N/A: Esto fue inspirado de alguna forma por la canción de Maroon 5's "Not Falling Apart." No estoy muy segura de cómo… también, finalicé de leer Siddhartha de Hermann Hesse, así que tal vez lo haya influenciado un poco? Como sea, por favor lean, disfruten, y no olviden el review!
N/T: La historia, el desarrollo, todo excepto los personajes pertenecen a "In Permanent Hiatus", yo solo tuve el placer de poder traducir esta historia :)
Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Había luz. Dejó de soñar al instante pero no quería abrir sus ojos. Sabe lo que la luz significa; es de mañana.
Puede recordar un tiempo en que solían gustarle las mañanas. Puede recordar un tiempo en que despertar no era doloroso y no lo hacían sentir con ganas de quedarse escondido por un rato. Pero no había sido así desde hace mucho, mucho tiempo. No desde esa primera noche.
Mierda, piensa vagamente. Abre sus ojos sin querer, y rápidamente trata de cerrarlos de nuevo, pero no sirve de nada. Está levantado, y ahora sabe con seguridad; que ella se ha ido. Su mano acaricia las sabanas, pero están frías. Es siempre lo mismo. Siempre. Piensa, tratando de recordar cuando no estaban así. No puede. Se pregunta brevemente que tan temprano ella se debe haber ido.
Siempre estaré aquí para ti… es su voz en su oído, pero no lo es. No es la misma brusquedad en sus gemidos o la estridencia de sus gritos. No es la que él ha llegado a conocer, o la que ella quiere que conozca, o… aunque no quiere pensar en esto tan temprano.
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Fue la primera vez que realmente lo aterró. Puede verlo claramente, desde el momento en que ella prácticamente se arrojó a sus brazos y susurro en su oído al tintineo de las llaves en la cerradura, apresurada, urgente, a lo que viene a continuación, a lo que siempre viene a continuación. Pero él estaba tan aterrado, todo el tiempo, aterrado. ¿Y sí no lo decía en serio? ¿Y sí lo odiaba? ¿Y sí despertaba de este sueño? Pero no despertaba; no sabe las respuestas a las otras preguntas.
Ella era mucho más experimentada que él, o así parecía. Después tuvo la impresión de que estaban improvisando sobre la marcha. Recuerda que ella olía a flores, como la primavera, como algo limpio, lo que por su puesto hizo todo el acto tan condenadamente fácil de razonar.
Por favor… Ella nunca lo dijo. Nunca se decían nada, siempre sin palabras; hablaban con su piel, con sus miradas, con sus cuerpos. Pero estaba en su mirada, la suplica. ¿O era su propia mirada reflejada en los ojos índigo de ella? Por favor…
Siempre estaré aquí para ti…. Debe haber sido esa noche en que ella lo dijo, sus brazos sobre sus pechos mientras yacían en el sudor, en sabanas pegajosas, aspirando la humedad del aire de la noche de verano. Podría quizás haberlo besado después; a veces los detalles se vuelven difusos. Todo lo que realmente recuerda es el horror de aquella mañana, auténtico terror que se apodero de su estómago como un puño de hierro. Ella se había ido.
No sabía qué hacer. Se atormentaba a si mismo con preguntas, con cosas que debió haber hecho mejor pero ahora eran demasiado tarde para cambiar.
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"¡Te odio!" Está mirando su reflejo en el espejo, privado de sueño; hay arena en sus ojos y bolsas debajo de ellos. "Te odio." Cada mañana que ella se va hace esto, desde esa noche. Se levanta y arrastra sus pies al baño, agarra el fregadero, y se mira hacia abajo, susurrando la misma patética frase una y otra vez hasta que no puede soportar seguir viéndose a sí mismo. Es una triste tradición, pero de nuevo, es como se siente. Triste. Patético. Abandonado. Perdido.
"Te odio…" ¿De todas formas con quien está hablando? Cambia de segundo a segundo. Ahora es consigo mismo, por hacerlo pasar por este horrible ciclo, este repugnante y adictivo habito que parece no poder romper. Ahora con él, por irse en primer lugar y jamás mirar atrás, ese bastardo, por el que ella vino a caer a sus brazos cuando no había nadie más. Ahora es con él mismo de nuevo, por ser tan débil, por ser incapaz de decir "no." Ahora es ella… Por ser todo lo que él quería y más. Entrecierra sus ojos cuando un rayo de sol lo deslumbra a través de la ventana detrás de él, reflejándose en el espejo y golpeándolo directo en los ojos. Al igual que ella. Exactamente como ella. Ese debería ser su nombre, Sol. Tiene los colores para eso también. Excepto…. suspira, apartando los ojos de su imagen mientras se voltea para irse. Excepto que él se parece a ella en ese sentido también, sin mencionar la "desagradable" cantidad de naranja en su armario. (Ella siempre usa esa palabra, "desagradable," cuando se refiere a sus ropas. Por su puesto, eso hace que sea mucho más fácil el arrancársela capa por capa con esa dulce, sádica sonrisa de ella. )
"Te Od…" Sabe que no puede seguir con esto por mucho más, no debería, él no es así normalmente. Él es un luchador, un ganador; ¡él va a ser Hokage por amor de dios! O al menos quería serlo alguna vez, en un muy distante pasado. Ahora no está seguro de nada, salvo las náuseas que sentía en el estómago. Y ella.
"…Te…" Odia la manera en que su cuerpo actúa cuando ella está cerca, como lo controla tan profundamente desde que sus dedos rozan su piel. No quiere tener esa clase de relación más, y para ser honesto, realmente nunca quiso tenerla en primer lugar. Está cansado––– no, enfermo, agonizantemente enfermo de tener que usarse a sí mismo para complacerla porque sabe que es la única manera de conseguir que se quede por más tiempo que el efímero momento en que únicamente ella parece permitírselo, pequeños, vislumbres de algo que él no puede alcanzar. Está cansado de correr tras ella. Está disgustado consigo mismo. Y está enfermo del sexo sin fin; por una vez le gustaría solo hacerle el amor. Pero ahora solo está siendo ridículo.
"Te amo." Esta es la parte en que se sienta en la mesa de la cocina y llora por un largo rato.
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Después de esa primera noche, después de que se diera cuenta que ella no lo odiaba y sus frenéticas preguntas fueran contestadas (en una risa, en un tono desenfadado como si no significara nada), después de que el reconociera que estaban cayendo en este patrón infinito, después de todo eso, fue cuando el hizo esa estúpida cosa–––esas estúpidas cosas.
Él no había entendido completamente los términos que le fueron entregados. Había pensado que eran algo más, que no tendría que actuar como si todo estuviera normal. Pero rápidamente entendió que estaba equivocado.
Ella no lo miraba cuando le sonreía, no lo saludaba de vuelta. Miraba a través de él, y se alejaba cuando trataba de tocarla, de abrazarla. Era más doloroso que el rechazo al que estaba acostumbrado. ¿Acaso le tenía miedo? ¿Estaba avergonzada? No, peor, ella estaba jugando con él, con sus emociones, rompiéndolo lentamente. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué dejaba que lo hiciera? Y sin embargo, la noche siguiente, allí estaba ella, empujándolo contra la pared mientras sus labios se encontraban con los suyos y sus dedos tiraban de su chaqueta. Y él se rendía. Y despertaba solo la mañana siguiente.
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"Te amo." Estas eran las simples dos palabras que le gustaría decir, clamar, gritar con todos sus pulmones, sin embargo estas simples dos palabras parecían más un deseo, una súplica de afecto. Está bien porque él la necesita. No está bien porque ella no lo necesita.
"Patético." Se escupe la palabra, se regaña, se golpea a si mismo con ellas. "Patético." Es una hermosa palabra realmente. Parece describir todo lo que estaba pasando con su vida, todo lo que tiene que ver con él respirando.
"Espera…" Se pausa en la puerta, con la mano en el pomo, y algo se le ocurre. ¿Está acaso suicida? Sacude su cabeza, pero su mano sigue en el pomo y lo hace dudar. Ve adelante, se ordena a sí mismo. Esa es su vida ahora, ve hacia adelante, pero él no quiere ir hacia adelante. Aún así tampoco quiere volver atrás. Está estancado. Está estancado en ella, en su pálido cabello color miel, en sus dulces labios rojos, en esa sonrisa tortuosa, en el azul oscuro de sus ojos… y de repente es capaz de abrir la puerta.
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Ella tenía reglas. Nunca se las dijo directamente, pero él las aprendió, las aprendió de la frialdad de sus ojos cobalto, de la manera en que sus pestañas se extendían hacia abajo, fruncía sus labios, la manera en que se volteaba y se iba. Literalmente. Salía por la puerta. Pero lo hermoso de los ciclos es que siempre tienes una segunda oportunidad. Y ellos siempre completaban el círculo.
Reglas. Ella tenía reglas. Como no darle esa mirada cuando hacía algo mal, porque ella nunca hace nada mal. Como no besarla o tocarla o hacerle cualquier cosa suavemente, tiernamente, dulcemente, porque ella no es ninguna chica debilucha y podría patearte el culo en un instante. Como no abrazarla después de terminar su apasionante encuentro nocturno. Como no hablar, porque hablar lo hace real. Reglas. Las aprendió todas al pie de la letra, aunque no estuvieran escritas. Nunca cuestionó ninguna de ellas. Él fue elegido, así que las aprendió. Y sin embargo, había roto la regla más importante: no te encariñes. Pero las reglas eran para romperlas de todos modos….
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Ahora está caminando por la calle, respirando el aire. ¿Cómo llegó aquí? No importa realmente. El sol es más brillante aquí afuera, pero está bien. No ha ido en una misión en una semana así que no tenía donde ir, pero sus pies lo están guiando a un lugar, o más bien dicho, a alguien. Ni siquiera necesita mirar adónde va, a pesar de que tiene sus sentidos agudos gracias a eso. Cada paso lo acerca a su latido, a la calidez de su cuerpo, al ligero olor a girasoles que se coloca cada mañana (él sabe eso porque una vez se despertó temprano para convencerla de quedarse, lo que fue naturalmente, en vano)
Todo es normal. Nada es normal. Las nubes, los pájaros, los arboles parecen bien, parecen iguales, pero él sabe mejor. Nada es lo mismo ya. Y de repente, hay flores.
"Bienvenido…" Su voz se apaga rotundamente mientras las campanas encima de su cabeza tintinean. Sus ojos cerúleos se posan en él, exhala. Está confundida. Está en guardia. ¿Qué está pensando?
"¿Hay algo que esté buscando?" se aventura por fin, actuando normal, pero no sonriendo como lo haría con cualquier otro cliente. Sin embargo, su rostro posee el aspecto satisfactorio de carecer de una buena noche de sueño. Él sonríe interiormente sabiendo que ha ganado este pequeño pedacito de ella por sí mismo. En la parte posterior hay sonidos de movimientos, de sonidos graves, su padre está aquí, como siempre. No está seguro si ella le ha dicho o no.
"Si," responde finalmente, cogiendo una flor roja de la repisa. "Me gustaría darle esto a una chica…"
"Naruto." Él levanta la mirada, sorprendido, gratamente sorprendido. Ella debe haber dormido menos de lo que pensaba. Porque ya nunca dice su nombre, solo lo grita en las noches. No es lo mismo. Pero prefiere esta forma.
Como si se diera cuenta de su error, cierra sus ojos con fuerza, pacientemente, tomando una inspiración lenta y profunda. Finalmente asiente con la cabeza a sí misma, el movimiento apenas perceptible cuando abre sus ojos de nuevo. Mira a los suyos, y tiende la mano para el dinero. Él sonríe casi disculpándose mientras coloca los billetes y monedas en su suave, perfecta mano, una mano que lo ha hecho tan feliz y a la vez tan miserable.
"Ino…" No actúa como si registrara el nombre. De hecho, está actuando rígida ahora, su mirada oscura y lejos de la de él. "Ino…"
"Por favor," se maneja para responder al final, sacudiendo su cabeza ligeramente, parpadeando con lentitud. "Solo vete."
"Está bien." Se gira, dejando la flor en el mostrador en frente de ella, a escondidas mirándola por encima del hombro mientras se acerca a la puerta. Ella recoge la flor, la estudia, frunce el ceño, y mira hacia donde está la repisa. Sabe que quiere devolverla, pero hay un rastro de culpa en su rostro, así que la deja debajo del mostrador.
Ahora se va, justo como ella le dijo. Otra regla: vete cuando ella diga que te vayas. Sonríe a sí mismo, pasando una mano por su cabello en punta. No puede parar de sonreír. Es la sonrisa de un amante satisfecho. Es la sonrisa de un loco demente. Es la dulce y sádica sonrisa de ella que deja cada vez que lo besa, un poco despegándose de sus labios como una segunda piel. Tiene la esperanza de un día besar esa sonrisa y ver lo que hay debajo de ella. Pero no aun.
Una rosa roja. Se pregunta qué es lo que hace con todas ellas, si es que no las revende. Pero no puede. Él lo sabe; siente que está mal vender flores con emociones unidas a ellas. Además, no quiere a nadie más involucrado, aunque sea indirectamente.
Una rosa roja. Él se la da cada día, y cada día ella vuelve en la noche. Le gustaría pensar que tiene algún efecto en ella ¿Pero a quien pretende engañar? Sacude la cabeza mientras camina por la calle, solo en su mente, a pesar de la multitud que llena todo espacio posible. Cada noche es lo mismo. Pero está bien. Él está haciendo esto por ambos. Tal vez es lo que necesitan ahora mismo. Ordinario. Normal. Rutina.
La mañana siguiente despierta solo, el sol brillando, las sabanas frías. Abandonado de nuevo. Él lo sabe antes de revisar. Pero esta vez, esta vez su mano se cierra alrededor de algo duro, algo suave, algo frágil, algo significativo. Se levanta y abre sus ojos inmediatamente para asegurarse de que no es un sueño. Pero no está durmiendo. Y sonríe.
Lo hermoso sobre los ciclos es que siempre tienes una segunda oportunidad. Y ellos siempre completaban el círculo.
Esta es la parte en que recoge una rosa roja entre las sabanas.
N/T: Hello Hello! Bueno aquí yo de nuevo traduciendo una historia más, hace unos dias leí esto, y no sé por qué, pero realmente me dieron muchas ganas de traducirla, me gustó demasiado, la encontré tan hermosa que pensé que me encantaría que más gente tuviera la oportunidad de leerla, asi que me puse a trabajar y aquí esta.
Esta historia se llama "Cycles" y como dije pertenece a "In Permanent Hiatus" es un two shot, así que espero traerles la continuación (que es enfocada en Ino) en un par de semanas.
Ojala les guste! Debajo les dejo el link de la historia y del perfil del autor que me dio el permiso para traducirla.
Triple s/3816918/1/Cycles
Triple u/1013838/On-Permanent-Hiatus
