada a casarse con algún hombre importante. Pero ante la negativa de sus padres, Jane decidió huir de su casa para casarse con Edmund. Aunque él no lo aprobó en un principio, Jane lo convenció de aceptar su plan, pues ella lo amaba demasiado como para ser una cobarde y dejar escapar su felicidad. Ante tal demostración de cariño, Edmund se armó de valor y huyo junto con Jane a Cornualles, mejor conocido como el lugar de las minas de Estaño, por consejo de Lily yJames Potter. Ellos eran dueños y accionistas de varias minas en aquel lugar.
Debido a la gran cantidad de minas, los médicos eran necesarios y bien recibidos, a demás de que eran muy bien pagados. Ahí, Edmund y Jane Granger establecieron su nuevo hogar. Él consiguió un préstamo en el banco con el que pudo poner un pequeño consultorio en una casa no muy grande pero cómoda que pudieron rentar, gracias a la intervención de Lily. Por su parte, Jane trabajaba como institutriz y maestra de piano, sobre todo para las jóvenes de familias en ascenso o plenamente reconocidas. Poco a poco fueron adaptándose a su nuevo hogar; algunas veces entre lágrimas, pues los padres de Jane le hicieron llegar una carta en la que le decían que era una hija repudiada y desheredada por haberles deshonrado. Pero otras veces su vida estaba llena de alegría.
Cuando el hijo de Lily y James nació, fueron invitados a Londres para celebrar el bautizo del pequeño, por lo que viajaron con la esperanza también de limar asperezas con los padres de Jane, sin embargo, fueron rechazados y se les negó la entraba a la casa Watson. Esto fue un golpe muy duro para Jane, sin embargo, dos años después llegaría la maravillosa noticia de su primera hija a la que llamaron Hermione. Para celebrar su bautizo y primer año de vida invitaron a todos los amigos cercanos y, por supuesto a Lily y James, quienes llegaron con su pequeño hijo Harry, ya de dos añitos de edad.
La vida en Cornualles era tranquila, Hermione crecía feliz, sus amigos, los Potter iban a visitarlos con regularidad; incluso en las vacaciones, por lo que Harry y Hermione se volvieron muy unidos, parecían hermanos. Hermione era una niña muy inquieta e inteligente, siempre preguntaba a su amigo Harry cómo era Londres, pues ella nunca había viajado, ni siquiera en los cumpleaños de Harry, pues su madre le decía que papá tenía mucho trabajo. Aunque la verdad era que el préstamo para el consultorio había empezado a dar problemas y estaban muy cortos de dinero.
Pronto las deudas empezaron a hacer estragos en la relación de Jane y Edmund, algunas veces terminaban peleándose en el patio de la casa para evitar ser escuchados Hermione y una vez que habían terminado de desahogarse regresaban al interior de la casa, aunque no dormían juntos. En las noches de pelea, Jane dormía en el cuarto de su pequeña hija y Edmund en la recámara de ambos. Pronto ni las consultas de Edmund ni las clases particulares de piano eran suficientes para pagar los intereses del préstamo y la renta. Ya que Jane recibió una educación meritoria, intentó hacer uso de su graduación en el colegio como curadora de arte, pero el pueblo era muy pequeño y no había galerías de arte como en las grandes metrópolis. Algunos años después cuando el interés del banco fue en aumento, los banqueros iban a buscarlos para exigir un pago. Esto causo que Edmund tomara la decisión de ser médico activo en las minas. Jane no estuvo de acuerdo, pero Edmund terminó por aceptar el empleo que le habían ofrecido, pues aunque poco, tendría una paga extra, aunque esto repercutió en su salud, provocando fuertes fiebres hasta causarle la muerte.
Al quedar viuda, Jane no tenía un mayor sustento, Edmund apenas había logrado dejarle una pensión que no alcanzaba a cubrir ni la renta. Estaba desesperada pues ya debían dos meses de renta más el funeral de su esposo. Lloraba cada noche en la oscuridad de su cuarto, hasta que Hermione se percató de ello una noche e inocentemente intentaba consolar a su mamá diciéndole que estarían bien y saldrían adelante ellas dos., que lo más importante es que se tenían una a la otra. No importaba si sólo tenían dos vestidos que usar, lo más importante era no dejarse derrumbar.
Jane no lograba contener sus lágrimas ante las palabras de su hija y la abrazaba fuertemente besando su cabeza castaña mientras la pegaba a su pecho. Hermione le sugirió a su madre tomar la propuesta de los Potter, nada tenían que perder. Lily Potter le había escrito una carta a Jane diciéndole que una de las familias más importantes e influyentes de América solicitaba un curador de obras de arte para la apertura de una galería, la más grande, en New York. Jane estaba indecisa de aceptar esto, pues a pesar de que había estudiado artes y su educación era excepcional, el haber estado viviendo durante dieciocho años en una zona rural, pensó que sus habilidades no estarían bien desarrolladas. Pero Hermione convenció a su madre de aceptar y escribió una respuesta a Lily Potter, quien la puso en contacto con la familia interesada. Acordaron, además de su sueldo de tasadora, un lugar donde vivir y acceso total a sus colecciones de arte.
Aun estaba indecisa, pensó que salir de aquel pequeño lugar que había dejado de ser su hogar aunque lleno de recuerdos, haría mucho bien a Hermione.
―Harry tenía razón, mamá, es enorme – decía admirando el tamaño de la estatua a medida que se acercaban a la orilla y trayendo a la realidad a su madre quien ya se perdía entre sus recuerdos.
―Lo es, pero apresúrate niña, que nos deben estar esperando, no podemos llegar tarde – le dijo su madre dándole una maleta en la mano.
Una vez bajando del barco se dedicaron a mirar para todos lados tratando de buscar o reconocer a quien llegaría por ellas. Hasta que Hermione miró a unos cuantos metros de ella a un señor vestido de negro y con corbatín sosteniendo un letrero que decía "Miss. Jane Granger"
―Mira mamá, ahí – dijo señalando al señor que portaba el letrero con una mano. Jane volteó y confirmo con la cabeza a su hija para caminar rumbo al sujeto.
―Señor, buenos días, yo soy Jane Granger y ella es mi hija Hermione Granger – dijo haciendo una pequeña reverencia con la cabeza a lo que el aludido contestó bajando el letrero y haciendo una reverencia aún más pronunciada.
―Miss Granger, un placer, yo soy el señor Johnson, chofer de la familia Malfoy –contestó cortés mente mirando a ambas mujeres- síganme por favor- dijo el hombre de semblante amable y cabello oscuro.
Las encaminó hacía un auto negro muy elegante con el que Hermione quedó impresionada. Abrió una de las puertas y ofreció subir a ambas damas. Hermione no dejaba de mirar por la ventana toda la ciudad, le resultaba muy atrayente, industrializada y con mucha movilidad. Su madre mientras tanto, parecía más nerviosa que su hija adolescente. Temía que la familia Malfoy la rechazara por su vestimenta sencilla; ella vestía un vestido largo color café oscuro con botas de cordones, muy parecidas a las de su hija; quien, por otra parte portaba un vestido azul con adornos en encaje en el cuello y en las mangas, desentonaban sus zapatos negros ya viejos, pero esperaba que su trabajo como tasadora profesional fuese valorado. Llevaba buenas cartas de recomendación gracias, una vez más, a los Potter, y deseaba con todas sus fuerzas que fueran suficientes.
El señor Johnson se alejaba cada vez más de la urbanización y se adentraba hacia un condado nuevo y muy elegante, había mucha vegetación alrededor y eso le gustaba tanto a Hermione, le recordaba su hogar en Inglaterra.
―¿A dónde vamos? – preguntó curiosa Hermione, acto que reprobó su madre posando su mano sobre la rodilla de su hija. Ella la miró y susurró un lo siento antes de agachar la mirada y volver a mirar por la ventana
―Al condado de Westchester, señorita Grenger – contestó Johnson sonriendo por la mirada curiosa e inocente de la chica.
EL auto se movió a través de un camino empedrado rodeado de arboledas, atravesaron un claro seguido de un enorme jardín de rosales con el que Hermione quedó maravillada. Encontraron un camino más y se adentraron a través de una enorme reja color negra cubierta casi en su totalidad por una enredadera de flores moradas, cruzaron el umbral y rodearon un jardín de orquídeas, hasta llegar al pie de unas escaleras de piedra negra.
Hermione pudo admirar la enorme mansión hecha de piedra oscura que se levantaba frente a ella, pensó que era inmensa. Johnson bajó del coche y uno de los sirvientes abrió la puerta para ofrecer la mano a Jane Granger para bajar del auto; mientras otro sirviente extendía la suya para recibir la mano de Hermione, quien anonadada salió del auto con la boca abierta por el tamaño y la hermosura de aquella construcción frente a ella.
Una mujer amable pero muy seria salió a su encuentro.
―Señora y señorita Granger – dijo en tono solemne -Mi nombre es Minerva McGonagall, ama de llaves y responsable de la mansión Malfoy ―hizo una reverencia―sean bienvenidas.
Jane y Hermione contestaron haciendo una reverencia.
―Les pido que por favor me sigan. Los empleados se encargarán de su equipaje- dijo haciendo una señal con la mano para que tomaran las maletas de ambas damas.― llévenlas a la cabaña lateral. ―dijo haciendo una seña a Jane y a su hija para que la siguieran al interior de la residencia.
Hermione por su parte no dejaba de admirar la construcción y los detalles que tenía aquella casa. Parecía muy antigua, un poco gris, debido al color de la piedra con la que estaba construida, pero le pareció hermoso, misteriosa e impresionante. No pensó que construcciones así, hecha sólo de piedra siguieran existiendo. Al entrar se toparon con una estancia mucho más grande que la casa de los Potter cuando llegaron a Londres antes de zarpar. Aunque un poco oscura, pero las grandes ventanas que rodeaban la estancia y la planta baja hacían que la luz natural del día iluminara perfectamente bien y le diera un aire fantástico y etéreo a los muebles y al decorado sobrio pero elegante del interior.
McGonagall las encaminó hacia una estancia más pequeña, era más bien un salón, hermosamente pintado a mano. Las invitó a tomar asiento mientras ella anunciaría su llegada a los señores Malfoy. Hermione no pudo resistir mucho tiempo sentada y empezó a rodear la habitación para admirar más de cerca los artículos decorativos. Admiraba, sobretodo los cuadros colgados, admiró las piezas en la pared, aunque algunos de ellos le parecían muy sombríos. En aquella estancia había también un piano de cola que le pareció impresionante. Pasó su mano sobre el teclado y sin querer sonó una nota que resonó en toda la habitación. Hermione dio un brinco por la sorpresa del sonido y escondió la mano traviesa entre su pecho. Su madre volvió a mirarla de inmediato con gesto desaprobatorio
―lo siento – dijo en un susurro desviando la mirada hacia la ventana más grande de la habitación, caminó hacia ella y corrió con su mano la tela de la cortina para mirar otro de los hermosos jardines de la zona. Pero aquel parecía más grande, a lo lejos se veía una colina y un camino plagado de flores moradas y azules, aquel color le pareció inusual pero hermoso.
―Hermione, ven acá, deja de ser tan curiosa – le dijo su madre provocándole un susto. Escuchó pasos al otro lado de la puerta y corrió a tomar asiento junto a su madre.
Cuando las puertas se abrieron, ambas se levantaron e hicieron una reverencia pequeña con la cabeza
―Señor y señora Malfoy – empezó a decir educadamente Jane – es un gusto conocerlos, Jane Granger, curadora de arte y ella es mi hija, Hermione Granger.
Hermione levantó más pronto la mirada y se encontró con un hombre alto, de piel blanca y tersa con cabello rubio y largo. Su mirada era imponente, tenía los ojos grises, detalle que llamó la atención de la chica quien no dejaba de mirar ese extraño pero hechizante color
―El placer es nuestro – contestó la mujer junto a él, Hermione se ruborizó pues no notó su presencia por curiosear el inusual color de ojos de aquel señor.
―Esperamos que el viaje haya sido cómodo – decía mientras sonreía amablemente y tomaba asiento al mismo tiempo que invitaba a ambas damas a hacerlo frente a ella – mi nombre es Narcissa y él es mi esposo, Lucius Malfoy. – ahora que la veía con atención a Hermione le pareció que aquella menuda mujer era realmente bella; tenía unas facciones afiladas y proporcionadas, su piel era blanca, sus labios delgados y llevaba puesto un hermoso vestido de tela verde olivo con un pliegue en la cintura que le daba forma y figura a su cuerpo, de donde se sostenía un brocado negro en forma de alcatraz, sus zapatos eran color negro con un broche delicado en forma de hojas. Su peinado era un trenzado cuidadosamente adornado por una guía de pequeños broches de bronce.
―Como sabrá, mi esposa está en medio de un proyecto personal muy importante – habló por fin el caballero, quien no decidió sentarse, sino más bien caminar por la habitación con paso sereno– se trata de una galería de arte que se abrirá próximamente en el centro de New Yok, necesitaremos de una curadora profesional, y por lo que hemos visto en sus referencias, usted ha sido egresada de la primera generación de curadores en Londres- a Hermione le pareció que tenía una voz potente y atemorizadora. Se estremeció apenas escucharlo hablar, había algo que le causaba un estremecimiento terrorífico el tono de voz tan inquisitivo que usaba para hablar con su madre. Jugó con sus manos presa del nerviosismo.
―es un proyecto que nos tomará un poco de tiempo, sobre todo en las evaluaciones que usted deberá hacer, pero quisiera que todo saliera perfecto. Se trata de un suceso nuevo y con fines no lucrativos. Es posible que necesite viajar en algunas ocasiones para poder concertar la compra de algunas obras de arte, pero mientras el trabajo se haga en esta ciudad, usted y su hija vivirán en nuestra propiedad – hablaba Narcissa amablemente
―agradezco a los señores por la oportunidad
―No tiene que agradecer, esperemos que podamos llevar a buen término este proyecto
―así será, señora Malfoy
―Habitarán una cabaña, un poco pequeña, pero acogedora colindante con la mansión. Así podremos trabajar más directamente. – Tocó una campanilla mientras continuaba hablando – Todos los días trabajaremos por la mañana hasta la tarde, Johnson se encargará de nuestro transporte, e iremos juntas a la galería.
―Por supuesto, señora.
―Podrán disponer de algunos lugares de la casa como las zonas comunes para los empleados, la cocina y los jardines
―Muchas gracias señora Malfoy – contestaba Jane mirando a la bella mujer sentaba frente a ella, mientras su esposo permanecía quieto mirando por la ventana hacia el horizonte, quedó intrigada hasta que Hermione le dio un ligero codazo para hacer un gesto con sus ojos a modo de recordatorio
―Ah! Señora Malfoy, quisiera pedirle un favor, si es posible – dijo con timidez y hasta un poco de miedo
―dígame de qué se trata Miss Granger – contestó sonriente
―Vera, mi hija ha tenido que interrumpir su formación cuando estábamos en Cornualles y quisiera que continuara preparándose de forma autodidacta para poder ingresar a una universidad, así que quisiera pedirle que por favor pueda proporcionarme algunos libros de su biblioteca para que mi hija pueda continuar con sus estudios – decía esto mientras miraba a un tiempo a Hermione y a Narcissa ―LE prometo que Hermione será muy cuidadosa y responsable con los libros que le presten
Narcissa miró por unos cuantos segundos a Hermione y pudo notar que era una jovencita con unos rasgos muy angelicales y armoniosos, sobre todo su mirada tan expresiva. Sonrió para sus adentros al mirar a la joven estrujarse los dedos mirándola esperanzada
―La señorita Granger será libre, por supuesto de continuar con su formación durante su estancia
―Muchas gracias, señora – contestó Hermione respirando un poco aliviada su madre la miró sonriente también
―puedes tener acceso a la pequeña biblioteca del ala este
―Oh! gracias, nuevamente, señora Malfoy. – decía entusiasmada la chica
―Es una biblioteca que originalmente era de mi hijo, pero últimamente no pasa por ahí, así que puedes tomar algún libro que sirva a tus estudios
Hermione asintió en silencio mostrando una sonrisa amigable y agradecida a la señora Malfoy por su consideración
―En cuanto a su pago señora Granger – interrumpió el caballero Malfoy – será entregado puntualmente cada mes en el despacho de la mansión, ya sea por mi o por mi esposa. – continuó mientras abría el enorme ventanal que hace un momento admirara Hermione para poder fumar una pipa que sacó de su saco
―Señora, me llamaba – dijo McGonagall entrando a la habitación
―Sí, Miverna, lleva por favor a la señora Granger y a su hija a la cabaña, deben estar exhaustas – dijo sonriendo a ambas- y explícales, por favor , el funcionamiento y horarios en la mansión, para evitar contratiempos.
―Por supuesto – dijo –si me permiten señora y señorita Granger, es por aquí – dijo empezando a caminar
Jane y Hermione hicieron una última reverencia a los Malfoy y emprendieron su camino siguiendo a Miverna. Cruzaron un pasillo casi oscuro, la estructura y el material con que fue hecha la casa daban la sensación de estar en los pasillos de un castillo solitario y abandonado, debido al silencio que reinaba entre los pasillos y escaleras de la casa Malfoy, a Hermione le gustaba y esperaba que a su madre también. Pensó que ahí podrían volver a empezar y encontrar un poco de serenidad.
Después de atravesar los grandes y laberínticos pasillos, salieron hacia lo que parecía una puerta de jardín, aunque en realidad era la ruina de una construcción que habían planeado realizar pero que nunca concluyeron, sin embargo, debido al correr de la vida natural, las enredaderas y flores crecieron rodeando y aferrándose al marco de la puerta
Miverna,iba al frente dándole consejos sobre el comportamiento y costumbres en la mansión. Le aclaró que su trabajo en la casa era exclusivamente técnico y profesional, por lo que no necesitará entrar a otras habitaciones que no sean la galería y el despacho de la señora. Atrás de ella, caminaba Jane, tratando de seguir el paso a la mano derecha de la familia. Y a tras de las dos caminaba Hermione absorta en su propia historia sobre la vida en las propiedades Malfoy.
Cuando cruzaron el "umbral" del jardín, como lo describía en su mente Hermione, dejaban de lado un rosal con flores amarillas que llamaron la atención de la chica por su color un poco extraño, ella nunca había visto rosas amarillas en Cornualles; se detuvo a mirar curiosa aquellas rosas que lucían hermosas a la luz del sol. Apenas dirigía su mirada hacia su madre con la intención de hacerle notar la presencia de las rosas, cuando alcanzó a distinguir una figura alta y esbelta, al parecer se trataba de un hombre, por su porte. Hermione le vio caminar a lo lejos y perderse entre la entrada de otro de los jardines de la zona. Pese a que el porte elegante y llamativo al caminar de aquella figura, pensó que sería un trabajador más de los Malfoy y le restó importancia para unirse a la señora Minerva y su madre.
―ahora, las reglas: Pueden entrar a la casa pero sólo algunas zonas como la cocina, el baño y cuando los señores lo soliciten. – decía mientras caminaba buscando una llave de entre todo el nido de llaves con el que cargaba.―Y señorita Granger – dijo deteniéndose frente a una cabaña, un poco pequeña, pero muy acogedora. Los marcos de las ventanas estaban tapizados de una sutil enredadera en flor, y en las cornisas, macetas de flores de distintos colores y tamaños. ―sé que la señora Malfoy dio su autorización para entrar a la biblioteca del ala este, sin embargo, estoy en el deber de hacerle saber que esa biblioteca aún está en uso para el joven Malfoy ―dijo entrando a la cabaña para posicionarse en el centro ―por lo que usted no deberá entrar a esa biblioteca cuando el joven esté presente. ― concluyó con suficiencia
―¿Pero cómo sabré si está o no? – preguntó incrédula, su madre le dio un codazo poco disimulado mientras recorrían el espacio con su vista. La estancia era amplia, muy amplia, sólo había dos sillones; uno grande y uno individual, cerca de la chimenea, el decorado era discreto pero primaveral. Al fondo se distinguían los pasillos que dividían un pequeño comedor, una cocina. Y al otro extremo, un par de cuartos y el baño que se dividía en dos; la bañera, con su vestidor y el sanitario.
―lo sabrá, señorita ―sacó abruptamente de sus pensamientos a Hermione – y lo sabrá por dos cosas: una porque la biblioteca está construida en el ala este de la propiedad, más no de la mansión, por lo que podríamos decir que está a la intemperie, sus paredes son de cristal y puede percibirse bien si hay alguien ahí. Y dos: porque queda a un kilómetro de distancia de esta cabaña, y el joven Malfoy toma siempre este camino para llegar a la biblioteca, así que escuchará cada tarde el trote del caballo.
―De acuerdo –terminó por responder con resignación. Otra vez límites, que no puede ir aquí, que no acá, que mientras no esté el señor, que no asome su rostro a otras personas, que no avergüence. Uf! Vaya reglas, yo sólo quiero estudiar. Pero ya me las arreglaré, esto será temporal y nos ayudará a salir adelante.
―De cualquier modo, le aconsejaría mantenerse distante y alejada del joven Malfoy, tiene un carácter muy especial.
―Descuide, ni siquiera lo miraré –dijo rotundamente la chica para acabar con la sentencia de reglas de esa señora.
―Por otra parte, Jane, el horario de su trabajo empieza a las nueve de la mañana, primero en el estudio personal de la señora Malfoy, ahí le dirá qué hacer y cómo proceder.
―por supuesto que sí, gracias por recibirnos.
―El horario para comer de los empleados en la mansión es a las cuatro, justo cuando la familia haya terminado, y a las ocho se sirve la cena. Si quieren comer con todos, deberán dirigirse a la mansión por la puerta lateral en la cocina, directamente.
―Se lo agradecemos, señora Mc Gonagall
Minerva dio un pequeño y rápido recorrido a la cabaña y les pidió que comieran ese mismo día con todos los empleados para que fuesen presentadas apropiadamente a todos. Jane y Hermione aceptaron la invitación y propuesta. Cuando quedaron solas, se miraron mutuamente y se abrazaron suspirando cada una por la buena fortuna que empezaba a tocarles luego de años de deudas y persecución de los cobradores.
Decidieron cambiarse de ropa, aunque no tenían mucho para elegir, sólo tenían un par de vestidos más y un par de medias que se esmeraban en cuidar para no romperlas y no tener que comprar más. Ambas esperaban que con el primer pago de Jane pudieran comprar un poco de tela para hacerse de más vestidos, por lo pronto Jane se puso un vestido color azul oscuro entallado en la cintura con un listón del mismo color; mientras, Hermione decidió usar el mismo vestido azul, sólo agregó una pequeña estola de encaje blanco sobre sus hombros que ató con un sencillo nudo al frente, lucía como una mascada y le daba un toque femenino. Soltó sus rizos castaños y cepilló su cabello para hacerse un recogido sencillo bajo la nuca.
Cuando estuvieron listas salieron de la cabaña en dirección a la puerta lateral que dirigía a la cocina de la mansión directamente, tal y como se los había indicado la señora McGonagall. Atravesaron el umbral tapizado de flores, llegaron a los rosales y por instinto Hermione volvió la mirada hacia donde había visto aquella figura perderse entre los jardines con la esperanza de ver otra vez a esa persona misteriosa, pero no pudo distinguir nada parecido, por lo que siguió los pasos de su madre.
Cuando llegaron se encontraron se encontraron con una puerta de madera que daba a uno de los patios traseros de la mansión, cruzaron y siguieron caminando hasta encontrar la puerta de acceso a la cocina, ahí estaban todos los empleados de la mansión; mucamas, cocineras, mozos, lavanderas. Había un alboroto, todos platicaban sus días y las cosas inusuales que les sucedieran a esa hora del día.
Un chico de cabello negro, con traje oscuro entraba a la cocina dando un suspiro, al parecerde cansancio. A lo lejos miró a Hermione y a su madre quienes seguían de pie observando toda la habitación.
―Hola, ustedes deben ser las nuevas trabajadoras de la señora Malfoy – dijo dirigiéndose a ambas mujeres – mi nombre es Robert, soy segundo mayordomo en la mansión – extendió su mano para saludarlas – bienvenidas- terminó sonriendo coquetamente a la chica.
Hermione sonrió alegre y extendió la mano con entusiasmo.
―Yo soy Hermione – dijo moviendo aceleradamente la mano provocando la risa en el joven Robert – ella es mi mamá, Jane – dijo sin soltar la mano de Robert
―Sería maravilloso que soltaras mi mano para saludar a tu madre – dijo divertido ya que Hermione no dejaba de agitar la mano dl joven.
―Oh! Perdón – soltó a Robert casi bruscamente
Jane y Robert soltaron una carcajada al ver los gestos de vergüenza de Hermione
―No te preocupes, no me lastimaste tanto – dijo sobándose el brazo
―Es un gusto Robert, soy Jane Granger
―El gusto es mío, señora Granger – hizo una reverencia
―Oh! No te molestes, también somos empleadas en esta casa
―Unas muy educadas, el señor Petro nos dijo que usted es graduada de la universidad en Londres, aquí sólo cuatro personas sabemos escribir, el señor Johnson, la señora Minerva, el señor Petro y yo
―Eso es algo muy bueno
―Por eso me dieron el puesto de mayordomo segundo en la mansión, cuando el señor Petro debe ausentarse, yo quedo a cargo
Tras Robert se acercaban varias mujeres jóvenes dos de la edad de Jane y una de la edad de Hermione que vestían de uniforme negro con delantales blancos.
―Ya nos presentara apropiadamente la señora Minerva, pero yo soy Mary, la encargada de las sirvientas de limpieza, ella es Tanya, la segunda sirvienta encargada de las habitaciones principales y ella es Rose, mi hija, también trabaja aquí, aunque ella en la cocina. – las tres hicieron un saludo con una reverencia sencilla
―El gusto es nuestro, yo soy Jane Granger y ella es mi hija
―Me llamo Hermione, pero pueden decirme Herms, o como gusten hacerlo – dijo sin dejar de sonreír
―Tu vestido es hermoso, Hermione – habló Rose ya empezando a romper la formalidad del protocolo
―Muchas gracias, Rose, aunque ya es algo viejo, pero cuando gustes, puedo prestártelo
―Oh! Muchas gracias, Herms! ¿Escuchaste eso mamá?
―Sí, Rose, pero no debes abusar. Se lo agradezco señorita Hermione, pero no le permita tanta confianza, después no se la quitará de encima
―Mamá! – todos rieron a carcajadas ante el puchero de la joven, incluida Hermione. Jane pensó que habían empezado con el pie derecho, todos parecían amables, excepto un señor un poco hosco que llegó hace rato mientras se presentaba Mary y que sólo las miró de reojo. Era alto, tremendamente alto.
Mary notó la mirada intrigada y hasta temerosa de Jane cuando el hombre entraba a la cocina y caminaba rumbo hacia el comedor de empleados.
―Su nombre es Hagrid, Rubeus Hagrid
―¿Disculpa?
―El hombre gigantesco que acaba de entrar. Es el jardinero de la mansión, tiene a otros dos chicos bajo su supervisión, pero él se ocupa de los jardines, ha trabajado aquí por generaciones.
―Sí que es alto, ¿verdad mamá? – intervino Hermione
―Lo es, pero no es malo. Un poco solitario pero excelente persona, conoce toda la zona y cada rincón de los jardines, conversa mucho con el joven Malfoy
―¿El joven Malfoy? A él todavía no lo conocemos
―Hermione! Qué pasó con esos modales, tampoco es su deber salir y saludarnos
―Lo siento, madre – agachó la mirada por la reprimenda
―No te preocupes – contestó Tanya- casi nadie ve al joven Malfoy, él también es un muy solitario, hay quienes dicen que realmente padece de locura, a veces hasta parece que los señores no tienen hijo
―Tanya, esa boca – reprimió fuertemente Minerva quien entraba a la cocina para llamar a todos al comedor.
Todas volvieron hacia ella con gesto desencajado al ser descubiertas otra vez, hablando y especulando sobre el joven Malfoy sin conocerlo, como siempre decía Minerva.
―Vamos, todos al comedor, ahora- dijo agitando las manos y señalando la puerta tras ella –señora y señorita Granger, siganme, debo presentarlas formalmente al resto de los empleados
Caminaron tras Minerva, nuevamente hasta llegar a una enorme habitación, que más bien parecía un salón, uno muy amplio, poco iluminado, pero muy espacioso, al centro había una enorme mesa de madera con adornos en relieves en los bordes. Parecía una mesa realmente muy elegante para ser sólo el comedor para los empleados. Había un gran número de sillas alrededor, todas ocupadas, excepto cuatro, que Hermione infirió se trataban de sus lugares, dos para ella y su madre y los otros dos para la señora Miverna y el otro, seguro que era para el señor que ahora se colocaba junto a ella y su madre.
Sobre la mesa estaba servido lo que parecía un gran banquete, había charolas en el centro y mucha comida, incluso unas copas, de metal, servidas con un poco de vino.
―¡Muy bien todos, silencio! – casi gritó la señora Miverna, todos voltearon a verla, incluido Hagrid, el hombresote sentado a un extremo de la mesa ―Ellas son la señora Jane Granger y su hija, la señorita Hermione Granger, llegaron esta mañana para trabajar en el proyecto de la galería de arte de la señora Narcissa Malfoy. Vivirán en la cabaña de las mariposas durante un tiempo. La señora Narcissa me ha pedido que les demos la bienvenida, así como evitar quitarle el tiempo a la señora Granger ya que ella es la curadora principal de la señora y su trabajo es sumamente importante. Así que nada de molestarla con trivialidades o murmuraciones – esto último lo dijo mirando en dirección a Tanya y Rose, principalmente.
―señora y señorita, Granger, él es el señor Augusto Petro, el mayordomo principal y encargado de todos los empleados hombres que sirven en la casa y en las habitaciones. – ambas saludaron con la cabeza al señor Petro, un hombre maduro pero bien parecido, con grandes ojos oscuros y perfil regio.
―Un gusto conocerlas, espero que logren sentirse a gusto con nosotros.
―A diferencia de todos y de los encargados de las habitaciones, la señora Jane y su hija tienen permitido el acceso a la galería principal, la biblioteca de la casa y el despacho privado de la señora Narcissa, así como la señorita Granger tiene acceso autorizado a la biblioteca del ala este de la propiedad – Hermione notó que varios miraban sorprendidos aquel aviso, sobre todo Hagrid, quien miró detenidamente a la chica sintiendo una enorme tensión y timidez por la fuerte inspección.
―Ya conocieron a Mary, la sirvienta principal y que coordina a todas las demás para el trabajo en la casa y las habitaciones, Robert es el segundo mayordomo. SI hay algo que necesiten pueden pedírmelo a mí o al señor Petro y a Robert. – Continuó señalando ahora al hombre gigante – él es el señor Hagrid, encargado de los jardines de toda la propiedad, vive en una cabaña como la de ustedes pero al otro lado de la zona, se encontrarán mucho con él, seguramente.
―A la derecha, Sophie, Esthela, Annie y Eliza, encargadas de la limpieza en la planta baja, al otro lado, ya conocen al señor Johnson chófer de la familia, sobre todo del señor Lucius, Marti, subordinado de Robert y Oliver, chófer de la señora Narcissa, con quien convivirán más, seguramente. De este lado, ya conocieron a Rose, ayudante de cocina, Caty, cocinera principal, Lucy, Sara y Lisa, ayudantes de cocina también. – Minerva dio un respiro tras haber nombrado a todos los empleados antes de continuar- bien, sus lugares serán al otro lado, junto al señor Petro, ya que son las empleadas de la familia con mejor educación de todos; las cabeceras las ocuparemos siempre el señor Petro y yo.
Jane y Hermione se dirigieron a sus lugares asignados y se acomodaron. Minerva y el señor Petro hicieron lo propio, y Petro dio la orden de empezar a comer. Mientras, Hermione sonreía de vez en vez ante las miradas curiosas de los demás empleados, sobre todo a los murmullos entre Sophie, Esthela y Eliza, quienes la miraban asiduamente luego de murmurar algo. Hermione empezaba a sentirse un poco tensa por eso, por lo que nerviosamente se pasada, disimuladamente, una mano por su cabeza pensando que alguno de sus rizos estaba mal colocado y su madre no le había dicho nada, o quizás el nudo de su estola estaba mal hecho. Hasta que vio a Eliza sonreír de una manera un poco grotesca y hasta hostil, sintió en ese gesto un signo de desprecio. Hermione agachó la mirada entristecida, todavía ni la conocían y ya sentía que aquellas chicas la odiaban.
Luego de esta sensación poco agradable que experimentó Hermione, la comida transcurrió ligera en medio de conversaciones y preguntas. Rose se acercó para preguntarle cómo es Londres y aunque Hermione quiso responder, no pudo hacerlo, dijo que ella sólo había viajado una vez en su vida a Londres y fue el día en que debían abordar el barco para llegar a América, por lo que ni siquiera pudo visitar otros lugares que no fuera la casa de los Potter, así que habló de su casa en la zona minera de Cornaulles, la vida que ahí llevaba, un poco una vida de campo muy sencilla y bastante simple.
Cuando la comida terminó el teléfono que conectaba la planta baja con la casa sonó, la señora McGonagall contestó de inmediato. Cuando terminó anunció a Jane que la señora Narcissa la esperaba en su despacho privado. Aquella agradeció por la comida y se levantó dispuesta a seguir a Minerva al despacho privado de la señora. Hermione se quedó un rato más platicando con Rose. Decidió ayudarle a levantar la mesa, aunque ella se negó en un principio.
Mientras lo hacían, Rose platicaba sobre la ciudad, ella antes vivía con su madre en un suburbio peligroso y hostil, hasta que la señora Minerva hizo lo posible por ayudarles y los señores Malfoy contrataron a su madre para trabajar en la mansión. Ella trabajaba antes para otra señora, los McLegan, pero se mudaron a Europa y las dejaron sin empleo y sin techo. Cuando Rose empezó a crecer, solicitó un puesto de trabajo, y aunque no pudieron darle algo como sirvienta o ayudante, se quedó en la cocina.
―Pienso que es mejor estar en la cocina, preparar los alimentos no es algo que deba tomarse a la ligera, se debe hacer con mucho cuidado – le decía Hermione animando un poco la decepción con la que Rose hablaba de su puesto de trabajo en la mansión.
―¿Tu crees?
―Por supuesto! Había muchos filósofos muy importantes en la historia que daban especial importancia a la alimentación
―Eres una chica muy inteligente, Hermione, a mi me hubiese gustado aprender a leer
―Eso tiene solución, yo puedo ayudarte a aprender
―Oh! Hermione, me encantaría, pero el trabajo en la cocina es extenuante y muy largo, no creo poder encontrar un poco de tiempo para dedicarme a estudiar
―No digas eso Rose, siempre se puede encontrar un espacio para aprender algo nuevo. – dijo colocando los trastes sucios en uno de los fregaderos – dime ¿no tienen algún día de descanso o para ir a la iglesia?
―Bueno, todos tenemos el domingo como día de descanso en la mansión, aunque la señora Caty me deja descansar desde el sábado, ella nos da nuestro propia día de descanso a las ayudantes de cocina, a mí me toca ese día
―Fantástico, podríamos reunirnos todos los sábados por la mañana a estudiar al menos una hora
―Sí! Me encantaría, aunque no sé para qué me serviría si trabajo en la cocina, no necesito leer
―No digas eso, Rose, leer te ayudará para muchas cosas. Hoy en día son tiempos diferentes, hoy la mujer puede y debe estudiar, no siempre serás cocinera, tu puedes ser muchas cosas más.
―Bueno, ahora que lo dices, me gustaría ir a la escuela de señoritas para aprender a ser una buena ama de casa
―En realidad yo me refería a otro tipo de escuela, pero dejemos esa conversación para otra ocasión.
―Oh! Hermione, eres tan culta, hablas apropiadamente, como toda una dama de sociedad
―No digas tonterías Rose, no soy ninguna dama
―Pues eres muy bella, tienes unos rasgos tan sutiles y finos que pasarías como una de las hijas de las familias más ricas del país
―Claro! Si no fuera por ese tipo de cabello tan horrible que tienes, tantos rizos sueltos por todas partes! – dijo quisquillosa Eliza entrometiéndose en la plática de Rose y Hermione
―Eso no es verdad, Eliza, su cabello es hermoso
Hermione sólo atinó a mirarla seria y con cierto gesto de reproche, no contestó a la ofensa, pues su madre le había enseñado que hay batallas que vale la pena librar y otras que no, y esta era una batalla que no tenía por qué crecer, así que dio media vuelta y se despidió de Rose excusándose con ir a buscar la biblioteca del ala este para continuar con sus estudios y prepararse para entrar a la universidad.
―ah! Hermione, espera! – Rose corrió a alcanzar a la chica quien ya estaba saliendo de la cocina – sobre la biblioteca del ala este, tal vez la señora McGonagall te lo haya mencionado, pero esa biblioteca es la que usa el joven Malfoy y él es muy especial con los intrusos
―Lo sé Rose, me lo advirtió, de hecho me dijo que sólo podría ir cuando el joven Malfoy no estuviese.
―Es que ese es el problema, Hermione
―No entiendo, Rose
―Que el joven Malfoy siempre está encerrado en esa biblioteca
―¡Qué!
―El joven Malfoy casi no sale de esa biblioteca, me extraña que la señora Narcissa te haya autorizado el acceso sabiendo lo especial que es su hijo con los intrusos.
Hermione miró extrañada a Rose ¿Será entonces que la señora NArcissa mintió con eso de que yo podía continuar con mis estudios? Pero ella parecía tan amable, ¿se habrá confundido? Pero incluso la señora McGonagall me había dicho que podía entrar, sólo debía tener mucho cuidado.
―Pues a mí la señora de la casa me autorizó entrar a esa biblioteca, si llego a encontrarme con el joven Malfoy, hablaré con él y entenderá – dijo decidida Hermione
―Está bien, sólo te daré un consejo, ten cuidado con el joven Malfoy, no es mala persona, de hecho es muy amable, las pocas veces que yo me lo he topado ha sido muy atento, pero tiene un aura y una fama muy oscura
―¿A qué te refieres con oscura?
―Uf! Yo no debería estar hablando del joven Malfoy, lo tenemos prohibido por la señora McGonagall, pero sólo te digo que su carácter es muy extraño, y no debes hacerlo enojar, se enoja con mucha facilidad.
Escucharon cómo alguien se aclaraba la garganta tras ellas, cuando voltearon a ver descubrieron que se trataba de Minerva, quien las veía con mucha seriedad y con signo de desaprobación.
Rose agachó la mirada y entró corriendo a la cocina, mientras Hermione hizo una pequeña reverencia para despedirse de la señora McGonagall y huir antes de que le dirigiese la palabra y se metiera en problemas.
Disfrutó la caminata hasta los rosales, pero pensó que ya estaba agotada y aún faltaba un poco más de recorrido para llegar a la famosa biblioteca de cristal. Pensó que la propiedad Malfoy era realmente enorme para estar en la ciudad de New York, deben ser la familia más rica de toda América para tener una propiedad tan grande, mira que recorrer dos kilómetros desde la mansión hasta la dichosa biblioteca era una exageración.
―¿Por qué alguien haría una biblioteca en un lugar tan retirado de su casa? –Ya te lo dijo Rose, el joven Malfoy es muy solitario - ―¿pero por qué? -―No lo sabemos Hermione, tal vez porque quiere estar sólo! – O porque tal vez sea un hombre muy feo, digo, hay muchas familias que ocultan a sus hijos por feos , tal vez sufrió un accidente y quiso alejarse del mundo para evitar la compasión de la gente, esas son las actitudes normales de los ricos, no? - ―NO! ―¿cómo que no? ―No lo sé Hermione, soy tu conciencia, de hecho soy tu misma, y estas teniendo una conversación contigo misma, no te parece eso absurdo?
―Ohs!- se quejó Hermione agitando las manos para despejarse de ella misma. Mientras hacía esto, no se fijó del camino y tropezó con una roca y cayó de bruces. Emitió un quejido agudo por el golpe en sus rodillas y sus codos.
Mientras se incorporaba alcanzó a distinguir un movimiento a lo lejos, cerca de unos árboles frente a ella, se trataba de unos sauces. Eran enormes, y flanqueaban una construcción de cristal de dos pisos; se puso de pie y caminó con un poco de dolor con una sonrisa en el rostro. Había encontrado la biblioteca.
Mientras caminaba, el edificio se hacía más grande, pasar entre los sauces le provocaba un estremecimiento en el cuerpo poco usual, parecía que estaba entrando a otro mundo, uno totalmente desconocido, sintió como si al cruzar aquellos sauces pisara la verdadera tierra extranjera y no al bajar del barco.
Miró maravillada el edificio de cristal, era de dos pisos, desde afuera se podían distinguir las estanterías repletas de libros. Caminó absorta hasta llegar a la puerta, que era de metal con un escudo de serpientes en bajo relieve. Empujó una de las puertas con toda su fuerza y se abrió. Debido a que el edificio era totalmente de cristal, no necesitaba otro tipo de iluminación, la luz del sol entraba por todas partes e iluminaba todas las estanterías que se alzaban como torres en los flancos del edificio.
Caminado por el amplio vestíbulo había sillones distribuidos alrededor del espacio, a un costado se veía una escalera enorme, hecha de mármol de un blanco reluciente; hacia el otro lado se vía un pasillo que llevaba una especie de estudio, había una enorme mesa redonda, al parecer también de mármol y sobre ella algunos libros desperdigados y algunas hojas sueltas.
Siguió caminando por el pasillo y encontró unas escaleras que llevaban a un piso más bajo, el sótano pensó Hermione, se animó a descender y al final encontró una amplia estancia, había una cama enorme con almohadones, la cama estaba deshecha, parecía que alguien había dormido y no se había ocupado de arreglarla. Había cuadros colgados en las paredes, cuadros poco coloridos y más bien perturbadores, la mayoría eran grabados de Goya. Reconoció Hermione.
También había libros sobre una cómoda. A Hermione le llamó la atención que los muebles en esa estancia fuesen todos de madera, se respiraba el aroma a madera y piedra. Le pareció que la decoración con ese lugar contrastaba con el edificio tan moderno e inusual.
―¿¡Quién demonios es usted y qué hace aquí!?
Hermione ahogó un grito de miedo al verse atrapada, volteo la mirada hacia las escaleras y se topó con los ojos grises más profundos e intimidantes que jamás hubiese visto en su vida, brillaban con furia y a pesar del color, por el gesto adusto de su dueño, parecían ser más oscuros de lo que realmente eran; a Hermione le pareció que el mismo cielo, en tiempos de tormentas y lluvias, se escondía tempestuoso en esos iris. Su corazón dejó de latir apenas un segundo, pero fue suficiente para sentir una corriente fría invadir su cuerpo debido al vuelco que sufrió su corazón ante la mirada interrogante y amenazadora que la había descubierto hurgando.
- Pregunte, ¿quién es usted y qué hace aquí?
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