CONMOCIÓN DE REFLEXIÓN
Internet ya no es un fenómeno nuevo, pero sin duda ha revolucionado el mundo tal y como se conocía hace más de 30 años. Es un fenómeno global, vinculado estrechamente con la comunicación, pero que influye en gran medida sobre casi todos los ámbitos de la sociedad. Poco podían imaginar sus creadores que en apenas 20 años sería un invento tan imprescindible como el teléfono o la televisión.
En principio, el principal propósito de Internet es la comunicación: permitir al ser humano una comunicación sin barreras, que no tenga en cuenta el espacio, las fronteras ni distancias. Internet en sí mismo no comunica, pero es un medio, lo que se llama un canal de comunicación (al igual que el aire es un canal para la lengua hablada).
En Internet abunda la comunicación en todos los ámbitos, desde publicidad, entrevistas, artículos, vídeos, chats, correos electrónicos, pero también se intercambian datos, música, documentos, libros e imágenes. En pocas palabras, casi cualquier tipo de comunicación visual y auditiva que podamos imaginar se encuentra ahí. El hombre encontró un modo por fin de compartir todo lo que desea con el resto del mundo, y no es baldío decir que eso no tiene precio, aunque para las industrias y la economía formadas al amparo de Internet, el beneficio económico sea muy tangible.
Empresas de tecnología, cadenas de radio, televisión, prensa, editoriales, tiendas online, y entre otros servicios varios, han proliferado intentando aprovechar las ventajas que ofrece la difusión de sus productos a más de mil millones de personas (y creciendo). Hace diez años era muy raro encontrar tiendas físicas que ofreciesen sus productos en internet. Hoy, si no estás en la red, casi se puede decir que no existes. Las cosas cambian, y la fiebre de la red es muy contagiosa. Prueba de esto es el contenido que se hace viral en este medio.
En términos generales, se considera que algo es viral cuando su popularidad se manifiesta, cuando se habla de ello tanto dentro como fuera de la Red, cuando se propaga como la pólvora, cuando llega más allá de un público determinado y cuando no se sabe dónde está el límite.
Aunque la chispa de la viralidad puede saltar con lo que uno menos se espera, sí que tenemos en cuenta que los contenidos que más posibilidades tienen de ser compartidos son aquellos que activan nuestras emociones más fuertes o que, al menos, conllevan algún fin subjetivo.
La mayoría del tiempo nos topamos con contenido que nos agrada o nos entretiene: ya sea un vídeo chusco o una noticia increíble, y esto último representa un riesgo debido a que la información en Internet, por lo general, es sumamente cuestionable o debatible. Este tipo de contenido nos da una sensación de bienestar y, aparte, refleja nuestras ansias de que alguien más lo vea o lo lea como único objeto de traer a colación un tema de discusión cualquiera.
Por el otro lado, también nosotros tenemos el infortunio de toparnos con contenido determinado por episodios o eventos que nos desagrada o que simplemente no nos gusta, lo cual nos ocasiona un cierto nivel de estrés o enojo colectivo y la acción posterior de compartirlo con nuestros familiares o amigos más cercanos implica un reflejo de dos cosas: nuestro lado humano, el cual es susceptible a encarar empatía con los afectados una vez que una amenaza o un evento malicioso afecta a los demás; o nuestra diversidad en cuanto a gustos, porque no todos tenemos el mismo pensamiento crítico que los demás y así es de fácil encarar una compartición de opiniones.
Ya sea de una o de otra manera, son las emociones que más nos motivan a la hora de compartir contenido y que este se vuelva viral. Las emociones o sentimientos, son muy importantes en nuestra vida, porque reflejan nuestro mundo interno. Nos informan de cómo vivimos, en nuestro interior, lo que sucede a nuestro alrededor. Esto nos permite conocernos mejor y satisfacer nuestras necesidades y deseos y entender muchas de nuestras conductas.
Además, las emociones facilitan nuestra adaptación a nuestro entorno y nos ayuda a actuar adecuadamente. Por ejemplo: el enojo nos indica que algo nos está molestando y nos motiva a solucionarlo; el miedo nos sirve para reconocer que nos enfrentamos a una situación que puede ser peligrosa y nos ayuda a protegernos; la tristeza nos señala que estamos frente a un hecho doloroso y nos impulsa a una reorganización, y la alegría destaca circunstancias placenteras y benéficas y nos estimula a buscar otras similares.
Cada persona vive y expresa sus sentimientos de una forma muy personal. Esto sucede por su carga genética y por las experiencias vividas, que hacen que perciba e interprete la realidad de manera diferente a los demás.
Las experiencias vividas, más que nada, son como un cristal de color a través del cual vemos el mundo, y esta percepción influye en nuestras emociones, y en nuestras decisiones.
Todo lo que ocurre en la vida de un ser humano, está llegando a través de sus decisiones. Cada segundo, el ser humano debe elegir desde cómo se vestirá en el día, hasta el camino que tomará para llegar a cumplir con sus labores diarias.
Así mismo, cada segundo estamos tomando decisiones respecto a cuánto dinero tener guardado, cuánto dinero gastar, qué actividades realizar para tener una salud óptima y lo más importante, qué personas frecuentar, qué amigos tener y qué pareja elegir.
Si se observa cuidadosamente, cada elección que se toma, se hace en fracciones de segundos y es inspirada por las emociones que tengamos en ese instante. Todo esto se traduce en que las emociones son la última línea de defensa entre nosotros, la vida y sus diferentes caminos.
Es por eso de suma importancia aprender a controlar nuestras emociones para tener una vida óptima; sin embargo, debemos de admitir que para algunas personas aún les es difícil de controlar impulsos negativos reflejados en ciertos objetos o, en casos más extremos, en personas específicas. A una consulta de Psicología a menudo llegan personas que dicen odiar o sentir rencor hacia su ex pareja, el hijo o el padre que le abandonó, los políticos, los curas, los extranjeros…
En fin, la lista de personas que se pueden odiar es prácticamente infinita.
Muchas veces estas personas tienen una razón de base, de una u otra forma, se han sentido abandonados o engañados y esto ha despertado ese sentimiento negativo tan fuerte. Lo curioso es que todos ellos piensan que al odiar, le están haciendo daño al otro. No se dan cuenta de que se están haciendo daño a sí mismos.
El rencor y el odio son dos sentimientos muy profundos que se arraigan y terminan desequilibrando nuestra mente y cuerpo. Porque cualquier sentimiento negativo que experimentemos, sobre todo si está presente durante años, termina pasándonos la cuenta y volviéndose contra nosotros.
El odio y el rencor, a la larga, es un profundo resentimiento y se basan en la necesidad de decir algo que jamás se ha podido expresar (o al menos no con la intensidad que la persona desearía). La persona, de cierta forma, se siente defraudada y comienza a generar dentro de su mente una serie de ideas negativas contra ese enemigo. Con el paso del tiempo, estas ideas aumentan su intensidad y pueden provocar numerosos problemas, desde la ansiedad hasta enfermedades psicosomáticas. De hecho, incluso hay escuelas de pensamiento que afirman que el odio profundo es una de las causas del cáncer, pero esto aún no se ha demostrado científicamente.
En esta historia, esto ocurre con Lori Loud. Ella es una señorita de 17 años que, tanto ella como nosotros, tiene sus gustos y disgustos. Pero entre esas cosas que le provocan más desagrado está una persona muy peculiar: Carol Pingrey.
El personaje de Carol es alguien que hizo su primera y, hasta la fecha, única aparición en el episodio "Picture Perfect", en donde sólo fue utilizada como un señuelo para que Lori participara a regañadientes en una sesión de fotografía impartida por su hermano menor Lincoln, éste último estando consciente de la relación complicada que tiene su hermana hacia ella, y más nunca volvió a aparecer en el programa.
Este acontecimiento quizás no es muy llamativo para la mayoría, pero eso igualmente nos deja a otro sector del fandom con varias preguntas. ¿Qué pasó entre ellas? ¿Qué hizo Carol para que Lori la enemistara, aparte del dichoso suceso del Baile de Bienvenida? ¿El odio que le tiene hacia Carol es por una simple y banal competencia de superioridad, o hay algo más? Y de ser así, ¿estará también ligado a su mayor temor, el cual implica el hecho de que su familia piense que ya no es necesaria? ¿Hay una posibilidad de que Carol está consciente de que "lo que hizo" estuvo mal? Y de ser así, ¿por qué no ha intentado disculparse con Lori?
Estas son las razones por las quiero compartir esta historia. Pero antes que nada, necesito aclarar los siguientes puntos...
Primero: la presente lectura es una historia que me encontré por parte de un usuario perteneciente al fandom angloparlante. Por lo tanto, lo que están por leer no es una historia original de mi parte, es una traducción dedicada hacia el fandom hispanoparlante.
Segundo: debo recalcar que, tanto ustedes como yo, no soy bueno hablando inglés. Pero gracias al cielo, tenemos el traductor de Google. Eso, junto con mis conocimientos básicos de traducción, y una que otra investigación de términos en inglés, he logrado adaptar los capítulos de esta lectura al idioma español.
GRACIAS
