EN LA NADA

No sabía muy bien lo que pasaba. No entendía cómo había llegado hasta ese lugar, todo el cuerpo le dolía y su cabeza ensangrentada también. Era un lugar frio, húmedo y totalmente oscuro.

El sonido de un goteo constante le hacía comprender que estaba en una especie de pozo, no tenía más que un metro de diámetro y por la estrechez solo podía estar incómodamente sentado. El agua salada subía poco a poco.

Trató de recordar, pero su cabeza le dolía y su mente no se lo permitía, agudos dolores se presentaban cada vez que lo intentaba. Se sentía cansado y su cuerpo no le respondía, ya no hizo más intentos por moverse.

Después de algunas horas un ruido llamó su atención y pudo ver cómo un halo de luz provenía de la parte alta del lugar.

-Tus hermanos lo hicieron bien hoy, se ganaron la comida para ti. Toma. - No distinguió de quién se trataba, su visión borrosa no se lo permitió, sintió cómo una pieza de pan caía a un lado, remojándose junto a otras más que estaban en el lugar, aunque hubiese tenido hambre sus fuerzas no eran las suficientes para ingerir ese húmedo bocado. Un flashazo iluminó el lúgubre lugar para después todo hacerse oscuridad, cerraron la portezuela dejándolo encerrado.

Esa noche llovió todo un diluvio. Sintió como el nivel del agua aumentaba. No se resistió, su cuerpo comenzaba a flotar dejando solo su cabeza sobre el agua para respirar, para cuando la lluvia se detuvo el agua sobrepasaba la mitad de su profunda celda, esto no lo dejaba dormir, si lo hacía se hundía de inmediato, las paredes resbalosas eran su único apoyo para estar a flote, estaba totalmente entumido por lo que no sentía la temperatura del agua. Nuevamente el ruido de la portezuela abriéndose llamó su atención.

-Me alegra ver que sigues vivo- La voz le decía, otra vez el flashazo iluminó el lugar deslumbrándolo- Lo siento hoy no hay pan para ti. Al parecer a tus hermanos has dejado de interesarles, ya veremos cómo reaccionan al ver tu fotografía, pero no tengas esperanzas, una lluvia más y todo habrá acabado para ti, la marea subirá hasta esta portezuela, pero tus amarres no te dejarán subir tanto, si no te mata el frio o el hambre, lo hará el agua... ¡Eso es lo que mereces por no permitir que me llevara a Rafael! -Esto último lo dijo con furia antes de dejarlo encerrado nuevamente.

Al estar completamente solo trataba de comprender -Hermanos... Rafael... he dejado de interesarles... ¿Qué me está pasando? ¿Por qué no puedo recordar nada? - No supo cuál fue su crimen para terminar muriendo solo y despreciado.

-No, no debo, me esperan, debo regresar, pero... ¿Quién me espera?¿Alguien me busca? -Su interior discutía si luchar o no por su vida. Sabía que debía de hacerlo, pero no entendía por qué.

No tenía noción de tiempo, ese sujeto lo visitó un par de veces más siempre acompañado de los flashes de fotografías comprobando su estado, había dejado de lanzarle pan pero eso no importaba, él poco a poco se resignaba a su muerte el cual sabía que no tardaría, la lluvia se comenzaba a escuchar y del constante goteo una fluida corriente de agua se dejaba caer. El nivel comenzó a subir cubriéndolo, pudo observar que sus tobillos y muñecas estaban laboriosamente atados y del otro extremo estaban firmemente sujetos al fondo del pozo, no hacía esfuerzo por quitárselas, ya no tenía energías y él, ya sin esperanza, comenzó a dejarse ir.

La portezuela se abrió dejando pasar la luz, un par de sombras se asomaron.

-"Leo, Leo , Leonardo" – Llegó a escuchar esas voces con el eco del agua. Una de esas sombras bajó hasta donde él.

- ¿Quién es... me hablan a mí?- Las voces se escuchaban cada vez más fuerte. Sintió una suave caricia en su brazo y rostro, el calor de ese contacto fue su ultimo recuerdo.