Nathaniel
Cada persona tiene su fuente de inspiración, desde un objeto hasta una melodía, Algunos se sienten capaces de todo cuando ven o piensan en otra persona, o en su estación favorita. Incluso hay quienes necesitan la ausencia de todo para ser o hacer lo que deseen. Como sea, todos tienen el "Algo" que los hace funcionar y yo no soy la excepción. Yo tengo una musa, que aunque no sepa que lo es, me infunde ánimos y fuerzas, cosas que por lo general no tengo, y me levanta de donde miserablemente me hundo, todo con solo una mirada, esa mirada que tiene, que se asemeja al mar, que me llena de tranquilidad y me transporta a un mundo donde todo es posible, donde todo pasa.
"¡Hola Nathaniel!"
Su voz tan suave y sedosa me saca de mis pensamientos por un momento. Con dificultad intento responderle, pero cuando lo logro, ya se ha ido. Ella y su amiga conversan familiarmente y no puedo evitar sentirme envidioso. Sería increíble poder conversar con ella como lo hacen todos, pero sé que es imposible para mí. No soy nada. Ella es como el sol y el océano, o el fuego y el agua, intrépida pero a su vez tímida, sobre todo cuando cierto rubio se aparece frente a ella. Es doloroso presenciar escenas como esas, así que desvío la mirada a mi cuaderno de dibujo, donde ella siempre está, presente y yo también estoy, sin temor. Porque sé que las musas son así, muchas veces, inalcanzables, muchas veces intocables, como gemas protegidas.
Allí está, su sonrisa. Aunque envidio a la castaña que está a su lado, en secreto le agradezco el hecho de que le haga sonreír. Incluso sin mostrar sus dientes, incluso si sus ojos se cierra y no pueda ver el mundo en ellos, incluso así es hermosa. ¿Cómo nadie más o nota? Aunque, realmente, me alegro que nadie más lo haga, porque así solo yo, me deleitare en observarla, tan libre, tan ella.
Soy Nathaniel Kutzberg y tengo una fuente de inspiración, mi musa: Marinette.
