Entonces ¿Alguna vez has amado tanto a alguien?

¿Al grado de llegar al punto de no poder vivir sin él?

Donde su existencia es vital.

¿Dónde todo tiene que girar en torno a el?

Al punto de llegar a la locura...

Eso es lo que respondería el

Kuroo Tetusro había llegado a un punto de inflexión demasiado alto, donde no había retorno.

Donde la obsesión y las ganas de tener el poder sobre aquella persona lo eran todo.

Él nunca quiso algo como esto. No.

Él siempre había pensado que amar era una de las cosas mas puras que existían.

El siempre lo había cuidado como a su mayor tesoro desde que eran niños por miedo a quebrarlo.

Pensando en los relatos que su madre le contaba, donde decía que la sola presencia de la otra persona daba la calma que tu vida necesitaba.

Y eso hacia Kozume Kenma.

La calma que le brindaba era tan reconfortante y a la vez tan aterradora.

Aterradora al punto de saber que él podía controlar su vida.

Era realmente aterrador. Daba miedo.

Porque al igual que le podía dar calma, él podía hacer que su mundo fuera una gran tormenta, una donde todo ha sido destruido y no vale la pena siquiera reconstruirlo.

Pero no importaba.

Él amaba a Kenma al punto de arrancarle la cola que mantenía su equilibrio. Aquel pequeño gato arisco que era su dueño y a la vez su querida mascota.

Porque Kenma podría controlar su vida.

Y lo hacía, incluso sin mover un dedo.

Pero Kuroo dándose cuenta de eso.

Pensó que él también podría controlar su vida, su cuerpo, sus esperanzas y sus sueños.

Porque Kuroo arrebataría todo de Kenma para así ser lo único que el necesite.