- No creo haber entendido bien... repite, mensajera – Inquirió Ethiw, sentada en su trono de plata, con la mirada fría. Un ojo cubierto tras su larga cabellera que hasta el piso llegaba.

Ella era Dios en ese mundo. Un mundo que se volvía cada vez mas gris gracias a la guerra que sostenían sus odiados enemigos, los demonios, contra ella y su hueste angelical.

Una guerra larga y sangrienta, de odios imposibles de describir con simples palabras.

Por ello fue que le costó entender, o siquiera creer, en lo que la mensajera le indicaba. Aunque sus poderes de omnisapiencia le indicaran que, en efecto, era real.

- !Ugh¡ Para ser Dios eres lenta, mujer … - Se mofó una demonio, de largos cuernos, pelo verde, lentes y un saco rojo cubriéndole el torso.

Al instante en que terminó de hablar, el ángel jefe, protector y sirviente de Dios, avanzó hacia adelante con su tridente en alto, listo para atravesar a la enemiga.

- ¿Atacan a la mensajera? !Que agresivos¡ - Exclamó, con las puntas del tridente de centímetros de su cara.

- !Whodas¡ !Alto¡ - Llamó la diosa, a lo que el ángel se detuvo en seco – Si bien sus modales son dignos de castigo, no es nuestro lugar. Por favor... - Su mirada fría, casi asesina, se volvió a la demonio – Repite el mensaje antes de que sea yo quien empuñe el tridente.

- !Oh¡ Que Dios violento – Se mofó una vez mas, antes de complacer a sus enojados escuchas – Como dije. Nos retiramos. No nos interesa el borde septentrional. Quédenselo y disfruten de el. Mi señor Kcalb y su comitiva se van de esas tierras para no volver. ¿Entendió el mensaje?

- Si... lo he entendido … - Indicó la diosa, con la mirada profunda en el pensamiento.

- !Por fin¡ !Ahora puedo irme de este maldito lugar¡ !Es de los mas aburridos que he visto¡ - Apreció la demonio mientras extendía sus alas y levantaba vuelo a grandes velocidades, saliendo por una de las ventanas de la torre.

Whodas, el angel jefe, se giró hacia su señora - ¿Es cierto?

La diosa dejó unos segundos de silencio, como si con sus poderes estuviera escudriñando los limites del mundo en busca de una respuesta, un indicio...

Algo que le hiciera ver que hubiera mas en ese mensaje de lo que ya había.

Mas no había nada. Todo apuntaba a que era cierto.

Los ejércitos demoníacos avanzando hacia tierras que ya estaban dominadas por su rey. Todo el borde septentrional para ella y su hueste.

Y en frente de la horda que se movía a sus propias tierras, a la cabeza, estaba Kcalb, caminando hacia delante, con la mirada fría y taciturna, sin la sonrisa diabólica que le caracterizaba.

- Es verdad... se están retirando del borde...

Whodas pudo haber jurado que, en ese rostro frío e inexpresivo, se asomaran los sentimientos de sorpresa... e impotencia.

Por que no podía saber el por que el señor demonio abandonaba la lucha en esa región.

Y el ángel jefe no podía tener mas miedo que en esos momentos...

Su pelo blanco, atado en larga cola de caballo, se movía de manera violenta en el viento de la noche.

Estaban todas sus tropas durmiendo en sus tiendas, y quienes estaban despiertos, sabían el por que de la nueva presencia...

De ese lobo plateado y enorme que se acercara, con un encapuchado, hacia el lugar de reposo de su rey.

Kcalb era el nombre del señor demoníaco, quien recibió de una forma muy fría, aunque no descortés, a sus invitados.

- Veo que no nos invitarás a pasar a tu tienda – Dijo el encapuchado, de la misma estatura, y su capa negra moviéndose al compás del viento.

Un gran par de cuernos se asomaban a las telas de la capucha.

- Anul no entraría – Indicó el señor demonio, manteniendo la frialdad – Entonces... ¿Humanos se llaman?

- Si. Entre ellos hay uno que esta interesado en lo que puedas ofrecerle. Pero también debes de tener en cuenta lo que esta dispuesto a pagar por ello.

- Se pagará acorde a lo que se ofrezca – Indicó el demonio, enturbiando la mirada – No voy a arriesgar ni otorgar nada.

El encapuchado soltó un bufido – Sabía que dirías eso...

Sin mas, no se hablaron entre ellos hasta que ambos hubieran desaparecido de la vista del otro.

Wit Tandomen presenta

The gray garden: Nexo

Capítulo 1/6: El éxodo.

Las escaleras eran plateadas y echas de metal.

Algunas criaturas extrañas, echas de hierro y variaciones, todas trabajadas, giraban flotando o rodando con mecanismos curiosos a su alrededor, y alrededor de casi todas las cosas en esa habitación.

De estas maquinaciones, muchas eran aún mas grandes, casi de su altura, mirando vigilantes desde los costados.

Podía sentir la carencia de vida en todos los presentes, a excepción de aquella persona en frente de el, sentada al otro lado de la mesa.

Era igual a los ángeles y demonios, pero con color en su piel, carente de alas y cuernos.

- Supongo que tu eres... Rodiart ¿Verdad?

El ser al otro lado de la mesa le miró con ojos distantes, para luego sonreír calmadamente – En efecto. Yo soy. Mucho gusto...

Se sentó en frente de su mesa. Notó una serie de símbolos pintados en la mesa, y luego miró con sus oscuros ojos a su anfitrión.

- ¿Es tu idioma?

- No, para nada. En este mundo las cosas funcionan distintas que en el tuyo – Indicó el sujeto, a quien llamaría por lo pronto, humano.

- Me ha llegado el mensaje de que tienes algo para mi. Para ofrecer. Y para pedir...

- Pedir, particularmente es una ayuda a conseguir algo que tu quieres, y que yo estoy dispuesto a conseguir. Mediante una maquina en la cual he estado trabajando, se puede matar a Dios. Pero no a cualquier Dios, si no a todos.

- ¿Que te hace pensar que yo no puedo hacerlo? ¿Que no tengo el medio para lograrlo? - Preguntó el señor demonio en frente de el, sintiéndose algo curioso por la idea de ese humano.

- Lo habrías echo ya. Y además, no es tan simple. Otro Dios vendría a ocupar su lugar ¿O me equivoco?

El señor demoníaco guardó silencio por un rato como respuesta.

- Eso pensé. Mi plan consiste en llevar la maquina que tengo en mi poder hacia el Nexo. El nexo es aquella cosa que es constante en todos los mundos, y desde allí, podemos matar a todos los dioses en todos los mundos. Lo que venga después, aún me es incierto...

Kcalb dejó pasar unos segundos contemplativo antes de preguntar - ¿Que pides a cambio?

- Necesitaré mano de obra, por que mis robot, si bien son muchos, no tienen capacidades de razonamiento mas halla de la que yo les de. Necesitaría que me permitieras tener la ayuda de tu gente, si es posible..

El señor oscuro lo reflexionó nuevamente, antes de dar su respuesta – Lo hablaremos, y te daremos una respuesta a la brevedad. Hasta entonces...

La diosa tomaba su te de manera total y completamente carente de emoción, cuando miró hacia el costado con un cierto dejo de frío enojo.

- Ya puedes salir. Ya no hay nadie además de mi en esta habitación.

Una figura encapuchada, que dejaba ver asomar dos grandes cuernos, apareció en frente de ella, sentándose en el otro lado de la mesa.

- ¿Quien eres? ¿Por que no debería de destruirte en este instante por meterte en mi habitación cual asesino entrenado? … ¿O por ser un sucio demonio?

La figura dejó varios segundos de silencio antes de responder – Tengo el poder de dos Diablos. No seré tan fácil de manejar.

Segundos pasaron en los que la diosa observaba al encapuchado sin decir nada. Solo con fría determinación.

- Vengo de otro mundo. Uno que es, en cuestión, este pero con centenares de años de ventaja. Se lo que ocurrirá en este plano, tal como si hubiera visto el futuro. Y por ello, he venido a advertirte …

- ¿Un demonio? ¿Advirtiéndome? - Susurró Ethiw, aunque sabía muy bien que sus palabras eran escuchadas – Sabes que probablemente hago caso omiso de tus advertencias. Que un demonio viniese del futuro solo quiere decir que hemos sido derrotados...

- O que tu sueño mas oculto se hizo realidad – Ante esta declaración, la diosa guardó silencio. No había forma de que se supiera lo que ella pensara, mas aún cuando en ningún momento hubo hablado con nadie acerca de ello.

- Te escucho...

- Entonces... ¿No matamos a Dios? - Se repasó Yosaflame, una vez de regreso de su misión de entregar un mensaje.

- No necesitamos un mundo sin Dios. Ni siquiera necesitamos su mundo. Podemos conseguir el nuestro, una vez lo haya desocupado aquel humano. Y claro, el resto solo puede marchar de acuerdo a como trabajemos esa tierra. Solo es cuestión de eso, trabajo. No hace falta mas muertes de parte de nadie...

Todos los lugartenientes y generales de alta gama le miraron curiosos. Esto era simplemente algo sin precedentes.

Kcalb, el rey demoníaco, uno de los seres mas poderosos y terribles, hablando de paz y trabajo. De un mundo nuevo para labrar y moldear...

- Esta... muy raro jefe – Apreció Yosaflame, sorprendida.

Su rey le miró con sus ojos negros, de forma directa y concisa, antes de sonreír mostrando sus dientes, como le era característico.

- Quizá es que nunca había tenido la chance...

- Haré los preparativos y daré los mensajes al resto. No creo que haya grandes des acuerdos – Indicó la demonio, levantándose de la mesa para salir de la habitación.

En la mesa estaban, además de sus mas allegados generales, dos de sus mas allegados (Si es que asi podían llamarles) Amigos.

La demonio caníbal Cranber, con su mirada tenebrosa y sus costumbres culinarias un tanto escabrosas.

Y el demonio Lost, con un pesar en sus ojos demasiado notorio, como le era su costumbre. Pero ahora, el pesar era aún mas vistoso...

- Cranber, deja esta habitación y lleva a los demás contigo, pero deja a Lost aquí. Debo hablar con el...

Las palabras del rey hicieron correr un cierto miedo por la espina del demonio, pero no lo demostró en lo mas mínimo. Su mirada continuó calmada, aunque sumida en el pesar.

Cranber, por su lado, se dirigió al resto de los presentes - !Muy bien¡ !Nos vamos¡

- Pero señora Cran...- comenzó a decir uno de los generales, hasta que vieron la sonrisa en el rostro de su superior... y sus dientes... y sus ojos vicioso y hambrientos.

Ni polvo dejaron de la corrida que emprendieron, y muy educadamente, la demonio abandonó la sala.

Dejando solos al rey y al demonio.

- Escupelo Lost. Todos lo sabemos... - Dijo el rey demonio, cerrando los ojos.

El demonio, vestido de negro y con cuernos simples, tirando hacia los costados con un oscuro color,

trato de hacerse el desentendido.

Su rey no hizo caso a su mensaje oculto de querer evitar el tema – Lost... estamos a punto de abandonar el mundo. Mejor será que lo saques de tu pecho... - Se levantó de su trono en donde miles de cuervos posaban, para caminar por la habitación, dándole la espalda a su escucha, mientras miraba hacia el cielo estrellado por una de sus gigantescas ventanas.

Pasaron unos minutos de silencio, en los cuales ninguno de los dos habló.

- A quien engaño. Si yo no puedo decirlo, menos podrías tu … - Susurró el rey, mirando hacia el suelo. Luego se giró hacia su súbdito, con la luz azulada de la noche adornando su costado

– Enviarás una misiva ahora. Tu eres un general de combate, así que ella seguramente será la primera en recibirte. Dile que venga con nosotros...

- ¿Lord... Kcalb? - Tartamudeó el demonio, no pudiendo creer lo cerca que esas palabras estaban al mas cercano de sus sueños.

Y afortunadamente, no se equivocaba.

- Aunque quizá los nuestros no lo admitan del todo bien, si. Puedes traer a Ciel, aunque solo si ella así lo quiere. Y trata de ir en la mayor de la paz posible... - Kcalb dejó una pausa como el mensaje de que habían acabado, a lo que el demonio salió disparado.

El rey demonio quedó en soledad, mientras su mirada volvía hacia el vidrio de la ventana – Al menos tu puedes contentarte con tu nemesis. No es un lujo que todos podamos darnos...

Pasó medio mes de eso, y la diosa estaba totalmente sorprendida de lo que había sucedido.

Todo como lo había predicho el extraño estaba sucediendo. El encapuchado llegó para advertir de cosas que el sabía que pasarían en el mundo, y su Dios no...

Ethiw reflexionó en su habitación, con una taza de te entre manos. No era todo los días que aprendía una limitación a poderes que se suponían ser infinitos...

Pero eso no le impidió presentir esa presencia en su habitación.

- Podré no saber quien eres, pero se que estas aquí, demonio – Inquirió – Aunque debo admitir que me impresiona como pasas atravez de mi guardia, y aun mas impresionante, mi ángel jefe para llegar hasta mi cuarto.

La figura negra y encapuchada avanzó hasta el otro lado de la habitación, sus cuernos aún visibles

- Tan solo digamos que, en el futuro, conozco de sobra al ángel jefe. En cuanto al resto, son simples soldados. Faciles de engañar por alguien de mi estatus.

- ¿El cual será? - Preguntó la diosa, aunque el extraño no le respondió mas que con una evasiva demasiado tentadora para refutar.

- Mañana comenzarás a notar cambios en sus fuerzas. Dejarán mas y mas tierras a una velocidad que nunca pensaste posible, hasta retirarse hacia los lindes del norte. Esa tierra fue de ellos desde siempre, trata de no tomarla cuando ya no estén.

- ¿No estén?

- Si. Ellos harán un éxodo hacia el otro mundo, pero en algún momento, volverán. Haz lo que debas entonces, pero no hasta ese momento. Si no, comprometerás tu victoria como no te imaginas. Y algo mas... - Agregó, antes de desaparecer en la misma sombra en la cual se había materializado – Se comprensiva con los pedidos que te lleguen mañana. Por favor... créeme, serán los únicos en quien realmente puedas confiar al final, por que en este momento, son los únicos dispuestos a desafiar su naturaleza.

Sin mas, el extraño desapareció, dejando a la diosa con sus dudas.

Claro que al otro día todo se le respondió, y casi, su frío rostro mostró un ápice de sorpresa.

Kcalb se dejó caer sobre su trono. Le dolía la cabeza y estaba exhausto.

Había sido un laaaaaaargo día. Primero, el episodio con Yosaflame. Se enojó a mas no poder cuando no se le dio la misma gracia que a Lost. Y cuando su señor indagó un poco mas en el asunto, ella se negó rotundamente a admitir que quería a Sherbert, su nemesis, como acompañante. Pero eso no le impidió de, muy esquivamente, pedir por el a la diosa.

Lo mismo sucedió con Cranber y su nemesis, aunque hay que admitir que eso fue la mayor de las jaquecas. No era posible entablar una negociación seria con su mayor enemiga si aquellos dos que querían irse juntos de golpeaban la una a la otra mientras pedían partir junto al resto.

- Es como si pidieran mas tiempo para golpearse la una a la otra- Había apreciado la diosa.

- Será amor rudo... - Concluyo el rey demonio, mirándolas desde lejos mientras tomaban te en medio de una zona vigilada por tensos y armados ángeles y demonios. Casi un ritual en sus negociaciones.

- Es extraño oírte hablando de amor, demonio – Dijo Ethiw, con su mirada fría e inexpresiva.

El rey demonio dio un ultimo sorbo a su taza de café, antes de dejarla en la mesa de campo, y luego caminó hacia el único pedazo de horizonte que no estaba inundado por sus soldados o los de su enemiga.

Miró hacia las montañas, hacia el cielo azul, y hacia el pastizal que se perdía en los limites de la vista.

- Curioso … - Murmuró – Nos estamos yendo, y las palomas aún no han vuelto a poblar el cielo.

Ethiw lo miró contemplativamente – Volverán. Y cantarán como si nada hubiera ocurrido.

- Eso espero... Entonces ¿Lo permitirás?

La diosa lo reflexionó unos segundos antes de responder – Debes saber que todo demonio que regrese de el otro lado, será de nuevo mi enemigo.

- No lo esperaba de otra forma – Indicó el señor demoníaco, mientras le daba la espalda y empezaba a andar hacia su escolta – Adios... sin ofender.

- No hay ofensa tomada – Indicó la diosa, observando como la negra figura se marchaba, designando una mirada a su subordinada, Cranber, y asintiendo quedamente.

Lastimados y con moretones le siguieron con el enojo en sus rostros... pero muy felices en el fondo.

Y de nuevo en su castillo, el señor demonio hacía lo posible para sacarse a su enemiga de la cabeza.

Esa diosa que tanto mal le causaba, y a la vez, tantas noches en vilo le provocaba.

La amaba y la odiaba, casi tanto como amaba y odiaba esa guerra.

Pero a la guerra la odiaba mas que a otra cosa, muy en el fondo.

Papeleo, formaciones, discursos y acuerdos luego fue que su descanso en el trono llegaba. Y estaba solo, con sus recuerdos y sentimientos atormentándolo...

Hasta que sintió algo felpudo en su mano.

- ¿Tu?... - Murmuró, entreabriendo los ojos para observar a la loba plateada a su lado, lamiendole la mano.

- Pensamos que te gustaría algo de compañía – Dijo la voz del encapuchado, saliendo entre las sombras.

- No me gusta charlar...

- Tampoco a mi …

Esa fue toda la conversación que tuvieron durante un largo rato, en el cual el rey demonio ni siquiera pensó en ordenar que le dejaran solo.

Ya los últimos se estaban marchando, pero antes de dar el ultimo paso hacia el otro mundo, el rey demonio miró hacia atrás con el rabillo del ojo.

Ya los últimos se estaban marchando, pero antes de dar el ultimo paso hacia el otro mundo, la diosa miró hacia atrás entre su largo cabello.

Ambos podrían haber jurado que el otro se dio vuelta a mirarlos una ultima vez antes de que Kcalb diera el paso hacia un mundo ageno, y Ethiw volviera a su fortaleza con los suyos.

Fin del capítulo