/Poder Oculto\\

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Capitulo 1. Recordando

Corría libre y veloz como el viento, atravesando la maleza que había en sus pasos. Árboles gigantes se alzaban impidiendo el paso a quien no fuera hábil en ese terreno. Pensamientos cruzaban su mente en esos momentos, preguntas se agolpaban en su cabeza, quería saber si estaba haciendo lo correcto y la única manera de saberlo era comprobándolo ella misma…

Sí, era una chica, una chica que corría veloz dejando atrás muchas cosas por las cuales volvería, pero antes debía averiguar que fue lo que hizo que cambiara su vida para siempre…

Esta es mi historia.

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Yo era una chica normal y digo normal porque iba a la escuela. Estaba en la preparatoria, en mi último semestre después de tres largos años estudiando para darle gusto a mi padre. No me mal interpreten, no. Yo si quería estudiar, pero mi padre fue algo especial con la escuela y bueno… Pero me estoy desviando del tema. Volvamos. Iba en mi último semestre y tenía amigos, una familia amorosa…

O eso creí.

No se que fue exactamente lo que pasó, solo se que de un día para otro me quedé sola, totalmente sola. Y me hundí en un pozo oscuro de desesperación por no saber la razón de porque lo perdí todo.

Aún puedo cerrar los ojos y verlos yéndose, dándome la espalda. A todos los que creí mis amigos, a todos los que creí que me amaban, a todos en los que alguna vez confié. No lo entendía. Aún puedo cerrar los ojos y verme a mi misma llorando, tratando de entender el porque, pero no podía hacer nada. Aún puedo cerrar los ojos y ver la total oscuridad de mi corazón…

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La maleza se volvía más densa a medida que aumentaba la velocidad de mis pasos. Saltaba ágilmente de rama en rama, apenas si tocaba con la punta de mis pies los brazos de aquellos gigantes cafés y verdes. Todo el tiempo bajo el entrenamiento me cayó de maravilla aunque también sufrí varias heridas. Descubierto por la manga de la blusa de red que llevaba, en mi brazo derecho a la altura del antebrazo se veía con claridad una delgada cicatriz de no más de 15 centímetros de largo y medio centímetro de grueso y cerca de mi rodilla del lado izquierdo donde también llevaba una especie de media de red desde la cadera hasta un poco arriba de mi rodilla, había otra cicatriz en forma de "x" de no más de 10 centímetros de largo y era un poco más gruesa que la primera y mucho más profunda.

Comenzaba a sentir angustia pues quería regresar a donde había vivido los mejores momentos de mi vida, de mi nueva vida, al lado de las personas en las quienes dejaría todo por ellas, pues ellas me demostraron lo mucho que valgo. Pero no, debía cumplir con mi último deseo, saber quien había hecho que yo pasara amargos momentos en mi vida cuando en realidad no debía haberlos pasado, o bueno al menos no de esa manera. Apreté el paso y la brisa que chocaba en mis mejillas aumentó. Debía darme prisa para volver lo antes posible y seguir con mi nueva vida, sólo preocupándome de una posible guerra y entrenar para ello. En uno de los saltos, un mechón de mi cabello cayó en mi cara, lo sacudí con una mano y a mi mente llegó el recuerdo de él quitándome ese mismo mechón de mi cara, podía ver su rostro reír tiernamente al decirme: "Si lo quitas, podré ver mejor tu linda carita"…

Debía controlarme, estaba ya pensando de nuevo en regresar, pero no podía, simplemente no.

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Cuando mi familia me dio la espalda, lo que hicieron fue sacarme de la casa. Apenas si tuve tiempo para tomar un poco de ropa, pues cuando supieron que estaba empacando algunas de mis pertenencias, me sacaron casi a patadas y cerraron la puerta. Mis hermanas lloraban, mientras que mis padres también lo hacían, pero al contrario de ellas quienes lloraban porque exigían que no me sacaran de la casa, ellos lo hacían por rabia.

Una vez afuera, la ira, la tristeza, la confusión, tantas emociones reinaban en mi mente que lo único que hice fue quedarme ahí, plantada frente a la casa que una vez fue mi hogar, demasiado pequeña para replicar. Las lágrimas volvieron a salir a flote y de impotencia cerré mis puños, enterrándome las uñas en las palmas. Tenía además un dolor en mi brazo derecho. No fue hasta que sentí algo escurrir entre mis manos, de golpe las abrí y me angustió más verlas teñidas del color escarlata de mi sangre. Volví a cerrarlas con cuidado, tomé la mochila vieja y desgastada que era mi favorita y la cerré. Estaba demasiado ligera, pero la puse en mi espalda, caminé unos pasos mientras me preguntaba a donde demonios iría ahora…

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Detuve mis pasos, y baje del árbol. Aterricé limpiamente en el suelo algo húmedo y mi mirada se posó en el tronco de un árbol viejísimo donde se veía claramente una shuriken enterrada de un color entre café oscuro y verdoso, con unos extraños signos dorados oscuro en ella, pero con un brillo impecablemente parecido a la corteza del árbol. Era extremadamente difícil encontrarla debido a su color, pero para mi fue sencillo, ya antes había estado ahí. Y fui yo quien la clavó allí.

Alcé una mano y toqué la shuriken. Estaba fría a mi tacto. Extrañaba esos días en los que estaba en ese lugar. Mentalmente me reprendí, estaba perdiendo tiempo valioso estando ahí. Di media vuelta, pero antes de irme, incluso antes de darme la vuelta, saqué un kunai de mi bolso e hice con el una pequeña herida en mi pulgar izquierdo, rompiendo mi piel apenas para que salieran unas cuantas gotas de sangre y con sumo cuidado las dejé caer suavemente sobre la shuriken. Esta, al "sentir" la sangre, se iluminó con un brillo rojizo y luego tan súbitamente como se iluminó, desapareció. Me lleve el pulgar a la boca, acabando con la ligera hemorragia. Esperé. Luego la shuriken se volvió de color morado oscuro e inmediatamente después paso de ese color a negro azabache, con la misma velocidad de las luces de un semáforo. Sonreí. Aún con el pulgar en mi boca. Había recibido el mensaje y la shuriken volvió a brillar de color escarlata hasta adoptar su color original. Di media vuelta y de un salto alcancé la rama más alta del árbol, dispuesta a seguir mi camino.

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Me deje caer en el pasto verde, fresco y agradablemente suave en su mayoría pues las orillas eran de un color amarillento y seco, de una casa aún no habitada a unas cuatro casas de la mía, o de la que antes fue mía. Vivía en una de esas colonias nuevas, pues a quien llamare madre por respeto, le había entrado la necesidad de estar en una casa más grande y cuando llegamos allí, básicamente éramos los únicos habitantes de la colonia. Para cuando yo ya no pertenecía a mi familia había unas tres casas más habitadas, pero nada más. A simple vista, todas las casas se parecían, y de hecho así era, pero no. Cada una tenía algo diferente y eso lo noté sentada en ese pasto fresco que desde ese momento se convertiría en mi cama y el cielo, que en esos momentos estaba volviéndose azul pálido con destellos naranjas, mi techo.

El pasto comenzó a estar frío y yo, acostada con unas pocas ropas cubriéndome comencé a ver el cielo cambiar de color. Llevaba unos pantalones de mezclilla oscuros, unos converse negros, una blusa negra con letras blancas que rezaban una frase tonta y sobre ella llevaba una sudadera negra con cierre. Como casi toda mi ropa, me gustaba el color negro, siempre vestía con colores oscuros; no me gustaba mucho el color. En la mochila que estaba a un lado mío solo contenía unos pantalones de mezclilla y dos blusas negras con un poco de ropa interior. Alcé mi mano izquierda y observé mi palma detenidamente: tenía a la altura de la segunda línea de mi mano cuatro marcas de uña, de mis propias uñas. Aún me ardían un poco y aún estaban algo rojas en el interior. Mis ojos se humedecieron al recordar lo que había pasado. Aunque perdí la cuenta de los días, llevaba una casi una semana fuera y digo perdí la cuenta porque no quería saber nada sobre lo que había pasado, pero mentalmente contaba los días. Era un verdadero martirio estar allí, sin nadie. Quizá no se los haya dicho aún, pero yo usaba lentes. Problema hereditario, o simplemente que pasaba mucho tiempo frente una computadora, la verdad no lo sabía, hasta que llegó el día en el que todas mis preguntas obtuvieron respuestas.

Baje mi mano, y en cuanto lo hice mi estómago gruñó violentamente. Cerré un ojo, frunciendo levemente el ceño. No había comido nada desde que salí de la casa. Me incorporé lentamente del pasto y fruncí el ceño en señal de dolor, un dolor en mi espalda que comenzaba a picarme constantemente. Cuando logré sentarme, relajé mi expresión. Me dolió un poco más que en otros días. Luego acerque un poco más mi mochila y con un ligero temblor en mis manos la abrí, pero para mi mala suerte el cierre se atoró e intenté abrirla a la fuerza, pero hacía días que no había probado alimento, perdiendo la mayor parte de mis fuerzas. Alcé una ceja y de nuevo fruncí el ceño pero esta vez de frustración. Hice la mochila a un lado y de nuevo mi estómago gruño. Una brisa llegó de algún lado y me pegó en la espalda, a pesar de que traía puesto un suéter, ese viento hizo que la piel se me erizara.

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Ya estaba por llegar a la frontera, la veía con claridad desde mi posición. Apreté más el paso. Si seguía así, en pocos días llegaría hasta el puerto y tomaría el primer barco que saliera rumbo a mi antigua tierra. A lo lejos, el horizonte ya comenzaba a tragarse el sol. Me sorprendí un poco. Llevaba casi todo el día corriendo. A primera hora de ese día decidí moverme para no perder tiempo. El día anterior se lo había comunicado a ella. Acepto, con tal de que regresara una vez que lo supiera. Con una sonrisa en sus labios me dijo que tuviera cuidado, que a pesar de que era una gran ninja, debía andar cautelosa. Yo asentí, y con lágrimas en mis ojos, las primeras en mucho tiempo, me lancé a sus brazos, diciéndole: "Gracias, de verdad gracias por todo. Prometo que volveré pronto." Y sin más, me separé de ella, di media vuelta y estando a punto de salir, voltee y le dirigí una última sonrisa. Ella la devolvió. Luego, con paso decidido, salí.

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Comencé a temblar un poco y me abracé a mi misma. Sentí, por primera vez desde que quedé sola, miedo. La calle estaba poniéndose oscuro y con un ligero espasmo lo sentí de nuevo, esa sensación de que alguien te observa detenidamente. Alucinaciones por no comer tal vez, lo que si es que sentí como si un cubito de hielo se deslizara por mi garganta hasta mi estómago…

Flash Back

Un hombre de unos 40 años le gritaba cosas horribles a una joven de no más de 18 años. Ella lloraba con todo su ser mientras intentaba en vano explicarse, pues la salida constante de lágrimas y los gritos del hombre no la dejaban. Él no necesitaba saber la verdad, ni le importaba. Ese era uno de sus grandes defectos: cuando le decían algo, se lo tragaba, negándose a creer cualquier cosa diferente. Deshonra, traición. ¿Por qué? Se preguntaba ella. Sólo le dieron tiempo de tomar unas cuantas cosas. Iba hacia la puerta de entrada hecha un mar de lágrimas, cuando su brazo dio contra una silla del comedor y accidentalmente la tiró. Los gritos se intensificaron cuando la silla cayó estrepitosamente al suelo. Ella trató de levantarla pero se detuvo a mitad del camino, pues una mano fuerte apretó su brazo, y la presión sobre este aumentaba a momentos. Subió su mirada y se encontró con la mirada del hombre, tenía miedo de sus ojos y el brazo le dolía, quería soltarse, salir corriendo…

Fin del Flash Back

Abrí los ojos. Me había quedado dormida de nuevo, con la cabeza y el torso apoyados en la pared blanca que dividía los jardines. Al acomodarme, mi hombro rozó la pared y una fina capa de polvo blanco quedó adherida a mí sudadera negra. La sacudí levantando una leve nube de polvo blanco y luego acerqué mi mochila. Estaba tratando de abrirla de nuevo cuando levanté la vista y delante de mí había… un gato negro. Al principio sólo lo veía y él me veía también a mí y luego, en lo que dura un parpadeo el gato se movió tan rápido que apenas si logré ver por donde se había ido. Un poco sorprendida, parpadee y al cabo de unos segundos… y ya no supe lo que le paso al gato porque mi vista comenzó a nublarse, la cabeza me daba vueltas incontrolablemente y comencé a marearme. Me lleve una mano a mi cabeza como intentando calmar el dolor y la otra a mi estómago que rugía furiosamente pidiendo alimento… No lo entendía, a veces en la escuela no comía nada y no me ponía de ese modo. Pero no era solo eso, el sonido, el poco sonido que había a mí alrededor, se apagó lentamente como si alguien bajara el volumen. El cielo que ya estaba oscuro, repentinamente se iluminó y luego se desvaneció en una capa oscura de un negro penetrante… y me desmayé.

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Al salir al pasillo, me encontré con él. Su mirada estaba fija en un punto en el infinito. Detuve mis pasos a unos tres metros de donde se encontraba. Le llame, pero no me respondió. Me acerque a él lentamente y no fue hasta que llegue a estar enfrente de él cuando me di cuenta de que tenía surcos de gotas en sus mejillas… estaba llorando.

No sabía como reaccionar a ese gesto. Me quedé de piedra al verlo llorar de aquella manera. Que yo supiera jamáshabía llorado. Lentamente acerqué mi mano derecha a hasta su mejilla izquierda. Estaba tibia por el contacto de las lágrimas en su piel. Con mi pulgar traté de limpiar un poco los surcos de las mismas, pero su mano izquierda me detuvo. Luego, con un movimiento rápido que me tomó totalmente por sorpresa, me atrajo hacia sí, rodeando mi cintura con su mano derecha. Quedamos a escasos centímetros. Sentía su respiración en mi cara. Lentamente sus ojos se abrieron…

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En realidad no supe cuanto tiempo estuve inconsciente, pues lo único que recuerdo fue que tuve un sueño muy extraño: estaba en una gran habitación en penumbra, de rodillas, con una mano en mi estómago, apretándolo firmemente intentando calmar el dolor que sentía y la otra apoyada en el piso… y delante de mí había un gato. Era el mismo gato negro de antes de desmayarme, me miraba con interés con sus ojos ambarinos brillantes y me casi me veía reflejada en esos ojos que parecían faros en aquella penumbra. Luego sucedió algo extraño, ese gato de un hermoso negro brillante comenzó a hablarme. Sí, a hablarme. No entendía realmente lo que estaba tratando de decir, porque el dolor aumentaba a momentos en mi estómago. Fueron confusas las frases que llegue a captar. Pero cada una de ellas decía algo como que todo iría bien, que ahora ya estaba a salvo…

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Abrí los ojos de golpe. Había poca luz. No sabía donde me encontraba, pero al parecer estaba recostada en algo muy cómodo y suave. Sentí mi frente mojada y me lleve una mano en esa dirección. Toqué una tela húmeda y agradablemente fresca. Cerré los ojos y suspiré. Traté de incorporarme, pero el cuerpo me pesaba como si tuviera una losa de piedra en cima. Luego, una voz cerca de mí cabeza me dijo:

No te esfuerces mucho, por ahora descansa. Lo necesitarás.

Volvía a abrir los ojos y volteé la cabeza y distinguí esa piel negra como la brea. Mi corazón se sacudió violentamente al ver quien me había dicho esas palabras. Era el gato de antes. O más bien gata, pues su voz, aunque profunda, sonaba femenina. Me miró como evaluándome y luego sonrió. Inmediatamente después dijo:

- Me alegra que no te hayas asustado, Alex-chan - dijo con una voz profunda...

"Alex-chan", ¿cómo es que sabía mi nombre?, y a demás, ¿por qué me había llamado "chan"?

Mi estómago volvió a gruñir, y ella volvió a sonreír.

Creo que es momento de que comas un poco, ¿te parece?

Sin esperar respuesta por parte mía, delante de mí había una bandeja con un plato de sopa que olía delicioso, un vaso con agua, un trozo de pan el cual despedía un vapor característico de estar recién hecho y un par de palillos.

Súbitamente me di cuenta del hambre que tenía, pues cuando mi nariz percibió el aroma de la comida, mi estómago se movió un poco. Sin embargo…

Mire a la gata, algo desconfiada, pues no sabía nada de ella, pero al parecer ella si me conocía bien. Me devolvió la mirada y esa me llegó hasta el alma. En aquellos ojos ambarinos había confianza. Miré de nuevo la bandeja y tomé los palillos. Ella rió.

Espero que no te importe comer con palillos. Sé que los dominas bien.

Me quedé de piedra al oír eso. No pasó mucho tiempo cuando yo ya estaba comiendo. Realmente estaba delicioso y cada bocado parecía reconfortar cada célula de mi cuerpo como una especie de medicina o eso creí. Mientras comía, observaba la habitación donde me encontraba: las paredes de un rojizo oscuro, iluminadas por un par de lámparas en el techo, un par de ventanales de casi dos metros de alto se encontraban en ambos extremos de la habitación, con unas largas y gruesas cortinas y yo supuse que no dejarían pasar la luz exterior cuando era de día, la cama (donde me encontraba) estaba apoyada con la cabecera en la pared adyacente a los ventanales y en la pared de enfrente de mí, donde normalmente habría una puerta… no la había. Las sombras engañaban mi vista y me pareció ver "algo" moverse entre ellas. "Sólo tu imaginación" pensé. Y se me puso la piel chinita al imaginarme que o quien estaba entre las sombras.

En poco tiempo terminé de comer, y al final alcé el vaso de agua y de un trago me lo acabé. Cuando lo dejé sobre la bandeja, la gata clavó su mirada en mí y yo conciente de esto, levanté un poco mi vista y me encontré con esos ojos ambarinos. El silencio reinó por unos segundos, hasta que habló de nuevo:

Bien, lo que debes saber ahora es mi nombre. Me llamó Sombra y soy una gata-demonio de la Nación del Fuego, es por esta razón que puedo hablar. Soy una de las pocas sobrevivientes de mi especie, separada de mi familia desde que era una cría. Desde entonces le eh servido a Tsunade-sama, uno de los legendarios Sanin de la historia. Sin embargo, por una razón u otra, las Grandes Guerras Ninjas acabaron con muchos clanes, las aldeas donde vivían y la vida de gente inocente a lo largo del mundo. Hoy en día quedan unos pocos, escondidos en el mundo, lejos de las miradas de la gente, temiendo ataques de sus vecinos… - su voz se perdió.

Pero en mí cabeza comenzaron a surgir muchas preguntas. ¿Ninjas? ¿Clanes? ¿Aldeas ocultas? Mi cabeza era un torbellino y comenzaba a dolerme de nuevo. Al parecer, Sombra lo notó, porque inmediatamente después dijo:

Se como te sientes, no debes preocuparte. Yo se quien eres, es por eso que te traje aquí.-

¿Una gata-demonio me había llevado hasta allí? Si claro, pensé. Quizá me había desmayado y estaba soñando. Cerré los ojos fuertemente, como si pensara que al abrirlos vería de nuevo la blanca pared y sentiría de nuevo el pasto… Al abrirlos, algo nerviosa y… aún estaba en el jardín, cerca de mi casa. No lo entendía, pero inmediatamente después sentí la mirada penetrante de Sombra delante de mí… Ahí estaba ella, observándome detenidamente. Un peso raro cayó desde mí pecho hasta mi estómago. Me quedé como en shock y ella sólo rió. Parpadeé y mi estado de shock se volvió total cuando aparecí de nuevo en la habitación. Sombra rió más fuerte y me sacó de mi repentino momento de asombro. Hice un movimiento involuntario con la mano y ella dijo:

Tengo la habilidad de cambiar el espacio donde me encuentro. Se le llama Técnica Ilusoria. Ya te la enseñare.

Otra vez demasiada información… se me nubló la vista, repentinamente todo de volvió negro y me dejé caer en las sabanas, donde por segunda ocasión, me desmayé…

Cont…


Hola! Este es el 1er fic que publico!! ) Ojala y disfruten leyéndolo como yo escribiéndolo jeje y lo mejor es que lo escribo entre clases :P la inspiración llega cuando menos te la esperas xD Por ahora les dejo el primer capitulo... bueno al menos la primera parte n.nU ojala no los deje en suspenso... jajajaj ok no ¬¬°

Nota: Todos los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto, sólo el personaje principal es mio... dado que soy yo xD, no esta hecho con fines lucrativos... es sólo que me gusta la historia U y ya xD, además si lo fueran sería millonaria :P

Dejen reviews!! si les gusta o no!! jeje (