¡Hola! ¡Qué dicha que les llamó la atención mi nueva historia y decidieron comenzar a leerla!
Antes de que empiecen a leer debo hacer unas cuantas aclaraciones:
Esta historia es un tanto complicada en cuanto a ubicación temporal, así que no podría explicarlo aquí sin que la explicación fuera un capítulo completo. Sólo tengan en cuenta que se trata de un mundo alternativo (MUY alternativo)
La mayor parte de los personajes que aparecen en este capítulo en particular y en algunos otros son invención mía, excepto los ya conocidos.
Cada vez que aparezca una pequeña línea como esta (ºººººº) hay un cambio de plano y la perspectiva cambia de la de un personaje a la de otro u otros (uno de ellos será siempre el mismo, el segundo cambia de acuerdo con el capítulo).
Esta sí va sólo por este capítulo: No lo juzguen muy duramente. ES SÓLO UNA INTRODUCCIÓN. Tenía que presentar a los personajes de alguna forma y esta fue la única que se me ocurrió y sorry si les parece muy largo, pero yo suelo escribir así… No soy buena para los capítulos cortos (son sólo 9 paginillas…).
Creo que ya los aburrí suficiente con mis notas preliminares y que están preparados para hacerme pedazos (quedan advertidos… uu … por favor no sean muy duros), así que los dejo con el primer capítulo:
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Capítulo 1: Extrañas bienvenidas
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Era un día como cualquier otro en el número cuatro de Privet Drive. Como ya era costumbre, la mesa del desayuno se había convertido en una batalla campal entre la familia Dursley y Harry Potter por... Bueno, ¿quién sabe por qué estaban culpándolo ahora?... Siempre estaban culpándolo por cualquier cosa extraña que sucedía... Una más, una menos... ¿Qué importaba ahora?
-Otra vez tú, ¿por qué no me extraña? ¡Siempre es tu culpa!
Sin embargo, esta tan acostumbrada escena se vio interrumpida por el sonido del timbre y, aunque el Sr. Dursley siguió con su usual sermón, la persona en la puerta siguió insistiendo hasta que ya fue imposible ignorarla.
-A tu habitación hasta que diga lo contrario...
El joven Potter subió las escaleras de no muy buena gana mientras su tía abría la puerta. Ya estaba acostumbrado a sólo escuchar las aburridas visitas que sus tíos recibían. No eran interesantes, en definitiva.
-Buenos días- dijo la voz de una joven apenas se abrió la puerta. –Lamento interrumpir; supongo que estaban desayunando. Mi nombre es Alexandra Haster; mi familia acaba de mudarse al número cinco. Mi madre está organizando una pequeña reunión. Ya sabe... para conocer a los nuevos vecinos. Nos agradaría mucho si los cuatro pudieran venir.
-¿Los cuatro?- preguntó Petunia Dursley al tiempo que, desde arriba, su sobrino se preguntaba lo mismo.
-Así es- respondió la chica con un par de cortas risas. –Los cuatro... Muchas gracias. Que pasen un buen día.
Harry corrió hacia la ventana, para ver a la chica que acababa de abandonar la casa. Ella se volvió hacia donde él estaba y lo saludó con la mano; luego, dio media vuelta y siguió caminando lentamente hacia la casa de junto.
Era una chica bastante particular. No físicamente hablando... Se veía como cualquier chica: cabello negro, lacio y corto; alta y delgada; de piel bronceada y ojos verdes. Pero había algo que la hacía una chica muy especial... ¿Cómo pudo haberlo determinado a través de esa ventana?
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-Ya regresé. ¿Me extrañaron?- preguntó la chica al entrar en la casa.
-¡Alex!- gritó un niño de unos cinco a seis años, de cabello negro, piel blanca y ojos cafés quien, al escuchar a la chica entrar, corrió hacia la puerta y se abalanzó sobre ella en un fuerte abrazo.
-¿Alex?- preguntó una mujer, mientras salía de la sala limpiando una pieza de plata. –No te esperábamos hasta mañana en la noche... ¿Por qué no avisaste que llegarías antes?
-No quería molestar- respondió la chica, mientras subía la escalera. –Hablando... Tendremos visitas esta noche.
-¿Qué?- preguntó la mujer con sorpresa, tanto que estuvo a punto de dejar caer la pieza que había estado limpiando. –Alexandra Haster...
-No te preocupes. Acomodaré mi habitación en un segundo y después bajaré a ayudarte.
-Alex...- dijo la mujer. –Recuerda lo que te advertimos- la sonrisa de la chica desapareció súbitamente, dando lugar a esa mirada de reproche que suelen hacer los niños pequeños cuando les impiden hacer algo. –Anda y acomoda tus cosas rápido... Es bueno tenerte de vuelta en casa, hija.
La chica corrió hacia la habitación que se encontraba al final del segundo piso de la casa y se encerró en ella. Un minuto más tarde, la puerta se reabrió y la chica volvió a bajar corriendo hacia la sala, donde se encontraba su madre.
-Y... ¿a quién invitaste esta vez?
-A los nuevos vecinos, nada más- respondió Alexandra con una gran sonrisa. –Encontré algo de especial interés entre ellos...
-Siempre la misma, ¿no, Alex?- preguntó un joven alto, de cabello negro corto y ojos negros, quien la observaba desde la puerta principal.
-¡Daniel!- gritó ella, mientras corría a abrazar al muchacho. -¡Evan!- exclamó al ver a un segundo muchacho entrar detrás de este.
-Ahora sí está toda la familia completa- dijo un hombre no muy mayor, de cabellos y ojos oscuros, quien entró por la puerta trasera, cargando al niño pequeño entre sus brazos. -¿Cierto David?
El niño asintió felizmente, mientras canturreaba acerca del regreso de la chica como suelen hacer los pequeños cuando quieren presumir de algo.
-Es bueno estar en casa- respondió ella. –Aunque sea por poco tiempo.
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-¿Por qué tenemos que ir a esto?- le preguntó Dudley Dursley a su madre cuando le pidió por tercera vez que apagara el televisor. –Voy a perderme mi programa favorito.
-Porque sería una desconsideración rechazar la invitación- repitió su madre por enésima vez.
Todo el mundo sabía que la señora Dursley no rechazaría una oportunidad como esa para meterse directamente en la vida de sus vecinos. Era mejor que enterarse a través de las conversaciones sobre las cercas.
-¿Y por qué tiene que venir él también?- volvió a preguntar Dudley mirando a Harry de reojo.
-Sólo... No hagas preguntas y apúrate- contestó el señor Dursley. –Y tú...-dijo, mientras señalaba a Harry amenazante. –Estás advertido... No quiero escucharte decir más de lo estrictamente necesario y si intentas cualquier cosa extraña... ya se me ocurrirá algo. ¿Entendido?
-Sí- respondió Harry sin prestarle mucha atención. Llevaba toda la tarde pensando lo extraña que había sido la visita de esa mañana cuando sucedió algo aún más inesperado: ¡los Dursley lo llevarían a conocer a los nuevos vecinos! Tal vez así podría descubrir qué era lo que había de especial en la chica que los había visitado por la mañana.
-Bien- dijo su tío mientras apresuraba a su familia para salir de la casa.
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Sonó el timbre. El pequeño David corrió hacia la puerta, pero fue detenido antes de que pudiera abrirla.
-No tan rápido, pequeño.
-Pero...
-¡Evan, cariño. ¿Puedes abrir la puerta!- le pidió su madre desde la cocina.
-¡Claro, ma!- respondió el muchacho, mientras le sonreía a su hermano menor, quien le había sacado la lengua, antes de abrir la puerta.
El muchacho se sintió severamente examinado al abrir la puerta. Obviamente su cabello largo, negro, con lo que parecían ser rayitos de color azul, recogido en una coleta tan ligera que podría soltarse en cualquier momento; la pícara sonrisa reflejada en sus ojos negros; la piel blanca, aunque un tanto maltratada y vestimenta completamente negra, con camiseta larga y pantalón cargo tal vez dos tallas más grandes que él, le habían parecido demasiado desagradables a los extraños.
-Buenas noches- dijo Evan.
-Buenas noches, buenas noches- dijo su pequeño hermano, quien se asomó justo detrás de la puerta. –Pasen.
Parecía ser que la aparición del niño opacó un poco la impresión que se habían llevado los nuevos vecinos con él.
"¡Genial!" pensó Evan quien, tras cerrar la puerta, subía rápidamente por la escalera, con rumbo a su habitación. "¿Es que nadie en este lugar ha visto a un adolescente normal?"
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Aquel niño los guió hasta la sala. Un espacio pequeño, pero acogedor, decorado con muy buen gusto.
Al poco tiempo, la otra puerta que daba a la sala se abrió dando paso a una mujer no muy mayor; de piel blanca; cabello castaño corto y ojos negros; delgada y de fina figura, pero de facciones un tanto toscas para su aspecto y un joven tal vez unos dos años mayor que el anterior; de aspecto mucho más maduro y responsable en apariencia.
-Buenas noches- dijo la mujer, poniendo sobre la mesa la bandeja que llevaba en las manos. –Lamento no haber podido salir a recibirlos personalmente. Soy Erika Haster y él es mi hijo Daniel... Veo que ya conocieron al pequeño David- dijo, tomando al niño entre sus brazos. –Y... ¿dónde está Evan? Creí que él había abierto la puerta... En fin, mi esposo regresará en unos momentos y... creo que ya conocieron a esta señorita.
En ese momento, Alexandra entró con una expresión algo preocupada, pero a la vez enfadada en su rostro y se dejó caer en uno de los sillones.
-No piensa bajar de nuevo. Intenté hablar con él pero no quiso escucharme. ¡Cielos! ¿Cómo alguien puede ser tan testarudo?- dijo, como si no hubiera notado la presencia de los invitados.
Se produjo un incómodo silencio, el cual sólo se rompió cuando, con un gesto, la señora Dursley le hizo saber a su esposo que había llegado el momento de presentar a su familia.
-Vernon Dursley, mucho gusto- dijo finalmente. –Mi esposa Petunia, nuestro hijo Dudley y mi...- se detuvo, mirando a Harry con desprecio. –Mi... sobrino: Harry.
Por un momento, Harry creyó ver la puerta por la que habían entrado Erika y Daniel moverse ligeramente cuando su tío mencionó su nombre, pero tal vez sólo lo había imaginado. Sin embargo, Alexandra, quien también estaba mirando en esa dirección, se levantó y se dirigió hacia la puerta. Un minuto más tarde, regresó abrazada del muchacho que les había abierto la puerta cuando llegaron.
-¿No que no pensabas bajar, señor orgulloso?- lo llevó hasta donde estaban los demás y volvió a sentarse en el sillón, prácticamente obligándolo a sentarse a su lado. –La próxima vez que me hagas algo así, te obligaré a venir así tenga que perseguirte con un bate hasta aquí- con una mano, le hizo cosquillas en el estómago, obligándolo a doblarse sobre su estómago para acabar con esa molesta sensación. Ella aprovechó esta situación para acercarse a su oído y susurrarle: -Sabía que no serías capaz de aguantar la curiosidad por conocerlo...
-La cena estará lista en media hora- anunció Erika. –Chicos, ¿por qué no suben y le muestran a los muchachos el resto de la casa? El salón del segundo piso queda a su entera disposición.
Dudley no pareció muy convencido al escuchar esto, sin embargo, acabó por seguir al grupo después de que aquella chica se levantó, tomó a su primo del brazo y comenzó a caminar junto con él y a hablarle como si hubieran sido amigos toda la vida... Algo no andaba bien ahí. No se suponía que las cosas fueran así: Nadie le prestaba atención a Harry. Él estaba acostumbrado a ser el centro de atención.
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-¡Ya me aburrí de esto!- dijo Alexandra mientras se levantaba del lugar donde había estado sentada. -¿Vienes?- extendió su mano hacia Harry.
Llevaban un buen rato sentados en el salón que se encontraba en el segundo piso, pasando entre un programa y otro en el televisor de pantalla gigante. Todos estaban ahí, pero nadie parecía tan aburrido como ella... Esa no era la idea que tenia en mente cuando los había invitado.
-Claro.
Salieron del salón sin que los demás parecieran notarlo y entraron por la puerta que se encontraba justo a su izquierda.
Las luces se encendieron inmediatamente, revelando una habitación muy grande para una casa de apariencia tan pequeña. La pared del fondo era ocupada por dos grandes ventanales, en medio de los cuales se encontraba un gran escritorio antiguo de madera, cubierto de papeles, libros y cuadernos en desorden. Hacia el lado derecho se encontraba la cama de cuatro altos postes dorados que sostenían gruesas cortinas color azul rey, al igual que toda la ropa de cama y, junto a esta, una pequeña mesa de noche (también antigua y de madera), donde conservaba una gran cantidad de fotografías. Todo el costado izquierdo de la habitación era ocupado por las cuatro puertas del guardarropa, las cuales se encontraban divididas (dos de un lado y dos de otro) por un alto estante lleno de velas, frascos, botellas y una amplia colección de trofeos y medallas. El detalle final lo daba un espejo de cuerpo entero, muy antiguo, rodeado por un hermoso borde dorado que se encontraba en la esquina, entre la última puerta del guardarropa y el primero de los ventanales.
-Mi santuario- dijo ella con una gran sonrisa. –Soy de esas personas que, definitivamente, si pudieran pasarían sus vidas enteras encerradas en su habitación... Aquí tengo todo lo que podría querer.
Harry no respondió. Se había detenido justo frente al estante de la pared izquierda, mientras examinaba con la vista cada uno de los premios que la chica exhibía ahí: Primer premio, primer lugar, primer lugar... Equipo del colegio Monteilhet; señorita Alexandra Haster, capitán del equipo del colegio Monteilhet... XIV carrera intercolegial de escobas; torneo Nimbus de escobas de carreras...
-Éramos una escuela pequeña- dijo Alexandra, quien ahora se encontraba justo junto a él. –Imagina que ni siquiera éramos suficientes como para poder conformar un equipo de Quidditch. Entonces, nuestras pequeñas glorias surgieron cuando decidimos empezar con el equipo de carreras.
-Así que... ¿Tú también eres...?
-¡Por supuesto!- interrumpió la chica con toda naturalidad. -¿Qué otra cosa podría ser?
-Alex... La cena está lista- los interrumpió Evan, mientras se asomaba por la puerta.
Bajaron lentamente por la escalera, esta vez en completo silencio. Ella, satisfecha de haber iniciado la conversación... por lo menos ya lo sabía. Él, con cada vez más preguntas surcando su mente... realmente había sido poco oportuna la llamada a cenar.
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Los constantes comentarios de la señora Dursley y ciertas indirectas (muy directas) y comentarios sarcásticos dirigidos hacia Harry colmaron la mesa de la cena.
Hubo varios momentos en los que Harry creyó ver que Alexandra estuvo a punto de levantarse y contestarle a su tía, pero se contenía... No tenía que preocuparse por eso. Él ya estaba acostumbrado a eso de todas maneras.
-Bien. Es hora de irnos- dijo el señor Dursley un rato después de la cena. –Muchas gracias por la invitación y por la cena...
-Al contrario- respondió Erika mientras dejaba a David, ya dormido, acostado en el sofá. –Muchas gracias por venir.
-Hagamos un trato- le dijo Alexandra a Harry y después le susurró algo en el oído.
-Buenas noches.
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-Mamá... Creo que Harry olvidó su chaqueta arriba. ¿Puedo regresársela antes que se haga tarde? Apenas acaban de irse...
-¡Por Dios, Alex!- respondió su madre, alzando al pequeño David para llevarlo a su habitación. –Nunca cambias. Anda.
Alexandra subió la escalera rápidamente y bajó de nuevo corriendo. Realmente esperaba que la hubiera esperado, aunque se hubiera tomado unos minutos más de lo planeado. Apresuró el paso. Sólo le tomaba unos cuantos segundos llegar hasta allá, pero después de la cena de esa noche, sabía la clase de gente con la que estaba tratando.
-¿Qué estás esperando?- escuchó al señor Dursley exclamar por la puerta entreabierta, apenas llegó al patio delantero. –¡Cierra esa puerta!
-¡Harry, espera!- gritó ella antes que la puerta se cerrara. –Creo que olvidaste algo.
-Sólo... apúrate- volvió a gritar el señor Dursley después de un corto silencio. -¡Y cierra esa puerta!
Harry salió de la casa y cerró la puerta a sus espaldas. La chica lo esperaba sentada en la acera. Esperaba poder terminar esa conversación que habían iniciado en su habitación... Había sido un alivio descubrir que era igual a él, pero quería saber algo más al respecto.
-Adelante- dijo ella cuando él se sentó a su lado. –Pregunta lo que quieras.
Harry guardó silencio por un momento. Había pensado en tantas preguntas que podía hacer, pero no sabía cuál sería la más conveniente para iniciar una conversación en ese lugar (tanto le habían recordado lo que pensarían los vecinos, que se sentía algo incómodo de tener que hablar ahí), así que comenzó por la más simple que podía hacer (aunque tal vez podría sonarle algo tonta):
-¿Dónde exactamente queda el colegio Monteilhet? Nunca antes había oído hablar de él.
-Como te lo dije antes: es una escuela muy pequeña- respondió ella, sin dar el más mínimo indicio de que la pregunta le hubiera parecido tonta. –Está ubicado en un recóndito rincón de Australia, donde he vivido la mayor parte de mi vida... Era un colegio pequeño, pero así me gustaba. No soy buena para retener muchos nombres, así que era la única oportunidad que tenía para conocer a todos mis compañeros y profesores, aunque me tomó un par de años llegar a conocerlos a todos... No me hizo mucha gracia cuando mi madre dijo que vendríamos a vivir aquí, pero valió la pena hasta cierto punto: conocí al chico que logró dejar indefenso a "El que no debe ser nombrado". Además, no habría sido justo.
-¿Por qué no habría sido justo?
-Tres razones muy poderosas: Daniel, Evan y David- el tono de su voz cambió drásticamente; era un tema muy delicado para ella. –Mamá pensó que ya iba siendo hora de que tuvieran una vida normal.
-Pero habrían podido tenerla en Australia también- ella lo miró con una extraña expresión en sus ojos (¿resentimiento, tal vez?). Definitivamente era un tema muy delicado para ella, pero por qué. -¿Por qué me miras así? No creo que lo normal varíe mucho de aquí a allá.
-Lo normal para mí no es normal para ellos... Deberías saberlo: tú también vives entre muggles. Es obvio que ella insista en que no fue justo para ninguno de los tres pasar tantos años en una colonia de magos; entiendo eso perfectamente, lo que no entiendo es por qué decidió eso hasta ahora.
-No sé qué decir- respondió él después de un minuto de incómodo silencio. –Debió tener sus razones, pero eso es algo que sólo ella puede decirte.
-Lo sé, pero mi madre es una persona con la que es difícil conversar- respondió ella con cierto aire melancólico. –Muy difícil. No le gusta enterarse de las cosas; como que no quiere ver que existe un problema hasta que ya es demasiado evidente. Ella sabe perfectamente que esto no ayudará en nada a Evan... Lo acabo de confirmar durante la cena: tampoco va a ser fácil que encaje aquí...- guardó silencio por un momento. –Lamento que tengas que escuchar todo esto. Has tenido mucha paciencia conmigo para apenas conocerme. Muchas personas llegan a cansarse de eso: dicen que hablo demasiado.
-N... No es problema- respondió él, algo inseguro. En realidad no sabría por qué ella le había contado todas esas cosas.
-Ya te acostumbrarás- dijo ella al notar la inseguridad en su respuesta. -¿Puedo hacerte una pregunta ahora?- él asintió, no muy seguro de saber con qué clase de pregunta podría salir la chica. -¿Cómo es Hogwarts? Recibí la carta mientras acomodaba mi habitación esta tarde...
-Creo que tal vez pueda costarte un poco adaptarte al cambio de ambiente... Hogwarts es muy grande. Nunca llegas a conocer a todos, ni siquiera a los que están en tu misma casa.
-¿Casas? ¿Los estudiantes están divididos?
-Sí... Hay cuatro casas. Cada año hay una ceremonia de selección en la que los nuevos estudiantes son asignados a una casa según sus rasgos característicos: Gryffindor es la casa de los valientes; Ravenclaw es la de los inteligentes; Hufflepuff es para los trabajadores y perseverantes y Slytherin para los astutos y ambiciosos.
-Se nota que sí será un gran cambio... Segunda pregunta: ¿dónde puedo comprar lo que necesito para la escuela? Londres es demasiado grande... No es como en mi pueblo, donde podías conseguir todo con sólo caminar un par de calles... Las ventajas de vivir en una colonia de magos.
-Mañana mis amigos y yo iremos a comprar nuestras cosas. Si quieres puedes venir conmigo, así por lo menos tendrás algunos conocidos antes de entrar a Hogwarts.
-¡Genial! ¡Muchas gracias!- sin el más mínimo aviso, le lanzó los brazos al cuello, abrazándolo con fuerza.
-Alexandra...- comenzó él, algo confundido.
-L... Lo siento- respondió ella, apartándose de él completamente sonrojada. –Soy demasiado impulsiva a veces... También tendrás que acostumbrarte a eso. Pero, en fin- dijo después de mirar su reloj. –Será mejor que me vaya. Todavía tengo que ayudar a mamá a recoger las cosas de la cena, aunque tal vez ahora podamos retomar un poco nuestra vida normal. Ya la prueba ha sido superada...
-¿Qué prueba?- preguntó él antes de que ella comenzara a apartarse, ya que se había levantado de donde estaba sentada.
-La prueba de normalidad, obviamente- respondió ella, mientras comenzaba a alejarse. –Es el reto más grande para una bruja que tendrá que pasar el resto de su vida entre muggles. ¡Buenas noches! ¡Nos vemos mañana!
-Alexandra, espera.
-¡Ah! Y puedes llamarme Alex.
Se fue.
Harry permaneció sentado en la acera por un momento. Definitivamente se trataba de una chica muy extraña.
¡Listo! ¿Qué tal? Se acabó el primer capítulo… Ahora pueden ir, apretar ese pequeño botoncito donde dice "Go" para "Submit Review" y decirme qué les pareció.
El próximo capítulo: "No existen puntos medios, sólo extremos". Si les gustó este, espérenlo. Trataré de actualizar más rápido con esta.
¡Saludos desde Costa Rica!
