Título: Mi propósito
Rated: M (o cualquier otro. He puesto este, pues por ponerlo).
Autor: DarkPotterMalfoy
Pareja: Draco Malfoy
Número de palabras: 552.
Mundo: Muggle.
Género: Drama.
Advertencias: Sin advertencias que reseñar.
Resumen: Qué hacer cuando no sabes cuál es tu propósito en la vida.
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia, ni se infringen deliberadamente derechos de autor.
Mi propósito
El despertador sonó, al igual que todas las mañanas, y mientras aún sonaba se quedó mirando el blanco techo pensando en su vida, su patética vida. Se sentó en la cama y supo que el día no iba a mejorar. Nunca lo hacía y no iba a tener esperanzas de que cambiase por algún tipo de divinidad. Pasó sus manos por su rostro cansado, envejecido, sombrío…, intentando comprender cuál era su propósito en la vida, porque según algún intelectual barato todos tienen uno, pero sólo tienes encontrarlo y saber qué hacer con él.
Se dirigió al baño y abrió el grifo para que la pila se llenase de agua para poder afeitarse; del cajón sacó lo que algunos días parecía ser única amiga: la maquinilla de afeitar. Todos los días la contemplaba ensimismado intentando comprender qué era aquello que tanto le atraía de ella. No sabía si era el diseño ergonómico del objeto en cuestión, su apariencia o, lo más disparatado, las cuchillas. Las veía tan brillantes y perfectas…, únicamente creadas para un propósito: rasurar. Se echó un poco de espuma en la mano, esparciéndosela por toda la zona donde tenía barba y con una destreza propia de un cirujano comenzó a eliminar ese bello que tan poco le agradaba. Con la primera pasada de la maquinilla sintió escalofríos –al igual que cada vez que lo hacía-, pero no sabía por qué lo encontraba también algo erótico. Puede que fuese por el sonido de las cuchillas al eliminar el pelo; el tacto frío del metal contra su ardiente piel o, simplemente, porque no estaba bien mentalmente; pero era una sensación que le encantaba, tanto incluso que alguna vez se dejó llevar hasta culminar en un perfecto orgasmo.
Llegó al trabajo, uno que no le entusiasmaba nada, y se sentó en su pequeño escritorio y empezó a revisar los documentos que le había dejado la secretaria de jefe sobre su mesa. Más papeleo para leer, clasificar y archivar. Una rutina que nunca parecía acabar, una vida sin vida.
Sacó su smartphone del bolsillo y miró si tenía algún mensaje en el WhatsApp, pero para su asombro no tenía ninguno. Nadie nunca se acordaba de él, nadie hacía planes con él, sólo era alguien que intentaba vivir pero que deambulaba por el sendero de la vida, intentando no torcer su camino, no dejándose llevar.
Al finalizar su jornada laboral regresó a casa y del cajón del comedor sacó un paquete de tabaco, cogió un cigarro y lo encendió. Expulsó el humo de forma lenta, pudiendo ser un tormento para quienes lo observasen, y cerró los ojos, pensando en el todo y la nada. Salió de su ensimismamiento al notar que tenía ganas de orinar. Fue al baño y, sobre la pila, vio que estaba su amiga: la cuchilla. Se quedó observándola sin saber por qué, como si ésta tuviese un poder que le impedía retirar la mirada. Entonces, casi de inmediato, lo supo. La cogió, la observó e incluso la besó; se sentó sobre la taza del váter y en la muñeca izquierda se dio un corte seco y profundo. Rápidamente notó como su sangre, caliente y espesa, recorría su muñeca y sus dedos. Y, después de muchos años, sonrió porque supo cuál era su propósito en la vida: dejar de existir.
FIN
