Disclaimer: Todos los personajes de HP son de J.K. Rowling. Esta historia ha sido inspirada por un cuento que leí de Gustavo Adolfo Bécquer, que lleva el mismo nombre, solo que he cambiado algunas cosas... es mi primer fic y por lo tanto es un experimento... no me maten! (Por si acaso es un fic corto, no tendrá mas de 4 capítulos y bastante cortos)


A:

Lupin, porque desde que lo conocí ha sido mi inspiración...

Rayo de Luna

I

Era joven, había nacido entre magos, brujas y muggles y la invocación de un complicado hechizo ni le hubiera hecho levantar la cabeza un instante ni apartar sus ojos un segundo del oscuro pergamino en que escribía su más reciente poema.

Los que quisieran encontrarle, no le debían buscar donde los demás jóvenes paseaban y conversaban o repasaban algunas lecciones para los próximos exámenes…

¿Dónde está Remus- preguntaba alegremente una hermosa chica de cabellos rojos y ojos como esmeraldas, no tendría más 18 años.

- No sabemos – respondió un chico algo relleno de cabello rubio y mirada tímida, parecía nervioso - Talvez está escondido, leyendo, así lo encontré el otro día metido en un closet – agregó el joven de forma algo atropellada, como si hablar con esa chica le costara mucho esfuerzo.

- Debe estar en el lago tratando de ver una sirena – dijo otro joven bastante apuesto de ojos grises resaltados por unos cabellos negros y largos, su comentario tenía un dejo de burla, como si el hecho que su amigo esperara ver una sirena le hiciera gracia. – aunque pensándolo bien debe estar acurrucado en alguna parte del bosque, entretenido en seguir una nube con la vista – esto último estuvo acompañado de una ligera risa, muy parecida a un ladrido.

- Sirius no te burles – intervino el otro joven que hasta ahora solo se había dedicado a observar a la muchacha que tenía en frente – De todas formas, en cualquier parte estar�, menos en donde esté todo el mundo – continuo y soltó un suspiro – Saben que desde que comenzó el año se la pasa solo, ya casi ni lo vemos, solo en clases y a veces en el comedor – finalizó el joven que era mucho más delgado que sus compañeros, su cabello era negro azabache y muy revuelto como si nunca lo hubiera peinado, nuevamente miraba a la joven con sus ojos color avellana, enmarcados por unos lentes, reflejaban un brillo especial, se podía ver una mezcla de felicidad y amor en ellos con solo verla a ella… - Lily y para qué lo buscas… sabes que yo te puedo ayudar con mucho gusto – dijo el joven enamorado.

- Gracias James, solo quería que me prestara el libro que me ofreció, después se lo pediré, ahora tengo trabajo que hacer – respondió la pelirroja con una sonrisa y aceptó la mano que le ofrecía su enamorado y respondió al beso de éste, el cual se había levantado y se le había acercado… Después de ese tierno beso se fue, con una sonrisa mucho más pronunciada…

En efecto aquellos jóvenes no se habian equivocado, Remus amaba la soledad y la amaba tanto que a veces deseaba no tener sombra, para que no lo siguiera a todas partes… Amaba la soledad porque, en ella, dando rienda suelta a la imaginación, creaba un mundo aún más fantástico que en el que habitaba, habitado por seres extraños de luz, hijos de sus delirios y ensueños de poeta; porque Remus era poeta; sí es cierto también era mago, pero los versos hacían estremecer su alma, tanto que nunca le habían satisfecho las formas en que pudiera encerrar sus pensamientos y nunca los había encerrado al escribirlos.

Se pasaba horas muertas sentado en una mullida butaca junto a la chimenea de su sala común, inmóvil y con los ojos fijos en la lumbre que poco a poco de consumía.

Amar, había nacido para soñar el amor, no para sentirlo como lo sienten los enamorados, amaba a todas las mujeres un instante; a ella porque era rubia; a aquella porque tenía unos hermosos labios rojos; a otra por su forma de caminar, de moverse con gracia.

Algunas veces se le sorprendía mirando la luna, que flotaba en el cielo entre un vapor de plata, aunque sus amigos sabían que no la miraba como la mira el enamorado preguntando por su amada, sino con recelo, para luego admirar a las estrellas que la acompañaban, temblando a lo lejos, como resplandecientes piedras preciosas.

En algunas largas noches de poético insomnio, decía: "Por qué me castigas Luna, si lo único que he hecho, ha sido admirarte" Remus ese joven de cabellos castaños y ojos como la miel, de aspecto cansado, no estaba aún lo bastante loco para que sus mejores amigos se alarmaran; pero sí lo suficiente para hablar y gesticular a solas, que es por donde se empieza.