ONE PIECE Y SUS PERSONAJES NO ME PERTENECEN. SON PROPIEDAD DE EIICHIRO ODA, SÓLO HAGO ESTO CON EL FIN DE ENTRETENER.

Mon joli Rouge


Parte de la Rouge week 2018


Día 1: flores.

Porque siempre que el viento sople desde el sur, traerá consigo el dulce aroma de una flor de hibisco…

Ella era la viva imagen de la alegría, con su sonrisa amable en los labios y ese brillo en la mirada que la hacía verse tan… tan precisamente eso: viva. Y con esa vida lo llenaba a él.

Era sencillo, cualquier hombre enamorado ha afirmado alguna vez, que cruzaría el mundo entero con tal de volver a ver a quien ama. Él lo hizo, y volvería a hacerlo cuantas veces fueran necesarias. Por verla, cruzar el mundo parecía un precio justo e incluso, él quedaba a deber, pues recorrer el mundo no le representó nunca un sacrificio y si al final de la ruta podía encontrarse con ella, no imaginaba un mejor final que ese.

Sus largas ondas color durazno se mecían con el viento, que les acariciaba el rostro con gentileza, si su bigote fuese más largo seguramente también lo mecería el viento. Así se lo hizo saber y tal como imaginó, su pequeña tontería fue recompensada con la dulce melodía de su risa.

—Tal vez la próxima vez —dijo ella mirándolo a los ojos mientras tomaba su mano, comenzando a andar entre la hierba.

Ya estaban bastante lejos de donde habían atracado al Oro Jackson, pero aun así Roger miró en toda dirección posible antes de sacar algo de su abrigo rojo de capitán. Y Rouge no podía estar más curiosa del porqué el hombre actuaba de esa forma.

Todas las dudas se disiparon cuando sintió algo sobre su cabeza. Llevaba puesto su sombrero de paja.

Roger se llevó el dedo a los labios con un ligero "shhh", pidiendo que guardara el secreto, la mujer lo miró divertida aunque con cierto reproche. El pobre Shanks ahora debía estar al borde del colapso buscando su sombrero y supo por la mirada de Roger que él estaba pensando lo mismo, por supuesto que, siendo él, no reprimió la carcajada que este pensamiento le causó. A ella le hizo feliz verlo reír.

—Te queda mejor a ti de cualquier forma —aseguró el pirata y su compañera sólo pudo sonreír.

Tan pronto como el barco tocaba puerto el hombre salía a su encuentro o a veces era ella misma la que subía al navío sin que nadie la notara y ambos desaparecían antes de que terminaran de anclar el barco. Y sólo alguno de ellos se limitaba a gritar: "¡ya se han robado al capitán!" y el barco entero se echaba a reír.

Y a otra voz se le oía contestar: "ojalá que se lo quede esta vez" y en ese segundo estallido de alegría, Shanks se daba cuenta que le faltaba algo en la cabeza.

"Si ya se ha robado al capitán, ¿por qué no iba a quedarse también con el sombrero?" un dicho de Rayleigh con el que él estaba totalmente de acuerdo.

Por lo menos, por un rato.

El sombrero era de Shanks y él, él era tan suyo como ella quisiera, afortunadamente así como era enteramente suyo, era enteramente libre. Libertad que le permite volver, no importa qué.

No iba a ser ella la que tratara de retener una tormenta, por más que haya logrado llegar al corazón. Quizá por eso logró llegar ahí en primer lugar, ella lo comprendía mejor que nadie; y él se preguntaba qué podía ofrecer a cambio, porque ella seguía ahí con él sabiendo que irremediablemente, pronto debería partir.

Un ligero apretón en la mano lo devolvió con ella, que lo miraba preocupada de verlo tan serio lejos de una pelea. Rouge no dijo nada, simplemente lo abrazó tan fuerte como pudo y lo animó a seguirla.

Tan pronto como sintió su abrazo, Roger pudo asegurar que algo en él tomaba fuerza y sigilosamente la siguió.

Ahora estaban dentro del bosque y él no podía estar más en su elemento, tal vez ella quería verlo pelear con un oso o mejor aún, quería verlo comer un oso, claro que sus modales le dictaban compartir, pero acabaría comiéndose la mayor parte.

Rouge le hizo señas, habían llegado al lugar.

—Sin Zapatos. Ven —susurró antes de entrar en un claro. Definitivamente debía haber un oso ahí dentro.

Se quitó las pesadas botas y su abrigo, los dejó a lado de una roca junto a donde Rouge había dejado sus sandalias, de un movimiento hizo crujir cada hueso de su cuerpo, estaba listo. Sólo esperaba que el oso diera pelea, dio un par de pasos; cruzó los helechos que servían de cubierta para la entrada y entonces…

Se encontró de frente con la mejor vista del mundo: en medio de un prado cubierto de flores le esperaba Rouge con un ramo, y el viento que provenía del mar hacía flotar pétalos en el aire que parecían envolverse a su alrededor, justo como su falda, larga y vaporosa, se enrollaba en sus piernas.

—Apuesto a que esperabas un oso, ¿verdad? —dijo divertida al ver la cara de desconcierto de Roger.

Soltó una ronca carcajada antes de correr en dirección a su compañera y antes de poder arrollarla, la tomó por la cintura girando con ella en brazos, bien sujeta de su cuello. Cayeron mareados en las flores, riendo a más no poder. Rouge se acomodó contra su pecho y le tendió el ramo que, milagrosamente, había sobrevivido a todo aquel movimiento.

—¿Son para mí? —preguntó hundiendo la nariz en ellas.

—Sí.

—¡Qué detalle!, pero yo no tengo algo para ti —dijo rascándose la mejilla—. Si quiero encontrar una flor para ti, debemos volver a la playa, sin embargo, no quiero volver tan pronto.

—Entonces descansemos, capitán —Rouge se había acomodado de lado izquierdo con su cabeza justo sobre su corazón y Roger la abrazaba por la cintura. El viejo sombrero de paja descansaba en su estómago, con la mano de Rouge sobre él para evitar que saliera volando.

—Será lo mejor —dijo dejando escapar un gran bostezo, cubrió la mano de Rouge con la suya acariciando el dorso con gentileza. Su vista se perdió un momento en las nubes llevadas por el viento del sur, un pétalo volador aterrizó en su nariz, sacándole un estornudo. Sintió cada parte de su cuerpo estremecerse de dolor, demasiado dolor. Pero el asirse aquel cálido cuerpo era un ancla demasiado buena para dejarla ir; debería hacerlo eventualmente, mas no sería hoy.

Hoy estaban ella, él, las flores y el viento del sur que le traía de vuelta el tan agradable olor del mar. Sabía que venían tiempos duros, un gran cambio, y estaba seguro de que ella lo sabía también.

—Gracias por las flores, joli Rouge —susurró besando su cabeza, sabía que se había quedado dormida casi al momento de acostarse, era una extraña habilidad, pero le permitía velar por su sueño un rato y ver la apacible sonrisa en su bello rostro.

Él estaba agradecido por todo, las flores, el paseo, su presencia; le agradecía incluso por el recuerdo que lo acompañaría en sus peores momentos, y en sus últimas horas, cuando un suave viento del sur cargado del aroma del mar se tornaría tenue y dulce como la fragancia de una flor, se volvería un par de suaves manos acariciando su rostro; lo traería de vuelta a este prado con las flores, su ramo, su sombrero y la hermosa mujer con las mejillas cubiertas de pecas, que le tiende un abrazo sin necesitar más explicaciones, pues lo sabe. La que duerme en su pecho y le hace olvidar un dolor insoportable. La que baila con las flores y lo hace vivir.


Joli rouge: literalmente «bonito rojo/ bastante rojo»

Mon joli Rouge: Mi bella/querida/pequeña Rouge.

Dentro de los mitos y las leyendas que rodean a la insignia pirata, uno de los más curiosos está en el origen y evolución de su nombre: "Jolly Roger" que parece derivar del término: "Old Roger" una jerga de la época para referirse al diablo.

Otra versión cita que viene del francés "Joli rouge" corrompido por los ingleses después.

Pero, ver una bandera roja llegaba a infundir más miedo que una negra.

Cuando la Guerra de Sucesión española acabó en 1714, muchos de los corsarios se convirtieron en piratas y algunos de ellos retuvieron la bandera roja, símbolo de sangre.

No importa cuánto temían los marineros el color negro de los piratas, todos esperaban no encontrarse con la joli rouge.

La bandera roja declaraba abiertamente las intenciones de los piratas: no se perdonará una vida, no se harán preguntas.

De una forma u otra, es una curiosidad más que vincula a la Reina con el Rey ¿no creen?

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