Disclaimer: los personajes no son míos son de Rowling, Warner Bros y algunos entes más. No lo he comentado nunca pero yo escribo por amor al arte, no saco dinero ni nada, así que no me demandéis.

Nota de Carla en la edición: Bueno, creo que ya tocaba ir editando esto. ¡Madre mía! No sé como podía escribir estos jeroglíficos y entenderme yo misma. De verdad, os pido mis más sinceras disculpas por haberos hecho leer en una lengua paralela.

Poco a poco, con la ayuda de mi querida beta (besazos para Ginny84) iré haciendo lo mismo con todos mis fics antiguos. Llevará tiempo así que os pido un poco de paciencia.

Además de corregir faltas, también estoy cambiando escenas que no me termina de gustar cómo quedaron.

Nota de Carla en la segunda edición: Pos sí, hemos vuelto a editar el capítulo 1. ¿Por qué? Pues porque aún tenía fallos (pocos) y porque he hecho un nuevo fichaje para está ardua tarea.

Señoras y señores, recibamos con un fuerte aplauso a mi nueva sufrida beta: Kirinae. A partir de ahora, ella me va ayudar con el tema de editar toda está saga y dejarla un poco más visible. Así que, desearnos suerte.

Ah, sí. Además me he conseguido un calendario del año 1975. Cuando escribía el fic, me lo fabriqué yo misma, pero para cuando empecé la segunda parte había perdido al papel. Así que lo más probable es que algunas fechas se vean afectadas.

Y ya poco más... Disfrutad del capi.

El arte de vengarte 1.

Necesitamos una mesa.

(Beteado por Ginny84/ Rebeteado por Kirinae/ReRe-beteado por Anvy Rosier)

Nota: si a las cuatro se nos ha pasado algo es para matarnos.

Hogwarts, lunes 1 de septiembre de 1975.

La luz de la luna iluminaba la habitación situada en la parte más baja de la torre de Gryffindor. Era una habitación cuadrada bastante amplia con cuatro camas que tenían cuatro baúles a sus pies. Las camas estaban emparejadas y pegadas a la pared y entre cada cama había una ventana, cinco en total. En donde debía haber una sexta ventana se encontraba una puerta de cristales que daba a una terraza.

Había dos armarios situados a ambos lados de la puerta. En la pared de enfrente a la puerta estaban unas escaleras que bajaban a un baño con cuatro duchas y una bañera tan grande que no tenía nada que envidiar a la que había en el baño de los prefectos. El centro de la habitación lo ocupaba una mesa bastante vieja.

Pero nada de eso preocupaba a la que de momento era la único inquilina de la habitación. Era algo pequeña, de piel muy blanca pero su pelo era muy oscuro; sus ojos, de un gris muy claro similar al de la plata fundida, observaban toda la estancia. El felino, que era una gata de nombre Perla, ni siquiera se inmutó cuando la puerta se abrió dejando entrar a su humana y su manada.

Las cuatro chicas llegaban cansadas del banquete de bienvenida. Por un lado, porque habían tenido que madrugar mucho; por otro, porque cuatro idiotas que se creían la leche de graciosos, habían soltado una manada de babosas por todo el comedor.

El director se había reído mucho, pero eso no le impidió quitar un punto por cada babosa suelta por el Gran Comedor, quinientas cincuenta y siete en total, así que Gryffindor empezaba el curso con menos quinientos cincuenta y siete puntos, menos quinientos sesenta para redondear.

Las cuatro chicas suspiraron a la vez y de la misma forma lanzaron sus capas a la mesa. En el mismo instante en que las capas se posaron en la mesa, las patas de ésta cedieron, quedando el tablero en el suelo con las cuatro patas estiradas a su alrededor. Las chicas se inmutaron ante esto tanto como la gata al verlas entrar, se limitaron a sacar su varita, todas a la vez apuntaron a la mesa y dijeron:

- ¡Reparo!

Inmediatamente, la mesa se levantó intacta, como si nunca hubiera caído. Todas sonrieron satisfechas. Pero poco les duró la sonrisa, ya que la gata saltó sobre ella. En el momento en que lo hizo la tabla volvió a ceder quedando de nuevo en el suelo, y haciendo que la gata soltara un maullido de indignación.

- ¡Por favor! –parecía decir–, yo soy una gata egipcia. Mis antepasados descansan en las tumbas de los faraones, ¿cómo me podéis tratar así? ¡Ahora me enfado y no respiro!

- Lo siento, cariño –dijo su humana, levantándola del suelo para comprobar que sólo había sido un susto.

La chica, con los dieciséis ya cumplidos, era la mayor del grupo. Se llamaba Arabella Figg, aunque todas allí, menos Perla, la llamaban Bell. Era una chica muy, muy alta, de pelo rubio oscuro rizado y ojos azul turquesa. Tenía tipo de modelo, es decir, muy delgada y sin apenas curvas, pero no porque tuviera algún trastorno alimenticio. Ella era de esas personas afortunadas que aún comiendo de todo no engordan.

- Esta vez no hay hechizo que valga. Necesitamos una mesa –anunció Joana Turner, alias Joy.

Era una chica de quince años realmente baja, con el pelo negro azabache totalmente trenzado, ojos avellana, piel muy, muy morena y una cara tan dulce que bien podría pertenecer a una virgen renacentista. ¡Lástima que su cuerpo, de anchas caderas y grandes pechos, también respondiera a los cánones de esa época! Esa era su queja más habitual, junto a que ella siempre estaba a dieta y engordaba y Bell, que no se privaba de nada, era una sílfide.

- Sí, la pobre no ha podido soportar el peso de dos insignias de prefecta –mientras Evelyn Vega pronunciaba estas palabras fingía quitarse una lagrimilla.

Todas la llamaban Evy y era la más joven del grupo con catorce años, hasta noviembre que cumpliría los quince. Tenía el pelo liso y de color castaño caoba, la piel bronceada y unos curiosos ojos verde-dorados que tenían poco que envidiar a los de la gata de su amiga. Su cuerpo y estatura eran un término medio entre los de sus dos amigas anteriores.

Al oír el comentario de Evy, Joy y la chica que aún no había hablado se volvieron hacia ella. Si las miradas mataran, ella habría sido fulminada en ese mismo instante, pero como no lo hacían, se limitó a contemplar a sus amigas "prefectas" con una sonrisa divertida y desafiante en sus labios.

- Para que lo sepas, Evelyn, no han sido nuestras insignias, sino esa gata que cada día esta más gorda –dijo Lily Evans, conocida en todo Hogwarts como la prefecta perfecta.

Una chica de quince años hasta el siete de ese mes, pelirroja, con el pelo tan largo que le llegaba a media espalda, de piel nacarada, preciosos ojos verde esmeralda que en aquellos momentos lanzaban chispas y un cuerpo de esos tan perfectos que no sabía si matarla o preguntarle dónde se había hecho la cirugía. Pero no era cirugía, lo de esa chica era todo natural.

- ¡No ha sido mi gata! –Bell volvió a la discusión después de dejar a Perla en su cama, la más cercana a la puerta–. Todas aquí sabemos que esa mesa no es la misma desde que te diste el lote con Potter sobre ella el año pasado.

- ¿Qué has dicho?

Evy y Joy retrocedieron un paso por precaución: todas sabían que no era muy inteligente nombrar a Potter, o a cualquier otro de los Merodeadores, en presencia de Lily. Si lo hacías, ella se transformaba en una versión no muy alta y menos verde del increíble Hulk. Pero Bell nunca había demostrado tener muchas aptitudes en esa variedad de prudencia.

- Vamos, Lily, las manchas de tinta que quedaron sobre la mesa no dejaron lugar para la imaginación. Desde entonces la mesa no para de cojear.

- ¿Estáis de acuerdo con eso? –dijo mientras se volvía hacia las dos más jóvenes.

- Sí… bueno… un poco… ¡sí! –contestaron las más jóvenes a la vez en un completo caos.

- Sí, es cierto –concedió la pelirroja después de un rato–. Fue un error absurdo que no se volverá a repetir. No sé en qué estaba pensando. ¡No quiero que tú me lo digas, Evy!

La joven había empezado a abrir la boca, pero la cerró en cuanto su amiga se lo pidió. Obviamente, iba a contarle lo que estaba pensando cuando se lió con uno de los chicos más guapos de la escuela. Pese a haberse callado, la joven conservaba una expresión maliciosa en la mirada.

- Bueno –dijo Joy–, habrá que ir a comprar una mesa. Podemos hacerlo en la feria de artesanía de este domingo –la joven parecía entusiasmada, porque si algo de verdad le entusiasmaba era comprar.

- ¿Comprar una mesa entre todas? ¿Creéis que estamos preparadas para ese compromiso? –adujo Bell con tono prudente, casi parecía un chico al que su amante acabara de proponerle tener un hijo.

- Bueno, ya casi llevamos cinco años juntas –intervino Evy con un cierto tono irónico en la voz–. Es hora de dar un paso adelante en nuestra relación y asumir un nuevo compromiso.

- Pero, ¿qué pasará con la mesa si nos vamos? –quiso saber Lily.

- ¿Iros? ¿Es que vais a dejarnos? –preguntaron Joy y Evy a la vez, la primera con angustia e indignación, la segunda con pura diversión.

- Pues sí. El año que viene acabamos los estudios en Hogwarts y entonces nos iremos –dijo Lily sin dejarse influenciar por las miradas de las dos chicas.

- Además, recuerdo cuando en primero nos mudamos dos veces de habitación. Fue un lío decidir de quién era cada cosa pese a que Lu y Claire eran estupendas. No querría que eso le pasara a una mesa a mi cargo –trató de razonar Bell.

- Por supuesto, Lu y Claire son estupendas –repitió Joy poniendo voz de falsete–. ¿Qué pasa? ¿Es que nosotras no lo somos?

- No he querido decir eso.

- Pues lo has dicho. Piensas que somos tan horribles como Leticia y Anya.

Para entender esta conversación habría que remontarse al año 1970, cuando Lily y Bell entraron en Hogwarts y fueron asignadas a la casa de Gryffindor. Sus compañeras de cuarto eran Leticia y Anya, dos brujas de sangre limpia, rubias de bote, con unos ojos del color del pescado muerto y la inteligencia de una ameba.

Leticia enseguida le pilló manía a Lily por ser de origen muggle y más guapa e inteligente que ella, así que se dedicó a hacerle la vida imposible. Puso a todas las chicas de la escuela sobre las que tenía influencia contra ella, le robaba los trabajos y los presentaba como si fueran suyos, la insultaba por los pasillos y cosas mucho peores.

A Bell aquello le parecía fatal, su madre tampoco era de sangre limpia y sabía lo mal que la habían tratado, así que se puso de parte de Lily.

El punto culminante fue cuando en el mes de diciembre, Leticia vació el cajón de la ropa interior de ambas chicas en la Sala Común.

Fue humillante para ambas niñas, pero si Leticia esperaba que la chica hiciera la maleta y se largara, pronto comprendió su error: Lily podía parecer dulce e ingenua, pero no lo era. Olvidándose de toda la magia que había aprendido, la pelirroja cruzó la sala directa a ella y le puso el ojo morado de un puñetazo. Todas las chicas de origen muggle, y no pocos chicos, aplaudieron entusiasmados.

Fue así como la Profesora McGonagall se enteró de la situación y cambió a Bell y Lily a la habitación de unas chicas de sexto llamadas Lu y Claire. Eran muy majas pero la habitación era muy pequeña. Cuando estaban sólo dos se estaba bien, pero estando las cuatro en ella sobraban todas. Las cosas siguieron así hasta final de curso.

Al curso siguiente, el de 1971, no hubo muchos alumnos nuevos para la escuela en general. Para Gryffindor sólo fueron a parar cinco, tres chicos y dos chicas. Las dos chicas eran nuestras Evy y Joy.

La única habitación que quedaba libre era la del sótano, que tenía capacidad para ocho personas. No hace falta decir que esa habitación para dos chicas de 11 años era enorme. Fue por eso que la Profesora McGonagall les ofreció compartirla con Lily y Bell. Ellas accedieron y desde entonces eran amigas íntimas. Las mayoría de las riñas se producían cuando Bell mencionaba a alguna de sus anteriores compañeras de cuarto porque eso sacaba de quicio a Joy.

Como acababa de pasar.

- No creo que seáis como Leticia y Anya. ¿Por qué eres tan delicada con este tema?

- Muy simple. Vosotras sois las primeras y únicas compañeras de cuarto que hemos tenido, nos gustaría que fuera igual en vuestro caso, ¿verdad, Evy?

La joven empezó a asentir con la cabeza y justo cuando Joy empezaba a mostrar una sonrisa triunfal, dijo:

- No –y la dejo por los suelos. Esa era una de las bromas favoritas de Evy. Sus compañeras lo encontraban irritante–, a mí eso me da igual. Yo en las cosas de la alcoba prefiero a la gente con experiencia –añadió con una sonrisa maliciosa.

Bell y Joy la miraron perplejas, luego se dieron cuenta de lo absurda que era esa conversación y empezaron a reír, acompañadas por Lily y Evy.

- Entonces, decidido –dijo Lily–, el domingo iremos a la feria de artesanía de Hogsmeade a comprar una mesa.

- Y a celebrar tu cumple –le recordó Joy, poco dispuesta a dejar que una de sus amigas se escaquease de invitar–, que es el siete de septiembre.

- Bien, eso el domingo. Ahora vamos a dormir, tengo mucho sueño –Evy bostezó de una forma muy similar a como lo haría un gato.

- Pues buenas noches, chicas.

Dicho esto, todas se pusieron el pijama, se soltaron el pelo y se metieron en sus camas.

Liroli, liroli, liroli, liroliri.

- Buenas noches, Lily –dijo Joy.

Nanani, nanani, nananino, ninoni.

- Buenas noches, Bell –se despidió Lily.

Liroli, liroli, liroli, liroliri (esta cosa es una nana aunque no lo parezca)

- Buenas noches, Evy –deseó Bell.

- Buenas noches, pero una pregunta antes de dormirnos –Evy apenas podía reprimir una sonrisa, cuando preguntó–. ¿Eran mejores compañeras de alcoba que nosotras?

En este momento se ralló el disco de nanas.

- Evy, ¿cómo preguntas eso? –se escandalizó Joy. Pero al rato preguntó–: ¿Lo eran?

- Buenas noches, chicas –cortaron las dos mayores.

Las dos jóvenes se miraron desde sus respectivas camas e intercambiaron una sonrisa cómplice.

&·&·&

¡Por fin llegó el domingo! El día de la feria de Artesanía en Hogsmeade.

Ese día, en la habitación más alta de la torre de Gryffindor situada en el lado de los chicos, un chico de dieciséis años, demasiado bajito para su edad se despertó más emocionado que un niño pequeño el día de Reyes, impaciente por abrir sus regalos.

Se duchó y preparó para salir. Peter Petigrew, pues ese era su nombre, se quedó un poco decepcionado al ver que sus amigos aún dormían. Para despertarlos fue hacia las ventanas y apartó las cortinas, dejando entrar la luz del día.

- Peter, vuelve a tapar la jodida ventana –gruñó James Potter, que se había despertado debido a que el rayo de sol le estaba dando directamente en los ojos.

Era un chico moreno con pelo imposible de peinar, ojos castaños de largas pestañas que solían tapar unas gafas, alto y de complexión delgada pero con los músculos marcados. Muchos pensaban que era debido a que jugaba al Quidditch, pero en aquella sala todos sabían que se debían más a las carreras que se pegaba huyendo del conserje y de los novios de sus múltiples conquistas.

- ¡Vamos, chicos! ¡Arriba! –dijo Peter.

Él tenía el pelo ralo y descolorido, sus ojos eran negros y muy pequeños y su nariz recordaba a la de los roedores. En aquel momento, daba saltitos de alegría.

- No pienso moverme de aquí hasta el lunes –anunció la voz de Sirius Black desde el otro lado de la habitación.

Éste era tan alto como James y de complexión muy parecida (algunos pensaban que eran familia, pero no); tenía el pelo negro azulado largo hasta los hombros y el único ojo que se había molestado en abrir era de un alucinante color grisáceo. Su buen cuerpo tenía el mismo origen que el de su hermano del alma.

- Estoy contigo, Padfoot. Así que haced el favor de desmayar, atar y amordazar a Peter porque yo quiero dormir –declaró Remus Lupin con voz somnolienta.

Su pelo castaño claro le tapaba la cara, impidiendo ver sus ojos dorados. Era muy alto y muy delgado. Algunos dirían que de apariencia frágil, pero esos no sabían de lo que hablaban, ya que este chico era un Licántropo.

La razón de que los tres chicos más alborotadores de la escuela estuvieran tirados en la cama como muñecos sin fuerzas era que había sido luna llena aquellos días. Esto dejaba a Remus bastante agotado, ya que se autolesionaba, y aunque el sistema inmunológico de un hombre lobo hace que las heridas de ese tipo se curen nada más hacerse, esto solía dejarlo algo cansado.

Sus compañeros se habían convertido en animagos ilegales para hacerle compañía durante la transformación y evitar que se hiciera daño, lo cual era bastante agotador. La noche pasada se descuidaron un momento y cuando lo habían vuelto a ver estaba mordiéndose en el hombro.

En resumen, sus compañeros estaban agotados. Peter no lo notaba tanto porque solía dormirse en las clases, y dado que no había diferencia entre un Peter dormido y uno despierto, los profesores no lo notaban.

- No hace falta que me amordacéis, ya me voy. A la feria de Artesanía. Donde estarán todas las chicas guapas de la escuela. Vestidas de calle. Con el calor que hace, seguro que todas van con falda corta.

Peter acababa de pronunciar las palabras mágicas. Los tres chicos saltaron de la cama, corrieron al baño y en veinte minutos estaban listos.

- Vamos a desayunar. Estoy deseando ver a las alumnas de quinto. Como hasta ahora las chicas del curso inferior eran intocables… –dijo Peter. Ese era el motivo de su impaciencia.

- Peter, Peter, Peter –Sirius puso su brazo en su hombro y canturreó–: "Chiquitinas no, gracias. Debes dejarlas crecer". Todos estuvimos de acuerdo.

- Sí, pero hay otros que no han tenido esos escrúpulos y nos han comido terreno.

- Como Gilderoy Lockhart –dijeron los cuatro a la vez con expresión de asco.

Era el tipo más engreído de todo Hogwarts, y desde que un grupo de Ravenclaws de tercero (bueno ahora estarían en cuarto) le nombró la sonrisa más atractiva de toda la escuela parecía un pavo real. Además, cabreó bastante a Sirius porque él decía que la suya era más bonita. La sonrisa, se entiende.

- Ese tipo es un cabrón insoportable –viniendo de Remus, esa frase impresionaba, dado que él apenas usaba esa clase de expresiones. El hecho de que Lockhart le hubiera tirado los tejos a Arabella Figg todo el final de curso pasado no tenía nada que ver con ese odio…

- Vamos a desayunar ya, no perdamos el tiempo hablando de ese capullo pudiendo estar con las bellas damas de esta escuela –comentó James.

- Qué ganas tiene alguien que yo me sé de ver a nuestra prefecta pelirroja –se burló Sirius. James y él eran amigos desde pequeños, por eso estaban tan compenetrados que a veces parecía que se leían el pensamiento.

- Puede. Pero no pongas esa cara porque sé que ella te cae bien.

- ¿Acaso alguna vez he dicho que me cayera mal? El día que tumbó a Leticia en la sala común fue uno de los mejores de mi vida. Al menos hasta ese momento –ese día Sirius fue de los que más aplaudió.

- Además, nuestro Padfoot tendrá ganas de ver a Vega, a la que lleva esperando tres años –contraatacó Remus.

- ¿Pero qué deliras? A mí no me interesan las niñas con pecas como ella.

- Entonces ¿por qué te pasaste el año pasado fastidiando todas sus citas? –quiso saber Remus con sincera curiosidad.

- Pues porque ella fastidiaba las mías.

- Ya pero ella fastidiaba tus citas porque tú fastidiabas sus citas –argumentó James.

- ¿Tú también Prongs? ¿Tú también? –Sirius habló en tono acusador–. Para que lo sepáis, mi objetivo es Rose Dawson. Tiene el mejor culo de toda la escuela, excepto el de tu pelirroja. Dicen que se ha teñido el pelo y está impresionante.

Sus tres amigos compusieron gestos de incredulidad.

- ¿Vosotros tenéis objetivos o vais a lo que salga? –James optó por concederle un respiro a su amigo, centrándose en los otros dos merodeadores.

- Lo segundo –mintieron Peter y Remus.

-Pues vamos a desayunar.

Y al fin se pusieron en marcha hacia el gran comedor.

&·&·&

- ¿Qué os parece ésta? –Joy señalaba a una mesa blanca de plástico de esas plegables que los muggles usan para ir de picnic.

- ¿Estás de broma? –Lily ni loca iba a comprar una mesa de plástico para su "casa". Los magos tenían un curioso concepto de la artesanía.

- Sí, esa mesa no aguantará ni un revolcón sobre ella –Evy también procedía de familia no mágica (o algo parecido) y quería una mesa de madera. Aunque tenía una forma muy curiosa de argumentar–. Piensa en la próxima vez que nuestra Lily se dé el lote con Potipot sobre ella. Tienes que ser más generosa...

- Evy, te lo advierto –Lily levantó el dedo en un gesto de amenaza. Por toda respuesta, le aludida le lanzó un beso que logró el doble objetivo de calmar a la pelirroja y que sonriera– Vale, pero nunca vuelvas a nombrar al "cerdo y los tres lobitos" en vano.

Esa era la forma que tenían ellas de llamar a aquellos a los que el resto llamaba los Merodeadores. Su origen estaba en el año 1970, cuando Lily ponía motes de malos de pelis Disney a todos sus enemigos. Por el número decidió llamar a aquellos chicos "los tres cerditos y el lobo".

Al año siguiente, cuando llegaron Evy y Joy, se lo comentaron. Inmediatamente ellas preguntaron que cuál de ellos era el lobo. Bell y Lily pronunciaron todos los nombres de los chicos, menos uno: el de Pettigrew, así que decidieron que él sería el cerdo y los otros tres, los lobitos.

Pero volviendo a aquel luminoso día de principios de septiembre… Se habían levantado con el sol, o mejor dicho, con los gallos de Hagrid, se habían arreglado, desayunado y llegado a la feria nada más abrir. Hasta el momento habían visto catorce mesas y ninguna había respondido ni a sus necesidades ni, y eso era lo más importante, a sus gustos.

- ¡Mirad ésta! –Bell las llamaba desde el otro lado de la calle. Ellas se acercaron para ver una mesa de madera que hubiera sido bonita sino tuviera un dibujo de gatos sobre ella.

- ¡Es horrible! –Joy odiaba los animales. Cuando no se peleaba con Bell por el tema de Lu y Claire, lo hacía por Perla y sus bolas de pelos–. ¿Cómo podríamos estudiar en eso?

- ¡No es horrible! A Lu y Claire les encantaría.

- Tal vez sean las mejores compañeras de alcoba que has tenido en tu vida, pero tenían un gusto pésimo para las mesas.

- La verdad es que yo preferiría una mesa sin dibujos –Lily intervino antes de que las cosas desembocaran en una pelea–. ¿Tú qué crees Evy?

- Yo creo que Sam tiene los abdominales tan firmes que se podría rallar queso con ellos –la aludida ni siquiera miraba la mesa y no se había enterado de la disputa: estaba demasiado ocupada admirando el cuerpo de Samuel Kane, prefecto de Ravenclaw desde ese año y capitán del equipo de Quidditch desde el anterior. Se volvió a sus amigas, que la miraban con una ceja arqueada– ¿He hablado en voz alta? ¡Da igual! -se fijó en la mesa– ¿Ésta? Es peor que la de plástico.

- Bien, tres contra uno. Esta mesa no –Joy exhibió su sonrisa triunfal.

- Tengo una idea para ir más deprisa –Lily decidió frenar la nueva pelea que estaba a punto de empezar– ¿Qué tal si nos separamos, elegimos cada una dos mesas que nos gusten, dentro de una hora nos vemos bajo el gran reloj y se las enseñamos a las demás?

- Vale –Acordaron las otras tres chicas a una.

Y cada leona salió en una dirección distinta. Evy hacia el rallador de queso, Joy a ver a su amiga Misi para enterarse de los cotilleos, Bell a hablar con su novio mientras que Lily fue la única que se puso a buscar la mesa.

&·&·&

Justo diez minutos después de que nuestras intrépidas buscadoras de mesas se separaran, los Merodeadores se presentaron en la feria con uniforme de combate, es decir, vaqueros ajustados y camisetas ligeramente sueltas con distinto cuellos de acuerdo al gusto de cada uno. La de James era un polo de esas que se abrocha con botones; la de Sirius era de pico y la Remus era redonda, Peter llevaba una camisa de rombos de colores horrible.

En cuanto llegaron al lugar, Peter desenrolló un pergamino en el que aparecía la lista de todas las que ahora estaban en quinto, así como su color de pelo, sus gustos, casa a la que pertenecían, medidas hasta el año pasado y una cruz para aquellas que pertenecían a su club de Fans de distinto color dependiendo de aquel que le gustaba más a la chica: Rojo para James, negro para Sirius, azul para Remus y lápiz para Peter.

Lo normal es que apenas hubiera cruces en lápiz.

Pero ese año casi no había cruces de ningún tipo. Era lo que Peter había comentado en la habitación: Lockhart había monopolizado a muchas de ellas.

Además, la mayoría de esas chicas eran amigas de Joy y Evy que eran sus "adversarias oficiales" y por solidaridad estaban fuera de todos los clubs de locas fanáticas.

Si a eso añadimos que fue uno de los años que entró menos gente, la escasez estaba justificada.

- Vaya, este año no hay mucho para ir sobre seguro –comentó Peter con tristeza.

- ¿Quién quiere ir sobre seguro? Es más divertido correr riesgos –fue la tranquila respuesta de James al tiempo que le quitaba la lista y empezaba a mirar– ¿Rebeca Randall?

- No, le ofrecieron una beca para ir a estudiar a Salem –informó Remus apenado.

Aquella chica era una de sus fans. Solía esperarle a la salida de todas las clases para recitarle un poema dedicado a sus ojos dorados. Entonces lo había encontrado francamente agobiante, además de un atentado contra la poesía, pero ahora lo echaba un poco de menos.

- No sé que hacer, Moony, si darte el pésame o una fiesta. Sigo. ¿Miranda Goshawk?

- Fan de Lochkart, tío –Sirius se puso dos dedos en la boca haciendo ver que vomitaba.

- Otra menos –James iba tachando a las que descartaban–. ¿Samantha Kane?

- La recientemente elegida prefecta de Ravenclaw y hermana melliza del inigualable alumno estrella de la casa. Ni hablar. Dijo que éramos unos chicos deslenguados y poco fashion para ella –Sirius habló como si llevara una patata en la boca para imitar a la chica.

- Pues habrá que pasar a las locas oficiales de la escuela –todos hicieron una mueca de miedo– encabezadas por Joana Turner y Evelyn Vega –James observó por el rabillo del ojo a su amigo del alma que no hizo el menor gesto. Él, por su parte, se encogió de hombros al tiempo que las tachaba.

"Seguidas de Ática Atkins –esta era una chica de aspecto siniestro con una idea muy negativa sobre los hombres en general y de ellos cuatro en particular. Tachada.

"Doris Crockford –una chica enana que hablaba por los codos y que además tenía un rollo recurrente con Dedalus Diggle que dejaba y retomaba según la posición de los planetas. Tachada.

"Rose Dawson, la favorita de Padfoot; Artemis Slayer –una chica no muy guapa que además estaba perdidamente enamorada de Samuel Kane. Tachada.

"Por último Phyllida Spore… ¡que es fan de Peter!

- ¡Sí! –gritó el muy rata, feliz– ¿Dónde está mi amor?

- Pues esta allí, comprando una maceta –como Peter era tan bajito, sus amigos le tenían que ayudar oteando el horizonte–. A Rose no la veo –agregó Remus.

- Yo sí, esta allí hablando con... Samuel –Sirius gruñó el nombre del prefecto de Ravenclaw: para una chica que le molaba y tenía que estar hablando con el guaperas de su curso.

- Ésa no es Rose. Esa chica es más alta que ella, tiene mejor trasero que ella, tiene el pelo de color chocolate con leche (Rose es rubia) y Sam nunca le dirige la palabra porque piensa que no tiene personalidad –Remus analizó a la chica en medio segundo.

- Sí que lo es, lo que pasa es que ha crecido y se ha teñido el pelo. Además, nadie en ese curso tiene mejor trasero que ella, por eso Sam le habla.

- Sí tú lo dices… Pero yo creo que no es. ¿Tú qué dices, Prongs?

- Yo qué sé. ¿Has visto a Lily?

- Espera un segundo. Esta allí en el puesto de arte moderno…hablando con Snape –no había acabado de pronunciar ese nombre cuando su amigo ya había salido corriendo más rápido que un ciervo en un documental de fauna del bosque.

- Yo me voy con Rose –informó Sirius.

- Vale, pero yo te digo que esa no es Rose.

- ¿Qué te apuestas?

- 10 K.

- Hecho –estrecharon las manos en señal de acuerdo.

Cuando todos se largaron, ya que Peter había abandonado a sus amigos sin decir nada (muy típico de él) para ir con su admiradora, Remus localizó a la persona que estaba buscando y fue hacia ella.

&·&·&

Remus y Sirius no eran los únicos que observaban la conversación entre Sam y Evy, (pues era ella y no Rose la que hablaba con el prefecto), Artemis Slayer, más conocida entre sus amigos como Misi, también la contemplaba.

Era una chica baja, llena de celulitis, con el pelo de un color gris ceniciento, unos ojos de lo más insulsos tapados detrás de unas gafas de culo de botella, y que usaba aparato. Así se describía ella a menudo.

Se comparó con Evy y le dieron ganas de suicidarse. Estaba guapísima con la piel morena y esa falda vaquera cortísima, camiseta blanca de talla infantil y unas sandalias de plataforma.

- Hola, Misi –Joy interrumpió sus negativos pensamientos– ¿Has visto ya a Rose con su nuevo pelo? ¡Pues claro que la has visto, si vive contigo! ¿Qué tal esta? Me han dicho que esta impresionante. ¿Cari, qué te pasa?

- Nada.

-Ya –la joven siguió la mirada de su amiga hacia Sam– por favor, Misi, no puedes seguir así. Si le amas ve allí y arráncale los ojos a esa perra si es preciso. ¡Sé una mujer!

- ¿Pero qué dices? ¡Que es Evy!

- Es cierto. No había caído. Ella te puede. Dile que te gusta Sam, para ella no significa nada. Pasará de él si se lo dices.

- Yo no tengo derecho a interponerme.

- ¿Interponerte entre quiénes? –Evy había dado por acabada la conversación y se había dirigido hacia ellas con ese andar sigiloso propio de ella y de los felinos al acecho.

- Entre nadie –respondió Misi a toda prisa.

- Entre tú y Sam –intervino Joy.

- ¡Lo siento, Misi! Desde que le he visto enseñando sus magníficos abdominales he sido incapaz de tener un pensamiento coherente. Perdóname. Para mí es como si ese hombre fuera de piedra a partir de ahora. Parte de la decoración. Casi como una chica más.

- ¡Gracias, Evy! Es que él es tan majo, tan encantador, tan listo, tan guapo con ese pecho tan ancho…

- Misi, puede que para mí él se haya vuelto de piedra pero yo es que sigo siendo de carne. No me lo restriegues.

- Lo siento.

- Ahora que está todo aclarado. ¿Qué me dices de lo de Rose? –intervino Joy que se había apartado un momento por respeto.

- Pues gírate y la verás.

Las dos Grys se giraron a un tiempo y… había que admitirlo: la chica impresionaba.

&·&·&

Entre tanto, Bell había ido a ver a su novio… ¡Porque al fin tenía novio!

Toda su vida lo que más le había preocupado era que su profesora de adivinación tuviera razón y fuera acabar muriendo vieja y sola en una casa. Nadie la echaría de menos y su cuerpo sería devorado por sus propios gatos. Pero ahora no sería así: Tenía novio y estarían juntos para siempre.

Su amor único y verdadero era… Gilderoy Lockhart. Todo el mundo (por todo el mundo léase sus amigas) decía que era estúpido y superficial, ella la primera, pero aquel verano había descubierto una faceta suya completamente distinta: atenta, servicial, generosa, cariñosa...

Por favor, ¡si su ambición secreta era librar al mundo del mal! Eso y comercializar su propia gama de champús para que todo el mundo tuviera el pelo tan genial como él. ¡Es que era tan generoso!

En resumen, que le amaba loca y totalmente, por eso se había entregado a él de la misma forma. Había sido su primera vez y fue maravilloso. Algo corto. Pero lo bueno, si breve…

Lo encontró en la heladería, rodeado por su club de fans. Éstas se diferenciaban de las de los merodeadores en que suspiraban mucho más y no pasaban de ahí. Las de los Merodeadores eran en plan silbidos y estampidas. Cuando todas se cruzaban en un pasillo era como llenar una habitación de gas y encender una cerilla. Bell no se molestó porque estuviera con ellas: era tan generoso que no quería echar a las pobres chicas.

- Gyl, cariño –la joven se abrió paso a codazos hasta la primera fila.

- Por favor, señorita, si quiere un autógrafo póngase a la cola como todo el mundo.

- No quiero un autógrafo. Soy yo: Bell.

- Lo siento, pichurrita. Es que estoy algo liado. ¿Te parece si nos vemos mañana? Así podré dedicarte la atención que te mereces. ¡Chao! –él se fue sin decir ni cuándo ni dónde iban a verse, dejando a una chica muy deprimida.

&·&·&

Después de dejar a sus compañeras Lily había estado buscando una mesa y había encontrado una que era perfecta. Sólo faltaba que la votación le fuera favorable.

Como era muy pronto, decidió dar una vuelta para ver lo que los magos denominaban "arte moderno". En concreto, la obra que más gustaba a todos era una fregona dentro de un cubo.

Luego estuvo un rato mirándose en un espejo. Se había puesto un vestido de manga y falda corta color azul de esos que llevan botones delante. ¡Estaba perfecta! De todas formas, desde hacía un rato tenía la sensación de que la estaban siguiendo.

Sus sospechas se vieron confirmadas al ver acercarse a ella a un chico delgado, de estatura media, fríos ojos negros y pelo grasiento. Llegó a su altura pero antes de que el chico dijera nada, la pelirroja contraatacó:

- ¿Qué haces, so pervertido? ¿Cómo te atreves a seguirme? Creo que te dejé las cosas muy claras la última vez que nos vimos.

La última vez que se vieron fue tres semanas atrás en el Caldero Chorreante donde Lily había quedado con sus amigas para ir a comprar el material escolar. Como llegó la primera se sentó a leer en una mesa e inmediatamente Snape (ese era el nombre del chico) fue a incordiarla.

- ¿Quieres tomar algo?

- Vaya, era cuestión de tiempo. Ya sabes lo fácil que es quitarme las bragas y has decidido probar. Te aseguro que es algo que no se logra con una invitación.

- No me interesan nada ni tus bragas ni ninguna otra de tus prendas íntimas –el tono era de una paciencia infinita.

- ¡Por supuesto que no! –respondió ella ácidamente–. ¿Entonces por qué nada más verme entrar te has acercado a mi mesa para ofrecerme algo de beber?

- Porque soy el camarero –replicó el chico con un tono de burlona superioridad en la voz.

- Ups –la chica estaba más roja que su propio pelo– un vaso de agua, por favor.

Volviendo al presente el chico moreno la miró burlón y dijo:

- Sí, me acuerdo. Y me reafirmo en lo dicho: puedes quedarte con tu preciosa ropa interior.

- Pero me estabas siguiendo.

- Sí, porque… –pero la chica no le dejó explicarse.

- Porque eres un pervertido, un vulgar acosador… óyeme, capullo, soy perfectamente capaz y además me apetece un montón curarte la obsesión a guantazos. ¿Por qué me seguías si no eres un pervertido?

- Para devolverte esto –y sacó un pendiente de esos de garfio con forma de estrella–. Se te cayó ese día en el bar. Pensé que te vería aquí así que quería devolvértelo.

- Ups. Gracias –otra vez estaba más roja que su pelo. El chico hizo un gesto de "no se merecen", se metió las manos en los bolsillos de su túnica negra y se fue.

La pelirroja se quedó sola y algo pensativa: puede que Snape no fuera tan malo, le había devuelto el pendiente que era de su abuela. ¡Y pensar que ella le llamaba "El coyote" porque perseguía a Potipot y compañía como si ellos fueran el correcaminos!

- ¿Te estaba molestando el pelo grasiento? –hablando del ruin de Hogwarts. Potter le pasó el brazo por los dos hombros al tiempo que se inclinaba para besarla, pero ella fue más veloz, se liberó del brazo, dio dos pasos y se encaró con él.

- Severus no me molestaba. De hecho, el único aquí que me incordia eres tú –la joven tenía los brazos cruzados en el pecho y una expresión de furia en la mirada. James pensó que estaba magnífica cuando se enfadaba, aunque no le perdonaba que llamara a uno de sus peores enemigos por su nombre de pila.

- Vamos, princesa –así llamaba a todas sus conquistas. Era muy práctico porque así no se tenía que acordar de todos sus nombres–. Estás enfadada por lo del comedor. Siento que casi te tragaras una babosa.

- No estoy enfadada por eso. Y la que casi se tragó la babosa fue Leticia.

- Es cierto. Es por los puntos que perdimos… Pero ya los hemos recuperado. Ahora estamos a cero, pero con tu inteligencia y mi habilidad para el Quidditch enseguida nos ponemos los primeros.

- No estoy enfadada por nada de eso. Te odio, James Potter, y sabes muy bien el porqué –dicho esto, giró ciento ochenta grados, golpeando a James con su larga trenza en la cara, y se fue.

James se quedó algo confuso, ya que desde que se dio el lote con ella en su habitación sobre una mesa que cojeaba bastante no le había gastado ninguna de sus pesadas bromas.

Por lo menos, él.

Tendría que preguntar a sus amigos.

&·&·&

Joy andaba por la feria buscando a sus compañeros de quinto Grys: Will y Yeye.

Evy, Misi y ella habían dado una vuelta y habían encontrado la mesa perfecta. Por lo menos ya tenían dos votos. Uno más y sería suya.

La razón de que buscara a ese par era que Yeye marcaba las pautas de la moda en la escuela, así que le necesitaban para que asesorara a Misi en el cambio de imagen que había deseado hacerse.

Si por Joy fuera lo haría ella misma, sus Barbies eran las mejores de todo el mundo mágico, pero Evy quería a un profesional.

Entonces vio a Lily hablando con Snape y vio cómo él se alejaba con las manos en los bolsillos de la túnica. ¿Es que no se le iba a pasar esa obsesión con su amiga? Fue tras él.

- ¿Qué hacías hablando con Lily?

- Hola a ti también. No es asunto tuyo.

- Eres mi prometido, creo que es asunto mío que hables con una de mis amigas.

- Aún no estamos prometidos. Además, tú te has enrollado con media escuela y yo no lo considero asunto mío. Como tampoco la ropa que llevas.

- ¿Qué le pasa a mi ropa? –se había vestido para la ocasión con unos pantalones pirata, una blusa de pirata, zapatos de pirata y un pañuelo a lo pirata. Sólo le faltaba el loro, el garfio y el barco–. No cambies de tema: sé que estás enamorado de Lily.

- ¿Tan transparente soy? La amo, la adoro, no pienso en otra cosa –el tono era sarcástico, pero Snape era tan gran maestro en ese área que uno no sabía distinguir cuándo lo empleaba y cuando no.

- ¡Lo sabía! Cuando nos casemos, ella será tu amante oficial, la instalarás en casa, tendrás hijos con ella. Yo estaré sola todo el tiempo y no me quedará más que dedicarme a inaugurar alas en el hospital San Mungo. Todos me señalaran por no ser capaz de satisfacer sexualmente a mi marido –la morenita habló muy deprisa y culminó la frase con un gran sollozo. El chico se iba a acercar a tranquilizarla, pero ella se apartó bruscamente–. ¡No me toques! Y no digas ya más nada. No quiero volver a verte nunca más, Severus. Hasta el día de nuestra boda –y se largó ondeando su melena trenzada.

El pobre chico se quedó mirando el lugar por donde se fue con aspecto alucinado. Parpadeó dos veces y se pellizcó para comprobar que no estaba soñando. Al ver que no era así, masculló un "¡mujeres!", se metió las manos en los bolsillos de su túnica y regresó hacia la escuela.

&·&·&

Evy también trataba de localizar a Will y Yeye sin éxito. La verdad es que los echaba de menos porque se reía mucho con ellos, pero no aparecían.

Sabía que Joy estaba algo picada con ella por preferir a Yeye para lo de Misi, pero es que ella había visto cómo quedaron sus Barbies y Misi no seduciría a Sam si iba con el pelo como si hubiera metido las manos en el enchufe.

De pronto, alguien le puso las manos en los ojos queriendo jugar a eso de "¿quién soy?". Esas bromas eran típicas de Will. Se giró al tiempo que decía su nombre y se encontró… al tipo más irritante, arrogante y crispante que había tenido la desgracia de conocer.

- ¿Qué quieres, Blacky?

- Pues pensaba que eras Rose porque tienes el mejor culo que he visto en una chica de quinto, pero por lo visto no lo eres. ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? Y más importante aún, ¿cuál es tu relación con Will? ¿Sabes donde está la auténtica Rose?

- Black, sabes perfectamente quien soy –dudaba entre matarle por no reconocer a la chica a la que había fastidiado todas sus citas el año pasado o felicitarle por su buen gusto–. En cuanto a lo de Will, pensé que ya habíamos aclarado ese punto: soy su esclava sexual. Si quieres ver a Rose no tienes más que girarte ahora. Pero antes, te deseo mucha suerte para su seducción, porque la vas a necesitar.

- ¿Cómo que la voy a necesitar? ¿No sabes con quién hablas? –en esto, Sirius empezó a girar y cuando se dio la vuelta comprendió que la chica tenía algo de razón. Iba a necesitar mucha suerte y algo más si quería seducir a Rose. Por otro lado sí que estaba impresionante–. Tal vez no tenga muchas posibilidades con Rose, pero dime tu nombre… –pero cuando se giró, ella se había ido– ¡Chaval!

- ¿Quién, yo? –el aludido, un chico de tercero que pasaba por allí, se aproximó al moreno con expresión nerviosa y halagada. ¡Había sido reclamado a la presencia de uno de los míticos merodeadores!

- ¿Has visto a una chica muy guapa con un culo de 9?

- Sí –Sirius se alegró ya que por lo menos la localizaría enseguida–, Rose Dawson está allí. ¡Lástima que sea lesbiana!

- Sí, lástima –coincidió Sirius molesto. Para seducirla no sólo iba a necesitar suerte, sino también tetas y vagina.

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Bell se quedó algo triste después del plantón de Gyl, así que se compró un flux de chocolate (la versión mágica de nuestros flases) e iba chupándolo al tiempo que buscaba una mesa decente para su habitación.

De pronto se sintió observada y al girar se encontró con la mirada de Remus Lupin, que la contemplaba con una expresión algo rara. Entonces fue consciente de la forma sugerente de lo que comía y de la forma de comerlo y se ruborizó. Sin embargo, en lugar de tirarlo, fijo sus ojos en los de él y sin parpadear arrancó de un mordisco la punta del hielo con malévola sonrisa. Él hizo un teatral gesto de dolor, casi un aullido, sin dejar de sonreír. Ella le devolvió la sonrisa.

Entonces, Bell vio a Evy por la plaza riéndose como si se hubiera vuelto loca; iba hacia el punto de encuentro, fue en ese momento que se dio cuenta de la hora que era.

- Lo siento, tengo que irme –le dijo al chico que la miraba.

- ¿Tan pronto? Pero si nuestra conversación estaba en lo más interesante –contestó él haciendo morritos.

- Pues habrá que seguirla otro día, acabo de ver a mi amiga Evy –respondió la rubia sonriendo–. Hasta luego.

Remus se fijó en que la chica misteriosa de Sirius no era Rose sino Vega. ¡Genial! Había ganado la apuesta.

Así, nuestro pobre chico lobo se volvió a quedar solo, pero no fue por mucho tiempo, enseguida oyó un ruido y se dirigió hacia él.

Se encontró con Ática, una chica con un montón de piercings y pelo verde fosforito, y su amiga Rose Dawson. Sí que se había teñido el pelo: de rosa pastel, y sí que estaba cambiada llevaba un piercing en la ceja, otro en el ombligo y uno más en el pezón derecho.

¿Qué cómo sabía eso último? Porque la Hufflepuff llevaba una camiseta de rejilla que transparentaba todo y Ática se lo acariciaba con un dedo. De pronto, Rose se percató de su presencia.

- Rivers ¿Qué tal?

- Me llamo Remus. Bien. ¿Y tú? –el chico hizo un esfuerzo consciente para mirarla a la cara y no a la "camiseta".

- Aquí con mi amiga.

- Sí, porque sólo somos amigas –aclaró Ática.

- Amigas íntimas –matizó Rose.

- Amigas muy íntimas que se acuestan juntas –corrigió Ática.

- Podríamos decir que amantes.

- Amantes lesbianas.

- ¡SÍ! ¡SOMOS AMANTES LESBIANAS! –gritaron ambas a coro y orgullosamente.

- Pues os felicito. Voy a ver si veo a mis amigos. Adiós.

Remus se fue muy feliz: había ganado la apuesta a Sirius y además éste se había quedado sin Rose. Habría dado cualquier cosa por verle la cara cuando descubrió que la chica del "culo nueve", con permiso de Evans, era Vega.

&·&·&

A la hora H todas estaban en el punto de encuentro. Evy y Joy les dijeron que habían visto una mesa que les gustaba a las dos, como sólo necesitaban un voto para aprobarla, fueron a por esa primero. Resultó que esa era la mesa que también les gustaba a Lily y Bell. Todas se emocionaron mucho, ya que rara vez estaban de acuerdo en algo.

El dependiente se les acercó:

- Tienen un gusto excelente, esta mesa es una de las mejores que hay. Aparte del equipamiento de una mesa normal, se puede convertir en cualquier mesa de juego muggle: una mesa de billar, de póquer, un futbolín, de ajedrez, de tres en raya, de parchís, de oca… de lo que quieran.

- Vale, estamos dispuestas a darle cien Knuts por ella –informó Joy. Le encantaba regatear.

- ¿Cien Knuts? Pero si es una maravilla. Por lo menos quinientos Knuts.

- Doscientos Knuts.

- Cuatrocientos Knuts.

- Trescientos Knuts.

- Doscientos cincuenta.

- ¡Hecho! –acordaron las cuatro a la vez al ver logrado su objetivo.

- Mierda –siseó el vendedor al darse cuenta que ya no podía desdecirse.

Un poco más tarde, las cuatro chicas y su gata estaban en su cuarto contemplando su mesa nueva desde la terraza mientras disfrutaban de unas cervezas de mantequilla y una preciosa puesta de sol sobre el bosque.

- ¿Habéis visto el cambio de Rose? Está horrible –dijo Lily.

- ¿Qué dices? A mí me parece genial que si te gustan las mujeres no lo ocultes. Creo que lo que hace mostrando en público su amor por Ática es un acto de rebeldía –proclamó Joy–. Además, que sea lesbiana significa que las chicas hetero como nosotras tocamos a más.

- ¿Atica y Rose son lesbianas? –se sorprendieron Bell y Lily.

- Claro. ¿A qué cambio te referías si no?

- Al del color de pelo y los piercings.

- Deberíais haber visto la cara de Blacky cuando se ha enterado –anunció Evy, con una sonrisa maliciosa y felina en la cara–. Era su objetivo de este año. Es la primera vez que le fastidio una cita antes si quiera de que la concierte –la joven elevó un poco su botellín, haciendo una especie de brindis. El tono malicioso hizo sonreír a sus amigas.

- Pues yo me he encontrado a ese cretino insoportable –comentó Lily como si estuviera apunto de estrellar la botella que tenía en las manos contra la pared.

- ¿Snape? –el tono de Joy era molesto. Vale, ella también pensaba que a veces su prometido era un cretino insoportable (mira que atreverse a criticar su ropa) pero sus amigas no se habían ganado el derecho a insultarle.

- Bueno, con tu cretino también. Pero me refería a mi cretino: el fantástico James Potter –Lily no se dio cuenta de que acababa de catalogar a su enemigo como su propiedad. Sus amigas sí lo notaron, pero fueron lo bastante inteligentes como para no hacer que la pelirroja enfureciera más.

- Chicas –Bell interrumpió con timidez. Tenía que decírselo– estoy saliendo con alguien.

- ¿Con Lupilu? –Evy le dio un culetazo amistoso–. Te he visto hablando con él.

- No, por favor, Lupilu y yo juntos... –Bell rodó sus extraños ojos turquesa. ¡Como si ella pudiera llegar a tener algo con un merodeador!–. Mi novio es Gideroy Lochkart.

Sus tres amigas reaccionaron muy bien a esta información: expulsando el trago de cerveza que estaban tomando aunque de distinta forma. Lily lo escupió, Evy por la nariz y Joy se atragantó y hubo que golpear su espalda para que pudiera volver a respirar. Luego, a coro, gritaron:

- ¡GILDEROY LOCHKART! –hasta Perla soltó un maullido de incredulidad.

- Sé lo que estáis pensando...

- En llevarte ahora mismo a la enfermería para revisarte la cabeza –completó Joy.

- No, pensáis que es un idiota y que yo no coordino si he tomado la decisión de salir con él. Pero os equivocáis, es un tío muy majo, dulce, cariñoso, sensible...

- Bell, cielo, TODOS son así antes de llevarte a la cama –apuntó Lily con tono rencoroso.

- Lily, sé que lo de Potter te dejó muy tocada, pero Gyl no es como él.

- Eso no hace falta que lo jures –resopló Joy. La rubia y la pelirroja la miraron furiosas–.¿Qué pasa? Potipot es un capullo, pero un capullo macizo.

- Te has acostado con él –Evy había hecho una afirmación que interrumpió la cruel réplica que estaba a punto de hacer Lily.

- ¿Con Potipot? ¡Jamás! –se defendió Joy.

- ¡Ya lo sé! –Evy uso un tono que indicaba que aquello era una obviedad–. Me refiero a Bell y Giligyil.

- ¡No! Bueno, sí. Y las cosas no han cambiado –lo de aquella mañana no contaba. En cuanto las cosas en Hogwarts volvieran a la dinámica "normal", Gyl volvería a ser con ella como antes.

- Cielo, sabes que te apoyaremos hagas lo que hagas, es sólo que no queremos que te hagan daño –explicó Lily, dando rienda suelta a su vena protectora.

- Lo sé –sonrieron y se dieron un abrazo colectivo en el que Perla se incluyó.

En ese momento, el sol se ponía en el horizonte y una clara noche de otoño comenzaba, los grillos cantaban, las lechuzas ululaban volviendo a la lechucería a dormir. Aparte de eso, se disfrutaba de una bucólica paz.

- ¿Qué tal es Gyligyl en la cama?

- ¡Evy! Una dama no pregunta esas cosas –le riñó Joy fingiéndose escandalizada–. Bueno, ¿y qué tal es?

Las dos mayores no respondieron sino que entraron a la habitación, murmurando algo sobre "enanas precoces".

- ¿Es que hemos dicho algo malo? –preguntó Joy.

Evy se encogió de hombros para dar a entender que no lo sabía, aunque el brillo de sus ojos indicaba lo contrario. Ambas amigas intercambiaron una mirada cómplice y siguieron admirando el ocaso.

&·&·&

En lo alto de la torre, los tres chicos más guapos de Hogwarts y su amigo también disfrutaban de ese precioso anochecer. En el caso de Remus, disfrutaba del anochecer y de los diez Knuts que le había ganado a su amigo Sirius.

- La verdad es que habría pagado por ver tu cara cuando averiguaste quién era esa chica.

- Pues no fue para tanto porque está claro que esa chica es… –la verdad es que no tenía ni la más remota idea de quién podía ser, pero estaba probando para ver si a Remus se le escapaba.

- No sabes quién es –Remus le conocía demasiado bien como para caer esa trampa.

- No –admitió Sirius al fin.

- Yo te lo digo… –esperó a que se formara la injustamente valorada como segunda mejor sonrisa de Hogwarts (debería ser la primera) y entonces dijo– si me haces los deberes de Pociones toda la semana que viene. Ya sabes que no se me da muy bien.

- ¡Es injusto! ¿Cómo me haces eso? ¿A tu amigo? No pienso caer en ese vil chantaje. Ni hablar. Sólo te los haré tres días.

- ¿Las que quiera? ¿Cuándo quiera?

- Sí –concedió Sirius con evidente fastidio.

- Vale –accedió Remus tras pensarlo tres segundos–, pero hasta que no gaste los tres días no te daré el nombre.

- ¿Qué tal tú con tu admiradora, Peter? –preguntó James, que había observado la escena con una sonrisa divertida que hubiera hecho babear a más de diez chicas.

- ¡Fatal! Me golpeó con la maceta y me rompió la nariz. Estaba yo sangrando y ella diciendo que mi nariz le había roto la maceta, que ya le estaba comprando otra. Menos mal que pasó una chica de cuarto, Melania Myers, y me ha llevado a la enfermería. ¡Ya sé que está en cuarto! Pero es porque repitió cuando la transfirieron de Salem el año pasado. ¿Tú y la pelirroja?

- De eso quería yo hablar con vosotros… ¿Les habéis gastado alguna broma sin yo saberlo a ella y/o a sus amigas?

- No –aseguró el resto de los merodeadores.

- A menos que cuentes cuando Sirius le dio poción crece pelo a Reed Crandall, para que no saliera con Vega y le dejó como si fuera el Yeti –se chivó Peter.

- ¡Eh! Eso no fue una broma: me vengué de ella por hacerle crecer orejas de conejo en la espalda a Berenice Turpin. Además no fue contra ella. ¿Por qué?

- Es que está enfadada conmigo por algo que le hice y que se supone que sé qué es, pero yo no sé qué es lo que se supone que sé que le hice –sus tres amigos estaban haciendo gestos de máxima concentración para seguirle–. Además, la he visto hablando con Snape. ¿Sabéis como le ha llamado? –todos negaron con la cabeza–: Severus.

Al oír eso, todos tomaron aire. Que Evans hubiera llamado a uno de los peores enemigos de los merodeadores en general y de James en particular por su nombre de pila sólo significaba una cosa: Problemas. Problemas con mayúsculas.

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Este es el primer capítulo, sé que es algo largo pero es que no me salía más corto, tenía que presentar personajes principales y algún que otro secundario, meter un poco de inicios de trama, introducir algunos datos sobre los años anteriores…

Notas sobre el capítulo:

Una cosa es que cuando pienso en Lochkart me acuerdo mucho de Hught Grant en "El diario de Briget Jones" así que en próximos capis imaginadlo así.

En el próximo capítulo:

Profundizaremos más en la fauna de los pasillos de Hogwarts, en concreto conoceremos: a Will y Yeye, más capullos de Slytherin, algunos miembros del club de fans… y a más personas.

James y Sirius harán de detectives, el primero para averiguar que le ha hecho a Lily y por qué se lleva bien con Snape; y el segundo para descubrir quien es la chica misteriosa, que ya le vale no saberlo.

Severus tratará que su casi prometida le vuelva a hablar, es decir, que volverán a discutir.

Peter traicionará la regla de "chiquitinas no".

Bell seguirá con su noviazgo.

Myrtle la Llorona hará un cameo.

Y muchas más sorpresas.

Próximamente en los mejores PC, los vuestros porque lo valéis… "La dinámica normal"

Muchos besos.

Carla Grey.

Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática. Musa de MikaGranger. Ganadora de dos premios anuales de HA. Luz al final del túnel de Deathkisse. Creadora del amor platónico de Liesl Von Kaulitz. Alumna de la Casa de Ravenclaw en HA. Autora de la versión de Sirius favorita de Elarhy.