Capitulo 1: El extraño encuentro
Era una mañana fría en Central City. Una leve brisa mecía las hojas suavemente y hacia estornudar a aquellos que iban poco abrigados. Sin duda era un día muy tranquilo, algo poco común en la capital de Amestris. Los soldados disfrutaban de la tranquilidad y en ningún lado de la ciudad había problemas o accidentes. No se requería ni la ayuda de los militares ni de cierto alquimista nacional por el momento.
En un parque de la ciudad, un joven de pelo rubio trenzado permanecía sentado en un banco con expresión aburrida en su rostro, a su lado, una gran armadura contemplaba en silencio la belleza del parque.
- ¡Qué bien que tengamos tiempo libre! ¿Verdad hermano?- exclamó la armadura.
-Ya sabes que no me gusta tener tiempo libre, Al.- replicó el muchacho.
–Hermano, deberías descansar y disfrutar de estos momentos, ya sabes que en central es raro que nos dejen descansar porque siempre suelen haber problemas…Relájate ¿vale? – recomendó Alphonse.
– Siento tener que decirte lo contrario, Al, pero no podré relajarme hasta que recuperemos nuestros cuerpos.- dijo con desánimo.
El silencio se impuso durante un rato después de esa frase. Al miró hacia el estanque sin decir nada, de forma nostálgica. El joven de la gabardina roja suspiró al mirar a su hermano.
–Está bien, Al, demos un paseo por central durante el resto del día. La armadura se levantó rápidamente.
- ¡Si, hermano!- dijo con alegría.
Los Elric pasearon sin prisas y charlaron para pasar el rato. A la hora de comer Ed se tomó un bocadillo y después continuaron su ruta por la tarde. Pasaron cerca del Gran Mercado de Central, tan bullicioso y lleno de gente como de costumbre. A los hermanos les costaba pasar entre la multitud. Alphonse se dio cuenta de que una figura los observaba entre la gente, una silueta que destacaba entre el resto .
-Ed, mira a ese de ahí.-
El hermano mayor miró en la dirección que apuntaba su compañero. Pronto distinguió al desconocido. Alguien vestido con una chaqueta azul oscura y con una capucha cubriendo su cabeza les observaba mientras pagaba a uno de los vendedores del mercado.
-¿Le conoces?- preguntó Ed.
–No, pero me llama la atención.
Su conversación fue interrumpida por una voz infantil que chilló
-¡Mira mamá! ¿¡No son los hermanos Elric!
Entre murmullos la muchedumbre reaccionó ante el comentario del niño y los que antes realizaban sus compras como si nada, se abalanzaron contra nuestros protagonistas pidiendo autógrafos y demás.
-¡AHHH!- gritó Al.
Edward intentó no perder de vista al extraño, pero entre el mar de gente, sencillamente, desapareció. Ed se dio cuenta de que no era el momento de hacerse preguntas y rápidamente se agarró a la espalda de su hermano.
-¡Al, es el momento de usar el método de huida Elric!- gritó el rubio.
La gigantesca armadura comenzó a correr abriéndose paso entre la gente. Alguno que otro recibió por accidente un golpe de la armadura, pero el menor de los hermanos Elric siempre era un caballero e iba gritando 'Perdón', 'Mis disculpas', 'Lo siento mucho' y 'Con permiso' mientras huía.
Varios minutos de persecución más tarde, los hermanos se escondieron de sus admiradores en un pequeño callejón. Después de haber escapado del peligro y comprobado que estaban a salvo, ambos rieron y comentaron su peculiar estrategia, hasta que se dieron cuenta de que ya estaba anocheciendo. Un reloj daba las campanadas de las nueve.
-Será mejor que volvamos a la residencia militar antes de que el coronel 'Chispitas' se enfade- dijo Ed con tono sarcástico.-Oye Al, tenias razón necesitábamos descansar un poco, me lo he pasado muy bien- dijo entre risas.
-Es verdad, hemos tenido suerte de que hoy haya sido un día tan pacifico- confirmó la armadura parlante.
Y tras decir eso se oyó una gran explosión cercana. Una figura salió del tejado de un edificio que estaba a pocos metros de ellos. Una risa desagradable desgarró la noche. Ed miró a Al de forma cansada.
-¿Tenias que estropearlo verdad?
Al se quedó callado unos segundos y finalmente contestó con nerviosismo.
-Umm... esto... ¿¡Vamos a por el malo del día o qué¡?
Ed empezó a correr en la dirección a la que se dirigía el criminal con un suspiro de resignación. Al le siguió detrás de él. Un par de minutos corriendo más tarde, un coche militar negro que iba a toda velocidad se acercó a los chicos.
-¡Acero!- gritó el coronel Mustang.
-Ah,…usted- dijo con insolencia el joven alquimista mientras corría.
El automóvil ralentizó la marcha para poder hablar con los hermanos.
-Acero, se trata de un alquimista muy conocido en las tierras del oeste, hace tiempo que lo estamos buscando. Es un ladrón muy peligroso apodado, Salter. Parece ser que ha venido a Central para robar y vender en el mercado negro- gritó desde la ventanilla.
-¿No podría haber venido mañana?, por una vez que Al y yo nos tomamos un día libre- le preguntó con ironía.
-¿Qué te apuestas a que lo atrapamos nosotros antes que los famosos hermanos Elric?- retó Mustang con una sonrisa mientras señalaba a su acompañante, La teniente Riza Hawkeye.
-¡Eso habrá que verlo!
Edward dio una palmada y trasmutó el suelo en una escalera para subir a los tejados y seguir persiguiendo al villano desde arriba.
-¡Al, ve por el otro bloque de edificios para cortarle el paso!
-¡Entendido!
El joven alquimista pronto alcanzó a su objetivo, comenzó a lanzarle proyectiles transmutando, chimeneas, cornisas y otros objetos a su alcance. Sin embargo los esquivaba con facilidad. Salter era un hombre alto, desgarbado y a pesar de su avanzada edad tenía una agilidad y velocidad impresionantes. Llevaba una gabardina y sombrero negros. En un gran saco llevaba el botín del día.
-¡Metete en tus asuntos enclenque!- gritó el ladrón mientras elevaba un muro con alquimia.
-¡¿A quién llamas enclenque, viejo?-
Ed junto sus manos y creó una columna de piedra que atravesó y echó abajo el muro. El joven de la chaqueta roja corrió sobre su columna y justo cuando estuvo a punto de agarrar la gabardina del viejo, otra columna totalmente inesperada le golpeo en el costado, dejándolo tirado en el suelo. Sorprendido, buscó con la mirada al responsable y pudo distinguir que la columna era obra de aquel extraño que vio en el mercado, cubierto por su capucha y en esta ocasión también cubierto por una bufanda que cubría su cara. Con sorprendente agilidad, el desconocido comenzó a perseguir a Salter.
-¿Otra vez tu?- gruñó el ladrón, que se detuvo para plantarle cara al encapuchado.
El perseguidor intentó golpear a Salter, pero este, lo esquivó. Ed se levantó con rabia del suelo.
-¿¡Quién demonios eres para atacarme de esa manera si vamos a por el mismo tipo!- gritó el alquimista enfadado.
El extraño hizo caso omiso de sus palabras y le dedicó un gesto sacudiendo la mano que decía claramente 'lárgate'. El rubio apretó los puños.
-¡Hermano!- saludó Al mientras corría hacia Salter por detrás para no permitir que escapara. Alphonse vio que su hermano estaba quieto mirando como el tipo del mercado atacaba el criminal y se quedó algo pasmado ante la imagen. En ese momento Salter estaba esquivando los ataques y patadas del encapuchado. Estaba en una situación difícil. Su enemigo le estaba atacando con ganas, y por otra parte tenía al alquimista de acero que no tardaría mucho en atacarle en cuanto recuperara el aliento y a su espalda su hermano menor, aproximándose. Por suerte era un hombre que pensaba rápidamente bajo presión y elaboró un plan de huida que consideraba perfecto, y mientras se elogiaba a si mismo por su brillantez mental, su hábil rival le propinó una patada en el estómago. El ladrón tosió por el dolor y después rió.
-¡JA! ¡Por mucho que te esfuerces, no lo recuperarás!, ¡Lo que Salter roba, Salter se lo queda!
El villano puso sus manos en el suelo e hizo explotar por medio de la alquimia los pilares más importantes del edifico desde el tejado, que comenzó a tambalearse peligrosamente. Una nube de polvo lo cubrió todo y era imposible ver a través de ella. Salter la aprovechó para escapar. Al saltó rápidamente al edificio más cercano, al igual que el desconocido. A continuación Ed realizó lo mismo, sin embargo, el golpe de antes le hizo perder un poco el equilibrio y tropezó antes de saltar.
-¡Edward!- chilló Al.
El extraño agarró a tiempo el brazo del herido y con fuerza lo subió poco a poco. Ed miró hacia arriba con sus ojos dorados a su salvador y susurró
-Maldito…
Cuando el desconocido lo subió lo acercó a su hermano que vino con preocupación.
-Gracias- agradeció Alphonse más calmado.
Pero el otro no le escuchó, estaba mirando los restos del edificio por si podía divisar a Salter. Finalmente se volvió hacia ellos. El desconocido era de estatura media, unos 5 cm más alto que Ed solamente.
-Perdóname.
Ambos se quedaron sorprendidos, su voz sonaba afeminada.
-No podía permitir que otro lo atrapase antes que yo, hace tiempo que los estoy buscando. Siento el golpe.- concluyó mientras se disponía a bajar del edificio.
Pero en ese momento los agentes del coronel llegaron a la azotea donde se encontraban. La teniente Hawkeye apuntó hacia el misterioso encapuchado por si intentaba huir.
-¡Quieto! ¡Estas rodeado!- dijo el alquimista de fuego.
-¡No, por favor! ¡No le disparéis!- gritó Al.
-¡Quítate la capucha y la bufanda!- ordenó el coronel.
El extraño sabía que estaba en desventaja y con un -pfff- renunció a huir y cumplió con las exigencias del coronel Roy Mustang. Se quitó primero la bufanda y a continuación la capucha. Los hermanos se quedaron totalmente perplejos, al igual que el equipo militar. Se trataba de una muchacha de cabello pelirrojo oscuro recogido con una coleta media. Sus ojos eran verdes y su piel blanca. Al se quedó atónito y sin palabras. La reacción de Ed fue distinta. Por una parte, le recordaba a Hawkeye porque las dos a pesar de su aspecto eran temibles y por otra parte seguía furioso por el golpe de antes. Mustang no se esperaba que una chavala hubiese armado tanto barullo.
-Arréstenla- ordenó el coronel.
