Disclaimer. Bleachcomo sus personajes le pertenecen a Tite Kubo-san.

Avisos. Posterior a "La Saga del Agente Perdido"

Hitsugaya x Karin. Yukio x Yuzu. Ichigo x Rukia.


Ichigo confiaba en Rukia pero no le gustaba en absoluto que ella saltase al peligro así como así, mucho menos que Pyon le tomase como saco de boxeo para evitar que fuese tras ella.

¡Ay, las cosas que debía soportar! Se relajaba al saber que al llegar a casa estaría más tranquilo.

Cuan equivocado estaba Ichigo.

La segundaria Karakura tenía varios clubes. Los alumnos, si no llegaban a las respectivas notas que debían obtener para cursar el semestre, o si deseaban qué hacer en su tiempo de ocio, podían también inscribirse libremente a cualquiera de estos clubes. Deportes, carpintería, artesanías, lectura, costura y más.

Entre todos ellos Yuzu se inscribió, no siendo sorpresa de quien la conociera bien, en el club de cocina.

"¿Porqué nunca te digo que no Yuzu?" Karin Kurosaki, cabello negro, ojos negros, trece años de edad.

Estado actual: Aborrecer la mesa frente a ella tanto como a las molestas compañeras de clase que allí estaban.

Se trataban de esas típicas chicas normales que a sus trece o catorce no tenían caries, su cutis era perfectamente adornado con un tipo de maquillaje – súper maquillaje – y que fácilmente salían a fiestas cada sábado o cada día libre que tuviesen o cada vez que pudiesen saltarse clases para hacerlo.

Todo lo contrario a su persona. No las entendía ni tampoco deseaba hacerlo, mientras más distancia guardara sentía que más alejada estaría de la estupidez que transmitían.

Entonces. ¿Por qué estaba junto a ellas?

—Vamos Ka-rin.

Karin se sintió fastidiada al instante. Delante de ella señalándola con su perfecto índice de esmalte en manicura francesa – o eso la oyó presumir antes – estaba nada más y nada menos que Kaede Minamino.

Rubia, alta, con ropa típica de pre adolescente – la mini-falda extra chica, la blusa con tirantes microscópicos que dejaban vista libre a su plano abdomen y esa actitud altanera que coronaba la personalidad haciéndola caer en el cliché de actriz de Hollywood mal pagada – le dijo de repente: — ¡Va a ser ya medio día y tú ni siquiera has vendido algo!

Karin farfulló bajito.

Ellas le gritaban, corregían o insultaban, por eso había tenido que callarse. Inicialmente sus maldiciones fueron dadas mentalmente. Suspiró tragando su enojo. Bien sabía que a Minamino no le importaba en lo absoluto tal club, aquella rubia sólo quería competir con las demás a ver quién era la mayor recaudadora de la historia.

La mayor besadora de la historia.

—Lo sé —afirmó. Había logrado oírse calmada.

—¿Y qué esperas? —la Paris Hilton japonesa dejó escapar una fingida risa amigable, extendiendo sus manos para presentar tras ella al cielo— ¡Si quieres que te besen al menos ponle buena actitud!

Ahí estaba su máximo dilema. Lo que debían vender era lo que la traía molesta. Por eso, como si no supiese de qué se había tratado todo desde un inicio, miró el pequeño cartelito de cartulina que estaba colgado, cual marco, en el centro de la mesa: Se venden besos.

"¿Es que la gente ya no quiere limonada o galletas?" Pensó en un principio que podrían haber hecho eso. ¿Después de todo de qué servía el club? ¿No tenía la palabra cocinaen él?

Lo peor es que nada podía hacer, por orden de Yuzu estaba ayudando. Su hermana, en cambio, ayudaba ese día atendiendo en la clínica junto a su padre.

—Claro —asintió quedamente, conteniéndose.

Las horas pasaron tranquilamente. El puesto tenía altas demandas, solicitando mayormente a la señorita Minamino. Aún así, no sintiéndose desanimadas, las demás colocaban su mejor sonrisa de labial con sabores demostrando que ellas también se veían encantadas con la idea de ser besadas por cualquier persona.

En cambio ella sentía asco de ver babosos hormonales amontonados, uno tras otro, en espera de relamerle los labios a cuanta chica quisiese o, mejor dicho, a cuanta chica pudiese pagar su bolsillo. Cuando el reloj de mano en su muñeca dio las doce en punto, viendo que en la pequeña cajita de cambio ya tenían todo el dinero que necesitaban – o lo suficiente para marcharse con la conciencia limpia– comenzó levantándose.

—Un momento —cuando Karin estaba a punto de hablar Kaede la interrumpió picándole la frente con su dedo índice— ¿No me digas que quieres irte ya?

Eso sorprendió a Karin, Kaede siguió.

— Todas, repito, t-o-d-a-s —le deletreó, como si hablase con un infante que no cruza el año, cosa que enfadó a Karin— debíamos poner algo de dinero. Tu hermana quedará fuera si no pones su parte ¿Sabes?

Kaede siguió hablando mientras sus amigas la apoyaban asintiendo o conteniendo pequeñas risillas de burla.

—¡Te dejamos aquí hasta que nos traigas tu parte Ka-rin!

Sin más, llevándose todo el dinero, las adolescentes se marcharon burlándosele. Con furia se sentó otra vez en la silla.

—¡Agh! —Golpeó la mesa con la fuerza tal que ésta saltó haciendo que un chico, que pasaba cerca, saliera asustado.

El pobre había visto el cartel a la distancia. Le pareció una noble causa y pensaba en ayudar, pero si tenía tal temperamento la chica era mejor no involucrarse.

Suspiró abatida. —No, esto… es por Yuzu —se negó a irse a casa, no sin realizar cuando menos una venta. —¿A quién engaño? ¡Odio esto!

Sin distinguir si era milagro o karma, una sombra le cubrió la poca luz de la tarde que se veía sobre la mesa.

Parecía ser un hombre joven, no confirmó mentalmente la edad, debía de tener unos… ¿Veinte años? O a lo mejor en apariencia. Su cabello era de un rubio un tanto fuerte, en un corte recto, tenía un fleco diagonal e iba vistiendo ropa casualmente formal. Una camisa negra, una corbata desajustada y unos pantalones de mezclilla.

Trató de no mostrarse nerviosa a la gran sonrisa que se formó en los labios del desconocido.

—¿Supongo que tú eres la vendedora, eh? —Él bajó la cabeza a su altura, teniendo las manos en sus bolsillos sacó su diestra para señalar el cartelito.

Su actitud despreocupada parecía tan normal, ella asintió tímidamente. El rubio sonrió. —Mucho gusto soy-

—¡HIRAKOOO!

—Creí que lo perdí… Que mal —Susurró él.

—¿Eh? —Karin juró que esa voz la conocía de otro sitio. No fue hasta que vio quién se situaba al lado del rubio hombre, que recordó a quién pertenecía.

Toshiro miró a Hirako con un profundo enojo, a la vez que decía cosas que el Vizard ignoró llevándose un dedo a la oreja como si hablase con un celular invisible o como si estuviese limpiándose.

—Hirako —Hitsugaya dijo severamente. Vaya, ahora entendía por qué Sarugaki poseía aquel carácter— se supone que debemos investigar en tu antigua base, no pasear por la ciudad.

—Tuviste la oportunidad de conocer a Hiyori ¿Y me pides eso? —Se defendió Hirako— Además estoy investigando —le susurró en voz baja con una sonrisa de dientes.

Hitsugaya se sorprendió por eso último, hasta que bajó la vista lentamente. —¿Tú...? —preguntó un poco impresionado.

Karin se molestó un tanto por la manera de hablar, aunque no lo expresó más bien una pequeña sonrisa se formó en sus labios. —Que tal... Toshiro —Pero cuando le vio leer las letras del cartel, tuvo deseos de salir corriendo.

—¿Se venden besos? —Preguntó él, alzando una ceja a la vez que miraba al puesto donde ya no había nadie.

Recordó a Ichigo y Kenpachi, llegando a la conclusión de que los Kurosaki si que sabían huir.

Lástima que él también debiese de hablar con Kurosaki Ichigo en esos momentos, sino hubiese sido un espléndido escape.

Le vio alzar su mano derecha hacia su oído. Al prestar atención notó cómo él estiraba un fino cable, haciéndole saber que no había oído ninguna de sus palabras antes dichas.

―¿Disculpa, podrías repetir lo que dijiste?

Eso había sido el colmo a la paciencia de alguien quien, usualmente, atendía calmada a cada paciente.

Aprovechándose de que su padre se había ido hacia un momento, dejándola a cargo, desquitó su enojo forzando la venda, sobre la frente, causando dolor en el herido.

—¡AH! —Se quejó él, enormemente escandalizado mientras la miraba con los ojos muy abiertos.

Viendo que todo había resultado efectivo, Yuzu volvió su sonrisa amigable. —No debes forzar ese brazo...

Sabiendo que detuvo de su regaño a falta de su nombre, él suspirando contestó. —Yukio.

Ella se extrañó por no escuchar su apellido, mas le restó importancia y sonrió. —Kurosaki Yuzu.

—Sin embargo, es torpe pensar que tu apellido es distinto, la clínica tiene este nombre y el dueño es tu padre —Susurró monótonamente, tecleando una vez más en su consola.

Nuevamente sintió dolor. —¡AHG!

Yuzu le había presionado la venda de su frente otra vez. —¡Guarda el juego!

Él hizo un mohín, obedeciendo a regañadientes. ¿Quién cambiaba de actitud de esa manera? Solo utilizaba los dedos para el juego, no el brazo completo. Además, ella no tenía idea que gracias a su reiatsu su brazo roto se curaría en menos tiempo de lo que pensaba.

—¡TODAVÍA DEBO DERROTAR A ESTE ENEMIGO! —Un potente voz hizo a Yukio encogerse fastidiado, mientras que a Yuzu fruncir el seño.

—¡NO ERA A TI, KARIN-CHAN! —Pero de todas formas, ciertamente también preferiría que su gemela dejase de jugar ya que últimamente parecía ser lo único que hacía.

—¿Pueden dejar de ser tan escandalosas? No es un hospital pero deberían mantener la costumbre y guardar silencio —Se quejó el rubio.

Yuzu se avergonzó al instante. —L-Lo lamento. —Recordando a su hermana, volvió a poner mala cara— Pero si no subo no lograré bajar a Karin-chan.

Sin importarle mucho su paciente, Yuzu se fue en busca de su hermana.

—Ya llegué —Ichigo abrió la puerta con una mueca de molestia y al notar la falta de el usual saludo con el que Yuzu le respondía, decidió ir sin más a la sala. Con Rukia a sus espaldas, se pusieron alertas, tanta tranquilidad era aterradora.

Por supuesto, lo que se encontraron en la sala fue la escena más extravagante que sus ojos pudieron haber presenciado.

Yuzu vendaba a Yukio quien miraba con rencor a Hitsugaya, con el que Karin intentaba hablar pues este miraba aturdido a Isshin quien de la nada había sacado un portarretratos.

—¡Somos padres de seis hijos, Masaki!

Decía feliz, aunque por su sien caían miles de gotillas de sudor. ¡Se negaba a hablar seriamente con Toshiro!

Ichigo debió haberse imaginado eso. ¿Pues en qué momento en donde se había puesto en una situación riesgosa algo extraño no había sucedido?

"Nunca." Pensó. "Jamás." ¿Acaso había sido mucho pedir un poco de calma? Aunque si hacía memoria del encuentro anterior, a la devolución de sus poderes Shinigami, había estado muchas veces en situaciones peores. "¿Debería estar agradecido por eso?"

De segundo a otro, todos los invitados – e Isshin – se hallaban sentados mientras que él, Karin y Yuzu se encontraban en la cocina.

Cuando los tres llegaron, sentándose en el mismo lado de la mesa, enfrentados a sus respectivos "invitados" Isshin huía de las miradas observadoras de Toshiro, ya que no le apetecía hablarle o no en ese instante. Yukio en cambio estaba tenso, molesto por estar sentado junto a su autodenominado némesis que había intentado matarle una vez y Rukia... Rukia estaba aprovechando, el que Isshin no la dejase ayudar, retomando su pasatiempo de dibujar chappys en una nueva gran libreta que había comprado luego de la misión de ese día.

"Este ambiente es pésimo..."

Y era solo el inicio.

—¡Olvidé presentarlos! —Isshin clamó dramáticamente, luego hizo gala de sus conocidas actuaciones. —Karin, Ichigo, Rukia-chan, chico desconocido —Toshiro sintió una vena roja posarse en su sien— Él —puso sus manos tras el respaldar de Yukio— ¡Es mi sexto hijo, a quien tan amablemente Yuzu salvó de una tormentosa muerte!

Yukio ni se inmutó. ¿Salvar de una tormentosa muerte? Nada más le había enyesado y curado heridas de su cabeza.

De igual manera, se presentó con educación pese la mayoría de allí ya le conocía.

Ichigo miró de Toshiro a Yukio una y otra vez. "Aunque el entrenamiento sirvió, si el reiatsu se suprime es obvio que no lo notaré pero..."

El capitán no había crecido un ápice.

Hitsugaya estornudó sobre su comida e Ichigo volteó la vista fingiendo mirar cualquier otra cosa.

—No

—Todavía no dije-

—No.

—¡Pero-!

—No quiero iniciar esta conversación, gracias.

—Yukio-chaan-

—NO. —Zanjó finalmente.

—Yukio-kun —Yuzu dijo lentamente, haciendo que Ichigo y Karin se tensasen en sus sillas, cuando miró al rubio con mala cara— Otô-san te hizo una pregunta ¡Si te hemos invitado a almorzar, lo menos que puedes hacer es contestar apropiadamente!

—No acepté la invitación, de hecho.

Ichigo y Karin se llevaron sus vasos de jugo a la boca al mismo tiempo.

—ENTONCES. NO. COMAS. —Contestó letalmente Yuzu con un aura que causó miedo a todos, salvo a Toshiro a quien le cayó una gota de sudor e Isshin quien comenzó a llorar.

—¡Yo nada más quería saber qué pensabas de mí como tu nuevo padre!

—¡DEJA DE JUGAR MIENTRAS CENAMOS!

—¡Perdón! —Se disculpó inmediatamente Karin pese a que ella no hacía nada de lo dicho anteriormente, se le había vuelto costumbre.

Yukio suspiró, no estaba tan mal su brazo.

Ahora que Isshin se había escapado tras acabarse su comida, Toshiro estuvo a punto de ir tras él cuando...

—¡Toshiro-kun, deberías esperar a que Karin terminase, no es bueno dejar a tu novia así nada más luego de no verla por mucho tiempo! —Reclamó Yuzu.

Por alguna razón extraña, en otra habitación Ichigo y Rukia estornudaron al mismo tiempo.

—No es mi- —Karin iba a contestar con indiferencia del tema, pero en un pequeño acto de venganza por esos problemas, mirando a cierto rubio agregó— Bueno, al parecer no soy la única la que su "novio" ignora.

Yuzu la miró sobresaltada. —¡Y-Yukio-kun no es mi novio!

—¡Toshiro tampoco el mío!

Toshiro decidió ignorar la escena por el bien de su salud. Yukio ni oyó de qué hablaban. E Ichigo, que junto con Rukia habían salido un momento y estaban volviendo a la mesa, empezaba a armarse escenas raras en la cabeza.

Para disimular Yuzu preguntó. —¿Por cierto, cómo te fue hoy Karin-chan?

Como no se esperaba eso, Karin sintió que se atragantaba con su sopa. —Muy bien Yuzu.

Ichigo la miró con preocupación. —¿Qué sucedió hoy?

Karin iba a negar calmadamente pero Yuzu aclaró. —¡One-chan, creí haberte dicho que Karin-chan tomaría mi lugar para el Puesto de Besos que haría el club de cocina!

Debido a la sorpresa Ichigo escupió una enorme cantidad del juego que mojó el cuaderno de dibujos de Rukia a quien le temblaron los dedos por ver cómo sus minutos de esfuerzo se habían vuelto tinta deshecha, pero Ichigo no se dio cuenta de la mirada de rencor que le envió— ¿Puesto de besos?

Comprendiendo la situación, a Yukio no se le ocurrió mejor idea que intervenir en contra del shinigami recordando que había sentido su reiatsu antes.

—Creo que Hitsugaya-san pasó por ahí ¿Cierto?

Inocentemente Yuzu, sin importarle mucho el enojo de su hermano, supuso con emoción —¡Así que le compraste un beso a Karin-chan!

Rukia se puso nerviosa. Toshiro se sonrojó. Karin se sonrojó. Isshin, que espiaba todo desde la ventana, se alegró.

Ichigo sintió enormes deseos de probar sus nuevos poderes en ese instante.

A Yukio empezaba a agradarle Yuzu.

Demasiado.