Disclaimer: Los personajes que aquí aparecen son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.


Prólogo

"Despedida"


El viaje tan agotador, por fin había llegado a su fin. Naraku estaba muerto, la Perla tan deseada por muchos había desaparecido al Kagome pedir el deseo correcto. Sin embargo no todo era tan perfecto como se pensaba que sería luego de derrotar a Naraku.

Sango y Miroku por fin lograron formar una vida juntos, y ya eran padres de dos hermosas gemelas. Shippo iba y venía a la aldea de la anciana Kaede, él luchaba por lograr ser algún día un gran demonio y proteger a sus seres queridos. Y Kirara se encontraba con Kohaku, quien entrenaba para ser el mejor exterminador de demonios.

Sin embargo aún había cosas por solucionar…

¡Te protegeré por siempre!

Esas fueron las palabras que sellaron el destino de Kikyo e Inuyasha. La sacerdotisa por fin era una mujer común que podría vivir junto a su amado de por vida, y éste la acompañaría por siempre sin pensárselo dos veces. Y aunque nada estaba decido entre ambos, ellos habían olvidado a un importante factor en la ecuación, a una azabache muchacha que comenzaba a ver la vida con tristeza.

-Tal vez lo mejor sea que vuelva a mi mundo – Comentó a Sango que tenía en sus brazos a dos gemelas.

-Kagome, pero las cosas aún no se han aclarado con Inuyasha – La azabache sacerdotisa estaba sentada frente al fuego dentro de la cabaña de Sango y Miroku. En cierta parte de su corazón, envidiaba a esos dos, ella deseaba lo mismo. Esperar a su esposo en casa, cuidando a los niños, y al llegar su amado, darle la bienvenida con un tierno abrazo y un profundo beso en los labios…pero que lejano se veía todo eso a sus ojos.

-Amiga, honestamente, ¿Crees que me elegiría a mí en vez de a su amada Kikyo? –

-Yo… - La mujer miró los ojos húmedos de la sacerdotisa, y no pudo mentirle – No, lo siento –

-Pero no quiero volver a mi mundo…quiero seguir aquí, en esta tierra tan natural, quiero ayudar a las personas, quiero ser una gran sacerdotisa. Esas son cosas que en mi época no existen, allá todo es artificial, todo es dinero…además de que he perdido tanto mis estudios, que retomarlos significaría una total pérdida de tiempo – Por su cabeza pasaban tantas opciones, y cada una se quedaba obsoleta a la oportunidad de quedarse en la era feudal.

-¿Y tu familia? –

- Sé que mi madre se pondrá triste, pero no significa que nunca más los veré…se que ella me comprenderá, siempre lo ha hecho - Sonrió al recordar la perfección de su madre.

- Entonces creo que es hora de que partas ¿O no? – Sango sonrió puramente a su amiga, ésta a la vez la observaba confundida.

-¿Partir? –

-Si quieres ser la mejor, no te puedes quedar aquí encerrada marchitándote mientras esperas la decisión de Inuyasha –

Kagome sonrió ante el apoyo de su amiga, ella tenía razón. Debía ir y recorrer ese mundo lleno de sorpresas, convertirse en la mejor, no para demostrarle a Inuyasha que es la mejor, sino por ella misma…


Al amanecer tomó sus cosas y viajó a su mundo sin decirle a nadie, excepto a Sango.

-¿Y la señorita Kagome? – Preguntó Miroku al ver que la muchacha no estaba allí jugando con las gemelas como todas las mañanas.

-Ella…digamos que decidió su futuro – El monje la observó pensativo y luego comprendió. Dio una sonrisa y se lanzó sobre su mujer para darle su "cariño matutino".


-¡Mamá, estoy en casa! –

-¡Hija! – Respondió su madre que corría a la entrada de la casa a ver a su hija.

Luego de pasar el día juntas, Kagome les explicó sus nuevos planes de vida, de sus nuevos sueños y de su decisión.

-Sé que serás la mejor, y que esto significa dejar de verte, pero sé que no es, esto no es perderte mi Kagome, porque sé que estarás siempre en mi corazón y yo en el tuyo – Su madre comenzó a derramar lágrimas mientras acariciaba las mejillas de su hija.

-Mamá… -

-Ve, sé la mejor –

Se dieron un fuerte abrazo, probablemente el último en muchísimo tiempo más…y así es como Kagome se despidió oficialmente de su mundo, o bueno…su antiguo mundo. Porque ahora su vida estaba en la era feudal.


Luego de la cena se dirigió al baño para darse un relajante baño, seguramente lo extrañará. Estuvo por más de una hora relajándose entre esas aromáticas velas y pétalos de rosas.

Salió finalmente del agua, se colocó una bata y al entrar a su habitación se encontró con la visita más inesperada de su vida…

-Inuyasha – El aludido que estaba sentado en la ventana con la vista fija al horizonte se dio media vuelta y vio a la sacerdotisa con una toalla lila en la cabeza y una bata que la cubría hasta las rodillas.

-¿Qué haces aquí? – preguntó el ambarino con sus ojos dorados más profundos que nunca.

-¿Qué? ¿No debería ser yo la que pregunta que haces aquí? – Dijo confundida mientas quitaba la toalla de su cabello y la dejaba sobre la cama. El ambarino pudo percibir el aroma de la muchacha por toda la habitación.

-No tienes nada que hacer aquí – Expresó con furia. ¿Qué le sucedía? Se preguntó la muchacha.

-Inuyasha, este es mi mundo, tú no tienes nada que hacer aquí – Kagome se sentó en el borde de la cama.

-Según lo que me comentó Miroku, no volverás aquí…- Hizo una pausa - …y tampoco a la aldea de la anciana Kaede –

Demonios… ¿Por qué Miroku era tan irremediablemente chismoso?

-¿Y eso desde cuando es de tu incumbencia? – Kagome comenzaba a enfadarse.

-¡Desde siempre! – Inuyasha de un salto estaba parado frente a la chocolatada chica.

-No grites, está mi madre, mi abuelo y Sota – Habló con calma ante la furia den hanyou.

-No están, me vieron al llegar y me dijeron que te avisara que se iban a ver una obra de teatro o algo por estilo – Dio un típico bufido y se relajó un poco.

-Vaya…bueno, pero tú… ¿Qué haces aquí? – Interrogó con extremada sequedad.

-¿Por qué te irás? – El rostro del ambarino adquiría una tristeza que Kagome no supo comprender.

-Tú deberías saber la respuesta – Dijo cabizbaja.

-¡No quiero que te alejes! – La azabache enseguida miró a Inuyasha que hablaba con honestidad.

-¡No seas ridículo! – Exclamó poniéndose de pie - ¡Tú tienes a Kikyo, no tienes el derecho a decirme algo así! –

-Yo no estoy con Kikyo – Habló avergonzado y ruborizado.

-¡Por favor no me vengas con mentiras! –

-Entre ella y yo no se ha definido nada –

-Entre tú y yo ¡TAMPOCO! – Gritó Lo último mientras traviesas lágrimas salían de sus mejillas.

-Kagome yo…-

-Dime que me amas a mí y me quedo…sólo dime que te quedarás conmigo y estaré por siempre a tu lado Inuyasha – Las lágrimas salían sin consuelo de sus ojos, ante eso Inuyasha no supo que decir - ¡Responde!...te lo suplico – Lo último fue un susurro que el mitad demonio pudo percibir.

-Yo…- Inuyasha no logró sacar las palabras de su boca, no sabía que responder, y además, al sacerdotisa estaba tan cerca de él, que le hacía perder el sentido.

Kagome sin embargo sabía cual era la respuesta…pero no quería escucharla. En esos momentos sólo deseaba perderse con Inuyasha junto a ella. Lo quería a su lado, quería que fuera de ella y ella pertenecerle por la eternidad.

-No… - Dijo suavemente – No quiero saberlo – Inuyasha sintió un extraño cambio en el aroma de la chica, aroma que le atraía demasiado.

Kagome se quitó la bata dejando su suave cuerpo al desnudo y a la vista del semi-demonio, no se sonrojó, sino que le gustaba ser observaba por él, y sólo por él. Rodeó con sus brazos el cuello de Inuyasha y se hundió en sus labios con un tierno beso. Tal y cómo siempre ella lo había soñado.

Inuyasha no pudo contenerse ante la enorme excitación que Kagome le hacía sentir, tenerla así frente a él, despertaba hasta los instintos más salvajes en su interior.

De un solo movimiento tomó a la muchacha entre sus brazos mientras la observaba con fiereza y la dejó sobre la cama, mientras el se quitaba con rapidez toda su característica vestimenta roja. Abrió las piernas de la joven bruscamente y el aroma femenino de la joven combinado con el aroma de los pétalos de flores hizo que Inuyasha perdiera lo último que quedaba de cordura en su mente.

La sacerdotisa ante la brusquedad de Inuyasha no se quejó, por el contrario, sólo se excitaba más y más, deseando al ambarino más que nunca. Comenzó a tocarse los senos y a gemir con cada vez más rapidez y profundidad. El ambarino por su parte, ya desnudo se lanzó sobre la muchacha y la besó apasionadamente, mientras su erecto miembro rozaba la intimidad de la chica, ambos ante el contacto gemían fuertemente.

Las caricias se hacían cada vez más y más exquisitas para los dos. Ambos deseaban lo mismo.

-I-Inuyasha… - El aludido respondió con un gruñido mientras introducía su mano izquierda dentro de la chica y con la otra acariciaba sus senos. – Ade-adentr-o…te quiero…a-a-dentro – Inuyasha no lo pensó dos veces y con su miembro penetró a Kagome suavemente, pues sabía que la muchacha estaba en su máxima pureza…al meditar aquello no supo si seguir moviéndose, ante eso la muchacha abrió sus ojos que estaban sumidos en la excitación y miró al ambarino…éste le pregunto con sus ojos si seguir o no…pero supo la respuesta enseguida.

De esta forma en vaivén de sus cuerpos se hizo más y más intenso. Inuyasha comenzó a moverse con más fuerza, mientras Kagome gemía con cada vez más volumen.

El climax llegaría de un momento a otro y Kagome sabía lo que venía…

-No…No te va-yas d-d-den-tro – Logró decir entre gemidos y el ambarino comprendió. Sabía que podría pasar si acababa dentro de la chica.

Y en cuestión de minutos el exquisito climax llegó e Inuyasha antes de soltar aquel líquido salió del interior de la chica que soltó un último grito de placer.


El ambarino luego de limpiar lo que de él había salido volvió a la habitación de la chica, y al entrar, su fino olfato percibió el delicioso aroma de la mezcla de los dos. Y enseguida a la vio ahí, acurrucada tapada con una sábana y abrazando una de sus almohadas. El muchacho se vistió con sus pantalones y se recostó junto a la chica.

-Yo… -No sabía que decir en un momento como ese, así que sólo tomó a la muchacha y la acurrucó en su pecho.

-Inuyasha… - No pudo seguir hablando pues las lágrimas la vencieron. Aroma salado que no pasó desapercibido para el mitad demonio.

-¿Qué sucede? – Preguntó con suavidad.

-¿Lo comprendes? ¿Entiendes por qué no dejé que acabarás dentro de mí? – Inuyasha sólo la observó – Comprenderás que estaba la posibilidad de quedar embarazada…y debes saber que eso para mí no sería un problema, yo sería la mujer más feliz del mundo si pudiera formar una familia contigo. Pero sé que a pesar de lo que acaba de pasar, elegirás a Kikyo…y yo no me arriesgaría a quedar embarazada y ser madre soltera mientras tú te vas por ahí con otra mujer –

-¿Entonces por qué lo hiciste? –

-Porque te amo, y aunque suene estúpido no quería irme sin dejar una marca mía en ti y que tú dejarás la tuya en mí – Habló tranquilamente mientras Inuyasha continuaba abrazándola.

-No te vayas –

-Sabes que te quedarás con Kikyo y que yo me iré. Así que déjame disfrutar esta noche junto a ti – Dijo mientras profundizaba el abrazo con su amado y se dormía en pecho luego de tener aquella danza de enamorados, la primera y tal vez la última en su vida.

Era Inuyasha o nadie más en su vida…sabía que nunca más estaría con un hombre.

Pero he ahí el dicho "Nunca digas Nunca…"


Al amanecer Inuyasha ya no estaba junto a ella, sabía que aquella noche había sido la despedida entre ambos.

Así es como la vida sigue y ella tenía un nuevo camino que emprender. Así que tomó sus cosas. Que no eran muchas ya que en aquel camino por el que iría no necesitaría más que sus flechas su arco y bueno, lo que una sacerdotisa requería.


Hola! Soy Hika-Chan!

Bien, este es el prólogo de mi historia "El demonio que aprendió de la sacerdotisa"...algo extenso el título :/

Espero que les haya gustado ^^ Muchos saludos y gracias por leer :D