Buen día. Publico el primer episodio de mi fic "El Armagedón ha comenzado", el cual participa en el reto "Haz un juego" del foro Who's Next? de FF.

He cambiado algunos elementos de la historia de MK: Armageddon, tales como el objetivo de la existencia de Blaze, el objetivo de la batalla final, entre otros aspectos relevantes y no tan relevantes. Aunque no son muy notorios los cambios (quizá). Simplemente hice la historia como yo la hubiera desarrollado. También me basé en varios elementos de Mortal Kombat: Deception.

Esta historia se lleva a cabo antes y durante la gran batalla de MK: Armageddon.

Espero que sea de su gusto. Gracias por leer este y mis otros fics, amables lectores.


Disclaimer: Mortal Kombat y sus personajes pertenecen a Netherrealm Studios, WarnerBros y a sus respectivos creadores.


El Armagedón ha comenzado.


—Decía vigilar la Tierra por la eternidad, y ahora parece buscar su destrucción y la ruina, harto de la insensatez de los mortales. Y nuestro campeón lucha contra nosotros, sin conciencia de lo que hace, al haber sido su cuerpo exánime despertado para ser utilizado como herramienta del mal. Ha causado tantas masacres sin razón aparente. Fujin, ¿qué es lo que está pasando? —Kung Lao preguntó al dios del viento, caminando por el amplio patio de la Academia Wu Shi.

Antes de responder, Fujin se detuvo. Sus palabras lo hicieron reflexionar, pensando en Raiden y su profundo odio hacia la humanidad, y al cadáver de Liu Kang, siendo manipulado por él.

—Temo decirte esto, pero el asunto de Raiden no es nada en comparación a mis presentimientos —con su inexpresivo rostro miró a lo lejos, mientras una sensación de tragedia no le permitía sosegarse—. La estabilidad de la Tierra se ve cada vez más lejana. Pero no sólo la de la Tierra, sino la de todos los reinos.

—¿Qué quieres decir?

Tras un breve silencio, que indicó que Fujin deseaba callar su corazonada, cambió el tema.

—Más adelante hablaremos de eso. Mientras tanto, debemos pensar en qué hacer ahora que el presente y futuro de la Tierra es tan incierto.

—Raiden se ha añadido a la lista de enemigos, al igual que Liu Kang. Pero Earthrealm aún nos tiene a nosotros.

Para Fujin estaba claro que él y Kung Lao eran los nuevos responsables de la Tierra y debían trabajar muy cerca para hacer lo posible por regresar la paz a su reino y la armonía de sus amigos que luchaban contra ellos.

—Tiene que haber una forma de lograr que Raiden vuelva a ser el mismo de antes. Tras hablar con dioses de otros reinos sobre su conducta, todo parece indicar que después de su vano sacrificio para derrotar a Onaga, su espíritu renació, conservando la convicción de defender la Tierra, pero con un deseo de reformar todo; de destruír todo lo "corrupto" por la imprudencia humana, y crear un nuevo orden, imponiendo sus propias reglas.

—Entonces tenemos a un "Shao Kahn" en la Tierra, ¿cierto? —dijo de manera sarcástica, aunque su voz conservaba seriedad—. Debemos buscarlo; intentaremos hacerlo entrar en razón, además de buscar la manera de que Liu Kang descanse en paz. Lo que Raiden hace con él es aterrador.

Después de ver a Kung Lao cerrando los ojos, recordando la imagen del cadáver de su amigo causando múltiples asesinatos en contra de su voluntad, al estar su alma separa de su cuerpo, pensó en lo que era más conveniente para ellos en esos momentos.

—Lo buscaremos e intentaremos detenerlo. Sin embargo, hay algo muy importante que quiero encomendarte. Necesito que vayas a Edenia y hagas todo lo posible por localizar un área restringida que hay en ese reino. Si llegas a encontrarla, inspecciónala. A tu regreso me dirás lo que hallaste.

Kung Lao lo miró extrañado. Cruzó los brazos, curioso por el objetivo de Fujin.

—¿Ir a Edenia?, ¿para qué?

—Cuando llegues de Edenia hablaremos. Por ahora céntrate en cumplir con esta misión a la que te he enviado. Durante mucho tiempo le demostraste lealtad a Raiden por el bien de la Tierra, ahora debes demostrarme lealtad a mí.

A pesar de estar preocupado por el inusual hermetismo de Fujin, decidió no hacerle más preguntas y manifestó su total apoyo a su nuevo mentor.

—Cuenta conmigo, Fujin —selló el pacto de lealtad con una reverencia.

El dios del viento confiaba ciegamente en él. Le hubiese gustado comentarle su suposición, vinculada con la extraña visita a Edenia; sin embargo, consideró que era un rumor que debía ser guardado hasta que fuera pertinente. Mientras tanto, él se dedicaría a buscar a Raiden.

El valiente monje Shaolin emprendió el viaje al reino amigo, en busca de pruebas de algo que ignoraba, pero que sin duda eran importantes para Fujin.


El dios del viento lo llevó a aquél sitio que pocos conocían, y el cual era la entrada a mundos diferentes; tan pacíficos como peligrosos y tan bellos como tenebrosos: el Nexus.

Después de traspasar el portal que lo dejó en las tierras de Edenia, se quedó inmóvil, admirando los hermosos paisajes del bello reino.

—¿A dónde se supone que debo de ir? —se preguntó a sí mismo, mirando a su alrededor.

Comenzó a caminar sin rumbo fijo, esperando encontrar un indicio o algo que pudiera darle una idea de qué hacer. Caminó por varios minutos, viendo a gente yendo y viniendo, entrando y saliendo de sus pequeñas, pero confortables casas, ignorándolo por completo. De pronto, una idea le vino a la mente como estrella fugaz.

—¡Kitana! —exclamó, pensando que tal vez ella podría servirle de ayuda.

Se detuvo en seco y se giró, para volver al punto inicial. De ese modo creyó que sería más fácil encontrar el palacio de Kitana.

En el trayecto, encontró a uno de los guardianes de Edenia. No dudó en abordarlo, preguntándole acerca de la ubicación del palacio.

—Vaya en esa dirección —señaló, indicándole el camino—. Al llegar a la gran fuente, logrará ver el palacio a lo lejos.

—Muy agradecido —dijo y ofreció una reverencia. Sin perder más tiempo, comenzó a caminar.

—¡Es un honor tenerle en Edenia, Kung Lao! —gritó el guardian, viéndolo alejarse apresurado.

Justo como se lo había advertido, cuando llegó a la fuente —uno de los más bellos puntos de referencia en Edenia—, vio a lo lejos la imponente construcción. Siguió el camino que lo llevaría hasta la entrada del recinto.

Después de avanzar varios metros, atravesó un largo y alto puente, que parecía no tener fin. Mientras caminaba, observaba con recelo el vacío que había a los lados. Debajo del puente, había mucha agua, pues el palacio estaba rodeado por hermosas cascadas. Pateó una piedra por accidente y se asomó para verla cayendo al vacío, desapareciendo entre las aguas.

Se sintió más seguro cuando pisó el mármol de la entrada de la majestuosa construcción. La miró de arriba abajo, comprobando que había llegado a su destino. De repente, una dulce voz interrumpió su inspección.

—¡Kung Lao! —dijo Kitana, caminando hacia él, quitándose su cubrebocas, al sentirse en confianza.

—¡Kitana! —contestó sorprendido y se acercó a ella.

Ambos estrecharon sus manos, con gusto de volver a verse después de mucho tiempo.

—Es la primera vez que sé de ti después de todas las tragedias que han acontecido —dijo la princesa, desvaneciendo su sonrisa, frunciendo el ceño con tristeza—. Aún no logro reponerme de la pérdida de Liu Kang. Ha estado en mi cabeza todo el tiempo. Desearía ir a la Tierra y poner flores en su sepultura.

Sus ojos se humedecieron, a pesar de que hacía lo posible por evitar el llanto. Giró la cabeza, como un intento para no ser vista por Kung Lao.

—Ha sido muy duro para todos. El dolor y la ira nunca desaparecerán, pero el tiempo sabrá calmarlos —cerró los ojos y agachó la cabeza, compartiendo la misma pena.

Después de un incómodo silencio, causado por el intento de ambos guerreros por contener sus emociones, Kitana cambió el tema.

—¿Qué ha sido de ti?

—Lejos de lo que puedes pensar, la situación en la Tierra está más complicada que nunca. Raiden ha enloquecido. Ha causado tantas muertes y destrucción como los peores de nuestros enemigos.

Kitana no pudo creer que Kung Lao hablaba del dios del trueno; aquel ser superior que incluso estaba dispuesto a sacrificar su vida por el Erthrealm.

—¡¿Raiden?! —cuestionó, casi sin aliento—. ¿Por qué haría algo así?

—Fujin dice que después de sacrificarse para destruir a Onaga, cuandorenació hubo un cambio en su persnalidad. Desde entonces, todo lo que ha hecho ha sido impactante. Su deseo es acabar con la actual población de la Tierra y reformar todo; construir un nuevo mundo bajo sus propias reglas.

Una profunda pena la invadió. De cualquier otro guerrero pudo haber imaginado que llegaría a esos extremos, pero nunca le pasó por la cabeza que Raiden pudiera tener alguna vez una actitud tirana.

—Lo peor de todo —añadió Kung Lao— es que exhumó el cuerpo de Liu Kang y de algún modo lo despertó, para utilizaro como herramienta de destrucción.

La sorprendida princesa puso su mano en su boca involuntariamente.

—¡Por los dioses! —exclamó horrorizada, casi al borde del llanto.

—Su alma se encuentra separada de su cuerpo. Tan sólo es un cadáver manipulado por Raiden para matar, sin sensaciones y sin conciencia. No se sabe cómo ha conservado sus habilidades de lucha, pero lo que sí sabemos es que tiene un gran poder destructivo.

—¿Y qué van a hacer?

—Fujin y yo estamos unidos para tratar de mantener a raya los problemas. En estos momentos él está buscando a Raiden. Causa destrucción y muertes, y después desaparece sin dejar rastro. Esperamos que podamos detenerlo para impedir más tragedias.

—Pueden contar conmigo. Si hay algo en lo que pueda ayudar, estaré dispuesta a ir a la Tierra.

—Tomaremos en cuenta tu oferta, Kitana. Sin embargo, necesito que me hagas un favor. Quizá te haya parecido extraña mi presencia aquí, pero Fujin me ha mandado en busca de una región. ¿Conoces alguna zona prohibida de Edenia?

A Kitana le pareció rara la interrogante. Se preguntaba por qué a Fujin le interesaría saber sobre esa área restringida. Insegura, al no saber si hacía bien en decirle, dudó un poco en conterstarle.

—Hay... un lugar al sur. El mismo dios de Edenia, Argus, ha prohibido el paso ahí. Se dice que es un cráter inmenso; tanto que nadie notaría estar parado sobre él; aunque sólo es una creencia. Nadie puede adentrarse a ese sitio. No creo que sea buena idea ir ahí —sugirió, intentando inútilmente que Kung Lao cambiara de parecer.

—¿Tienes alguna idea de por qué está prohibido el paso?

—No. Son ordenes superiores de Argus. No podemos cuestionarlas.

Para él era suficiente con que Kitana haya confirmado la existencia de un área restringida en Edenia. No tenía duda de que ese era el lugar que Fujin estaba buscando.

—Tengo que ir ahí de inmediato —dijo al aire, mirando hacia el sur.

Kitana se preocupó un poco, pues no sabía qué tan peligroso era cruzar ese límite.

—Ten mucho cuidado, Kung Lao. El lugar debe estár custiodiado. Desearía acompañarte, pero ya he roto una regla al haberte hablado de esto. A pesar de ser princesa de Edenia, hay límites que no puedo traspasar. Los límites que pone un dios no puede traspasarlos nadie. Sin embargo, no pude negarte la poca ayuda que podía ofrecerte dándote esta información.

Él la entendió. Su información fue bastante valiosa y no podía pedirle más. Y así se lo hizo saber.

—Fujin y yo estaremos agradecidos por tu ayuda —se quitó el sombrero y se inclinó ante ella—. No necesitaba nada más que la ubicación de ese sitio —volvió a colocarse el sombrero y, decidido, frunció el ceño, demostrando que no le importaba aventurarse a ir ahí—. Entiendo los riesgos; pero si Fujin ve conveniente que los tome, es por algo.

Ella asintió, sin dudar de la sabiduría de Fujin. Después de una breve despedida, vio a Kung Lao marcharse hacia el sur, muy preocupada por él y esperando que cumpla su misión satisfactoriamente.


Caminó por varios kilómetros. A medida que avanzaba, era menos frecuente ver hogares y personas. De repente notó que el verde pasto desaparecía. Sin darse cuenta, ya estaba pisando tierra, levantándose a cada paso que daba. Pensó que debía estar cerca de su objetivo.

De pronto se detuvo, para observar el panorama. Estaba en un lugar solitario, árido, que no tenía nada que ver con los paradisíacos paisajes que dejó atrás. No podía ver el horizonte, pues una nube e polvo cubría todo, a causa del fuerte viento que soplaba ruidosamente.

El aleteo de unos buitres que volaban muy alto en el cielo lo exaltó, haciendo que mirara hacia arriba, después de emitir un pequeño grito. Observó por unos instantes a las dos aves carroñeras volando en círculos.

Después de esa pequeña distracción, entrecerró los ojos, para evitar que el polvo se metiera en ellos. Miró a su alrededor, convencido de que estaba en la zona prohibida.

—Este debe ser el lugar —se dijo a sí mismo, buscando con la mirada algo que llamara su atención, pero tan sólo había mucha tierra—. Pero... ¿Por qué Fujin me enviaría a un... "desierto"?

Caminó unos cuantos pasos adelante, con la esperanza de encontrar algo interesante, sin embargo, no fue así. Empezó a dudar si en realidad había llegado a su objetivo.

—Esto es muy extraño. Para ser un área restringida, ni siquiera está custodiada como dijo Kitana. Creo que estoy en el lugar equivocado —dijo, sintiéndose decepcionado.

De pronto, una voz lo sobresaltó, pues no imaginó que pudiera haber alguien ahí.

—Efectivamente. Estás en el lugar equivocado —dijo Rain, caminando lentamente hacia él, con una mirada fría, ajustando sus muñequeras, como si se estuviera preparando para luchar.

Kung Lao volteó a verlo. Lo reconoció en cuanto lo vio e imaginó que supresencia no era grata para él.

—Tienes diez segundos para irte de aquí... —advirtió el príncipe, rodeando al intruso—, o servirás como alimento de las aves carroñeras.

Se detuvo enfrente de Kung Lao, intentando intimidarlo. Sin embargo; poco le importaron sus amenazas.

—¿Son tuyas estas tierras? —preguntó, con tono sarcástico.

—Mi padre me ha encomendado no permitirle el paso a ningún invasor. Aquél que se atreva a dar un paso más allá de este límite, acabará con sus huesos cubiertos de polvo y regados por toda la tierra árida de este lugar.

Kung Lao emitió una risilla burlona, restándole importancia a las palabrerías de Rain.

—¿Tu padre? ¿Quién es tu padre como para darte tal autoridad?

—¡Argus! ¡El dios de Edenia! No hay mayor autoridad que la suya.

En ese instante, el guerrero de la Tierra se sorprendió, pues ignoraba que Rain fuera hijo de Argus, dios al que nunca había visto, pero del que escuhaba hablar a menudo.

—¡El tiempo se terminó! —exclamó Rain, refiriéndose a la amenaza previa a la corta conversación y adoptó su postura de pelea, invitándolo a luchar.

Kung Lao no dudó en ponerse en guardia. Usaría todas sus fuerzas para derrotarlo y así poder adentrarse a la zona prohibida.

Rain dio un fuerte grito y se lanzó hacia Kung Lao, para darle un golpe en el rostro, con su puño tembloroso a causa de la fuerza que concentró en él.

Lo detuvo con una mano y con la que tenía libre le dio un puñetazo en el estómago. El fuerte dolor hizo que se doblara, y Kung Lao no perdió la oportunidad de impactar su rodilla en su cara. El golpe fue de tal magnitud que salió disparado al cielo.

Cuando aterrizó, se cubrió el rostro, muy adolorido y aturdido por el golpe. El monje shaolin lo veía de lejos, sin quitar su estancia de lucha. A pesar de que sus ataques fueron muy potentes, la lucha acababa de comenzar y sabía que el príncipe estaba más furioso que nunca.

Con quejidos originados por el dolor y el coraje, se arrodilló para intentar estabilizarse un poco. Se puso la mano en la nariz y después se la miró, observando su roja y fresca sangre, que había comenzado a manchar su cubrebocas púrpura.

—¡Has firmado tu sentencia de muerte! —Rain sacó su Storm Sword y corrió hacia su enemigo, con el objetivo de desmembrarlo.

Kung Lao se quitó el sombrero y con él detuvo la filosa arma. Mientras se esforzaba por hacerlo retroceder, Rain tenía la intención de partirlo en dos. Las venas saltadas de su frente y el sudor que se mezclaba con su sangre, indicaban que no estaría conforme hasta lograrlo.

Al ver que su rival se resistía, Rain le dio una patada en el vientre, haciendo que cayera boca arriba. Mientras yacía en el suelo, con sus manos envolviendo su abdomen, el príncipe dejó caer su arma e invocó un rayo, y lo dirigió a su enemigo tendido.

Comenzó a dar gritos desesperados, sintiendo la potente electricidad del rayo atravezando su cuerpo, mientras Rain dusfrutaba de su sufrimiento con sus brazos extendidos al cielo. Después de unos segundos, el rayo perdió potencia y se desapareció.

Caminó riendo hasta él, se agachó y lo sujetó de sus ropas, para levantarlo, pues estaba tan lastimado, que seguía recostado en la tierra.

—¿Suficiente? —cuestionó, estrujando su ropa, deseando su arrepentimiento por haberlo desafiado.

A pesar de todo, gracias a su gran fuerza, Kung Lao comenzó a sentir que se recuperaba y recobraba energías prontamente.

—No lo sé —sonrió maliciosamente—. ¿Qué te dice esto?

Se quitó el sombrero y le rebanó el rostro a Rain, de forma tan rápida que lo tomó por sorpresa. Emitió un fuerte grito, mientras se cubría desesperadamente el rostro con las manos. Su sangre tiñó de rojo la tierra, al haber sido muy profunda la herida.

Aprovechó su distracción para sujetarlo y darle un par de rodillazos en el abdomen. Después lo empujó, para forzarlo a erguirse, y con su mano extendida le dio un golpe en la garganta, logrando que perdiera el aliento al instante.

El guerrero de púrpura tosió frenéticamente. Al ver que estaba privado del aire, Kung Lao decidió seguir con su camino, ignorando a su enemigo, quién luchaba por respirar. No obstante, Rain, aún jadeando, volteó a verlo. Su ira se acrecentó cuando notó la tranquilidad con la que se adentrándose al lugar que debía ser cutiodiado por él.

Escupió sangre que tenía acumulada dentro de su boca y, a pesar de sentirse sofocado, el impulso por detenerlo fue mayor. Con cautela, comenzó a formar entre sus manos una esfera de agua, que iba aumentando su tamaño gradualmente. Dicha esfera iría dirigida al monje Shaolin, esperando aprisionarlo, para evitar que avance, además de desfogar la ira causada por sus ataques. Cuando la esfera creció de manera considerable, Rain la arrojó súbitamente, con la intención de no darle tiempo de reaccionar.

Sin embargo, Kung Lao presintió la esfera viniendo detrás de él. Se paró en seco y de inmeadiato se dió la vuelta, a la vez que se quitó el sombrero y lo lanzó con todas sus fuerzas.

El sombrero chocó con la burbuja, haciéndola estallar, salpicando agua por todos lados de manera estrepitosa.

Rain estaba respirando pesadamente. Al ver que Kung Lao destruyó la esfera, tensó la quijada y cerró los puños con mucha fuerza.

El sombrero regresó a la cabeza de Kung Lao y éste se lo ajustó ligeramente.

—¡Veo que no te das por vencido! —gritó, viéndolo a lo lejos.

—¡Has tenido suerte, estúpido mortal! —ignoró su broma, gritando tan fuerte, que alertó a unos buitres que devoraban un cadáver—, ¡pero tu necedad te llevará a la muerte!

Su figura se desvaneció, reduciéndose a un charco de agua. Kung Lao se desconcertó por la repentina desaparición de su rival. Lo buscó con la mirada, pero no había rastro de él. Sin embargo, momentos después sintió una violenta exhalación detrás de él. Volteó hacia atrás para ver de qué se trataba y se sobresaltó al ver a Rain con su Storm Sword lista para cortarle la cabeza.

La ira hizo que el príncipe diera un fuerte grito y tomó vuelo con su arma para decapitarlo de un sólo movimiento. Kung Lao se agachó para evitarlo, sujetó el brazo de su adversario, aferrado a la espada, y se lo torció violentamente para hacer que la soltara.

Después de escuchar el crujir de sus huesos dislocándose, vio el arma cayendo al suelo y de inmediato se agachó a recogerla, mientras Rain emitía desgarradores alaridos causados por el dolor.

A pesar de todo, Rain no se dio por vencido y siguió atacando, con un sólo brazo. Kung Lao esquivaba fácilmente sus golpes, a la vez que intentaba herirlo con la espada, sin éxito. De pronto optó por teletransportarse detrás de él y le dió un fuerte golpe con el mango de la espada, en la parte de atrás de la cabeza.

Cayó inconsciente en ese momento, concluyendo así el encuentro entre el edeniano y el guerrero de la Tierra. Kung Lao dejó caer la espada justo al lado de su dueño inmóvil.

—Argus tendrá que buscar otro guardian, si es que en verdad quiere tener seguro este sitio —miró con decepción a Rain, tendido en la tierra.

Esperando no tener más contratiempos, caminó para adentrarse a la zona prohibida y así encontrar algo que pudiera serle de utilidad a Fujin.


Recorrió varios kilómetros, en los que no había nada más que polvo y huesos, que parecían haber estado ahí por años.

—Esta travesía ha sido inútil —se quejó, molesto de que sus esfuerzos hayan sido vanos—. Regresaré a casa y le preguntaré a Fujin qué esperaba en...

Al estar hablando, una espesa nube de polvo comenzó a disiparse lentamente en el horizonte, revelando unas extrañas estructuras de piedra.

Kung Lao caminó rápidamente para llegar a ese lugar e inspeccionar lo que vio a lo lejos. Cuando llegó, miró a su alrededor, encontrándose con varios obeliscos, los cuales, en su mayoría, estaban destruídos. No sabía si eso se debía al paso del tiempo o alguien o algo propició su destrucción.

La mayoría de los restos de los obeliscos tenían grabados de extraños símbolos, que Kung Lao no pudo descifrar. Se quedó analizando cada uno por un largo rato. Después decidió caminar más, en busca de más hallazgos.

A pocos metros, se encontró con un obelisco totalmente destruido. Únicamente quedaba en pie su base; lo demás, eran rocas regadas por toda la tierra.

Al estar distraido mirando la estructura pulverizada, pisó un resto de ésta, del tamaño de una piedra mediana. Lo recogió del piso delicadamente y le sacudió el polvo de la superficie. Notó un raro grabado en él; se distinguía una píramide, en cuya cúspide estaba lo que parecía representar una flama.

Abajó del grabado de la pirámide había otro que representaba a una mujer con los ojos tapados. Ese grabado continuaba, pero al ser parte de los restos de un obelisco destruido, no pudo ver qué más había.

Se agachó y trató de encontrar más piezas de ese obelisco que pudieran resultar interesantes; sin embargo, sólo habían insignificanes piedras de escasos milímetros.

Se levantó y contempló la roca con los grabados por un instante. Decidió llevarla a la Tierra y mostrársela a Fujin, pensando que tal vez podría servirle de algo. No perdió más tiempo y emprendió su regreso al Earthrealm, para encontrarse con el dios del viento de inmediato.