Preludio y despertar
Un extraño páramo se extendía a casi un kilómetro de distancia. Una horda de soldados con armadura negra marchaba hacia mi posición, todos empuñando sus armas. Desde detrás mío, un caballero cubierto de pies a cabeza en armadura roja saltó hacia ellos.
"¡Están muertos, bastardos!"
El grito de batalla del caballero resonó en todo el campo, mientras aterrizaba sobre los enemigos portando un hacha gigante. El primer golpe aplastó a uno de los soldados negros, y mientras el resto se lanzaba para atacar, el caballero giró sobre sí mismo, describiendo un círculo con su hacha y partiéndolos a la mitad. Detrás de él avanzaba una delgada mujer con vestido largo y un velo cubriéndole el rostro. Ella cargaba un bastón ornamentado de gemas azules, las cuales brillaron levemente causando que varios pilares de hielo se formaran alrededor del guerrero, golpeando a los pocos enemigos que todavía se atrevían a acercárcele. Al ver que siquiera cruzar miradas con él sería un suicidio, un grupo de soldados optó por atacar a otra mujer, esta vez vestida completamente de negro, con una capucha oscureciendo su rostro. No llegaron a acercárcele a cien metros cuando ella arrojó una de sus dagas hacia uno de los soldados, dándole en la garganta. El soldado cayó al suelo, muerto casi instantáneamente, y todos excepto dos abandonaron su marcha hacia la mujer de negro. Una ráfaga de viento se concentró alrededor de ella y desapareció, haciéndola reaparecer donde el otro soldado había caído. Sin embargo, sólo reapareció por un segundo, pues volvió a desaparecer y para cuando reapareció, había asesinado a los dos soldados. Parecía que había elegido recuperar su cuchillo antes de atacar.
Los soldados restantes emprendieron la retirada, mas no llegaron lejos, pues otro hombre, esta vez de armadura verde, cayó sobre ellos con su lanza y comenzó a empalar a todos los que se acercaban a él. Los otros pocos que quedaron fueron fulminados en el lugar por un relámpago, lanzado por otra mujer, vestida con ropa ligera y una máscara de demonio. Con este último ataque, ya no quedaban enemigos en esa tierra desolada. El guerrero del hacha se giró hacia mí y rió.
"¿Ya estás aflojando? ¡Vamos, que nos queda un largo trecho!"
Asentí y caminé hacia él. Con cada paso que daba, el campo a mi alrededor se desvanecía, volviéndose un vacío blanco para cuando estuve a dos metros del caballero. Me detuve y miré alrededor: sólo quedábamos los seis guerreros victoriosos en ese lugar. Ni siquiera los cadáveres de los soldados enemigos seguían ahí. Quise acercarme al guerrero de rojo, pero cuando estuve a tan sólo un paso de él, todo frente a mí se desvaneció.
Miré el reloj junto a mi cama, todavía faltaban veinte minutos hasta que tuviese que levantarme. Bajé las escaleras hacia el comedor, donde fui saludada por mi hermana mayor.
"¿Y esa cara? Luces como si hubieses tenido una pesadilla" mi hermana me sonrió como usualmente lo hacía.
"No sé si pesadilla, pero sí ha sido un sueño raro. Quizás debo dejar de quedarme leyendo hasta tarde."
"En eso estoy de acuerdo, no es bueno para tu salud."
"¿Y me vas a decir que es otra razón por la que tengo la misma altura que cuando tenía doce?" entiendo que se preocupara, pero siempre me decía lo mismo.
"No, iba a decir que es otra razón por la que tienes cara de muerta. Eso aleja a los potenciales amigos, ¿sabes?"
Solté un gruñido: ella tenía razón. Elegí no contestarle y me preparé el desayuno. Mientras comía, me puse a pensar en mi sueño, en esas personas que nunca había visto en mi vida, pero con quienes sentí una gran familiaridad. Terminé mi desayuno y fui a prepararme para ir a la escuela, pues era el inicio de mi último año en secundaria.
"¡Nos vemos luego, Mari!" me despedí de mi hermana mientras salía a la calle.
"¡Mucha suerte hoy, Ori!" ella se despidió con la mano.
Aspiré el aire de otoño mientras me ponía un brazalete de tela azul en el brazo derecho. Quería cambiar un poco mi look, y ese brazalete no sólo estaba de moda, sino que escondía las cicatrices en mi muñeca. No me gustaba cómo se veían, pero honestamente, eran mi culpa. No entraré mucho en detalle ahora, pues no es lo importante al momento.
Cuando llegué a la escuela, estaba un tanto nerviosa, pues esa escuela era un tanto diferente de las demás: A pesar de ser una escuela estadounidense, empleaba un sistema educativo muy parecido al japonés. Mi mayor preocupación eran los cambios de clases. No tenía ningún amigo realmente, pero tenía gente que no me apreciaba, y me daba algo de miedo quedar con esas personas de nuevo en la clase. Si intentaba conocer a alguien nuevo, y esas personas estaban ahí, seguro lo arruinarían. Bueno, digamos que eso también es algo que me gané, por lo que no me podía quejar tanto al respecto. Pero me voy por las ramas.
Entré al establecimiento y busqué mi nombre en el tablón, para verificar en qué clase había quedado. Como suponía (y esperaba), había quedado en una clase diferente al año anterior. Poco menos de tres cuartos de la clase eran desconocidos para mí. Victoria. Me senté en un lugar al azar, cerca del medio pero un poco más atrás, y esperé. La mayoría de los lugares ya se estaban ocupando, pero el lugar junto a mí seguía vacío. Y con todo lo que me había esforzado para verme linda ese día... Estuve por maldecir mi suerte cuando un muchacho pelirrojo apoyó su mano sobre la silla.
"¿Está ocupado?" me habló con calma, algo que agradecí, pues un tono más fuerte me habría hecho saltar del asiento.
"¿A-ah?" intenté responderle, pero no me salió nada.
"Pregunto si está ocupado. Algunas personas estaban guardándole asiento a sus amigos, así que preguntaba si estás haciendo lo mismo."
"N-no, este está libre"
No sabía por qué estaba tan nerviosa. Quizás era por la apariencia amenazante del muchacho, con su expresión seria y cuerpo enorme. O quizás porque era atractivo, y quería sentarse conmigo. De todos modos, creo que no tenía opción al respecto. Traté de serenarme lo más que pude para hablar un poco con él, pues tenía que empezar a cambiar la actitud desde el inicio o no podría seguir adelante. El chico tomó asiento y se quedó mirando hacia el pizarrón, con la barbilla apoyada sobre las manos.
"Erm, esto, yo..." el pelirrojo no me prestaba atención. "¡Me llamo Orianna, es un gusto conocerte!" intenté poner una sonrisa bonita y un tono de niña buena, pero parece que eso no hizo más que molestarlo.
"Soy Trevor" respondió, y volvió a mirar al frente.
Trevor no volvió a hablarme por el resto del día.
Por otro lado, durante el almuerzo una chica se acercó para charlar conmigo. Parecía muy amigable, era una chica japonesa llamada Hana. Era preciosa: tenia el cabello largo de color azul y los ojos verdes. Era delgada y tenía una bonita figura, lo que me hacía sentir celosa. Yo no tenía absolutamente nada. Era una tabla sin curvas. SOY una tabla sin curvas. Pero bueno, basta de eso, que me deprimo.
Hablé por mucho rato con Hana, incluso seguimos hablando mientras entrábamos al salón. Recién ahí noté que ella estaba en mi misma clase.
"¡Tu cabello también es muy bonito, Orianna!"
"¿Eso crees...? Pero el tuyo es mejor, ¡desearía tener ese color!"
Sonreí más en esa conversación de lo que había sonreído en dos meses. Me dolían las mejillas, pero tenía que seguir por el bien de mi reputación. Hana se sentó por el lado izquierdo del salón, junto a la ventana. Mientras el profesor entraba, Hana volvió a saludarme con la mano. Me sentí increíblemente feliz de tener finalmente una amiga, por más que sólo hubiésemos tenido una conversación de veinte minutos. Pero para mi sorpresa, Hana me preguntó si quería caminar con ella a casa, y felizmente acepté. Estuvimos caminando por unos diez minutos, hablando de nuestros gustos. Dí lo mejor de mí para no sacar a relucir mis extraños gustos, así que sólo le dije que me gustaba el cine y la música. Ella me dijo que le gustaban mucho las flores, y que incluso tenía un adorno para pelo con forma de flor, pero ese día se lo había olvidado, por el nerviosismo. Me reí de forma sincera y me despedí de ella, pues nuestros caminos se dividían en esa calle. Regresé a casa prácticamente a saltitos, y harté a Marissa contándole una y otra vez sobre cómo había estado mi día. Ese día estaba demasiado cansada para irme a dormir tarde, así que disfruté de una buena noche de sueño.
O lo habría hecho de no ser porque tuve otro sueño raro.
Estaba en el mismo vacío blanco de la noche anterior, pero ninguno de mis aliados estaba junto a mí. Parado a sólo un par de metros, un hombre con máscara de gas miraba en mi dirección. Se acercó lentamente a mí, sus pasos resonando en mi cabeza como si pisara un suelo de madera. Cuando estuvo a la suficiente distancia, me habló.
"¿Reunirás la fuerza para seguir adelante? ¿O tú, como el resto, sucumbirás a la Adversidad?"
No supe qué responderle. No tenía idea de qué estaba pasando, no podía pensar bien. El hombre tomó mi silencio como una negación.
"Hm... Una pena. Esperaba encontrar a otro sobreviviente... Pero no fue así"
El enmascarado dio media vuelta y comenzó a alejarse de la misma forma que se acercó antes. Di un paso al frente y le grité.
"¡No! ¡No me rendiré a la Adversidad!" las palabras salieron de mi boca sin que tuviese tiempo de pensarlas.
Pero el hombre no pareció escucharme, y continuó su marcha tranquila hasta desaparecer.
Desperté igual que la mañana anterior, confundida y con veinte minutos de sobra. Repetí las acciones del día anterior, también: Desayunar, ponerme linda y salir a la escuela. Sólo que, a medio camino, vi a Hana a la distancia, y me apresuré para alcanzarla.
"¡Buenos días, Hana!" le saludé con la sonrisa más radiante que mi rostro me permitía.
"Oh, ¡buenos días, Ori!" cuando se dio vuelta, parecía tener una expresión triste, pero tan pronto como me vio, me devolvió la sonrisa.
"¿Sucedió algo?" mi boca se adelantó a mi cerebro.
"N-no, nada, sólo..." suspiró. "Sólo tuve una pesadilla, eso es todo"
"Ah, entiendo... Sí, yo también tuve un sueño feo" pues por supuesto que no iba a querer hablar de ello. Me conoció ayer, por el amor de Dios.
"Haha, al menos no estoy sola en esto" parece que compartir mi miseria la alegró un poco. "No quería quedar como una bebé que se asusta por una pesadilla"
Me reí un poco por su comentario. Nunca se está demasiado viejo para asustarse por una pesadilla. Es en serio.
Llegamos a la escuela sin muchos más eventos. Saludé a Trevor al llegar, pero él no me respondió con muchas ganas, lo cual era de esperarse. Me sorprendió que por lo menos me devolviera el saludo, eso mostraba que, por más arisco que fuera, tenía algunos modales. La primera clase, Historia, fue aburrida, pues la mayor parte de eso ya lo sabía de antes. A la hora del almuerzo, las cosas se pusieron interesantes.
Un grupo de estudiantes entraron corriendo, agitados y aterrados. Se había formado una multitud a su alrededor, así que Hana y yo nos acercamos para ver qué pasaba.
"¡Un monstruo! ¡Se los juro, era un monstruo!"
Uno de los estudiantes gritaba sobre haber visto un monstruo fuera del edificio, un hombre con alas y pico de cuervo. Como era de esperarse, muchos no le creyeron o pensaron que sólo intentaba hacer una broma pesada. Y yo también, hasta que una voz resonó en mi cabeza.
"¿...Te enfrentarás a la Adversidad...?"
¿Esa era la "Adversidad" a la que se refería el enmascarado? ¿No había sido sólo un mal sueño? Volví a maldecir mi suerte. Corrí hacia afuera del edificio, y Hana me siguió sin decir nada. Vi, parado en un poste de luz, a un hombre igual a como el otro estudiante lo había descrito. El hombre cuervo saltó hacia el techo de la escuela, y al tiempo que lo hizo, una horda de cuervos apareció en el horizonte, volando hacia la escuela. Uno aterrizó primero en la acera de en frente, destruyendo el concreto. Ese cuervo tenía el tamaño de un perro. Seguro toda la escuela iba a entrar en pánico cuando vieran a esas cosas, por lo que debía actuar rápido. No debía dejarme vencer por la Adversidad.
"Hana, quiero que tomes la puerta trasera y te vayas de aquí. Corre lo más rápido que puedas y no mires atrás, ¿entendido?"
Hana asintió, aterrada, y comenzó a correr. Yo regresé dentro de la escuela, gritando lo más alto que podía.
"¡Todo el mundo, váyase de aquí! ¡Este lugar es peligroso!"
No me hicieron caso. Por supuesto que no, maldita sea. Hizo falta que entrara el cuervo de antes para que la gente se pusiera a correr. Todo el mundo entró en pánico, y sólo los más sensatos escaparon por la puerta de atrás. Miré al cuervo que entró y me di cuenta de que no iba a poder vencerlo así como así: necesitaba un arma. Levanté una silla y la arrojé hacia el cuervo, para atraer su atención. Funcionó, pues se lanzó para atacarme a penas dándome tiempo de esquivar. Corrí a toda velocidad hacia las barras de comida, salté hacia la cocina y tomé el cuchillo más grande que encontré. El cuervo estaba cargando de nuevo contra mí, y en esa pequeña ventana entre que el cuervo saltó y casi me entierra el pico en el pecho, fue que me di cuenta de que no tenía la más mínima idea de cómo pelear. Por suerte, se estrelló contra la pared cuando lo evadí, y eso me dio tiempo de apuñalarlo una y otra vez hasta estar segura de que no se movía. No salía sangre de su cuerpo, sólo un líquido negro que se volvía humo al tocar el suelo. Ignoré a ese cuervo y salí, Dios sabe por qué, a pelear contra el resto.
Del otro lado del pasillo, vi a Trevor patear el gabinete de incendios para romper el vidrio y tomar el extintor, con el que aplastó a uno de los dos cuervos que lo intentaban atacar. En lugar de esquivar el golpe del otro, simplemente lo detuvo con sus manos, agarrando al cuervo del pico y lanzándolo contra la pared. Hecho esto, tomó el hacha de incendios y le dio un golpe preciso en la cabeza, fulminándolo. Corrí hacia él, contenta de tener un aliado.
"¿Así que esta es la 'Adversidad'...? Patético"
Lo escuché claramente, y me detuve. Trevor me miró, confundido, preguntándose por qué no me había marchado todavía. Y lo expresó luego en palabras.
"Adversidad... Por eso no huí. ¿Tú también tienes que enfrentarla?"
Trevor se sorprendió por un segundo, para luego cambiar a una sonrisa pequeña y volver a su expresión seria un milisegundo después. Pero por poco que duró, su sonrisa se quedó grabada en mi mente.
"¿Esto es todo? ¿Sólo estos cuervos?"
"No, hay uno más grande en el tejado... Casi como un hombre con alas y pico"
"Alas y pico... ¿Qué?"
"¿Estás viendo cuervos del tamaño de perros y me cuestionas eso?"
"Es un buen punto. Vamos, al tejado"
Nos apresuramos al tejado, intentando evacuar a todos los civiles que podíamos. Bueno, yo intentaba. Trevor sólo se centraba en matar a los cuervos que veía. Finalmente, llegamos al tejado, donde el hombre cuervo nos esperaba.
"Yo soy... Tengu" su voz sonaba como si viniese de todos lados.
"Seas quien seas, vas a morir hoy" Trevor empuñó su hacha, pero no atacó.
"¿Piensan que, sin despertar su potencial, van a ganarme?"
"¿Potencial?" ¿de qué estaba hablando?
"¡No entienden este mundo! ¡No merecen ser parte de él!"
Tengu cargó contra nosotros con su lanza al frente, y los dos lo evadimos lanzándonos a un costado. Pero su recuperación fue más veloz que la nuestra: volvió a lanzarse hacia mí, y yo no logré esquivar a tiempo. Me hirió en un costado del cuerpo, arrojándome al suelo. Y de nuevo, se preparó para atacar, pero fue interrumpido por Trevor, quien cargó contra él empuñando el hacha y enterrándosela en la espalda.
"¡Vamos, Tengu! ¡Tu oponente soy yo!"
Desgraciadamente, ese ataque le había costado su hacha. Tengu levantó su lanza, esta vez no para cargar, sino para golpear a Trevor directamente con ella. Trevor no sólo era fuerte, sino ágil; pues evadía las estocadas de Tengu sin dejarse acorralar por él. Comparada con él, yo me sentía una inútil. Yo no tenía habilidades como la suya. ¿Qué podía hacer yo, aparte de sentir lástima por mí misma? Miré a Trevor, cómo él se esforzaba por seguir viviendo, por no dejar que la Adversidad lo derrotara.
Miré mi mano, y vi que en el algún momento de la pelea con los cuervos, había perdido mi muñequera. Las cicatrices de mi muñeca habían vuelto a quedar expuestas. Y me asqueaban. Me daban tanto asco... No podía soportar verlas. Eran una prueba de mi debilidad. Sin embargo, Trevor seguía aferrándose a la vida. ¿Por qué no podía hacer yo lo mismo? ¿Por qué no podía enfrentarme a la Adversidad?
Pero yo podía. Sólo me faltaba la fuerza para hacerlo. Podía pelear contra la Adversidad, ¡podía combatir contra Tengu y salir victoriosa, pues aún no había perdido toda mi esperanza de vivir! Me concentré en que debía pelear y me las arreglé para ponerme de pie. Ya no sentía dolor, sólo sentía ese ardiente deseo de pelear y sobrevivir a la Adversidad.
"¡PERSONA!"
Una ráfaga de energía salió de mi cuerpo y se disparó hacia Tengu, golpeándolo de lleno.
"Yo soy vos, y vos sois yo. Del mar de vuestra alma, he venido"
Desde lo más profundo de mi ser, una mujer de pelo negro vestida en una túnica blanca golpeó a Tengu con su alabarda, apartándolo de Trevor. Esa mujer, tan angelical pero a la vez tan demoníaca, tenía plumas como las de un pavo real saliendo de su espalda, todavía plegadas, y sus palabras resonban en mi mente. Extendí mi brazo en dirección a Tengu y ella volvió a cargar contra él, atravesándolo con la punta de su alabarda y azotándolo contra el suelo. Pero, al parecer, mi ataque sólo había sido efectivo por el elemento sorpresa. Tengu contraatacó, chocando lanzas contra mi ángel. En un momento, logró romper la defensa de mi ángel y atacarla directo, y sentí el golpe como si lo hubiese recibido yo misma. Pero la mujer no iba a rendirse tan fácil. Tan pronto como se levantó, volvió a atacar a Tengu, logrando otro corte sorpresa contra él. Pero seguían casi igualados, y a este paso, yo terminaría perdiendo.
"¡Trevor!" grité. "¡Tú también puedes pelear, ¿o no!? ¡Así que pelea!"
El pelirrojo se puso firme de pie y cerró los ojos. Respiró profundamente y levantó su brazo izquierdo en el aire, llenándose de la misma energía que la mía.
"¡PERSONA!"
Del alma de Trevor surgió un espadachín de armadura negra y capa roja, quien cargó contra Tengu para apartarlo de mi ángel. Los dos se enfrascaron en un feroz combate, intercambiando golpes sin piedad. No obstante, era obvio que el caballero era superior, y lo comprobó al desarmar completamente a Tengu. Trevor volvió a mover su brazo, y en ese momento noté que en su hombro izquierdo, expuesto por alguno de los golpes, se había dibujado el número once en romano. Nuestro enemigo cargó contra el caballero, intentando atacarlo con sus manos para debilitar a Trevor.
"¡Orianna, golpéalo!" ordenó Trevor.
No me hizo falta más que eso. Extendí mi mano hacia Tengu, lo que me permitió apreciar el número diecisiete en mi muñeca derecha, en el mismo estilo que el once de Trevor, tapando mis cicatrices. Era la forma perfecta de demostrar que mi debilidad no volvería a convertirse en una carga.
"¡Kartikeya!"
Mi ángel levantó su alabarda en el cielo y desplegó sus plumas de colores, invocando un relámpago sobre Tengu para fulminarlo. Nuestro enemigo desapareció, pero no de la misma forma que los cuervos anteriores, sino desvaneciéndose lentamente. El caballero guardó su espada y desapareció también, desvaneciéndose. Trevor recuperó su hacha del piso y se dirigió a mí. Kartikeya se desvaneció lentamente, y con ella, parecía que el mundo a mi alrededor se desvanecía también. Sin darme cuenta, caí inconsciente. Lo último que escuché fue a Trevor gritando mi nombre, preocupado.
Espero les guste. Iré posteando los capítulos que tengo hechos cada 3-4 días, pero luego de eso tardaré más en subir otros.
