DISCLAIMER: Los maravillosos personajes de esta historia le pertenecen a la grandiosa J.K. Rowling (Si fueran míos Draco y Hermione se hubieran casado y hubieran vivido felices forever and ever and ever…) La trama es producto de mi imaginación.


RAZÓN No I: ES UNA SANGRE SUCIA

Debia Estar bromeando.

De lo contrario, ¿Cómo era posible tan sólo que se planteara algo tan absurdo? De seguro el golpe sufrido algunos días atrás por haber caído de su escoba, al estrellarse con el inepto de Crabbe en la práctica de quidditch, le había quemado más neuronas de lo previsto pues no había manera de que ahora mismo no pudiera sacarse de la cabeza la estupidez más grande del milenio.

Él, Draco Malfoy, el príncipe de la casa de Slytherin, heredero de una de las familias más antiguas y poderosas del mundo mágico no podía estar interesado en alguien tan insignificante. De seguro su abuelo, el gran Abraxas Malfoy en este preciso momento debía estar revolcándose en su tumba.

Pero era inevitable y él lo sabía, sin embargo, haría lo que estuviera a su alcance para no dejar que semejante error se volviera evidente, pues algo que un Malfoy no puede permitirse en su vida es mostrarse inferior ante nadie y mucho menos ante gente de una estirpe menos digna.

La cabeza le dolía como el demonio por el golpe, pero eso no era ningún impedimento para dejar volar sus pensamientos hacia aquella chica que siempre tenía la osadía de enfrentarlo, y es que no era cualquier chica, era nada más y nada menos que aquella que sin saberlo le había jodido la vida hasta el fondo.

Era final del otoño y el frio viento de aquella estación, calaba en los huesos aún cuando todavía no fuera invierno. Las hojas de los arboles caían danzarinamente creando una atmosfera de quietud, sin embargo, estar a la intemperie era realmente molesto, pero algunos como ella no parecían notarlo en lo absoluto y allí mientras paseaba cerca del lago negro secundado por su sequito de seguidores, Draco no dejaba de fijar su mirada en un punto específico. Muy cerca y sentada sobre una piedra, absorta en la lectura estaba ella con su cabello castaño alborotado al viento como siempre y sus ojos achocolatados clavados en un enorme tomo sacado de la biblioteca —toda una sabelotodo insufrible— increíblemente estaba sola, al parecer San Potter y la Comadreja —sus eternos guardianes—, no estaban ahí para protegerla, así que era el momento perfecto para hacer una de las cosas que más disfrutaba en la vida. Molestarla hasta el cansancio.

—¿Pero que tenemos aquí? —El rubio platino se acercó a ella sigilosamente pero sin ocultar su evidente intención de fastidiarla, logrando que ella frunciera el ceño.

—¿Qué quieres Malfoy? —Contestó sin siquiera levantar la mirada de su libro.

—Sólo pasaba por aquí y creí sentir un leve hedor. —Draco hizo ademán de olisquear el ambiente como un sabueso durante unos segundos para terminar con una mueca de asco— Ya veo, ahora lo entiendo. Claramente es el olor de la sangre sucia.

La chica evidentemente ofendida cerró de un sólo golpe el enorme tomo de Pociones Avanzadas y lo observó con cara de pocos amigos mientras el resto de serpientes ponía muecas de burla en sus rostros. Sin embargo, la chica estaba ciertamente acostumbrada a los desplantes de Malfoy así que con toda la fuerza de voluntad que tuvo simplemente decidió darle la espalda y volver al castillo.

—No he dicho que puedes irte, Granger.

Al escuchar su apellido Hermione se giró de nuevo para quedar cara a cara con el enemigo, poniendo en su rostro la mirada más desafiante que pudo conseguir al tiempo que Malfoy esbozaba una sonrisa de satisfacción.

—Así me gusta. —Su sonrisa malévola se extendió hasta sus ojos grises que mantenían una mirada triunfante, no obstante no contaba con las siguientes palabras de la chica.

—Hurón imbécil. —Masculló ella al tiempo que volvió sus pasos al castillo.

—¿Cómo te atreves sangre sucia inmunda? —Dijo al tiempo que la tomó por la muñeca siendo consciente por primera vez de que no estaban solos. Todos sus compañeros se habían quedado observando su reacción que de cualquier manera no debía explicar pues ella era Granger y todos sabían la repulsión que la chica le causaba. El tacto de su muñeca quemaba, nunca había sido capaz de tocarla antes pero el hecho de que ella lo hubiera ofendido le hacía actuar de manera irracional, él era un Malfoy y a un Malfoy nadie lo deja con la palabra en la boca jamás y menos luego de haberlo ofendido.

La chica por su parte al ser apresada de una manera tan brusca por su más declarado enemigo, sintió que estallaba en cólera. El agarre de Malfoy era fuerte y amenazaba con no dejarla escapar, sin embargo, ella era más lista y realmente poco o nada le importaba estar rodeada de serpientes, así que en un ataque de valentía digna de un verdadero Gryffindor, soltó el tomo que sostenía con su mano libre y con todas sus fuerzas le propinó al chico un puñetazo tan salvaje que este no tuvo más remedio que soltarla para sostener con ambas manos la nariz que le empezaba a sangrar.

—¡Nunca en tu vida te atrevas a volver a tocarme hurón estúpido! —Escupió con odio para luego recoger el libro del suelo en el cual yacían algunas páginas sueltas, las cuales rápidamente acomodó para salir de allí ante la mirada de asombro del resto de secuaces del príncipe de las serpientes.

—¡No te la vas a acabar sangre sucia! ¡Me las vas a pagar! —Mascullaba el chico al tiempo que intentaba quitarse de encima a una muy empalagosa Pansy que intentaba por todos los medios tocar su cara.

—¿Estás bien Draco? —Chillaba la pelinegra con un deje de preocupación exagerada en su voz.

—¡No me toques! —Escupió furioso al tiempo que le dirigió una mirada a la castaña que se alejaba a grandes zancadas de allí.

—¡No te atrevas a meterte con ella sabandija rastrera! —Anunció Potter apareciendo en escena al lado por supuesto del pobretón Weasley, los cuales escoltaron a la chica lejos de semejante alboroto armado a las afueras del castillo.

Ya en su sala común, Draco no hacía más que maldecir por lo bajo sin siquiera ser consciente de la horrible hinchazón causada por su nariz rota como resultado del puñetazo de Granger. No hacía más que ir de un lado a otro tratando de idear la manera de vengarse de la chica que pagaría muy caro el haberse metido con él, aunque técnicamente había sido el que lo empezara todo.

—Draco, deberíamos ir con la Sra. Pomfrey. —Dijo de pronto Pansy tratando de convencer al rubio que pareció no estarle prestando el más mínimo de atención.

—Me las va a pagar, la maldita sangre sucia me las va a pagar… —Repetía casi en un susurro mientras seguía paseándose como alma que lleva el diablo.

—Draco, Pansy tiene razón, tu rostro cada vez se ve peor —agregó Nott— ¿Es que acaso no te duele?

En ese instante el chico por fin fue consciente del dolor que tenía en su rostro y de la sangre que ya se estaba secando en sus fosas nasales. Volteó a ver a Nott que junto como el resto, guardaba silencio y se aproximó a él tan rápido que fue un poco aterrador.

—Arréglala.

—¿Qué? —Nott había sido tomado desprevenido.

—¿Acaso estas sordo? He dicho que arregles mi nariz. —Tanto el tono como los ojos de Malfoy eran amenazantes.

—¿Estás seguro? ¿No prefieres que lo hagan en la enfermería? —El rubio sólo se limitó a mirar a Nott de una manera tan fría y aterradora que el chico no objetó nada más y sacando su varita pronuncio— ¡Episkey!

De inmediato se escuchó el ¡crack! característico de un hueso reparado, al tiempo en que Malfoy emitió un quejido saliendo hacia su habitación sin siquiera darle las gracias a su amigo.

En ese momento sólo quería limpiar los restos de sangre en su rostro para luego recostarse en su cama y pensar en su próxima jugada, sin embargo, luego de observarse al espejo ya recuperado del golpe, no pudo evitar recordar el puño que se lo hubo propinado, y más aún a la chica de ojos color chocolate y fragancia a jazmín, dueña del mismo.

De inmediato se dirigió al baúl al lado de su cama para sacar de allí una pequeña caja de terciopelo esmeralda con la insignia de la serpiente, cuya llave siempre llevaba consigo en uno de los bolsillos de su pantalón.

Al abrirla contempló allí sus más preciados tesoros los cuales había llegado a juntar con el pasar de los años. Tomó la caja en sus manos ya abierta para depositarlos sobre su cama no sin antes asegurarse de lanzarle un hechizo a la cerradura de su puerta para evitar que cualquier entrometido interrumpiera su ritual.

Allí sobre las finas sabanas verdes de su cama yacía un mechón de cabello castaño rizado amarrado con un listón purpura, un pergamino amarillento algo arrugado con la receta de una poción transcrita hace bastante tiempo, una corbata de colores rojo y dorado enrollada en forma de caracol y una pequeña fotografía en movimiento de cierta chica observando hacia un lado con una sonrisa encantadora.

Sin duda todo esto era enfermo pero era el ritual repetido por el rubio platino casi cada día y mucho más en aquellos donde tenía lugar un enfrentamiento tal como el inmediatamente anterior. La odiaba sin duda y día a día repetía en su mente todas las razones que tenía para ello, enumerándolas una a una, empezando por la más compleja hasta llegar a la más absurda y pasando por aquellas que eran sin duda bastante reforzadas. Era un Malfoy y se esperaban grandes cosas de él, cosas que por supuesto no tenían nada que ver con relacionarse con chicas descendientes de muggles que además de todo fueran insolentes.

Pero era imposible. Todavía recordaba la primera vez que la vio en el expreso de Hogwarts hace tantos años. Con todo y su cabello revuelto lucía preciosa, aún a los ojos de un niño inexperto criado bajo los más altos estándares de exigencia. Allí ya con su túnica sin colores definidos de una de las casas de la escuela, lucía radiante con esa inocente sonrisa que le daba un toque de ternura a su cara, donde unos grandes y expresivos ojos chocolate bailaban de entusiasmo ante tanta maravilla.

No sabía nada de ella salvo que sería su perdición por el resto de su vida, y no se equivocaba.

El viaje en tren fue bastante largo para el gusto del rubio que desde que vio a la niña sólo había deseado acercarse y decirle algunas palabras. Estaba seguro de que debía pertenecer a alguna familia de sangre pura pues ese hermoso rostro no podía ser de una chica cualquiera y estaba más que convencido de que ella se sentiría bastante halagada al saber que el heredero de la familia Malfoy deseaba ser su amigo.

Llegar al castillo fue lo mejor que pudo pasarle pues aunque estaba emocionado por empezar su primer año en Hogwarts, también estaba ansioso por saber quién era esa niña que había logrado impresionarlo, quien ahora iba en el bote con un chico de cabello rojo —sin duda un Weasley— y otro chico con unas gafas bastante ridículas que de seguro ya se le habían adelantado. En su propio bote acompañado de su mejor amigo de toda la vida, sólo podía ver su cabello aún ondear en la oscuridad de la noche en la que llegaban a su primer destino mágico, el cual sería testigo de tantos cambios.

—¿Qué tanto estás viendo en ese bote? —Blaise Zabini, que lo conocía como la palma de su mano no había pasado por alto su insistente interés.

—¿Yo? —Trató de ignorarlo el rubio.

—Ah claro, ahí va Harry Potter, el-niño-que-vivió, de seguro quieres invitarlo a pertenecer a nuestro grupo.

—¿Harry Potter? —Pregunto Draco aún distraído.

—No vas a decirme ahora que no lo conoces, si es casi tan famoso como tú-sabes-quien.

—Claro que sé quién es, pero no me había fijado bien en su apariencia, además es de noche. —Se defendió el rubio aprovechando además para preguntarle a su amigo sobre los demás ocupantes del bote— ¿Y quiénes son los que van con él?

—Ya sabes, puros perdedores. El chico de cabello zanahoria es Weasley, de seguro lo conoces, su papá trabaja en el ministerio, nadie importante —claro que lo conocía pero no estaba interesado en él en lo más mínimo— El chico con cara de idiota es Neville Longbottom…

—¿Y la niña de cabello castaño? —Lanzó antes siquiera de poder pensarlo.

—¿La sangre sucia? La verdad no sé cómo se llama, sólo sé que sus padres son muggles. A quien le interesa ¿No crees?

Las palabras de Zabini hicieron mella en el rubio que sintió como una punzada de dolor se acomodaba en su estómago. No era posible que aún sin conocerla ya tuviera que odiarla, en momentos como este detestaba ser parte de las tradiciones familiares en las que estaba inmerso sólo por pertenecer a la gran familia Malfoy que se jactaba de la pureza de su sangre. Razón tenía en haber pensado sólo minutos atrás, que aquella niña seria su perdición pues estaba en lo cierto aún sin prever todas las estupideces que lo precederían a través de los años.

El mechón de cabello castaño aún conservaba ese delicioso olor a jazmín que lo volvía tan loco y su fotografía —la única manera de mantenerse cerca de ella sin levantar ninguna sospecha—, era el único consuelo que le quedaba luego de sentirse un bastardo cada vez que pronunciaba esa combinación de palabras que él sabía la lastimaban y que en el fondo también le dolían a él.

¿Porque tenía que ser Granger precisamente?

Ahí estaba Pansy que se la pasaba ofreciéndosele a cada instante o Astoria que además de hermosa pertenecía a una de las mejores familias del mundo mágico. ¿Cómo era posible que aún con tantos prospectos para una novia adecuada y bien vista por su familia, sólo pudiera pensar en la chica prohibida? Bien dicen que lo prohibido es lo más deseado pero para él Hermione Granger no sólo estaba prohibida, más bien era un imposible, porque aun cuando él mismo se decidiera a dejar de lado todos su prejuicios y declararle la ferviente admiración y pasión con que la quería, ella de seguro jamás lo aceptaría pues estaba convencido de que lo detestaba con esa misma pasión. Era un caso perdido y mejor así porque un Malfoy jamás debe enamorarse de un ser inferior y menos de una sangre sucia.


Mientras tanto, en la sala común de Gryffindor los chicos llenaban con preguntas a Hermione acerca del enfrentamiento que había tenido minutos atrás con Malfoy y del cual según fuentes confiables había salido airosamente triunfadora.

—¿Entonces le rompiste la nariz? —Dijo Ron acabándose una rana de chocolate.

—No sólo eso, escuché que lo amenazaste ¿Verdad Hermione? —Comentaba animada Parvati que al parecer también se había enterado del suceso.

La castaña avergonzada por su actuación tenía su cara del color de un tomate pues aunque la grosería de Malfoy le había dado la fuerza suficiente para hacer lo que hizo, una cosa era la adrenalina del momento y otra muy distinta el tener que explicarles a todos tal comportamiento, el cual nunca había sido característico de ella.

—Cuéntanos Hermy. —Agregó Lavender al tiempo que se acomodaba a su lado en el sillón.

—Déjenla en paz, sólo basta con saber que le dio su merecido al hurón. —Dijo Harry con una sonrisa que logró contagiar a la castaña.

—¿Entonces estuve bien? —Preguntó ella mirando a su amigo.

—Más que bien diría yo. —Concluyó al tiempo que todos empezaron a aplaudir tal hazaña haciéndola sentir como toda una heroína desprovista de cualquier culpa. De cualquier forma, Malfoy era un imbécil y se merecía eso y mucho más.


La clase de pociones con Snape fue como todas las veces, una tortura para la castaña pues el profesor parecía molestarse por cada palabra que ella pronunciaba, aún cuando parecía ser la única que había leído sobre lo que estaban trabajando. Prueba de ello eran los 10 puntos que le restó a su casa luego de contestar una pregunta cuya respuesta ningún otro conocía, argumentando que debía esperar a que se le indicase que tenía la palabra.

Por si fuera poco, esta clase era compartida con Slytherin lo cual no pudo evitarle ser observada todo el tiempo por cierto chico de esa casa que de seguro la fulminaba con la mirada y no se equivocaba. Cada vez que sus ojos se encontraron con los de él, sintió como toda su ira se posaba sobre ella y aunque su nariz volvía a estar en perfectas condiciones, estaba más que segura que el chico aun sentía inevitablemente ese puñetazo en su cara.

—¿Alguien puede decirme los usos de la poción Wiggenweld? —Lanzó al aire Snape ignorando olímpicamente la mano levantada de Hermione— ¿Nadie? —Agregó observando alrededor y pasando de nuevo de la castaña— ¡Son una vergüenza! Quiero 10 pergaminos completos sobre su origen, cómo prepararla adecuadamente y todos sus usos. —Agregó retirándose del salón.

Hermione no podía creer que el evidente fastidio de Snape hacia ella fuera tal que ni siquiera pudiera ser objetivo en lo relacionado con las clases, estaba segura de que si de él dependiera que ella se graduara de la escuela esto jamás sucedería.

—¿Qué paso Granger? ¿Haberte tragado el libro entero de pociones avanzadas no te sirvió de nada? ¡Será porque no eres digna de estar ocupando un asiento en esta clase, que digo, en este colegio! —La voz de Malfoy era como siempre la gota que rebosaba la copa en Hermione, bastaba con que alguien le diera una razón para ensañarse con ella aunque a veces lo hacía sin ningún incentivo, al parecer el deporte favorito del chico después de todo no era el quidditch porque parecía disfrutar mucho más molestándola a ella.

—Cierra la boca Malfoy. —Agregó totalmente enojada al tiempo que su mano temblaba con toda la intención de volver a golpearlo, sin embargo, debía controlarse, no podía permitirse el lujo de ser conocida como Granger la matona. No obstante, antes de que la discusión entre los dos empezara a subir de tono la voz de la profesora Mcgonagall se escuchó deteniéndolos a ambos.

—Srta. Granger, el director quiere verla en su despacho ahora. —La profesora estaba muy seria y eso fue algo que no pasó desapercibido para la chica que de inmediato y sin mediar palabra emprendió su camino frente a la sonrisa burlona de Malfoy.

—Ah y a usted también Sr. Malfoy. —Concluyó la maestra retirándose súbitamente mientras la sonrisa del rubio se desvanecía dándole paso a una mueca de fastidio.

—Draco ¿Vienes con nosotros? —Preguntó Zabini saliendo con el resto de la pandilla.

—Luego los alcanzo, debo ver que es lo que quiere el anciano.

Hermione se había adelantado porque no quería permitirle a Draco tener la oportunidad de fastidiarla camino al despacho de Dumbledore, sin embargo, el chico era rápido y en menos de nada estaba caminando a su espalda haciendo todo el ruido posible por el pasillo.

—¿Por qué tan apurada Granger? ¿Acaso te aterra quedarte a solas conmigo? —La voz del chico tenía un toque de arrogancia en ella y dos de algo más que no lograba distinguirse, sin embargo, ella lo ignoró por completo haciendo que la furia se apoderara de él y lo obligara a ser aún más rápido— Te estoy hablando sangre sucia. —Dijo poniéndose frente a ella y obstaculizándole el paso.

—Déjame en paz Malfoy. —Contestó la chica mirándolo con ojos furiosos sin darse cuenta que estaban a unos pasos del despacho del director cuya puerta estaba abierta.

—Los estaba esperando jóvenes. —Agregó una voz a lo lejos— Por favor pasen.

Ambos seguían mirándose de manera amenazadora pero al oír la voz de Dumbledore desistieron del enfrentamiento que recién se gestaba e ingresaron al lugar.

—¿Les provoca un bocadillo? —Agregó el anciano señalando un tazón con diminutas criaturas de un negro brillante que parecían moverse. Ambos negaron con la cabeza al tiempo que se pusieron frente al escritorio del profesor que acariciaba con su mano izquierda a su ave fénix.

—Se preguntarán ¿Por qué los he mandado a llamar? —Pronunció con voz serena al tiempo que pasaba su mirada de uno a otro.

—Profesor… —Intentó decir la castaña siendo detenida por el anciano.

—No hay nada de qué preocuparse Srta. Granger.

—¿Qué hago yo aquí? —Preguntó un altanero Malfoy.

—Todo a su debido tiempo Sr. Malfoy, todo a su debido tiempo. —Contestó Dumbledore tan calmado que ambos chicos se sintieron impacientes— Verán jóvenes, el mundo ha cambiado demasiado en poco tiempo y estoy seguro de que pronto vendrán tiempos oscuros en los cuales necesitaremos de la cooperación mágica de todos, no obstante, dicha cooperación debe basarse en lazos fuertemente arraigados que se fortalezcan en la confianza y se fundamenten en la lealtad y todas esas cosas sólo se consiguen por medio de vínculos afectivos tan duraderos como la amistad.

—No entiendo a qué se refiere profesor. —Dijo la chica ciertamente confundida.

—Es muy sencillo Srta. Granger, Hogwarts está dividido en 4 casas que si bien en un comienzo sólo pretendieron descubrir en cada alumno sus más grandes cualidades y explotarlas para hacerlos buenos magos y brujas, hoy en día el pertenecer a una u otra de ellas ha sido sinónimo de rivalidad entre sus estudiantes. Es más que evidente que desde tiempos memorables los Slytherin y los Gryffindor por ejemplo han sido antagónicos irremediables y es algo que creo que debe empezar a cambiar principalmente por todo lo que se nos viene encima.

Hermione sabia a que se refería exactamente pero con aquel preámbulo aun le era imposible conocer las razones del profesor para tenerlos a ambos en su despacho. Ella que se jactaba de su inteligencia estaba un poco perdida en todo el asunto.

—¿Y eso que con nosotros? —Dijo Malfoy aun de forma altanera.

—Ustedes Sr. Malfoy son el vivo ejemplo de esa rivalidad y es por ello que necesito su cooperación, desde el día de hoy es imprescindible que ambos empiecen a intentar llevarse mejor de lo que hasta ahora han logrado.

—¡Eso es imposible! Los Malfoy jamás podríamos tener trato con gente inferior. —Contestó con arrogancia y desdén.

—Perdóneme profesor pero es muy difícil que este —la chica le dirigió una mueca de asco al rubio que le provocó a este una punzada en el estómago—, y yo podamos siquiera estar a un metro de distancia.

—Srta. Granger, hay menos de un metro entre ambos en este preciso momento y deberá haber aún menos en invierno cuando celebremos nuestro baile de navidad cuyo tema será la integración de las 4 casas de Hogwarts y al cual ambos asistirán como pareja.

—¿!QUE!? —Gritaron al unísono los chicos al tiempo que Dumbledore esbozaba una sonrisa.


Hola a todos! Quiero empezar por saludarlos y a la vez agradecerles que hayan leído este capítulo, la verdad es que me encantan los Dramiones y es la primera vez que intento escribir uno, espero que les guste y que me apoyen. ¿Saben? Tampoco es coincidencia que haya decidido empezar a subirlo precisamente hoy porque como todos saben hoy es un día especial así que…. FELIZ CUMPLEAÑOS HERMIONE!