DISCLAIMER: como siempre, todo es de Rowling excepto mi imaginación.

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Hojas Secas

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A Draco le gusta pisar hojas secas.

En los enormes jardines de Malfoy Manor, en los frondosos bosques de Hogwarts o en los caminos serpenteantes de sus visitas a Hogsmeade.

El placer que siente al hacerlo es indescriptible, fuera de toda explicación. Desde el pequeño pie de cinco años hasta el más grande una década mayor, la sensación no ha cambiado, el impulso irrefrenable de ir y pisar los montones de hojarasca no ha dejado de existir, desbaratando sólo por unos instantes, el acostumbrado temple Malfoy.

La paz subsiguiente está más allá de todo valor.

Hasta que comprende.

Al primer muggle tuvo un pálpito. Al segundo, una intuición. Al tercero, fue tan claro que dolió.

Los músculos tensándose más y más hasta rasgarse en hilos finos, la sangre vertiéndose en los huecos vacíos y finalmente, el golpe de gracia: los huesos quebrándose en un seco crujir.

Su cuerpo se estremece ante el sonido y su mente viaja hacia el momento que evoca el escucharlo.

El momento en que un pequeño de cuatro años abre la puerta del despacho de su padre y ve a éste tirado en el suelo, retorciéndose de puro tormento a los pies de un ser envuelto en una capa negra.

Los músculos tensándose, la sangre vertiéndose, los huesos quebrándose...

El momento en que el niño se agarra con fuerza a las ropas de ese hombre encapuchado y le ruega que pare, le grita que no mate a su siervo.

El momento en que el Crucio se detiene y el hijo abraza al padre, secando sus lágrimas, acariciando sus cabellos, mientras la figura oscura se diluye entre las sombras con dos tenues resplandores de rojo fulgor.

Lucius llorando... y sonriendo.

El momento en que, en medio del dolor, Draco Malfoy siente algo que nunca jamás conocerá.

Amor.

Por eso, cuando el mortífago finaliza su trabajo y abandona la casa de campo del reconocido auror, los árboles lloran sobre el jardín, pero él no se detiene en absoluto. Ajusta su máscara y sigue su camino hacia ningún lugar.

Porque a Draco le gustaba pisar hojas secas.

Hasta que comprendió.

FIN