[Nota de Autora]

Ea ea, ¡Estoy viva! Y comenzamos con esta nueva historia. En realidad no planeo hacer nada muy serio con ella, como lo estoy haciendo con Proyecto Santos o No Querría Despertar De Otra Manera, pero he de decir que me está gustando lo que hago. Quiero escuchar sus opiniones al respecto, sobre todo de los personajes. ¿Hay algo que quieran conocer de ellos? ¿Les interesa su pasado? Ustedes sólo déjenme un comentario e intentaré ponerlo para el próximo capítulo. Espero que les guste este. ¡Disfruten la lectura!~ ^^

Testigo De Homicidio

Alinne sacudió las botas frente a la puerta de la posada, y un montón de nieve cayó sobre la madera húmeda del porche. Estaba helado. Congelado. El hielo se le colaba entre la ropa y el viento le cortaba la cara. Era Skyrim, después de todo. Se suponía que era así. Más si hablábamos de Winterhold, la ciudad hogar de la universidad arcana.

-Vamos, que me cago de frío. -Gimió Onmund detrás de ella. La maga se giró para mirarle con el ceño fruncido y sacarle la lengua, provocando una risilla risueña en el joven nórdico. Abrió la puerta después de un intervalo de sonrisas cómplices, y ambos amigos entraron en la cálida edificación.

En el centro de la estancia había una gran boca abierta en el piso llena de brasas que calentaban el hogar. Las paredes eran altas, de madera tallada, y las mesas se agolpaban juntas y silenciosas contra ellas. No había nadie aparte de un borracho en una esquina abandonada, un mago de brazos cruzados más allá, y el posadero. Pero así era mejor, después de todo, a pesar de ser la ciudad hogar de la mayoría de los magos estudiantes, estos eran muy repudiados por la sociedad. Le echaban la culpa por el gran colapso de la ciudad, el cual los había cubierto de nieve y había derrumbado gran parte de las edificaciones hacia el mar por el acantilado. Lo peor es que tal vez podían tener razón.

Pero por otro lado, Alinne y Onmund eran jóvenes y no habían tenido nada que ver con ello. Aún así, eran víctimas de insultos y malas miradas. Les daba bastante lo mismo. Después de todo, ambos eran orgullosos nórdicos.

-¡Yo quiero el especial de la casa y un aguamiel! -Voceó jovial el joven, mientras la otra repetía que quería lo mismo pero con voz más calma.

Se sentaron en una mesa apartada, y esperaron a que llegara la comida.

-¿Vas a ir a Saarthal mañana? Yo voy a ir después de almuerzo. Mejor vamos juntos, el camino hacia allá es peligroso. -Comenzó la conversación el joven, bajándose la capucha del uniforme de la universidad.

El nórdico apenas rozaría los 23 años. Su cabello era corto, marrón oscuro y desordenado. Su gesto usualmente amable ahora se curvaba en uno jovial y tranquilo. Lo único que parecía destacar de su rostro eran sus límpidos ojos color zafiro, siempre brillando con cierto toque de inocencia. Era el claro opuesto de la silenciosa y sabia Alinne. Sus ojos se entrecerraban demasiado como para parecer brillantes. Eran los ojos de una persona que había visto demasiado en aquélla fría vida de Skyrim. Eran los ojos de una persona cansada. Aun así, eran mejores amigos. Los opuestos se atraen, digamos.

- Claro. -Las manos de delgados y articulados dedos de la maga se entrelazaron bajo su nariz. Las palabras se agolpaban entre ellos.- No quiero que un oso me devore antes de conseguir mi título.

Onmund rió, la otra apenas sonrió. Él tamborileaba en la mesa, ella observaba al rededor con gesto pensativo.

- Oye, ¿Qué te pasa? -Preguntó el otro al notar la tranquilidad de Alinne Valkari. Ella era de todo menos tranquila. Podía no decir mucho, pero su mente nunca estaba quieta. Ahora parecía reposar como las aguas del mar sin viento, y eso extrañaba al mago.

-Nada. Estoy pensando. -Fue su corta respuesta.

-¿En qué piensas, dime, dime, sabia Valkari? -Canturreó en voz baja Onmund.

La maga rió un poco, negando con la cabeza. Su amigo no tenía remedio, al parecer. Era imposible tener una conversación seria con él, y en cierta parte agradecía eso. En la universidad no se podía hacer muchos chistes que digamos. Los experimentos eran peligrosos y la seriedad era una obligación.

-Me pregunto qué habrá en Saarthal. Es una ciudad muy antigua, ¿sabes? Se dice que una de las primeras que hubo en Skyrim. Nadie sabe exactamente cuándo ni cómo cayó, ni a dónde fueron sus residentes. Pero hay muchas leyendas al respecto. ¿Cuál será la verdad...? -La última pregunta la soltó con un tono dramático y misterioso. Ambos rieron, mientras la mesera les traía la comida y la bebida. Onmund le lanzó un beso a la mujer y esta sonrió coqueta y se fue. Alinne se mordió el labio y le tiró un guisante a su amigo.

-Alguien estuvo haciendo sus tareas. -Se burló el chico, intentando cubrirse la cara en caso de más guisantes voladores, pero las bajó al ver que la otra ya comenzaba a comer con una sonrisa.

-Al menos yo las hago, pedazo de un vago.

Así pasó la noche, entre risas y comida en abundancia. Al final, ya a altas horas de la noche, ambos amigos salieron para volver a sus respectivos cuartos en la Universidad. Alinne ayudaba a caminar a Onmund, quien se tambaleaba cual barco en marea. Ella le había dicho que no tomara tanto, pero él no escuchó. Podía ser mago, pero antes que todo, era un nórdico.

-E...Essssss -Parecía no poder articular palabra.- Esspera que tengo que echar u-un meo.

Pararon, y Alinne esperó entre las casas destruidas mientras su amigo caminaba unos metros y hacía sus necesidades mientras canturreaba cosas sin sentido.

Estaba nevando, y los copos de nieve caían sobre ellos con lentitud y pausa. El silencio te acariciaba la piel, acompañada del frío, invitándote a dormir. A Alinne le costaba mantener los ojos abiertos. Se apoyó contra la pared descascarada de una casa en ruinas, esperando a que su amigo saliera de detrás del paredón y poder ir a dormir. ¿Por qué tardaba tanto?

Un grito atravesó la noche, el aire pareció congelarse aún más.

Alarmada, pensó que podrían haberle hecho algo a su amigo. Llevó sus reservas de mágica a sus manos, prendiendo al instante unas llamas que rodearon sus dedos, como si su brazo se incendiara. Un hechizo de fuego. Ya completamente despierta, como si nunca hubiera tomado, corrió entre los vestigios de casas caídas en busca de Onmund. No podía haber ido muy lejos, no, no podía, sólo habían sido unos metros. Cuando quiso recordar, estaba entre un montón de ruinas, con la nieve por las rodillas. Miró hacia todos lados, cuatro direcciones las cuales tomar. Al frente, detrás y a ambos costados.

-¡Onmund! -Gritó ya desesperada. Sentía la piel crispada.

Por entre unas maderas salió una oscura sombra. Era un hombre, o eso quería pensar. Estaba completamente vestido de negro, por lo que se veía como una sombra que se despegaba del suelo entre la nieve. Lo único que se veía de él, eran unos ojos de gato, verdes y brillantes, que se conectaron la mirada de la maga por unos segundos que parecieron eternos. Luego, se dio la vuelta, y simplemente se fue. Valkari se había quedado helada en el lugar.

Alguien había sido asesinado.

-Estás loca, eso digo yo. Tomaste y tu mente te hizo ver asesinos hasta en la sopa. ¡Ay! Ay, ay aaaaaaay ¡mi pobre cabeza! -Se quejó el mago, retorciéndose en su cama mientras se tapaba los oídos con las palmas de las manos.

Alinne suspiró. Ya era plena mañana, y no había logrado conciliar el sueño. Luego de haber visto a aquella aparición, se le habían puesto los pelos de punta. Los guardias la habían interrogado brevemente sobre el asesinato, y sólo dijo que había visto un hombre salir del lugar. No, no sabía cómo se veía. No, no le dijo nada. Y por supuesto que no mencionó aquellos ojos intimidadores. Se le erizaban los vellos de los brazos de sólo pensar en ellos. Era mejor dejar todo pasar y esperar a que nada malo sucediera.

Por otro lado, Onmund había aparecido tambaleándose por ahí luego de lo ocurrido, parece que había salido corriendo tras lo que, según él, era un hada. En realidad era una mariposa nocturna. Ahora tenía una resaca terrible, pero Valkari suponía que también se trataba del golpe en la cabeza que le había dado por haberla preocupado tanto.

-Ya, que lo que te hace doler más es tu estúpida voz. Calla un rato y se te pasa.

-Vaya, yo también te quiero.

Hubo una pausa, mientras Valkari molía los últimos ingredientes para la poción que le estaba preparando a su amigo en el pequeño tablero de alquimia. Ya no sabía qué pensar. ¿Quién era ese homicida, y cuán negra podía tener el alma como para dejar el cuerpo de esa pobre mujer en ese estado? Por suerte, no había tenido que ver el cadáver. Pero sí vio a un guardia tambalearse fuera de aquellas ruinas y vomitar a un costado del camino. Eso no significaba nada bueno.

Alguien golpeó la puerta, lo que hizo que Onmund se retorciera y quejara más. Alinne le dejó el frasco con la poción en su mesa de luz, y se plantó frente a la puerta. Golpearon una vez más.

¿Y si era él? Podía imaginarse esos ojos verdes clavándose en ella, atravesando la puerta. ¿La mataría, a Omund también? ¿La torturaría por haber sido la única que le vio salir de allí? Valkari tenía la mano sobre el pomo de la puerta, y se sentía realmente helado. ¿O era su mano la que estaba congelada? Temblaba.

Lentamente, la abrió.

El maestro Tolfdir estaba detrás. Alinne sintió cómo el alma le volvía al cuerpo. ¿Cómo había dejado que la paranoia se apoderara de ella a ese nivel?

El anciano maestro mostraba preocupación en su rostro. Las cejas, blancas, peludas y despeinadas se curvaban hacia abajo. Valkari supuso que se podía decir lo mismo de sus labios, si no fuera porque estaban cubiertos por un espeso bigote blanco y ralo. Con una sonrisa compungida, lo dejó pasar.

-Buenos días, maestro. -Saludaron ambos estudiantes al unísono, como si fuera un ritual.

-Mis niños, me han tenido muy preocupado. -Suspiró con voz pausada y calma. Se cruzó de brazos, lo que hizo que se viera un poco más alto. Ahora podía ser delgado y desgarbado, pero era notable a la vista que alguna vez el nórdico profesor había sido un hombre de contextura ancha y fuerte. Extraño, ya que había elegido una de las ramas más pacíficas de la magia; La Alteración. En algo que era un real sabio y experto era en los campos de fuerza. Después de todo, fue lo primero que les enseñó a sus estudiantes. Estar a salvo era lo principal al hacer experimentos, y para eso era necesario una muy buena guarda.- Escuché lo que pasó la noche anterior y vine lo más rápido que pude a verlos. ¿La guardia ha intentado echarles la culpa de algo?

-No, nada. Creo que no la guardia no creía que ni siquiera un mago fuera capaz de hacer tal... Brutalidad. Maestro, es horrible. ¿Quién podría hacer tal cosa...?

Valkari jugaba con sus dedos de forma ansiosa, mientras miraba cómo su amigo se tomaba la poción con gesto adolorido. Ambos eran más ojeras que persona.

-El hombre es capaz tanto de cosas terribles como hermosas. A veces las dos al mismo tiempo. Lo importante es que están bien, y que tú más que nadie Alinne, estés en guardia. Sé que fuiste la única que vio al asesino y es probable que quiera eliminarte. Confío que tus conocimientos en magia de Destrucción de ayuden en ello.

Ella asintió lentamente, y se sentó en un sillón cerca de la cama de Onmund. Apoyó los codos en las rodillas y se frotó los ojos. Estaba exhausta. Toldfir se sentó en el sillón de al lado, y observó a ambos jóvenes con preocupación.

-Ally dice que el asesino tiene ojos de gato. -Interrumpió el silencio el de ojos de zafiro, dejando el frasco vacío entre sus piernas cruzadas. Parecía ausente. La maga quiso pegarle a su amigo.

-Perdona, ¿Cómo? -Preguntó el anciano, enderezándose en la silla.

Ahora venía la parte difícil. Valkari aún no podía borrar la imagen de esos terribles ojos. ¿Tardaría mucho en venir por ella?

-El asesino tenía esos ojos... Verdes. Parecían brillar en la oscuridad. Juraría que los siento clavados en su nuca en todo momento. -Se revolvió un momento en la silla, y terminó por subir los pies al borde, abrazándose los muslos.

-Oh no... -Murmuró el de la barba blanca.

Se hizo el silencio. La habitación, ya de por si fría, pareció congelarse el doble. La tensión flotaba en el aire.

-¿Cómo que "oh no"? -Preguntó a media voz Onmund. Las cuerdas vocales de Alinne parecían ya no funcionar.

-Hace dos días ingresó un nuevo estudiante. Tiene exactamente esa descripción de ojos. -Las manos del maestro se tensaron sobre los reposaderos del sillón, hasta que los nudillos se le tornaron blancos.- Se llama Faolas Murth.

Valkari no pudo retener el impulso. Se levantó y se sentó en la cama contra Onmund, y se acurrucó contra él mientras el otro le pasaba un brazo sobre los hombros de manera protectora.

Ya nadie lograba mirarse a los ojos.