Orihime pasó nuevamente sus manos por su vestido, comprobando que no hubiera arrugas en este. No era una chica vanidosa, pero tampoco le gustaba estar mal arreglada. Tomó su canasta de paja, la cual contenía una manzana, su preciado libro prestado y un par de monedas para las compras que debía hacer ese día y sin más, salió de la pequeña cabaña alejada en los inicios del bosque, adentrándose en la pequeña ciudad del pueblo.

Tan pronto como pisó cemento en vez de tierra, sacó su libro y posó su vista en este. Fácilmente podía caminar y leer al mismo tiempo, ya que conocía de memoria el camino de su casa hacia el panadero, la librería y nuevamente hacia su casa. Al llegar a su primer destino, bajó su libro colocándolo nuevamente en su canasta, colocando una sonrisa amable sobre su rostro para el comerciante.

— Buenos días. –Saludó Orihime con una pequeña reverencia al hombre que se encontraba frente a ella.

— ¡Orihime! No te había visto desde la semana pasada, ¿Cómo has estado? –Preguntó el hombre de baja altura con poco cabello, aunque con un gran bigote.

— ¡Ah, muy bien! Comencé a leer este libro, trata sobre un caballero, que debe salvar a una princesa de un dragón y... –Orihime bajó su mirada a sus manos mientras contaba las monedas para pagarle, y cuando la subió, el hombre ya le había dejado el pan envuelto y su atención estaba sobre el joven cocinero, quien por estar observando a la chica, había quemado uno de sus panes.

Soltando un suspiro aún con su sonrisa en su rostro, dejó el dinero sobre la mesada y salió, volviendo a su lectura, evadiendo las miradas que varios hombres le mandaban. Su mente estaba tan sumida en la lectura, que no notó cuando la puerta de la librería se abrió, haciendo que se golpeara la frente sobre el marco de esta.

— Niña, ¿Cuántas veces te dije que no debes leer y caminar al mismo tiempo? –Regaño Nanao a la pelinaranja, golpeando suavemente su cabeza con una de sus manos.

— Lo siento... –Se disculpó con un pequeño puchero, mientras acariciaba con su mano la zona afectada.

— Nunca aprenderás. –Susurró la mujer entrando nuevamente a su local con Orihime detrás. –Por cierto, ¿Qué haces aquí? Apenas ayer te llevaste un nuevo libro.

— ¡Si! ¡Fue fantástico! –Respondió mientras abrazaba el libro sobre su pecho. –El dragón feroz, la trágica historia... Bueno, solo vine a devolvértelo. –Dijo cortándose a ella misma antes que sus pensamientos volaran por sí solos.

Nanao tomó el libro entre sus manos mirando la espalda de la chica (quien ya estaba buscando un nuevo libro) con su ceja alzada. Cada día se sorprendía un poco más con la habilidad que tenía Orihime en devorarse los libros. Hubo un tiempo que creyó que en realidad no los leía realmente, pero ese pensamiento se desvaneció al verla todas las mañanas con grandes ojeras bajo sus ojos y al escuchar la emoción con la que le contaba sobre lo que había leído.

— Creo que deberías darle un descanso a tu imaginación de tantas criaturas mágicas y castillos encantados...

— Claro que no. –Respondió con un pequeño berrinche dándose vuelta para enfrentarla. –El mundo real es tan... aburrido. Ojalá existieran los príncipes azules, dragones, las hadas... ¡Este! –Se paró en seco tomando su libro favorito entre sus manos. –Me llevaré este.

— Pero si te lo haz leído como diez veces. –Comentó Nanao soltando una pequeña risa, mientras se acomodaba los lentes para verificar que era aquel libro que tanto le encantaba a su más fiel visitante.

— Es que Nanao-san, es mi favorito... El romance, el hada madrina, el hermoso final...

Al verla tan encantada, la mujer no pudo evitar sonreír. Podía recordar cuando Orihime había visitado la biblioteca de su padre por primera vez, quien en aquel entonces aún vivía. Él le recomendaba pequeños cuentos con muchos dibujos en estos, y después de unos meses, la pequeña había comenzado a negarse a los cuentos de niños para leer historias más avanzadas. Desde ese entonces, ella venía al menos dos veces por semana en busca de una nueva historia, que leer.

— Si tanto te gusta entonces es tuyo. –Dijo decidida, haciendo que Orihime abriera mucho sus ojos grises.

— Pero no puedo aceptarlo, ¿Qué tal si alguien viene a buscarlo y...?

Nanao la detuvo colocando su mano en la boca de la chica, empujándola suavemente hacia la salida.

— No voy a aceptar un no como respuesta, es tuyo.

— Pero...

— Insisto, ahora vete. –Interrumpió aún sonriendo, entrando nuevamente a la biblioteca.

— ¡Muchísimas gracias, Nanao-san! –Agradeció Orihime moviendo su mano en forma de despedida a su gran amiga, retomando su camino a su hogar, colocando su vista en su parte favorita de la historia, con una gran sonrisa en su rostro.


Mientras caminaba, no notaba las miradas que varios jóvenes le dedicaban, y era que Orihime era hermosa. Con un largo cabello naranja oscuro atado en una trenza, sus ojos de un color gris parecido al de la luna, y una figura delgada pero con curvas donde debía, llamaba la atención a donde quiera que vaya. Sobretodo de un joven en especial: Grimmjaw Jaegerjaquez.

Sin siquiera pensarlo, se colocó frente a la bella mujer, quien al no notarlo por ir sumida en su lectura, chocó contra su pecho haciendo que su libro cayera sobre un charco. Hizo una mueca sin darle atención al hombre y se agachó para tomarlo, pero su pie estaba sobre él.

— Buenos días, princesa. –Saludó Grimmjaw, mostrando una perfecta dentadura, haciendo que alguna de las chicas del pueblo al verlo soltaran un suspiro.

— Buenos días, Grimmjaw. –Respondió el saludo aún intentando sacar su libro del lodo. —¿Te importaría mover tu pie un poco?

Grimmjaw miró hacia abajo. Claro que ya había notado que su pie se encontraba allí, quería que la mujer tuviera toda su concentración en él, pero visto que eso no estaba funcionando, intentaría otra cosa.

— ¿Eh? ¿De esto? –Preguntó con falsa inocencia levantando el objeto y leyéndolo por arriba. –Pero no tiene ningún dibujo, y sus letras son tan pequeñas, que aburrido.

Orihime al ver como lo tiraba nuevamente sobre el agua sucia, se contuvo de hacer algo impropio de una dama, intentando mantener su sonrisa, aunque ahora parecía más una mueca.

— Algunas personas lo preferimos así. –Dijo en tono suave, recogiéndolo y secándolo un poco con su vestido.

— Como sea. Hermosa Orihime, vengo a hacerte una propuesta, y no aceptaré un no como respuesta –Grimmjaw se acercó hasta quedar a unos centímetros de la cara de la muchacha, quien tan pronto como tuvo oportunidad se movió a un lado, con intención de seguir su camino.

— Oh, bueno lo lamento mucho, pero deberá esperar... Debo... –Orihime comenzó a caminar nuevamente dándole la espalda a su pretendiente, ideando alguna excusa para darle. –Debo comenzar a preparar la cena.

Mentalmente se golpeo por decir una excusa tan tonta. ¿Preparar la cena? Apenas debían de ser las nueve de la mañana.

Grimmjaw la observo alejarse, apretando con fuerza sus puños, y cerró sus ojos con fuerza al escuchar las risas atrás suyo.

— ¿Algún problema, Nnoitra? –Preguntó con firmeza aún sin mirarlo.

— ¿Cuándo vas a aprender que la hermosa princesa no está interesada en ti?

— No es como las demás chicas que has tratado antes. –Comentó simplemente Ulquiorra, quien al igual que Nnoitra había estado observando la escena con diversión, aunque la emoción no se mostraba en su rostro.

— Ya caerá. –Dijo ahora con una sonrisa confiada, enfrentando a sus compañeros. –Siempre caen.


Orihime dejó su canasta sobre la pequeña mesa del comedor y cerró los ojos sintiéndose agotada mentalmente. Su vida era tan monótona, su pueblo, su rutina y lo que más le asustaba: Su futuro. Lo único que le recordaba que no todo siempre era así eran sus libros y...

La chica llevó su mano al pecho al escuchar una explosión proveniente del granero, corriendo hacia él. Al entrar suspiro aliviada, viendo como su padre decía obscenidades mientras quitaba la mezcla de polvo y carbón de su sombrero, pero fuera de eso, no notó ninguna herida significante más que las raspaduras de siempre en sus brazos y manos, consecuencia de trabajar con metal y madera.

Kisuke Urahara era mejor conocido como el científico loco del pueblo, pero a veces respetado por los hombres debido a ser el padre de Orihime, ¿Quien querría ganarse una mala imagen con su "futuro suegro"? Claro que cuando este les daba la espalda, un sin fin de burlas comenzaban a surgir.

— Me rindo, esta cosa no sirve. –Bufó el hombre de cabello rubio crecido, mientras se colocaba nuevamente su sombrero viejo.

— Papá siempre dices eso. –Comentó riendo Orihime, mientras se acercaba a él para sacarle los restos de carbón de la cara con un pequeño pañuelo. –¿Cuál es el problema con tu nuevo invento?

— Siguen zafándose los tornillos que tapan el motor, y cada vez que intento arreglarlo termino así. –Dijo señalando su atuendo, el cual estaba todo sucio, ganándose una pequeña risa de su única hija.

De repente, sus ojos se iluminaron, tomando cosas de su caja de herramientas.

— Ah, pero tal vez si lo aseguro con esto... –Se dijo a si mismo mientras tomaba un pegamento y un par de tornillos más, volviendo a colocarse bajo el aparato. –¿Como te fue hoy, pequeña?

Orihime se sentó sobre un montón de paja mientras acariciaba al caballo que comía de esta.

— Como siempre... –Contestó con un susurro, colocando su mentón sobre sus manos. –Papá, ¿Tu crees que soy extraña? –Preguntó algo apenada.

— ¿Mi hija extraña? –Repitió Urahara, saliendo de abajo de su invento con un poco de polvo sobre la nariz y la frente, haciéndolo lucir realmente gracioso para su niña. –¿De donde sacas esas barbaridades?

— No lo sé, papá. Es que me siento tan diferente de los demás, solo tu me comprendes. –Contestó parándose mientras movía sus manos de un lado a otro.

— ¿Que hay de Grimmjaw? Siempre intentó acercarse a ti cuando eran pequeños y sé que ahora también, además es un joven apuesto. –Urahara comenzó a arreglar nuevamente el objeto.

Ya sabía que era guapo, Orihime podía ser inocente pero tampoco era estúpida. Tenía 17 años, y bien sabía que estaba en edad de casarse con alguien como la gran mayoría de sus compañeras de clase, pero Grimmjaw no sería su esposo ni aunque le pagaran.

— Si, es apuesto... Y egocéntrico, ignorante, egoísta... –Se detuvo al escuchar como el motor comenzaba a funcionar, viendo a su padre pararse mirando su invento sin poder creerlo. –¡Funciona! –Gritó abalánzadose hacia su padre mientras lo abrazaba con fuerza.

— ¿Funciona?... –Susurró aún sin poder creerlo pasando su mano sobre su cara, dejando un rastro de carbón al hacerlo. –¡Funciona! ¡Podré ir a la feria estatal! –Le devolvió el abrazo a su hija, mientras la levantaba girando un par de veces.

Orihime rió con ganas, sin importarle que su vestido favorito estuviese repleto de mugre.

— Saldré con Jeff mañana cuando salga el sol. –Dijo decidido, dando un par de golpecitos en el lomo de su caballo, el cual aún se encontraba comiendo trigo.

Esa madrugada, Orihime despidió a su padre, gritandole varias veces que se cuidara, rezando que estuviera bien cuando llegara a su destino.


¡Hola! Bienvenidos al primer fic de esta principiante(?). Se me ocurrió hace tiempo esta adaptación de la Bella y la Bestia estilo IchiHime. Si les gustó por favor dejen review, favorito, follow todas esas coasa que me inspiran a seguir escribiendo xD