Notas del Autor:

El sistema de la historia es un capítulo para Michiru donde veremos la historia desde su punto de vista y otro para Haruka donde veremos la otra parte de la historia desde su punto de vista. No se preocupen no es tedioso ni se repite lo mismo. Leela y compruebalo.

Capítulo de Michiru

"En el Silencio"

UNO

En el final, cuando los amantes perecen en el tiempo del olvido y el dolor. Entonces se hace un recuento de la vida y se pregunta si existiera la posibilidad de modificar lo hecho y vivido se haría. El tiempo es duro y constante, no perdona y es así como nuestra historia se formará lentamente, destruyendo sueños, creando otros tantos y volviendo otro puñado de ellos realidad. Cuidado con lo que se desea, porque a veces pareciera que nuestros deseos vueltos realidad no son otra cosa que terribles pesadillas donde nos destruimos lentamente, terminamos desfalleciendo en la peor de las agonías mientras el mismo mundo se derrumba a nuestros pies y solamente nos resta cerrar los ojos para dejar de ver la realidad que nos tiñe de miedo, soledad y tristeza…

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Empezar en la nada no saber el por qué y un día en que la gloria y ansia por un mejor mañana sacude, se pide un deseo, una maldición anticipada que uno nunca vio como tal. Pero después, eso ya no importará. El final ha llegado. Explicarlo en su momento no se podrá porque explicar el amor es cosa que resulta imposible solamente se siente. Lo único que se tiene es el amor, el tiempo que con paso seguro deja huella en nosotros. Al final, ya nada importará. Esta no es una historia más de amor, es su historia…

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Y en silencio escuchaba las plegarias que se elevaban en honor al que se adelantó a la partida. Pronto terminaría el martirio y podía marchar a casa, quería todo terminara y en parte lo anhelaba porque ni siquiera conocía al difunto. Pensó en la muerte, pues era el tema del día y no tenía nada mejor que hacer, pensaba en cuando ella moriría y por lo dioses que deseaba fuera pronto, su existencia era tan vana y patética que solamente lograba robar aire a un ser humano que podría aprovecharlo mejor que ella. Pero debía dejarse de pesimismos era un excelente día, llovía y el aire frío helaba hasta los huesos tal como a ella le gustaban. Su madre le susurró que se enderezara y ella sintió rabia, pues más derecha no podía estar.

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Por fin terminaba el martirio. Era una suerte que solamente fuera una ceremonia y no un velorio de cuerpo presente. Intentó investigar en honor a quién era la famosa ceremonia pero su madre solamente quería se viera presentable en el evento social del año. Estaba segura que ni su propia madre sabía quién se murió… Pero qué podía esperar, si a ella solamente le interesaba ser popular. Sus ojos verde azul miraron con cuidado cada rostro de aquellas personas. Odiaba a la gente, odiaba los tumultos y tener que ir a eventos tan concurridos. Solamente tenía nueve años y su mente de niña no le dejaba entender aquel mundo extraño en que se movía su familia.

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Por fin en casa. Saludó a su padre, pero él estaba demasiado ocupado en sus asuntos para prestarle un poco de atención. Ella siguió de largo, tenía hambre pero su institutriz apenas le vio la manzana en la mano le recordó estaba a dieta forzada, no podía seguir subiendo de peso sin una razón aparente. Y ella creía que no podía pedirle pesara diez kilos cuando tenía ya nueve años. Dejó de mala gana su manzana en la bandeja, como fuera no le gustaban mucho las verdes. Subió las escaleras para ir a la ventana, miraría el cielo hasta encontrar una estrella fugas, la estrella que le haría sus sueños realidad.

-Esa niña es rara – comentó la mujer

-Eloísa, Michiru no es rara y si lo es, es solamente culpa tuya o no la educas bien o algo de tus genes maltrechos los heredó

-No me culpes de nuevo… sabes que si pudiera te hubiera dado otro hijo… Y créeme me encantaría pues ella es…

-Independiente y eso te molesta – sonrió el hombre

-No es cierto… Es anormal, nunca llora y siempre es tan callada y te ve con esos ojos terribles que parecen

-Eloísa ¿Te escuchas las tonterías que dices? Es tú hija no un demonio en un cuerpo de niño

-Pues te diré – susurró – Nunca llora… Ni cuando era bebé lo hizo apenas emitía pequeños quejiditos imperceptibles y luego…

-Y recuerda que casi ambas mueren en el parto, es normal fuera un bebé tranquilo, deberías dar gracias a que tenga un carácter pasivo y dócil ¿o prefieres lidiar con un crío latoso? Ya te dije, por qué no adoptamos

-No – negó con la cabeza como si aquella idea hubiera sido una ofensa horrible – Y no me digas es dócil porque no lo es

Pero el hombre ya no quería seguir discutiendo con su esposa. Todos sabían que Michiru era la niña más perfecta y lo más cercano a un ángel en la tierra, pero como todos los niños, a veces era difícil, caprichosa y… ¿Berrinchuda? No eso no, no recordaba un berrinche de su niña. Como fuera debía terminar su trabajo y su esposa solamente le dejaba un sabor amargo.

-Un día esa niña me matará de un coraje

-Ya basta – bramó el hombre – A ver dime qué cosa tan terrible te hizo

Pero Eloísa enojada ya solamente se dio media vuelta saliendo de la habitación. Fue a la cocina para ordenarle a la institutriz que se hiciera cargo de la niña lo que restaba del día.

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Michiru ya estaba muy cansada. Terminó de ponerse la pijama para mirar por última vez la bóveda celeste, quizá, sólo quizá, hoy sería su día de suerte y esa estrella fugas se viera en el cielo para que ella pidiera su deseo. Su cabecita se recargó en el marco de la ventana. Cerró un instantes los ojos y cundo los abrió vio su estrella fugas. No lo podía creer, por fin sus sueños se volverían verdad. Sin tardanza juntó sus manos en plegaria para formular su deseo.

-Hora de dormir – ordenó su institutriz

-Nana, lo hice, pedí mi deseo

-Son supersticiones tontas y absurdas Michiru, una niña tan inteligente como tú debería saberlo… – lo sabía pero le gustaba imaginar que podía hacer sus sueños verdad. Mañana sería otro día, una nueva oportunidad y pediría a las estrellas de nuevo porque sus sueños se hicieran realidad.

Su nana era una mujer ya muy madura sin llegar aúna la ancianidad. Había sido educada a la antigua por lo que le prohibía casi todo a Michiru, empezando por la televisión y terminando en los dulces. Era una mujer buena a su modo y aunque siempre se portaba de forma frívola y dura sabía que la quería. Se dejó arropar, estaba muy contenta porque vio una estrella fugas, quizá un día su padre le regalara un telescopio.

-¿Se te quitó el dolor de cabeza?

-No del todo – sonrió la niña – Estoy muy cansada… ¿Alguna vez te has preguntado si te gustaría morirte?

-Duérmete ya

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Eloísa se levantó ceca de las diez de la mañana. Cuando su hija estaba de vacaciones prolongaba aún más sus horas de sueño para evitar verla. Si por ella hubiera sido la dejaría permanentemente en el internado. El sistema no era malo del todo, los horarios mantenía a su pequeño vástago fuera de casa desde las seis hasta cerca de las seis de la tarde y eso para ella era una bendición, pero en vacaciones debía quedarse con ella. A menos que la niña reprobara, cosa que nunca sucedería. Por fin bajó a desayunar. Su hija estaba sentada con la cabeza recostada en la mesa. Se veía tan pálida y cansada. La niña tenía razón, para la edad y altura que tenía estaba muy por debajo de su peso, se veía tan lánguida y escuálida que ella misma temía mirarla por temor a que se rompiera. Su conciencia le gritaba de nuevo, pero esa niña tenía que aprender quién era el que mandaba.

-Señora ¿Le sirvo el desayuno?

-Por favor… Michiru – golpeó la mesa despertándola de su bello sueño

-Buenos días madre – se frotaba los ojitos lagañosos

-Ve y lávate la cara ¿Qué no dormiste?

-Sí, pero me siento un poco cansada y creo dormí poco – sonrió con ternura – ¿Y tú como dormiste madre?

-Bien, anda lávate la cara y prepárate para ir al conservatorio… ¿Qué no deberías estar ya allá?

-No, es hasta las doce… Y regreso a las dos ¿Comeremos juntas?

-No

Perezosa la niña se levantó de la silla para ir a lavarse. Su madre la observó hasta que se perdió en la escalera. Negó con la cabeza, detestaba su hija pareciera un muerto viviente. La vida se ensañaba con ella ni siquiera pudo darle un hijo digno de Taichi Kaioh, era una suerte que la niña fuera la viva imagen de su padre o de lo contrario él podría alegar que esa niña no era suya. El carácter tan blando y dócil, un humor liviano y hasta fresco con la vida, hasta se preguntaba si la pequeña sabía lo que significaba odiar porque nunca había visto lo hiciera.

-Me voy madre – se despidió con tal protocolo que se sentía extraña

Eloísa ya con Michiru lejos se dedicó a realizar sus actividades sociales. Dentro de unas semanas su club tendría un evento de caridad para los pobres de la ciudad de Okinawa en Japón. Organizaría un baile aparte del evento primordial y esperaba fuera un éxito. Volvió a casa a la hora de la cena, prolongó las pláticas con tal de no estar a solas con Michiru, quizá consiguiera que su esposo se decidiera a mandar a la niña a un internado en Inglaterra o en Alaska, el lugar más lejano que encontrara. Taichi ya estaba en casa, estaba cenando y por lo visto la niña ya se había dio a dormir. Se sentó contenta y su esposo le lanzó una mirada recriminatoria y ella frunció el ceño.

-Michiru está enferma – dijo el hombre

-¿Y por eso me miras así?

-No la cuidas, es todo

-Ya te dije que esa niña es imposible – renegó la mujer – Y tú no me apoyas en su educación

-¿No te apoyo? Qué quieres que haga…

-Envíala a un internado

-En Tingotú donde no la puedas ver ¿Verdad? Eloísa hemos tenido esta discusión cada año y me he acostumbrado a ella pero creo este año tu excesivo odio por Michiru no es otra cosa que tu conciencia gritándote lo injusta y cruel que eres con ella

-¡Apóyame! La concientes demasiado y cuando tú no estás hace lo que quiere…

-Le pego sin una razón de peso cada vez que tus ideas absurdas me lo piden ¿No es apoyo? Te remuerde la conciencia porque sabes que haber puesto en su lugar a la anciana… Creí fue lo mejor, vamos hasta yo pierdo los estribos con esa loca y tú me dices pasé una vergüenza y estuviste jodiendo porque le diera un escarmiento a esa niña que según tú no te respeta. A ver Eloísa darle una paliza por algo tan absurdo ¿no es una forma de saciar tus caprichos?

-¡Es arrogante y no debía decirle nada a la anciana Creic! Casi me echan del club

-Exageras… Sabes que más de la mitad de veces hemos castigado a Michiru sin razón… No la enviaré a las minas de Siberia por defenderse de la anciana, así que olvídalo

-¡Entonces dile que me respete! Es… Es

-Es que no puedes mirarla a los ojos sin sentir que eres culpable… Michiru es la mejor niña de Japón y lo sabes

-¡Escoge entre ella o yo!

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A Michiru le apreció extraño que su padre la estuviera esperando. Lo acompañó a su estudio mientras él estaba al celular arreglando un negocio más. Se sentó y cruzó la pierna un poco aburrida por la espera. Él se sentó en su silla de piel. Colgó por fin. Observó sus ojos verdes con atención, sí Eloísa estaba molesta pero con ella misma porque sus necedades las pagaba la pobre chiquilla. Inhaló profundamente antes de comenzar la charla

-Tu madre está muy enojada aún por lo de la ancianita esa

-Pero no puedes – frunció el ceño – castigarme dos veces por el mismo crimen

-Sí lo sé, debes aprender a quedarte callada, la mitad de la gente con quien convive tu madre es gente un poco – hizo una mueca de enfado pues no haya una palabra no hiriente para explicarlo

-Latosa – rió la chiquilla – Entonces me volverás a castigar por eso – respiró profundamente

-¡No! Lo que quiero es que me hagas un favor para que tu madre se quite esas ideas raras sobre ti y tu mala actitud

-¿Disculparme con la ancianita? Me dará de bastonazos, claro que no me alcanzará si me dejas correr…

-No – rió animadamente – Tendrá un evento de caridad y quiero que le ayudes, puedes tocar una pieza de violín y tú madre se dejará de idioteces

-Prefiero la paliza – susurró

-¿Mande?

-Nada – sonrió

-No es un castigo – se acomodó e l cabello

-¿No?

-Me refiero a que puedes negarte… pero – no dejó lo hiciera aún – Es una buena manera de hacer las paces con tu madre… te apuesto a que ella te querrá más si la complaces, eres muy huraña y talentosa y si te viera en un evento así y… Y creo sigues pensando en negarte – suspiró – te compraré tu telescopio si lo haces

-¡Sí!

-Anda arréglate te vas conmigo a la fábrica

Frunció el ceño, odiaba ir allí, aparte de que se aburría muchísimo la secretaria siempre tenía encendido el televisor o la radio y con tanto ruido terminaba con un terrible dolor de cabeza.

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Taichi ya no sabía qué hacer y es que su hija simplemente estaba como ida, como si algo en su mente distrajera totalmente sus pensamientos. Aunque había sacado excelencia como todos los años su profesora se había quejado de que su atención estaba perdida, a veces hasta parecía estar ensoñada o dormida que no sabía qué estaba pasando en clases. Varias veces había entregado mal la tarea y como sabía que no era una niña floja le había dado otra oportunidad pero ya era de cuidado su desatención. Su esposa quizá, y para variar, tenía razón, la niña estaba volviéndose problemática. Hasta su maestra de violín no la subió de nivel sino que la reprobó. Y esta queja era la que lo preocupaba. Respiró profundamente recordando cada palabra de la señorita Yotoi. Michiru se distraía con facilidad se quejaba demasiado de dolor de cabeza, estómago y otras tantas dolencias que la señorita creía ya era hipocondríaca. Erraba las notas y era torpe. Michiru disfrutaba y amaba su violín por encima de cualquier cosa o persona.

-Ves cómo no soy yo – refunfuñó la mujer

-Sí – y qué le quedaba decir – Pero de todas formas llévala al médico, tiene nueve años para sufrir de hipocondría… Podría ser tensión

-Como quieras

Apenas vio a Michiru llegar la tomó de la oreja, todo el coraje contenido escapó en el acto, si esa niña no diera armas a su madre para que aquello se volviera una pesadilla. Él no permitiría que su hija se convirtiera en un calvario ni mucho menos dejar que arruinara la vida de todos y el nombre Kaioh. De la oreja la llevó hasta su estudio donde le pidió una explicación al sin fin de quejas que recibía, pero Michiru le tenía miedo y lo único que hacía era tartamudear. Cerró fuertemente los ojos y los apretó temerosa. Él siguió gritándole, amenazó, dijo y desdijo, si no le gustaban las clases de violín las cancelaría al igual que las de pintura y que también se olvidara del telescopio o de juegos absurdos… Volvió a agitarla en su desesperación pero la niña seguía tan aterrada que solamente esperaba por la tunda que su padre le daría por fallar.

-Se acabaron las niñerías… ¿por qué no creces y maduras?

Y él por qué no entendía que solamente tenía nueve años. Se dejó caer en el sofá, cansado, estaba atareado de trabajo y Michiru no le ayudaba mucho. Eran ya las siete de la mañana y él apenas pudo dormir una hora, si no entregaba pronto el trabajo perdería a su nuevo cliente, pero la competencia cada año le exigía más velocidad y calidad de trabajo, estaba pensando seriamente en contratar algo de personal para aligera la carga y quizá para navidad pudiera irse de vacaciones con su familia, eso si Eloísa no seguía con sus ideas paranoicas sobre la niña. Abrió los ojos fijándose que la institutriz lo observaba con cautela como un lobo en acecho a una presa demasiado grande para enfrentarla a la primera

-Qué

-La niña no despierta… Creo está enferma…

De inmediato se incorporó. Tomó el teléfono para llamar al médico. Michiru estaba pálida y fría, como si hubiera muerto pero el aliento aún se sentía y su corazón latía aunque de forma casi imperceptible. Golpeó las mejillas de la niña pero ella no reaccionaba. Su pulso era muy débil. Mandó llamar a su mujer pero ella no podía ser de mucha ayuda pues anoche en cuanto él se llevó a la niña al estudio ella se fue a dormir.

-A ver qué sucede – por fin llegaba el médico

-No despierta

-¿Le hiciste algo? – la mirada esquiva de Taichi le contestó – Te he dicho que la cuides – refunfuñó el médico

Eloísa no dejaba de hablar, decía que si la niña se moría sería culpa de Taichi. Él se cansó de oírla y le recriminó nunca haberla llevado a atención médica, con tantas quejas y dolores debía haberlo hecho fuera o no cierto. La discusión se hubiera prolongado hasta el anochecer pero el médico salía ya de la habitación

-Está muy débil, Taichi no le grites, no le pegues ni siquiera le levantes un poquito la voz, nada que la altere… Preferiría estuviera en el hospital para un par de estudios

-Sí, la llevaré para allá

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Michiru dijo adiós definido a su telescopio, sus últimos días de vacaciones la pasaría en el hospital. Estaba demasiado cansada como para refutarlo. Ni siquiera tenía fuerzas para contestar las preguntas del doctor. Una enfermera se encargó de vestirla con la bata reglamentaria del hospital y colocarle el suero. Tampoco podría presentarse al evento de su madre y sabía que eso lo pagaría muy caro. Cerró los ojos, el silencio la arrullaba para un largo sueño.

-Me duele – susurró

-Intenta dormir pequeña – le dijo su padre

Taichi por primera vez se sentía culpable. Si estaba portándose extraño era lógico, que se trataba de algo muy grave y no simplemente un intento de rebeldía. Acarició el cabello de la niña, para después besar su frente.

-Debe cuidar su alimentación, de puro milagro esta niña no se te ha muerto

-No me digas eso – sonrió con pesar – Sabes que la cuido

-Necesitas mejorar – sonrió – En verdad.

-Papá – susurró Michiru

-Sé buena niña, te compraré tu telescopio porque has sido muy valiente y obediente

-Sí – contestó entre sueños

CONTINUARÁ…