Veritas me ha dejado con la mandíbula desencajada y la cabeza llena de ideas. Me apetecía iniciar esta historia y aquí está.

Espero que se le dé una oportunidad. No he tenido el mejor día de toda mi vida, así que no sean muy duros en las críticas, pero no por ello dejen de hacerlas. Me encantan todas aquellas constructivas que sin faltar al respeto, me dan apuntes y pequeños matices que puedo tener en cuenta para los siguientes capítulos o para otras futuras historias.

Gracias por leer y como notar, decir que continúo este fin de semana el resto de los fics.

Capítulo 1:

Kate se levantó al punto de escuchar el despertador, un fuerte dolor abdominal la acompañaba esa mañana. Era extraño, ya que la niña no acostumbraba a presentar malestares, ni dolores de ese tipo.

Le intentó restar importancia, y recogiendo su habitación y haciendo su cama, se dispuso a asearse y ducharse antes de vestirse para ir al instituto.

Su madre estaba gravemente enferma, la leucemia la tenía cada vez más baja de defensas y debido a que siempre había sido una mujer delgada, la falta de peso era cada vez más preocupante. Kate apenas acababa de cumplir los 13 y aún haciendo un esfuerzo podía llegar a entender el afán de Jim por ocultarle todo esto, lo que nunca podría comprender era el mutismo de su madre. Johanna y ella eran como uña y carne, ¿por qué motivo pues su madre se esforzaba en cambiar de tema cada vez que ella le preguntaba por su salud?

Decidió dejar esas averiguaciones para más tarde y cogiendo la mochila bajó por las escaleras que comunicaban las diferentes plantas del apartamento en el cuál vivían esa temporada hasta llegar a la cocina. Mirando el reloj al entrar en ella, vio como solo contaba con 15 minutos antes de que el padre de Erik pasase a por ella.

Preparándose una taza de col, desayunó rápido, fregando todo antes de coger las llaves y salir por la puerta.

Una vez en el jardín vio asomarse por la esquina de la calle el BMW azul del padre de su amigo y saliendo al encuentro, los saludó con una sonrisa subiéndose en la parte trasera.

Extrañamente su amigo no le devolvió la sonrisa que tendía a devolverle cada mañana y Peter tampoco lo hizo. Kate se recostó en el asiento sin saber que hacer o decir. El trayecto tendía a hacérsele corto entre las bromas compartidas con Erik y los chistes que les contaba Peter, pero sin embargo esa mañana se le estaba haciendo interminable.

¿Qué ocurre aquí?, se preguntaba una y otra vez la niña sin ser capaz de entender esa situación.

Al llegar al instituto tampoco hubo una despedida como las de cada mañana, en lugar de eso Peter bajó del coche y estrechó a Kate entre sus brazos.

-Adiós pequeña – fue lo único que le dijo, antes de soltarla y volver a montarse en el coche.

Para cuando Kate fue capaz de reaccionar, Erik ya estaba entrando.

Lo llamó, pero o bien su amigo no le escuchó o bien hizo oídos sordos.

Kate cogiendo su mochila y colocándosela en el hombro, caminó en línea recta hasta su clase sin pararse con nadie. Sin embargo al entrar todos se le quedaron mirando y aunque fue algo de un momento, esto no pasó desapercibido para ella. Buscó su hueco junto a Maddie y agarrándola del codo la encaró

-¿Alguien puede explicarme que pasa aquí? Te juro que no entiendo nada. Sabes cómo es Erik conmigo, y hoy ni siquiera me ha hablado en el coche. ¿He hecho algo mal? Porque si es así…

No le dio tiempo a terminar la frase antes de que para su propio asombro, Maddie se derrumbase en sus brazos.

-Eh – susurró abrazándola fuerte - ¿qué pasa?

-Es la noticia, tu noticia… - dijo su amiga limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano – nos duele no volver a verte.

Kate la miro alzando una ceja -¿pero que me estas contando?

-No hace falta que disimules, Lisette nos ha hablado de tu marcha. De que te vas a estudiar a otro continente y que tenemos que hacerte pasar esta última semana de la mejor manera posible. Pero entiende que nos cueste…

-¿Cómo?, ¿Quién os ha dicho eso? No es cierto, yo nunca me separaría de vosotros, nunca dejaría Europa ni a mis padres, ¿qué motivos iba a tener para hacerlo?.

-No lo sé Kate, pero dudo que Lisette este mintiéndonos, ¿qué motivos iba a tener una directora para hacerlo?

-Cúbreme, ahora vengo

-¿Pero a dónde vas? ¡Tenemos un examen en 5 minutos!

-Prometo que no me retrasaré mucho

-¡Pero Kate!

Kate haciendo oídos sordos se levantó de su silla dispuesta a que Lisette le explicase toda esta situación, hasta que se vio refrenada por Rebecca.

-Señorita, estamos en un examen, vuelva a su sitio. Que se vaya en una semana no le da derecho a saltarse los exámenes.

-Necesito hablar con Lisette – respondió la niña poniendo su mejor cara de pena

-Dios Katherine Beckett, un día vas a meterme en un serio problema – respondió la profesora dándole así permiso para hacer lo que mejor le pareciese

-Gracias señorita Hudson, prometo que no tardaré.

Unos toques en la puerta, le hicieron volver a la realidad a la joven directora.

-Pasen – dijo con voz cálida.

Al ver de quién se trataba se levantó de la silla y se acercó a Kate.

-¿Cómo estas cariño?

-Sorprendida directora.

-Lo sé cariño. Tiene que costar hacerse a la idea de un cambio tan drástico, pero escúchame, estoy segura de que podrás con él. Eres una chica valiente y madura, no dudo de que harás grandes amigos y te integrarás muy pronto – y sin poder demorarlo más, la abrazó con fuerza.

Kate no supo que decir. ¿Un viaje?, ¿Sola?. Eso no tenía ningún sentido, sus padres no la dejarían viajar sola. Entonces, ¿un viaje en familia?, ¿con su madre enferma?

Era imposible, de ninguna de las maneras conseguía encajar las piezas.

Aún y todo, decidió engañar un poco a Lisette para sonsacar información y conseguir que ésta le explicase que estaba sucediendo.

-Gracias… seguro que sí… seguro que hago amigos rápido.

-Claro que si pequeña, Nueva York es una gran ciudad, estoy segura de que ese internado contará con grandes y cualificados profesores y muchas chicas y chicos como tú y cuando vuelvas, nos podrás contar todas esas historias que acontecen al otro lado del charco.

Kate desconectó de la conversación. Le había resultado mucho más sencillo de lo que había esperado, pero el resultado y las palabras de la señorita Lisette la habían dejado paralizada. Necesitaba salir de ese despacho, de ese colegio. Necesitaba correr y alejarse de todo y de todos. Necesitaba llorar y pensar. Sobre todo pensar antes de volver a casa y enfrentarse a sus padres.

-Bueno, debo volver a mi clase. Tenemos examen de matemáticas – comentó – y ya sabes cómo se pone Hudson si faltas. Sólo venía para despedirme y darle las gracias por todo Lisette. Yo también os echaré en falta – siguió diciendo, haciendo el esfuerzo de esbozar una media sonrisa.

-Suerte pequeña. Te estaremos esperando a tu vuelta.

Ésta asintió y salió barajando las posibilidades que tenía de escaparse y el tiempo que tardarían en darse cuenta. Así que decidió ser rápida y aprovechando el descanso de la señora Margaret, que era la encargada de vigilar la portería, salió con rumbo a ningún lugar en determinado.

Tras alejarse unas cuantas manzanas, decidió irse a la laguna en la que solía quedar con Erik y los demás en verano. No estaba muy alejada de su casa, pero si del colegio, por lo que no irían hasta allí a buscarla.

Iba dando patadas a todo cuanto encontraba a su paso, mientras la furia corría por sus venas y se materializaba en forma de lágrimas que le cubrían el rostro.

¿Cómo podían alejarla de ellos?, ¿Cómo podían mandarla a América?, ¿Cómo podían hacerle algo así sin tan siquiera consultárselo?

No quería marcharse. No cuando Johanna más la necesitaba, no ahora.

Al llegar se sentó en el suelo y se cubrió las piernas con los brazos, apoyando su frente sobre estos.

Odiaba a sus padres. Con fuerza. No quería ni verlos. Ni estar cerca de ellos. Sabía que se estaba comportando como una niña, pero en el fondo, ¿no era de esa manera como la estaban tratando ellos a ella?

Se entregó al llanto olvidándose de la noción del tiempo hasta que una mano a su espalda la sobresaltó, haciendo que se girase rápidamente con una piedra en la mano.

Sin embargo al ver de quién se trataba tiró la piedra y se dio la vuelta

-Déjame…por favor

-Cariño…

-No me llames así – respondió Kate pensando en el poco bien que le hacía esos paseos a su madre en plena noche, tras más de 8 horas trabajando y el sofoco que se habría llevado durante todo el día al enterarse de que se había escapado del colegio – estoy demasiado enfadada contigo. No puedo ni verte – le confesó sin sentir ningún tipo de arrepentimiento al decirlo.

-Escucha, he hablado con Lisette. Pensábamos decírtelo, pensaba decírtelo… es sólo que no encontraba el momento. Lo siento ca.. hija, lo siento de verdad.

Kate fue a retirarse las lágrimas con el dorso de la mano, pero decidió no hacerlo y se giró mirando a su madre.

-Comprendo. Yo tampoco encontraría el momento para decirle a mi hija que es una molestia… y que prefiero mandarla a un internado en América. Que… - hizo una pausa para tragarse las lágrimas que no cesaban- que aún sabiendo que tal vez mi operación salga mal y no vuelva a verla – continuo empezando a quebrarse - prefiero tenerla lejos de mí.

Ahora no era Kate la única que lloraba, la abogada también lo hacía.

-Katie… puedo asegurarte que si por mi fuese, nunca te alejaría de mí. Pero empieza la peor etapa, me ingresan en unos días, el hospital está a hora y media en coche, papá ahora mismo no está lúcido para cuidarte y ocuparse de ti como me gustaría que hiciese. No tenemos familia aquí, ni nadie que pueda estar pendiente de ti. ¿Qué otras opciones quedan?. No quiero que vivas sola en el pueblo. E hija yo estudié en ese internado cuando tenía tu edad y he hablado con la directora. No va a faltarte de nada y aunque no podamos estar juntas, prometo que te llamaré todos los días. Será solo 6 meses. Sólo lo que duré todo esto.

Kate miró a su madre sin decir nada, escuchándola y dejando que continuase.

- Y ambas sabemos cómo es la leucemia, pero mírame cariño, te prometo que saldré de esta y que a tu vuelta en verano yo estaré en la estación esperándote con los brazos abiertos.

-No quiero irme. No podéis hacerme esto… quiero estar a tu lado, en todo el proceso. Como tú has estado a mi lado desde que era una niña. Quiero ir a visitarte al hospital, por muy duro que te parezca que puede hacérseme el verte así, sentarme a tu lado y agarrarte de la mano pudiéndote contar que he hecho a lo largo del día.

No me importa vivir sola en el pueblo, o que papá se quedé en el hospital durante todo el proceso. Quiero formar parte de este proceso.

Mamá, no me perdonaría dejarte sola en todo esto.